Notas

La invención del Dios cristiano de Paolo Flores (434-02)

Redactado por Antonio Piñero el Sábado, 21 de Julio 2012 a las 06:42

Hoy escribe Antonio Piñero



Seguimos con el resumen de este interesante librito, de la colección “Mínima Trotta”.


El capitulito dedicado a “Santiago” plantea los problemas de quién fue realmente el jefe de la comunidad madre de Jerusalén y critica la hipótesis (deducida sobre todo del evangelio de Marcos) de que toda la familia de Jesús estaba en contra suya durante su predicación pública. Santiago, según Paolo Flores, es el jefe de la comunidad de Jerusalén porque se trata de un grupo muy judío en el que la primacía jerárquica se otorga a los familiares de Jesús. Además en este mismo capítulo se hace notar cómo Santiago estaba casado y se pone de relieve la sinrazón de la obligación del celibato eclesiástico obligatorio solo desde la edad Media tardía. Igualmente destaca el autor en este capítulo la disputa teológica entre “helenistas y hebraístas” que pone de manifiesto la coexistencia de interpretaciones muy distintas de Jesús desde los orígenes mismos del cristianismo.

En el capítulo ”Pablo acusa a Pedro de ser satanás”, sostiene el autor que Pedro, en el fondo y en las formas, estaba mucho más de acuerdo con la línea judaizante de la interpretación de Jesús de imperante en la comunidad de jerusalén bajo el mando de Santiago que con la ideología de Pablo. El testimonio directo de este, en la epístola a los Gálatas, sobre todo, capítulo II, nos prueba que la idea de un cristianismo primitivo “fundado en la sinergia de los dos grandes apóstoles Pedro y Pablo” no existió nunca sino que es un fruto de la tendencia armonizadora e irenista de Lucas en los Hechos.

La sección dedicada al "Canon" no presenta ninguna historia de los orígenes y la formación de la lista de libros sagrados sino que hace hincapié en la diversidad de la tradición oral, de la reelaboración continua de los materiales evangélicos conforme se retrasaba la parusía de Jesús y que hasta el siglo IV existen tantos cristianismos como grandes grupos había en la iglesia sin que se pueda señalar debidamente cuál era ortodoxo y cuál hereje puesto que todos se sentían igualmente legitimados.

Jesús nunca se proclamó mesías sino que este fue una invención teológica de los cristianos primitivos deducida de la firme creencia en la resurrección de Jesús. Esto es lo que afirma Paolo Flores en el capitulito dedicado a Jesús-mesías en donde sostiene itgualmente que los evangelistas utilizan la expresión el hijo del hombre, empleada por Jesús para designarse a sí mismo como un mero ser humano con un contenido teológico nuevo que hace del hijo del hombre una figura celestial.

El capítulo “El Hijo y la Virgen” sostiene dos ideas claras: Jesús nunca se creyó un hijo de Dios “físico” u “óntico” sino un hombre con una relación especial con la divinidad como podía tenerla el rey de Israel o un profeta. Sostiene que la divinidad de Jesús es concebida en primer lugar en una línea “adopcionista” (Jesús es un hombre corriente y solo en el bautismo o tras su resurrección es adoptado como Hijo por Dios acto que le concede un estatus semidivino). Igualmente defiende Paolo flores que la concepción milagrosa de Jesús (Mateo y Lucas) es una pura invención teológica y que el matrimonio de José y María fue tan normal como cualquier otro en el judaísmo de su tiempo. P. Flores confirma que exegetas católicos como John P. Meier admiten hoy día que de los textos del Nuevo Testamento en su conjunto se deduce claramente que la Iglesia primitiva creía que Jesús tenía hermanos carnales.

Un breve repaso a las "Herejías" catalogadas por Ireneo de Lyon, o Epifanio de Salamina más algunas otras descritas por Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiástica, llevan a nuestro autor, en su capitulito dedicado a las herejías, a confirmar su idea de que el cristianismo primitivo era una babel impresionante de concepciones muy distintas que no son unificadas por las fuerzas internas de la iglesia misma sino por la acción de los emperadores cristianos o pseudocristianos a partir de Constantino y el Concilio de Nicea del 325.

Los dos últimos capítulos “Ebionitas” y “El Jesús de Mahoma” sostiene con argumentos tomados de los evangelios apócrifos judeocristianos de los padres de la iglesia que explican las herejías antes de refutarlas, de un análisis del Corán y sobre todo de un texto del siglo X (“las pruebas que confirman el profetismo de nuestro señor Mahoma, del sabio islámico ABD al-Jabbar, traducido al inglés en 1966 por Shlomo Pines) que Mahoma tuvo un contacto muy notable con un grupo de judeocristianos que vivían en torno a Medina y que le transmitieron una imagen de Jesús muy judeocristiana, a saber, un Jesús con nacimiento natural el hijo de un carpintero, el último profeta antes de Mahoma, un jesús estrictamente judío, defensor acérrimo de una fe monoteísta y que jamás habría aceptado la idea de que él era un personaje divino. Basándose también en Hans Küng, en su obra El cristianismo. Esencia e historia, Trotta, Madrid, 52007, 122-123 sostiene que la cristología coránica de Jesús como el siervo de Yahvé, es decir, una cristología de cuño judeocristiano tiene indudables analogías con la imagen coránica de jesús, por tanto, esta imagen nació de un movimiento cristiano muy cercano al Jesús de la historia, que finalmente sería declarado herético.

La “Despedida” del libro que reseñamos vuelve a sostener la multiplicidad del cristianismo primitivo a lo largo de los tres primeros siglos de existencia que adoptan formas teológicas muy variadas e incompatibles y cómo la intervención de Pablo hace que una imagen de Jesús interpretada a la luz de muchos conceptos eminentemente helénicos, que diviniza a Jesús es la que finalmente triunfa.


En la próxima semana haremos algunas observaciones a estos puntos de vista de Paolo Flores.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Sábado, 21 de Julio 2012
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