Escribe Antonio Piñero
La presentación de ayer buscaba encuadrar a Jesús, y por tanto comprenderlo, dentro del ambiente de la piedad judía, ni mucho menos solo dentro de los estudios sociológicos o políticos de la sociedad judía del siglo I. La posición de Jesús se comprende mejor como una continuación de la vida y mentalidad de otros personajes de la historia de su religión, tal como Jesús habría leído y oído en la sinagoga. En realidad esa posición sediciosa contra el Imperio era una de las expresiones de la fe absoluta, y más acendrada. en Yahvé y en sus designios. Pienso que muchos del pueblo en Israel, aunque no se atrevieran a desafiar al poder de la cúpula religiosa del pueblo judío y al poder romano con la valentía con la que lo hacía a veces la predicación de Jesús, lo admiraría muchísimo. La investigación independiente resalta este aspecto: Jesús sería como un héroe del nacionalismo de las masas judías del siglo I… precisamente porque era un hombre religioso. Ello explica que hasta el momento mismo de su condena y según el Evangelio de Marcos, Jesús gozaba de la simpatía absoluta del pueblo:
“Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo» (Mc 14,1-2).
En este punto señala F. Bermejo, en el artículo citado, que
“El Jesús sedicioso no es todo el Jesús, y describirlo como un sedicioso no tiene como objetivo captar una especie de 'esencia' total de su figura, sino simplemente una dimensión o aspecto de él, aunque a la verdad un aspecto decisivo”.
Hay otros aspectos que caracterizan también a Jesús como un judío fiel, que ponen de relieve la naturaleza fundamentalmente religiosa de su personalidad, o el hecho de que la mayoría de las veces se dirigiera a las gentes en sus discursos tratando temas espirituales y morales. Si se considera así hay que aceptar que Jesús era algo más que un "mero sedicioso”. Esperaba y anunció que al final del presente orden de las cosas, que esta estaba cerca, y predicaba ante todo el Reino de Dios y la restauración de Israel. Pero todas estas ideas casan muy bien con ese aspecto de su figura poliédrica que estamos tratando de destacar, la derivación o las implicaciones políticas de su mensaje y de su actuación puesto que es persistentemente negado por parte de la investigación. El que estemos destacando que Jesús fuera sedicioso contra el Imperio no niega en absoluto que, a la vez y sin contradicción alguna, fuera también una personalidad fundamentalmente religiosa. El reino de Dios que Jesús predicaba no era un simple programa político, sino ante todo moral, y espiritual.
Comenta F. Bermejo:
“Para los judíos del siglo I libertad nacional no era sólo una cuestión de política, sino que también fue de gran importancia espiritual… Por lo tanto, a diferencia de lo que el Jesús marcano y la investigación confesional estándar parecen implicar, no existe contradicción alguna entre ser un maestro religioso y ser un sedicioso como, por ejemplo, en el caso del Rabí Aquiba”.
Este es un ejemplo excelente, ya que Aquiba, junto con Hillel o Gamaliel, es considerado uno de los padres del judaísmo como se entiende hoy. Sin embargo, este maestro de la Ley, absolutamente preocupado por la religión, no tuvo inconveniente alguno en mostrarse como un sedicioso contra el Imperio romano al apoyar intensa y públicamente a Bar Kochba como rey mesiánico de Israel…, con las consecuencias políticas que ello supuso: la aniquilación de Israel como estado desde el 135 (tiempo de Adriano) hasta 1948 (constitución del estado de Israel).
Anteriormente al ministerio público de Jesús, al final de la vida de Herodes el Grande (hacia el 5 a. C.), unos fariseos piadosos, maestros de la Ley, animaron a unos cuantos jóvenes que echaran abajo a hachazos las águilas que coronaban una de las puertas del templo de Jerusalén, sencillamente porque suscitaban sentimientos idolátricos y de obediencia al poder blasfemo de Roma representado por las águilas de sus legiones. Y poco después, la gran revolución contra Roma surgida a propósito del censo del país en el 6 d. C. fue promovida por Judas el Galileo –a quien muchos ven solo como una suerte de guerrillero contra Roma– al que Flavio Josefo llama “maestro de la Ley” (este el significado de la palabra “sofista” que emplea en La Guerra de los judíos II 118).
