Escribe Antonio Piñero
Afirma Guijarro (p. 93), en la obra archimencionada por mí, que la cuestión de las semejanzas y diferencias entre los tres primeros evangelios y el de Juan es tan sorprendente que merece un tratamiento especial. ¡También de acuerdo!
Comenta que es una explicación que ya se plantearon los primeros cristianos. Y, como naturalmente, no cita lo que afirmé en mi “Guía para entender el Nuevo Testamento” de Trotta 2006, que va, creo por la sexta edición contando la digital, si no me equivoco, me paso a esta obra, y ya seguiré comentando otro día:
Escribí en el apartado 4. Finalidad del Cuarto Evangelio
¿Por qué repensó Juan y reescribió la tradición sobre Jesús? (Añadiría hoy día: ¡una enmienda a la totalidad a lo escrito por sus antecesores) No es posible saberlo con exactitud. Pero la respuesta debe hallarse en que pensaba que otros escritos evangélicos anteriores no habían presentado de modo adecuado las tradiciones sobre Jesús.
Más explícitamente: frente a la imagen de Jesús de Marcos, Mateo y Lucas, el autor del Cuarto Evangelio pretendía probablemente ofrecer una interpretación más completa, profunda y exacta de lo que en su opinión fue realmente el personaje. Como ocurría con Mateo y con Lucas, el autor del EvJn escribe su obra para enmendar conscientemente la plana a sus predecesores.
El principio que le mueve es el mismo que propició hasta el momento de la composición del IV Evangelio: la evolución de la cristología. Ello está expresado indirectamente en el evangelio mismo: la verdadera imagen de Jesús sólo se comprende bien tras su muerte.
Dice Jesús en 14,26: “Esto es lo que tenía que deciros mientras estaba con vosotros; el abogado que os enviará el Padre en mi nombre, el Espíritu santo, ése os enseñará todo y os irá recordando todo lo que yo os he dicho”. Igualmente en la interpretación de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén: “Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento. Pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de lo que estaba escrito sobre él y qué era lo que habían hecho” (12,16). Finalmente, en 13,7 Jesús dice a Pedro en el lavatorio de los pies: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde”.
Es claro que sólo gracias a la iluminación del Espíritu que se otorgará a los discípulos tras la muerte y resurrección del Maestro, se percibirá el verdadero significado de lo que hizo, dijo y representó Jesús. Por tanto, parece que el autor del IV Evangelio afirma con claridad que él ha escrito un evangelio tal como se debe ver a Jesús tras la muerte de éste con la ayuda del Espíritu (el Paráclito que “guía hasta la verdad completa”: JN 16,13) prometido por el Maestro. Con otras palabras: el evangelista puso por escrito lo que él cree que Jesús hizo y dijo en vida, lo que en verdad significó su figura y misión, pero todo visto a través de la fe, fortalecida por el Espíritu Santo. Este modo de entender la finalidad del Cuarto Evangelio fue ya propuesta por Clemente de Alejandría a finales del siglo II d.C. en un texto conocido al que quizá se ha prestado poca atención. El siguiente:
“Juan, el último [de los evangelistas], viendo que en los [otros] evangelios se mostraba [sólo la interpretación] corpórea de Jesús, impulsado por algunos conocidos e inspirado por el Espíritu [Santo], compuso un evangelio espiritual” (citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica VI 14,7).
Clemente de Alejandría afirmaba que el evangelista Juan no ignoraba lo que había sido escrito sobre Jesús por sus predecesores, sino que no le parecía bien o suficiente. Los demás habían escrito un “evangelio carnal”, es decir, en terminología gnóstica, un evangelio verdadero pero insuficiente, superficial. En el nuevo evangelio el autor presenta este conocimiento especial, “espiritual” (es decir propio de los “movidos por el Espíritu” o verdaderos conocedores), sin preocuparse por refutar expresamente a sus antecesores. Este último hecho es importante e iluminador, ya que una polémica expresa contra los Sinópticos no aparece en el Evangelio. No los considera “falsos”, sino simplemente “corporales” o “carnales”, superficiales.
El autor del IV cuarto evangelio indica que su libro sobre Jesús debe suscitar la fe de sus lectores (20,30)… en su imagen de Jesús. Así pues, el Evangelio de Juan está escrito expresamente para defender esta imagen. Y en este sentido el Evangelio de Juan es un escrito polémico, orientado contra los “judíos” que no creen, en especial contra sus dirigentes, contra los discípulos de Juan el Bautista –quienes mantenían que su Maestro era también el mesías (cf. 1,19ss)–, y también contra otros grupos de cristianos (cf. 8,31-32) que no participaban del todo del modo cómo el autor entendía a Jesús (pp. 390-391).
