Hoy escribe Antonio Piñero
Hoy comentamos un libro, excelente en su conjunto, de dos grandes especialistas sobre la figura del Jesús de la historia y del cristianismo primitivo, Marcus J. Borg y John Dominic Crossan, pero no en su faceta técnica, sino en la de divulgación elevada, bien escrita, plena de información científica subyacente. He aquí su ficha completa:
Marcus J. Borg y John Dominic Crossan, “La primera Navidad”. Lo que los evangelios enseñan realmente acerca del nacimiento de Jesús, Verbo Divino, Estella, 254 pp. ISBN: 978-84-8169-973-9. Versión española desde el inglés de José Pedro Tosaus.
Después de haber leído minuciosamente el libro de Raymond E. Brown, El nacimiento del Mesías: comentario a los relatos de la infancia, Cristiandad, Madrid 1982, y algunos de sus capítulos más de una vez, pensaba que apenas se podría decir nada sustancial más sobre estos famosos dos capítulos, primeros, de los evangelios de Mateo y de Lucas.
Pero me equivocaba. Al leer este libro, caigo en la cuenta de que sí se pueden ofrecer nuevas perspectivas a cuestiones ya viejas, y sobre todo que es posible presentarlas al público de una manera pedagógica, entretenida, clara y amena.
No en vano los dos autores son miembros conspicuos del “Jesus Seminar” californiano, y saben muy bien cómo llegar a las gentes. Es notorio que las decisiones estrictamente académicas sobre la historicidad, o no, de cada una de las palabras de Jesús, que se tomaban por votación, sobre las que emitían votos de colores los miembros del “Seminar” adquirieron, gracias a una notable labor mediática por su parte, rango de noticia pública de interés.
El libro que comentamos hoy está dividido en tres partes.
La primera “Parábola, obertura y contexto” presenta el método cómo se van a abordar los difíciles problemas de historicidad planteados por Lc 1-2 y Mt 1-2. Para Borg-Crossan, la clave se halla en entender bien los textos, pero no como los fundamentalistas/literalistas (“ocurrieron tal como se cuentan), ni como los escépticos (“son meras fábulas y leyendas”), sino como gente que sabe de literatura y que conoce bien la historia y mentalidad del siglo I, en el que se como
pusieron. Hay que interpretarlos como “una parábola”.
“La parábola es una forma de discurso, lo mismo que la poesía. Es una forma de utilizar el lenguaje” (p. 37).
El modelo de interpretación es el corpus de parábolas de Jesús. Nadie se preocupa si los acontecimientos relatados en las parábolas son objetivos o no. Lo que importa es el significado, el mensaje que se transmite, no la objetividad. Ello –según los autores- no significa renunciar a la ciencia de la historia, sino darle un nuevo significado.
Al situar las narraciones parabólicas en el contexto del siglo I, en el Israel y en el Imperio romano oriental de la época de los evangelistas –opinan los autores-, se cae en la cuenta que también para los lectores de esa época lo que importaba no era el significado literal, sino ”lo supraliteral, lo supraobjetivo, el plus de significado”.
“¿Tuvieron realmente lugar esos acontecimientos, y en especial los más espectaculares como la anunciación o la concepción virginal? Este debate no sólo es estéril, sino una distracción, pues aparta la atención de lo verdaderamente importante: ¿qué significan esos relatos? Dejando de lado que sucedieran o no, ¿cuál fue, y cuál es hoy su significado?” (p. 40).
Es más, tales “parábolas” son en verdad más que parábolas simples; son “oberturas parabólicas”. Así como en una ópera, la obertura contiene en síntesis las melodías principales de la obra que luego se desarrollarán en los diferentes actos, igualmente, en Lc 1-2 y Mt 1-2 se contiene en síntesis lo que luego será el evangelio completo. Son un minievangelio concentrado.
Mi dificultad en esta primera parte es: si aceptamos que estas narraciones son meramente parábolas, o mejor, "oberturas parabólicas", y esto debido a nuestra mentalidad crítica heredada de la Ilustración, ¿dónde pondremos el límite sobre cómo entender el resto de los evangelios respectivos? ¡Todo el resto de los evangelios es también parábola! ¿Qué me lo impide? Dejemos de lado si sucedieron o no realmente los hechos que se narran ("es un debate estéril"), por ejemplo, la denominada “purificación del Templo”, e incluso la crucifixión y resurrección, y saquemos las consecuencias para nuestra vida de hoy, ese "plus de significado" que sirve para moldear nuestro compromiso con los demás y para actuar en mejora de nuestro mundo.
Naturalmente, este planteamiento es poca base histórica para todos aquellos que están dispuestos a dejar su pellejo en las misiones, o a sacrificar su vida por el ideal evangélico basados en que “todo realmente sucedió”. Pero, ¿sucedió realmente?. Plantear esta pregunta es ociosa, según Borg-Crossan, pues me sitúa entre los racionalistas superados de la época de la Ilustración.
También es muy dudoso para mí el supuesto- repetido en esta primera parte- de que un buen número de los cristianos primitivos, aunque no se preocupaban aún de los géneros literarios, entendieron estos relatos no como historia objetiva, sino como una expresión de fe. Casi como símbolos de la interpelación de Dios a ellos y como indicación de la respuesta humana.