En una palabra: como todo hombre grande, Jesús tuvo una personalidad poliédrica y compleja. Fue ante todo un maestro de la Ley y un proclamador del reino de Dios, pero eso no obsta que las autoridades políticas vieran en él un peligro político y social, es decir, un sedicioso. Y por eso lo mataron, no por otra cosa.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com
La presentación de ayer buscaba encuadrar a Jesús, y por tanto comprenderlo, dentro del ambiente de la piedad judía, ni mucho menos solo dentro de los estudios sociológicos o políticos de la sociedad judía del siglo I. La posición de Jesús se comprende mejor como una continuación de la vida y mentalidad de otros personajes de la historia de su religión, tal como Jesús habría leído y oído en la sinagoga. En realidad esa posición sediciosa contra el Imperio era una de las expresiones de la fe absoluta, y más acendrada. en Yahvé y en sus designios. Pienso que muchos del pueblo en Israel, aunque no se atrevieran a desafiar al poder de la cúpula religiosa del pueblo judío y al poder romano con la valentía con la que lo hacía a veces la predicación de Jesús, lo admiraría muchísimo. La investigación independiente resalta este aspecto: Jesús sería como un héroe del nacionalismo de las masas judías del siglo I… precisamente porque era un hombre religioso. Ello explica que hasta el momento mismo de su condena y según el Evangelio de Marcos, Jesús gozaba de la simpatía absoluta del pueblo:
“Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. Pues decían: «Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo» (Mc 14,1-2).
En este punto señala F. Bermejo, en el artículo citado, que
“El Jesús sedicioso no es todo el Jesús, y describirlo como un sedicioso no tiene como objetivo captar una especie de 'esencia' total de su figura, sino simplemente una dimensión o aspecto de él, aunque a la verdad un aspecto decisivo”.
Hay otros aspectos que caracterizan también a Jesús como un judío fiel, que ponen de relieve la naturaleza fundamentalmente religiosa de su personalidad, o el hecho de que la mayoría de las veces se dirigiera a las gentes en sus discursos tratando temas espirituales y morales. Si se considera así hay que aceptar que Jesús era algo más que un "mero sedicioso”. Esperaba y anunció que al final del presente orden de las cosas, que esta estaba cerca, y predicaba ante todo el Reino de Dios y la restauración de Israel. Pero todas estas ideas casan muy bien con ese aspecto de su figura poliédrica que estamos tratando de destacar, la derivación o las implicaciones políticas de su mensaje y de su actuación puesto que es persistentemente negado por parte de la investigación. El que estemos destacando que Jesús fuera sedicioso contra el Imperio no niega en absoluto que, a la vez y sin contradicción alguna, fuera también una personalidad fundamentalmente religiosa. El reino de Dios que Jesús predicaba no era un simple programa político, sino ante todo moral, y espiritual.
Comenta F. Bermejo:
“Para los judíos del siglo I libertad nacional no era sólo una cuestión de política, sino que también fue de gran importancia espiritual… Por lo tanto, a diferencia de lo que el Jesús marcano y la investigación confesional estándar parecen implicar, no existe contradicción alguna entre ser un maestro religioso y ser un sedicioso como, por ejemplo, en el caso del Rabí Aquiba”.
Este es un ejemplo excelente, ya que Aquiba, junto con Hillel o Gamaliel, es considerado uno de los padres del judaísmo como se entiende hoy. Sin embargo, este maestro de la Ley, absolutamente preocupado por la religión, no tuvo inconveniente alguno en mostrarse como un sedicioso contra el Imperio romano al apoyar intensa y públicamente a Bar Kochba como rey mesiánico de Israel…, con las consecuencias políticas que ello supuso: la aniquilación de Israel como estado desde el 135 (tiempo de Adriano) hasta 1948 (constitución del estado de Israel).
Anteriormente al ministerio público de Jesús, al final de la vida de Herodes el Grande (hacia el 5 a. C.), unos fariseos piadosos, maestros de la Ley, animaron a unos cuantos jóvenes que echaran abajo a hachazos las águilas que coronaban una de las puertas del templo de Jerusalén, sencillamente porque suscitaban sentimientos idolátricos y de obediencia al poder blasfemo de Roma representado por las águilas de sus legiones. Y poco después, la gran revolución contra Roma surgida a propósito del censo del país en el 6 d. C. fue promovida por Judas el Galileo –a quien muchos ven solo como una suerte de guerrillero contra Roma– al que Flavio Josefo llama “maestro de la Ley” (este el significado de la palabra “sofista” que emplea en La Guerra de los judíos II 118).
En una palabra: como todo hombre grande, Jesús tuvo una personalidad poliédrica y compleja. Fue ante todo un maestro de la Ley y un proclamador del reino de Dios, pero eso no obsta que las autoridades políticas vieran en él un peligro político y social, es decir, un sedicioso. Y por eso lo mataron, no por otra cosa.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com