Hoy escribe Antonio Piñero
Los lectores saben que este tema general ha sido tocado sólo en sus prolegómenos, sobre todo en “Cristianismo e Historia” –en tiempos en el que los temas eran distintos en uno y otro blog-, y que lo tratado hasta el momento ha versado sobre los puntos siguientes, todos en torno a la idea de que los Evangelios dejan traslucir, leyendo atentamente y entre líneas, una figura de un Jesús meramente ser humano:
• Jesús como judío practicante,
• La religión de Jesús;
• El Dios de Jesús;
• Algunos posibles aspectos del reino de Dios que pueden afectar al sentido de Jesús como Dios;
• El mesianismo de Jesús (a saber si en esencia podría suponer que Jesús se consideraba a sí mismo Dios);
• El presunto título “Hijo del Hombre” y la divinidad de Jesús y algunos puntos más de esta misma temática;
• El concepto de Hijo de Dios en el judaísmo del entorno de Jesús, y
• Si Jesús dijo de sí mismo explícitamente que era Dios.
Insisto en que no vamos a incidir de nuevo ahora con este título en estos temas ya tratados, sino en algo que aún no hemos tocado, o al menos no totalmente (sí, en parte, el significado judío de los apelativos o títulos de “Hijo de Dios” e “Hijo del Hombre”), a saber: quiero ofrecer elementos comparativos de la historia de las religiones que nos ayuden a explicar –si es que ellos es posible- cómo fue posible, o dentro de qué ambiente espiritual se dio el paso, de que un Jesús histórico que fue un mero ser humano pasara a ser considerado tras su muerte un ser divino.
Es cierto -dirá algún lector- que en parte hemos tratado este tema en sus líneas generales cuando hemos hablado repetidas veces sobre los orígenes del cristianismo como un fenómeno de repensar, reinterpretar a Jesús y cuando hemos sostenido que esta reinterpretación de Jesús se hace –a partir, sin duda, de la creencia previa en su resurrección- siguiendo un análisis nuevo de textos de la Escritura, la que había, la única que tenían los judeocristianos, el Antiguo Testamento, con ojos nuevos, siguiendo esquemas tradicionales judíos de exégesis, sobre todo el modelo “promesa-cumplimiento”. Aseguro de igual modo que tampoco vamos a continuar en esta nueva serie de postales por este camino.
Vamos a hacer algo más sencillo: a base de textos comparativos y de reflexión, propia o ajena, de otros estudiosos, veremos a modo de síntesis lo siguiente:
A. Cómo se produjo el proceso de divinización de un ser humano en el mundo grecorromano;
B. Cómo se consideraba la divinización del faraón en el mundo egipcio;
C. Reunión y nueva consideración de textos del judaísmo helenístico (pensando por sí mismo o por influjo ajenos) sobre personajes que eran
1. Ayudantes de Dios en los momentos finales del mundo y comienzos de la nueva edad, o
2. Proyecciones de Dios personificadas de algún modo, que ayudan a acercar a Dios al ámbito de los seres humanos, tan pequeños en comparación con su trascendente grandeza.
Al considerar este material comparativo, es posible que surja en nuestras mentes la posibilidad de contemplar una cierta atmósfera espiritual que pudo hacer posible que
1. Un judío a carta cabal como era Pablo de Tarso, pudiera entrever de un modo un tanto oscuro en Flp 2,6-11, cómo Jesús pudo ser una entidad preexistente o que su naturaleza humana albergara esa entidad preexistente dentro de sí;
2 O también que un judío, tan judío como el autor del Cuarto Evangelio, pudiera decir con toda claridad que en Jesús se encarnaba el Verbo preexistente divino…, y todo eso sin tener una plena conciencia aún (eso al menos pienso yo) de que estaban quebrando la religión judía…, sino más bien que estaban llevando esta religión hasta su desarrollo más sublime…, es decir, que quien pensara como ellos acerca de Jesús era el que en verdad constituía el “verdadero Israel” que se iba a salvar… el único ciertamente que se iba a salvar.
La pregunta que puede uno hacerse al ver los paralelos de la Historia de las religiones sobre “los dioses tiene hijos entre los hombres”, o los “hombres pueden llegar a ser divinos”, o hay algún hombre como el faraón que por nacimiento en sí divino y cómo…, la pregunta –repito- es si estos modelos pudieron influir en ese tránsito de un Jesús (histórico) meramente ser humano, a un Jesús divino, que puede denominarse el Cristo exaltado o celeste, y que más tarde se llamaría el Cristo de la fe.
Es ésta la eterna pregunta y con esta nueva serie no podemos albergar la esperanza de responder a esta cuestión trascendental de una manera plena. Quiero, más modestamente, ofrecer materiales comparativos y de reflexión… y luego que cada lector pueda formarse su idea…, aunque yo no dejaré de decir cuál es la mía, siempre de modo tentativo e hipotético.
Naturalmente esta serie –que va a ir intercalándose con la presentación y reseña o crítica de varios libros que tengo en mi lista de comentarios-- parte de un supuesto claro que muchos lectores quizás no acepten: la historia antigua, con sus métodos de análisis probados durante siglos, “demuestra”, o “hace muy verosímil” (mucho más que lo contrario) que el Jesús que nos transmiten los Evangelios era un profeta galileo, un “rabino”, mejor un “maestro”, un sanador carismático, etc., era un ser humano que luego fue divinizado por sus seguidores.
