Escribe Antonio Piñero
La figura de Juan va evolucionando un tanto en los diversos Hechos apócrifos que hablan de él y lo tienen como protagonista. Me fijaré solo en lo más importante y haré un resumen de su contenido. Lo tomaré del volumen I de la edición Piñero-del Cerro, Hechos Apócrifos de los apóstoles I, Editorial B.A.C., Madrid, pp. 240-242:
Los Hechos de Juan comienzan de un modo brusco con la decisión del Apóstol, movido por una visión, de ir a Éfeso. Allí tiene lugar el episodio de Licomedes y Cleopatra: ésta yace enferma sin remedio. Su marido suplica a Juan que la cure, pero finalmente muere. Por ello, Licomedes, su esposo, transido de pena, fallece también. Juan resucita primero a Cleopatra, y, a su vez, ésta resucita a su marido (18-24).
Ambos insisten en que Juan permanezca con ellos. Así sucede, y Licomedes manda venir a un pintor, quien dibuja el rostro de Juan. Licomedes venera el retrato del Apóstol como si se tratara de una imagen divina. Juan, al descubrirlo, arremete contra la superficialidad que supone una pintura. Sólo importa la imagen interior, dibujada por Cristo, cuyos colores son las virtudes verdaderas (25-37).
Hay luego una gran laguna en el texto en la que debía narrarse (cf. infra § 4) la conversión de Drusiana, su renuncia a la vida matrimonial, el enfurecimiento de su marido, Andrónico, el castigo de la esposa y del Apóstol en sendas tumbas, la liberación misteriosa de ambos y la aparición polimórfica de Cristo a Drusiana.
Juan, ante el estupor de los presentes por lo sucedido, explica a los fieles el sentido profundo de las apariciones polimórficas de Cristo: no son otra cosa que una manifestación múltiple de un ser incorporal y eterno que se acomoda a la debilidad de la naturaleza humana (87-93). A continuación, sigue un fragmento de talante gnóstico valentiniano (cf. infra § 8 II) que contiene un himno, misterioso a primera vista, de Cristo, la explicación del verdadero sufrimiento del Redentor y del gnóstico -que no es otro que la lucha por el apartamiento de la materia-, el profundo sentido del misterio de la Cruz y el verdadero evangelio, que consiste en la certeza de la salvación por medio del verdadero conocimiento, adorando no a un hombre, sino a un Dios inmutable e incomprensible (94-105).
El día del aniversario del templo de Ártemis Juan se persona, mezclado con los paganos, en el santuario de la diosa. Hay un discurso del Apóstol emplazando a Ártemis a realizar los prodigios del Dios verdadero[[1]]url:#_ftn1 ; más tarde la destrucción del templo y la muerte del sacerdote principal. Luego se narra la conversión de la plebe y posterior resurrección del sacerdote pagano que, a su vez, se convierte también (37-47: sobre el orden de los caps., cf. § 4).
Juan, al día siguiente, y movido por un sueño, sale a la ciudad. Encuentra allí a un joven que acababa de asesinar a su padre, pues no toleraba la reprensión de éste, quien le echaba en cara su pasión amorosa hacia una mujer casada. A la vista de Juan, el joven se convierte y promete abandonar su vida pecaminosa si resucita a su padre. Juan devuelve a la vida al anciano. El joven, arrepentido, se automutila, pero el Apóstol le restituye sus partes, argumentando que el mal no anida en el cuerpo, sino en los malos pensamientos de la mente (48-55).
Juan viaja por diversas ciudades de Asia Menor. En Esmirna libera del poder del demonio a los dos hijos de un prohombre. Pasado el tiempo, vuelve a Éfeso. Durante el camino unas chinches que le importunaban mientras dormía obedecen la voz del Apóstol y se mantienen quietas en un rincón del aposento. Sirven así de ejemplo a los seres humanos de cómo deben obedecer prontamente las órdenes de la divinidad (56-62).