Esta afirmación es –repito, en mi opinión- harto dudosa; dudosísima diría, pues hasta el siglo XIX toda la Iglesia prácticamente ha entendidoestos capítulo iniciales e Mateo y de Lucas -y todo el evangelio- como historia sin más. Hechos objetivos. Igualmente así los comentarios de los Padres de la Iglesia.
La segunda parte del libro se ocupa de explicar al lector (al que trata siempre amistosamente de “tú”; para mí esto me llama la atención; quizá sea de dudoso gusto para gente de edad como yo):
· Cómo se deben entender las genealogías de Jesús, tan diferentes e inconciliables de Mt y Lc,
· Cómo comprender la anunciación y los relatos en torno al nacimiento en Belén (incluidos los problemas del censo de Quirino, los relatos de los magos y los pastores, la huida a Egipto, etc.).
Una cuádruple tesis, o claves ofrecidas por Borg-Crossan para la verdadera intelección de estos textos, que deben ayudar a los lectores a interpretarlos bien son las siguientes:
• No se trata de historia, sino de proclamaciones de la fe de los primeros cristianos
• Todos los relatos deben entenderse a la luz de una comprensión global del Antiguo Testamento, con el esquema promesa – cumplimiento (en Jesús), según la mentalidad de los cristianos primitivos. No importa que en Mateo se empleen profecías que no son tales, que no son verdaderas predicciones sobre Jesús (por ejemplo la famosa de Isaías 7,14 (“Una virgen –según los LXX- dará a luz un hijo”). Lo que importa es la firme creencia de que todo el Antiguo Testamento es un testimonio global sobre lo acontecido en Jesús.
• Los relatos de Mateo emplean la técnica del midrás, es decir, la reutilización de textos del Antiguo Testamento, o de la tradición de los comentaristas judíos de la época (los anónimos autores de los midrasim o comentarios, para contar la peripecia de Jesús con ese mismo esquema.
Ejemplos:
- En el relato de Mateo, Jesús es el nuevo Moisés; su infancia es contada con los esquemas narrativos del Antiguo Testamento y literatura “rabínica”, en cojncreo con lo ocurrido con Moisés. La historia de Moisés es prefiguración de lo sucedido en Jesús).
- En el relato de Lucas: aquí es también un comentario al Antiguo Testamento (sin citarlo) a base de himnos cristianos primitivos, prelucanos. Lo ocurrido a María, Isabel y Zacarías está de algún modo prefigurado en el lenguaje del Antiguo Testamento
• La teología sobre la peripecia de Jesús: anunciación, concepción virginal, infancia prodigiosa, salvador, pacificador, redentor del mundo, portador de la paz…, etc., debe entenderse como una réplica explícita, una “contraoferta” a la teología imperial romana del emperador divinizado, sobre todo Augusto, que predicaba exactamente estas mismas cosas, o bienes, en su “evangelio”. El verdadero “emperador” es Jesús. Él trae todos los bienes al mundo.
Realmente en esta sección, o parte del libro, poco o nada tengo que objetar, porque estoy totalmente de acuerdo con su perspectiva general, que no es otra que la del sentir medio de la investigación actual.
La tercera parte, cuyo título es “Luz, cumplimiento, alegría”, aunque sigue estudiando y aclarando estos términos sobre la base de una comparación con el Antiguo Testamento, se interesa más por la aplicación práctica de los relatos de Mateo y Lucas, que son “oberturas parabólicas subversivas”, es decir, que invierten nuestros esquemas de valores.
Ocurre con los relatos de Navidad lo mismo que con las parábolas de Jesús. Hay que aplicar tales valores a nosotros mismos y a nuestro compromiso con la mejora del mundo actual.
En esta ámbito los autores no son partidarios de una “escatología sobrenatural” (Dios se encargará de arreglar el mundo cuando Él quiera), sino de una “escatología de la colaboración”:
“Dicho de manera simple (el traductor debería haber traducido “sencilla”; el inglés “simple” es aquí un “mal amigo”), tenemos colaborar con Dios para que el mundo prometido por la Navidad llegue a ser realidad. En lugar de aguardar a que lo haga Dios, hemos de cooperar con él” (p. 234).
Aquí pues, tenemos en esta sección una aplicación práctica (o “teología” de la realidad) de lo dicho anteriormente. Ya no es sólo historia o interpretación literaria del relato, sino centrarse en el interés de éstos para hoy. Nada que objetar a ello desde el punto de vista del creyente.
En conjunto: un libro que me ha sorprendido gratamente por su exposición, espléndida, clara y amena…, al mismo tiempo que rigurosamente científica. Como ocurrió en tiempos pasados con estos autores en su obras generales sobre la vida y obra de Jesús, –sus interpretaciones de un Jesús no apocalíptico, sino meramente “sapiencial” son incompletas y poco convincentes-, sus tesis sobre el sentido de los relatos de la Infancia nos sorprenden también por una cierta radicalidad interpretativa. Pero siempre son sugestivas y hacen reflexionar.
La traducción española de J. P. Tosaus es buena, muy legible, y en algunos casos brillante.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com