Escribe Antonio Piñero
En el artículo del Prof. Bermejo, que estoy comentando, hay varios ejemplos de casos –de pasajes de los evangelios– en los que el investigador se queda perplejo al aplicar los criterios de autenticidad…, pues no puede llegar a conclusión fiable alguna. Al leer a otros estudiosos y sus comentarios, y al entresacar los argumentos en pro y en contra de un texto, parece que las opiniones quedan empatadas: ¿auténtico, retrotraíble a Jesús? ¿No auténtico? No puede saberse. De entre esos ejemplos tomo uno para intentar una aclaración. Es el caso de Mc 15,34b / Mt 27,46. He aquí el texto:
Marcos: “A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», -- que quiere decir -- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»”.
Mateo: “Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» ”
Ciertamente esta frase final de Jesús en la cruz es la única que goza de “atestiguación múltiple” (por lo tanto, en principio, es atendible como auténtica). Pero el argumento es deficiente, no vale, ya que Mateo “se inspira” claramente en Marcos. Por tanto, la atestiguación es única.
En pro de la autenticidad:
· El resultado de la aplicación del criterio de dificultad: parece impensable que la comunidad primitiva hay podido inventar esta frase, pues presenta a un Jesús desesperado, que ha perdido la confianza en su Padre, un Jesús fracasado y que, según algunos, reniega en el fondo del Dios en quien había confiado plenamente. Toda su idea del reino de Dios parece irse al traste.
· El resultado del criterio del trasfondo arameo: las frases reproducidas en arameo / hebreo (aquí muy parecidos) atestiguan una tradición firme y sólida, lo que lleva a pensar que se retrotrae a un recuerdo firme de Jesús.
· El resultado del criterio de plausibilidad: esa frase se corresponde bien con lo que podría esperarse de un condenado al severísimo tormento de la cruz.
· El que en ese momento Jesús –un experto en las Escrituras– recordara el texto del Salmo 22 es sumamente verosímil.
En contra de la autenticidad:
· Lo dicho más arriba sobre la verdadera falta de atestiguación múltiple.
· Las citas y alusiones a las Escrituras son muy numerosas en la historia de la pasión, tantas (se calcula que en torno a 80) que puede pensarse que allá donde aparece una alusión, o más una cita explícita, la realidad histórica ha sido acomodada para que se vea que ocurrió según estaba predicho por las Escrituras.
· El criterio del trasfondo arameo no es del todo convincente, porque la historia de la pasión es probablemente la fuente o fragmento preevangélico más importante compuesto cuando había muchos judeocristianos cuya lengua materna era el arameo. Si se trataba de presentar a Jesús como un justo piadoso que al morir cita las Escrituras, no era difícil añadir –o sencillamente fingir– un texto sagrado en esa lengua.
· Una cita del Salmo 22 no tiene por qué ser una prueba de un estado de desesperación de Jesús. Es sabido que en su época se podía citar un solo versículo de un pasaje con la intención de que el oyente o el hablante lo completara por su cuenta. Es así que el Salmo 22 termina con exclamaciones e esperanza y confianza en Dios (véase: “«Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel». Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó” (vv. 23.24). Por tanto, el profeta cristiano atribuyó estas palabras a Jesús, o en cuyo nombre habló, puedo pensar que no era un grito de desesperación, sino de esperanza. Y si es así, desaparece el problema planteado por el criterio de dificultad.
· Por último: si los otros evangelistas, Lucas y Juan, atribuyen al último momento de Jesús sentencias diferentes (Lucas: Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, = en tus manos pongo mi espíritu» = y, dicho esto, expiró: 23,46; Juan: “Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu” (19,30), ¿por qué vamos a prestar más crédito a Marcos?
En conclusión: el intérprete no puede tomar una decisión satisfactoria sobre si esta última frase de Jesús que le atribuyen Marcos y Mateo es históricamente segura o no lo es.
Y así puede ocurrir en muchos otros casos si, tomando papel y pluma, recorremos los comentarios especializados y vamos apuntando los argumentos en pro y en contra de la autenticidad de muchas sentencias de Jesús.
Este hecho abrirá el camino para –al menos- construir un marco histórico de diversas situaciones de Jesús (o un marco general de interpretación de Jesús del que puedan derivarse posibilidades de que una sentencia concreta sea verosímilmente histórica) por medio de los patrones de recurrencia, que ya hemos definido y de los que debemos poner algún ejemplo.
Continuaremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
En el artículo del Prof. Bermejo, que estoy comentando, hay varios ejemplos de casos –de pasajes de los evangelios– en los que el investigador se queda perplejo al aplicar los criterios de autenticidad…, pues no puede llegar a conclusión fiable alguna. Al leer a otros estudiosos y sus comentarios, y al entresacar los argumentos en pro y en contra de un texto, parece que las opiniones quedan empatadas: ¿auténtico, retrotraíble a Jesús? ¿No auténtico? No puede saberse. De entre esos ejemplos tomo uno para intentar una aclaración. Es el caso de Mc 15,34b / Mt 27,46. He aquí el texto:
Marcos: “A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», -- que quiere decir -- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»”.
Mateo: “Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» ”
Ciertamente esta frase final de Jesús en la cruz es la única que goza de “atestiguación múltiple” (por lo tanto, en principio, es atendible como auténtica). Pero el argumento es deficiente, no vale, ya que Mateo “se inspira” claramente en Marcos. Por tanto, la atestiguación es única.
En pro de la autenticidad:
· El resultado de la aplicación del criterio de dificultad: parece impensable que la comunidad primitiva hay podido inventar esta frase, pues presenta a un Jesús desesperado, que ha perdido la confianza en su Padre, un Jesús fracasado y que, según algunos, reniega en el fondo del Dios en quien había confiado plenamente. Toda su idea del reino de Dios parece irse al traste.
· El resultado del criterio del trasfondo arameo: las frases reproducidas en arameo / hebreo (aquí muy parecidos) atestiguan una tradición firme y sólida, lo que lleva a pensar que se retrotrae a un recuerdo firme de Jesús.
· El resultado del criterio de plausibilidad: esa frase se corresponde bien con lo que podría esperarse de un condenado al severísimo tormento de la cruz.
· El que en ese momento Jesús –un experto en las Escrituras– recordara el texto del Salmo 22 es sumamente verosímil.
En contra de la autenticidad:
· Lo dicho más arriba sobre la verdadera falta de atestiguación múltiple.
· Las citas y alusiones a las Escrituras son muy numerosas en la historia de la pasión, tantas (se calcula que en torno a 80) que puede pensarse que allá donde aparece una alusión, o más una cita explícita, la realidad histórica ha sido acomodada para que se vea que ocurrió según estaba predicho por las Escrituras.
· El criterio del trasfondo arameo no es del todo convincente, porque la historia de la pasión es probablemente la fuente o fragmento preevangélico más importante compuesto cuando había muchos judeocristianos cuya lengua materna era el arameo. Si se trataba de presentar a Jesús como un justo piadoso que al morir cita las Escrituras, no era difícil añadir –o sencillamente fingir– un texto sagrado en esa lengua.
· Una cita del Salmo 22 no tiene por qué ser una prueba de un estado de desesperación de Jesús. Es sabido que en su época se podía citar un solo versículo de un pasaje con la intención de que el oyente o el hablante lo completara por su cuenta. Es así que el Salmo 22 termina con exclamaciones e esperanza y confianza en Dios (véase: “«Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel». Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó” (vv. 23.24). Por tanto, el profeta cristiano atribuyó estas palabras a Jesús, o en cuyo nombre habló, puedo pensar que no era un grito de desesperación, sino de esperanza. Y si es así, desaparece el problema planteado por el criterio de dificultad.
· Por último: si los otros evangelistas, Lucas y Juan, atribuyen al último momento de Jesús sentencias diferentes (Lucas: Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, = en tus manos pongo mi espíritu» = y, dicho esto, expiró: 23,46; Juan: “Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu” (19,30), ¿por qué vamos a prestar más crédito a Marcos?
En conclusión: el intérprete no puede tomar una decisión satisfactoria sobre si esta última frase de Jesús que le atribuyen Marcos y Mateo es históricamente segura o no lo es.
Y así puede ocurrir en muchos otros casos si, tomando papel y pluma, recorremos los comentarios especializados y vamos apuntando los argumentos en pro y en contra de la autenticidad de muchas sentencias de Jesús.
Este hecho abrirá el camino para –al menos- construir un marco histórico de diversas situaciones de Jesús (o un marco general de interpretación de Jesús del que puedan derivarse posibilidades de que una sentencia concreta sea verosímilmente histórica) por medio de los patrones de recurrencia, que ya hemos definido y de los que debemos poner algún ejemplo.
Continuaremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com