Empezaremos por resumir algunas de las ideas básicas más o menos claras en la siguiente nota.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Los lectores saben que este tema general ha sido tocado sólo en sus prolegómenos, sobre todo en “Cristianismo e Historia” –en tiempos en el que los temas eran distintos en uno y otro blog-, y que lo tratado hasta el momento ha versado sobre los puntos siguientes, todos en torno a la idea de que los Evangelios dejan traslucir, leyendo atentamente y entre líneas, una figura de un Jesús meramente ser humano:
• Jesús como judío practicante,
• La religión de Jesús;
• El Dios de Jesús;
• Algunos posibles aspectos del reino de Dios que pueden afectar al sentido de Jesús como Dios;
• El mesianismo de Jesús (a saber si en esencia podría suponer que Jesús se consideraba a sí mismo Dios);
• El presunto título “Hijo del Hombre” y la divinidad de Jesús y algunos puntos más de esta misma temática;
• El concepto de Hijo de Dios en el judaísmo del entorno de Jesús, y
• Si Jesús dijo de sí mismo explícitamente que era Dios.
Insisto en que no vamos a incidir de nuevo ahora con este título en estos temas ya tratados, sino en algo que aún no hemos tocado, o al menos no totalmente (sí, en parte, el significado judío de los apelativos o títulos de “Hijo de Dios” e “Hijo del Hombre”), a saber: quiero ofrecer elementos comparativos de la historia de las religiones que nos ayuden a explicar –si es que ellos es posible- cómo fue posible, o dentro de qué ambiente espiritual se dio el paso, de que un Jesús histórico que fue un mero ser humano pasara a ser considerado tras su muerte un ser divino.
Es cierto -dirá algún lector- que en parte hemos tratado este tema en sus líneas generales cuando hemos hablado repetidas veces sobre los orígenes del cristianismo como un fenómeno de repensar, reinterpretar a Jesús y cuando hemos sostenido que esta reinterpretación de Jesús se hace –a partir, sin duda, de la creencia previa en su resurrección- siguiendo un análisis nuevo de textos de la Escritura, la que había, la única que tenían los judeocristianos, el Antiguo Testamento, con ojos nuevos, siguiendo esquemas tradicionales judíos de exégesis, sobre todo el modelo “promesa-cumplimiento”. Aseguro de igual modo que tampoco vamos a continuar en esta nueva serie de postales por este camino.
Vamos a hacer algo más sencillo: a base de textos comparativos y de reflexión, propia o ajena, de otros estudiosos, veremos a modo de síntesis lo siguiente:
A. Cómo se produjo el proceso de divinización de un ser humano en el mundo grecorromano;
B. Cómo se consideraba la divinización del faraón en el mundo egipcio;
C. Reunión y nueva consideración de textos del judaísmo helenístico (pensando por sí mismo o por influjo ajenos) sobre personajes que eran
1. Ayudantes de Dios en los momentos finales del mundo y comienzos de la nueva edad, o
2. Proyecciones de Dios personificadas de algún modo, que ayudan a acercar a Dios al ámbito de los seres humanos, tan pequeños en comparación con su trascendente grandeza.
Al considerar este material comparativo, es posible que surja en nuestras mentes la posibilidad de contemplar una cierta atmósfera espiritual que pudo hacer posible que
1. Un judío a carta cabal como era Pablo de Tarso, pudiera entrever de un modo un tanto oscuro en Flp 2,6-11, cómo Jesús pudo ser una entidad preexistente o que su naturaleza humana albergara esa entidad preexistente dentro de sí;
2 O también que un judío, tan judío como el autor del Cuarto Evangelio, pudiera decir con toda claridad que en Jesús se encarnaba el Verbo preexistente divino…, y todo eso sin tener una plena conciencia aún (eso al menos pienso yo) de que estaban quebrando la religión judía…, sino más bien que estaban llevando esta religión hasta su desarrollo más sublime…, es decir, que quien pensara como ellos acerca de Jesús era el que en verdad constituía el “verdadero Israel” que se iba a salvar… el único ciertamente que se iba a salvar.
La pregunta que puede uno hacerse al ver los paralelos de la Historia de las religiones sobre “los dioses tiene hijos entre los hombres”, o los “hombres pueden llegar a ser divinos”, o hay algún hombre como el faraón que por nacimiento en sí divino y cómo…, la pregunta –repito- es si estos modelos pudieron influir en ese tránsito de un Jesús (histórico) meramente ser humano, a un Jesús divino, que puede denominarse el Cristo exaltado o celeste, y que más tarde se llamaría el Cristo de la fe.
Es ésta la eterna pregunta y con esta nueva serie no podemos albergar la esperanza de responder a esta cuestión trascendental de una manera plena. Quiero, más modestamente, ofrecer materiales comparativos y de reflexión… y luego que cada lector pueda formarse su idea…, aunque yo no dejaré de decir cuál es la mía, siempre de modo tentativo e hipotético.
Naturalmente esta serie –que va a ir intercalándose con la presentación y reseña o crítica de varios libros que tengo en mi lista de comentarios-- parte de un supuesto claro que muchos lectores quizás no acepten: la historia antigua, con sus métodos de análisis probados durante siglos, “demuestra”, o “hace muy verosímil” (mucho más que lo contrario) que el Jesús que nos transmiten los Evangelios era un profeta galileo, un “rabino”, mejor un “maestro”, un sanador carismático, etc., era un ser humano que luego fue divinizado por sus seguidores.
Empezaremos por resumir algunas de las ideas básicas más o menos claras en la siguiente nota.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com