Seguiremos con este apasionante asunto.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Afirma Guijarro (p. 93), en la obra archimencionada por mí, que la cuestión de las semejanzas y diferencias entre los tres primeros evangelios y el de Juan es tan sorprendente que merece un tratamiento especial. ¡También de acuerdo!
Comenta que es una explicación que ya se plantearon los primeros cristianos. Y, como naturalmente, no cita lo que afirmé en mi “Guía para entender el Nuevo Testamento” de Trotta 2006, que va, creo por la sexta edición contando la digital, si no me equivoco, me paso a esta obra, y ya seguiré comentando otro día:
Escribí en el apartado 4. Finalidad del Cuarto Evangelio
¿Por qué repensó Juan y reescribió la tradición sobre Jesús? (Añadiría hoy día: ¡una enmienda a la totalidad a lo escrito por sus antecesores) No es posible saberlo con exactitud. Pero la respuesta debe hallarse en que pensaba que otros escritos evangélicos anteriores no habían presentado de modo adecuado las tradiciones sobre Jesús.
Más explícitamente: frente a la imagen de Jesús de Marcos, Mateo y Lucas, el autor del Cuarto Evangelio pretendía probablemente ofrecer una interpretación más completa, profunda y exacta de lo que en su opinión fue realmente el personaje. Como ocurría con Mateo y con Lucas, el autor del EvJn escribe su obra para enmendar conscientemente la plana a sus predecesores.
El principio que le mueve es el mismo que propició hasta el momento de la composición del IV Evangelio: la evolución de la cristología. Ello está expresado indirectamente en el evangelio mismo: la verdadera imagen de Jesús sólo se comprende bien tras su muerte.
Dice Jesús en 14,26: “Esto es lo que tenía que deciros mientras estaba con vosotros; el abogado que os enviará el Padre en mi nombre, el Espíritu santo, ése os enseñará todo y os irá recordando todo lo que yo os he dicho”. Igualmente en la interpretación de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén: “Esto no lo comprendieron sus discípulos de momento. Pero cuando Jesús fue glorificado, cayeron en la cuenta de lo que estaba escrito sobre él y qué era lo que habían hecho” (12,16). Finalmente, en 13,7 Jesús dice a Pedro en el lavatorio de los pies: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde”.
Es claro que sólo gracias a la iluminación del Espíritu que se otorgará a los discípulos tras la muerte y resurrección del Maestro, se percibirá el verdadero significado de lo que hizo, dijo y representó Jesús. Por tanto, parece que el autor del IV Evangelio afirma con claridad que él ha escrito un evangelio tal como se debe ver a Jesús tras la muerte de éste con la ayuda del Espíritu (el Paráclito que “guía hasta la verdad completa”: JN 16,13) prometido por el Maestro. Con otras palabras: el evangelista puso por escrito lo que él cree que Jesús hizo y dijo en vida, lo que en verdad significó su figura y misión, pero todo visto a través de la fe, fortalecida por el Espíritu Santo. Este modo de entender la finalidad del Cuarto Evangelio fue ya propuesta por Clemente de Alejandría a finales del siglo II d.C. en un texto conocido al que quizá se ha prestado poca atención. El siguiente:
“Juan, el último [de los evangelistas], viendo que en los [otros] evangelios se mostraba [sólo la interpretación] corpórea de Jesús, impulsado por algunos conocidos e inspirado por el Espíritu [Santo], compuso un evangelio espiritual” (citado por Eusebio en su Historia Eclesiástica VI 14,7).
Clemente de Alejandría afirmaba que el evangelista Juan no ignoraba lo que había sido escrito sobre Jesús por sus predecesores, sino que no le parecía bien o suficiente. Los demás habían escrito un “evangelio carnal”, es decir, en terminología gnóstica, un evangelio verdadero pero insuficiente, superficial. En el nuevo evangelio el autor presenta este conocimiento especial, “espiritual” (es decir propio de los “movidos por el Espíritu” o verdaderos conocedores), sin preocuparse por refutar expresamente a sus antecesores. Este último hecho es importante e iluminador, ya que una polémica expresa contra los Sinópticos no aparece en el Evangelio. No los considera “falsos”, sino simplemente “corporales” o “carnales”, superficiales.
El autor del IV cuarto evangelio indica que su libro sobre Jesús debe suscitar la fe de sus lectores (20,30)… en su imagen de Jesús. Así pues, el Evangelio de Juan está escrito expresamente para defender esta imagen. Y en este sentido el Evangelio de Juan es un escrito polémico, orientado contra los “judíos” que no creen, en especial contra sus dirigentes, contra los discípulos de Juan el Bautista –quienes mantenían que su Maestro era también el mesías (cf. 1,19ss)–, y también contra otros grupos de cristianos (cf. 8,31-32) que no participaban del todo del modo cómo el autor entendía a Jesús (pp. 390-391).
Seguiremos con este apasionante asunto.
Saludos cordiales de Antonio Piñero