Cuando ya Juan moraba en Éfeso, un cierto joven, de nombre Calímaco, se enamora perdidamente de Drusiana. Ésta lo rechaza, pues ni siquiera admite el contacto carnal con su marido. El joven continúa molestándola, por lo que muere Drusiana entristecida al ser objeto de escándalo. El joven intentará satisfacer en el cadáver de Drusiana su incontenible pasión amorosa, por lo que corrompe con dinero al administrador de la casta mujer para que le facilite la entrada al monumento funerario. Ya en la tumba, y a punto de perpetrar su crimen, aparece una terrible serpiente que causa la muerta a ambos, al joven y al ecónomo infiel. Interviene luego Juan que resucita a Drusiana tras un largo discurso en el que pondera la perseverancia en la virtud y el desprecio por lo pasajero. La joven solicita le resurrección de Calímaco y del administrador. Juan accede y vuelve a la vida en primer lugar al joven enamorado. Éste narra lo sucedido en la tumba y se convierte. El Apóstol resucita también al ecónomo, quien persevera en su maldad, por lo que vuelve a morir. Todo el hecho sirve a Juan para poner de relieve el sentido de los prodigios, que no es otro que la conversión verdadera, y la gran paciencia y bondad de Dios respecto al ser humano (63-86)
Finalmente, Juan se despide de los hermanos en una homilía -dentro de una celebración litúrgica-, en la que explica la vocación divina sobre su persona concretada en la virginidad y el apostolado. Se extiende otra vez sobre la admirable naturaleza divina y su bondad, y tras dirigirle una súplica para que proteja a los fieles de la asechanza del Maligno, procede a la fracción del pan. Concluida la eucaristía, se dirige a las afueras de la ciudad, ordena que le caven una fosa, se tumba en ella y expira tranquilamente tras haber proclamado por última vez las maravillas de la economía divina, que procura la salvación de los hombres.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.ciudadanojesus.com
La figura de Juan va evolucionando un tanto en los diversos Hechos apócrifos que hablan de él y lo tienen como protagonista. Me fijaré solo en lo más importante y haré un resumen de su contenido. Lo tomaré del volumen I de la edición Piñero-del Cerro, Hechos Apócrifos de los apóstoles I, Editorial B.A.C., Madrid, pp. 240-242:
Los Hechos de Juan comienzan de un modo brusco con la decisión del Apóstol, movido por una visión, de ir a Éfeso. Allí tiene lugar el episodio de Licomedes y Cleopatra: ésta yace enferma sin remedio. Su marido suplica a Juan que la cure, pero finalmente muere. Por ello, Licomedes, su esposo, transido de pena, fallece también. Juan resucita primero a Cleopatra, y, a su vez, ésta resucita a su marido (18-24).
Ambos insisten en que Juan permanezca con ellos. Así sucede, y Licomedes manda venir a un pintor, quien dibuja el rostro de Juan. Licomedes venera el retrato del Apóstol como si se tratara de una imagen divina. Juan, al descubrirlo, arremete contra la superficialidad que supone una pintura. Sólo importa la imagen interior, dibujada por Cristo, cuyos colores son las virtudes verdaderas (25-37).
Hay luego una gran laguna en el texto en la que debía narrarse (cf. infra § 4) la conversión de Drusiana, su renuncia a la vida matrimonial, el enfurecimiento de su marido, Andrónico, el castigo de la esposa y del Apóstol en sendas tumbas, la liberación misteriosa de ambos y la aparición polimórfica de Cristo a Drusiana.
Juan, ante el estupor de los presentes por lo sucedido, explica a los fieles el sentido profundo de las apariciones polimórficas de Cristo: no son otra cosa que una manifestación múltiple de un ser incorporal y eterno que se acomoda a la debilidad de la naturaleza humana (87-93). A continuación, sigue un fragmento de talante gnóstico valentiniano (cf. infra § 8 II) que contiene un himno, misterioso a primera vista, de Cristo, la explicación del verdadero sufrimiento del Redentor y del gnóstico -que no es otro que la lucha por el apartamiento de la materia-, el profundo sentido del misterio de la Cruz y el verdadero evangelio, que consiste en la certeza de la salvación por medio del verdadero conocimiento, adorando no a un hombre, sino a un Dios inmutable e incomprensible (94-105).
