Hoy escribe Antonio Piñero
Interrumpimos momentáneamente nuestra explicación de Corintios B (contenida en 1 Corintios), para tratar un tema que creo de actualidad, aún, gracias a la influencia del cine. Luego seguiremos con nuestra serie hasta concluir “Corintios B”.
Como saben la mayoría de los lectores la reciente proyección de la película “Ágora” de Amenábar en nuestro país, su revivificación en la memoria de los espectadores a causa de los “Premios Goya”, ha dado pie a numerosos comentarios y reflexiones. En el otro blog de “Religiondigital” hice un comentario largo a la película, dividido en tres postales (publicado los días 19-20-21 de noviembre de 2009). Ahora, a propósito de las conferencias que el "Grupo Laurus", grupo que dirige Eugenio Gómez Segura (coeditor conmigo del libro La verdadera historia de la pasión, Edaf, Madrid, 2008) organiza cada año en torno a la Semana Santa en la Universidad Popular de la Rioja, quiero aprovechar mi intervención en ellas (el tema general fue “Alejandría: Egipto, judíos, paganos y cristianos a comienzos del siglo V”) para comunicarles a Ustedes algunas perspectivas que quizás puedan ser interesantes.
Lo que yo quiero tratar ahora es el ambiente cristiano que podemos reconstruir con ciertas garantías de seguridad a principios del siglo V en esa ciudad, Alejandría que fue el escenario del drama: el asesinato por la plebe cristiana de Hipatia, matemática y filósofa pagana, en el 415 o 416. Para ello voy a tratar los siguientes puntos: ¿cómo llegó la iglesia cristiana en general, y la de Alejandría en particular a ese momento? ¿Por qué se produjo ese comportamiento tan violento de las masas cristianas? ¿Qué había pasado anteriormente con el Imperio pagano y con su religión? ¿Cuál era la relación de fuerzas entre las dos religiones a comienzos del siglo V? ¿Qué ambiente ideológico se respiraba?
Todo ello es importante porque las ideas condicionan totalmente nuestro comportamiento. Por último someteré a examen algunas consideraciones o reflexiones que pueden extraerse como mensaje tanto de la película como de lo que creemos que ocurrió en realidad. Así pues, comenzamos por la pregunta incoada anteriormente: ¿cómo llegó la iglesia cristiana en general, y la de Alejandría en particular, a ese momento descrito en la película, tiempo turbulento de gran pugna ideológica y política?
Retrocedamos cien años para ganar perspectiva. A principios del siglo IV, año 300, en estimaciones fiables y recientes de modernos estudios históricos y sociológicos (tomo datos de Rodney Stark, La expansión del cristianismo, Editorial Trotta, Madrid 2009, que hemos comentado en este blog), el monto total de cristianos dentro del Imperio era aproximadamente el 10,5% de la población total, estimada en unos 60 millones de personas, es decir eran cristianos unos 6.230.000 fieles.
Este número ha sido calculado estimando
· a) un crecimiento del cristianismo igual a otros cultos-sectas o religiones de los siglos XIX y XX. En especial, el gran crecimiento del que gozaron los mormones durante el siglo XIX (en torno al 40% por década) sirve de elemento de proyección;
· b) los datos de las fuentes históricas.
Si se acepta para los cristianos un crecimiento semejante en los primeros siglos, como dan a entender globalmente los testimonios históricos, la mayoría indirectos por desgracia, al menos puede suponerse que el cristianismo no creció milagrosamente, sino a un promedio igual al conseguido por otras religiones en peores circunstancias, ahora, en un mundo mucho más racionalista e increyente que en los primeros siglos de nuestra era.
La base de partida para calcular el crecimiento de los cristianos en el Imperio es una cifra dada por los Hechos de los apóstoles 1,15:
“El número de hermanos reunidos en Jerusalén (más o menos un mes después de la muerte de Jesús) era de unos ciento veinte”.
Haciendo un cómputo meramente matemático y siguiendo con el mismo crecimiento de un 40% por década, tendríamos que el número de cristianos en el año 350 sería de más de 33 millones y medio sobre la misma población, es decir el 56,5%. La gente, al observar este crecimiento, como lo hizo el primer historiador de la Iglesia Eusebio de Cesarea, que se fija en el crecimiento del cristianismo en este siglo IV, no puede menos de pensar que tal aumento es milagroso. Pero en principio no es así. Es el aumento natural si se mantiene la misma tasa de crecimiento que anteriormente. Lo que ocurre es que a partir de ciertas proporciones de partida, la curva de crecimiento se dispara hacia arriba. Pero esto lo saben bien los matemáticos y estadísticos y es un fenómeno puramente estadístico, aunue impactante psicológicamente..
Ahora bien, esta tasa de crecimiento no podía continuar así continuamente porque el cristianismo hubiera llegado a cifras desmesuradas, cosa que no ocurrió. Si hubiera sido así, en el año de la muerte de Hipatia (415-6) el número de cristianos habría sido de cerca de 200 millones, cosa que es evidentemente absurda (en Europa entera –incluyendo los “hiperbóreos”, habitantes del norte extremo como vikingos, etc.- no había probablemente tantos habitantes).
En algún momento se detuvo la expansión del cristianismo porque todos los movimientos alcanzan su cota de atracción y luego viene una meseta, no siempre es una curva hacia arriba. Esto ocurrió, como diremos a continuación, después de que el cristianismo fuera declarado religión lícita, junto con otros cultos, en el 313, por el Edicto de Milán del emperador Constantino.
Está probado sociológicamente que las tasas de crecimiento de una religión siempre disminuyen cuando ese “movimiento ha convertido ya a una proporción sustancial de la población disponible, es decir a medida que ha ido ‘pescando’ conversos de la masa potencial” (Stark, 24). Ahora bien, a partir de los datos ofrecidos (repito: ya en el 350, los cristianos eran más del 56% de la población), podemos hacernos ya una idea de que el cineasta Amenábar no exagera absolutamente nada cuando pinta enormes multitudes de cristianos en la Alejandría en su película hacia el 415 tendrían que ser ya cerca del 65 por ciento de la población total del Imperio.
Volvamos ahora de nuevo a un tiempo anterior: la situación de la cristiandad en la época del Edicto de Milán, año 312, un siglo antes. Acababa de salir la Iglesia de la época de persecuciones más cruentas de su historia. A la vez tengamos en cuenta algo que se ignora comúnmente: se calcula que el número global de mártires de toda la iglesia antigua, desde sus inicios, con la persecución de Nerón a los cristianos de Roma, hasta la más terrible de Diocleciano y sus colegas correinantes desde el 298 hasta el 313 no produjo más que unos 900 mártires en total (Galerio y Maximino Daia, en Oriente, hicieron que la persecución durara más que en Occidente: diez años, hasta el 313; pero produjo muchas más defecciones/apostasías que ejecuciones).
Realmente son muy pocos mártires. Y ello fue así, en primer lugar:
A. Porque el Imperio Romano era en verdad muy tolerante frente a cualquier tipo de religión, con tal de que no provocara disturbios de orden público. Y en segundo,
B. Porque –salvo el emperador Decio en el 249- el Imperio se equivocó en la política represiva contra los cristianos…, de medio a medio. En líneas generales consideró al cristianismo como un culto más entre otros de la variedad pagana, que se reunía de vez en cuando para rendir culto a su dios, pero sin más lazos sociales o especiales entre los miembros.
Pero no era así. Seguiremos en la próxima nota.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es:
“Los apóstoles en la literatura apócrifa. Andrés de Betsaida en el resumen de Gregorio de Tours (XV)”
Saludos de nuevo.