El día del aniversario del templo de Ártemis Juan se persona, mezclado con los paganos, en el santuario de la diosa. Hay un discurso del Apóstol emplazando a Ártemis a realizar los prodigios del Dios verdadero[[1]]url:#_ftn1 ; más tarde la destrucción del templo y la muerte del sacerdote principal. Luego se narra la conversión de la plebe y posterior resurrección del sacerdote pagano que, a su vez, se convierte también (37-47: sobre el orden de los caps., cf. § 4).
Juan, al día siguiente, y movido por un sueño, sale a la ciudad. Encuentra allí a un joven que acababa de asesinar a su padre, pues no toleraba la reprensión de éste, quien le echaba en cara su pasión amorosa hacia una mujer casada. A la vista de Juan, el joven se convierte y promete abandonar su vida pecaminosa si resucita a su padre. Juan devuelve a la vida al anciano. El joven, arrepentido, se automutila, pero el Apóstol le restituye sus partes, argumentando que el mal no anida en el cuerpo, sino en los malos pensamientos de la mente (48-55).
Juan viaja por diversas ciudades de Asia Menor. En Esmirna libera del poder del demonio a los dos hijos de un prohombre. Pasado el tiempo, vuelve a Éfeso. Durante el camino unas chinches que le importunaban mientras dormía obedecen la voz del Apóstol y se mantienen quietas en un rincón del aposento. Sirven así de ejemplo a los seres humanos de cómo deben obedecer prontamente las órdenes de la divinidad (56-62).
Cuando ya Juan moraba en Éfeso, un cierto joven, de nombre Calímaco, se enamora perdidamente de Drusiana. Ésta lo rechaza, pues ni siquiera admite el contacto carnal con su marido. El joven continúa molestándola, por lo que muere Drusiana entristecida al ser objeto de escándalo. El joven intentará satisfacer en el cadáver de Drusiana su incontenible pasión amorosa, por lo que corrompe con dinero al administrador de la casta mujer para que le facilite la entrada al monumento funerario. Ya en la tumba, y a punto de perpetrar su crimen, aparece una terrible serpiente que causa la muerta a ambos, al joven y al ecónomo infiel. Interviene luego Juan que resucita a Drusiana tras un largo discurso en el que pondera la perseverancia en la virtud y el desprecio por lo pasajero. La joven solicita le resurrección de Calímaco y del administrador. Juan accede y vuelve a la vida en primer lugar al joven enamorado. Éste narra lo sucedido en la tumba y se convierte. El Apóstol resucita también al ecónomo, quien persevera en su maldad, por lo que vuelve a morir. Todo el hecho sirve a Juan para poner de relieve el sentido de los prodigios, que no es otro que la conversión verdadera, y la gran paciencia y bondad de Dios respecto al ser humano (63-86)
Finalmente, Juan se despide de los hermanos en una homilía -dentro de una celebración litúrgica-, en la que explica la vocación divina sobre su persona concretada en la virginidad y el apostolado. Se extiende otra vez sobre la admirable naturaleza divina y su bondad, y tras dirigirle una súplica para que proteja a los fieles de la asechanza del Maligno, procede a la fracción del pan. Concluida la eucaristía, se dirige a las afueras de la ciudad, ordena que le caven una fosa, se tumba en ella y expira tranquilamente tras haber proclamado por última vez las maravillas de la economía divina, que procura la salvación de los hombres.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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[[1]]url:#_ftnref1 Los milagros suelen tener una finalidad "demostrativa", como ocurre con el de la destrucción del templo de Ártemis. Cf. J. BOLYKI, "Miracle stories in the Acts of John" en J. N. BREMMER (ed.), The Apocryphal Acts of John, Kampen, 1995, p. 21.