Escribe Antonio Piñero
Después de la larga disputa entre Richard Carrier y yo sobre la existencia de Jesús –que conocen de sobra los lectores de este medio; yo defendiéndola; Carrier, negándola– acabo de recibir de Carrier mismo su libro Jesus from the outer space, recién publicado por Pitchstone Publishing, de Durham, North Carolina, USA. ISBN 978 1 634 31 12 080. Aunque nuestras posiciones distan entre sí como el día dista de la noche, creo que es de recibo, por amabilidad y afecto, que acuse recibo público. No tengo ningún inconveniente en volver a discutir –siempre cortés y educadamente– sobre un tema que para muchos es súper manido y finiquitado. Pero el libro anterior de Carrier tiene 700 pp. y un montón de datos y discusiones de textos.; y es un libro serio. Por eso merece la pena que se le preste atención.
El libro nuevo, y delgadito, es un resumen del libro “gordo” con la intención de alcanzar el mayor número de lectores posibles. El método: reducir los argumentos en pro de la improbabilidad de la existencia de Jesús para que se entiendan mejor. Así pues, el nuevo libro es mucho más breve: 230 pp. Es más coloquial y sencillo; el resumen de las razones aportadas en el libro anterior está bien hecho, y el conjunto es notablemente más asequible. Además, para mí al menos –que tengo el libro anterior en PDF– leer en papel (el actual volumen) se me hace mucho más llevadero.
Deseo dar cuenta de los argumentos de Carrier, es decir, hacer un resumen de sus ideas del modo más aséptico, respetuoso y neutro que pueda. Y luego –en tanto en cuanto que mis lectores no se aburran– discutirlos, o al menos matizarlos.
El título del libro puede parecer llamativo. Literalmente dice “Jesús desde el espacio exterior”, sin más Y el subtítulo reza: “Lo que los cristianos primitivos creyeron realmente sobre Cristo”. En el Prefacio (pp. 7-11) sostiene ya Carrier claramente su tesis: “Existen suficientes pruebas para sospechar verdaderamente que Jesús no existió…”, aunque a renglón seguido añade “probablemente”… Este añadido me parece muy oportuno, pues afirmar rotundamente la existencia real de dichos, hechos, etc., de personajes de un pasado remoto (de hace unos 2.000 años) no va conmigo a pesar de la pasión que pueda poner en defender mis tesis. Mi posición intelectual es de sobra conocida: en historia (y mucho más en la antigua) podemos estar totalmente seguros de nada, absolutamente de nada. No hay datos como para no dudar continuamente. Y ya saben Ustedes el lema de mi página en la Red y en la página “oficial” de FBook: “En el cristianismo primitivo casi nada es como parece”.
Richard Carrier (RC) afirma claramente que los primero cristianos afirmaban que Jesús procedía del “espacio exterior”, solo que este espacio no es como nosotros nos lo imaginamos por la ciencia o la ciencia-ficción hoy día. RC explica estupendamente lo que los judíos del siglo I pensaban acerca de ese espacio exterior. Y me alegra mucho de que lo describa, porque comprender bien las ideas sobre el mundo, el universo, ilumina mucho para entender el pensamiento de un personaje del pasado. Dicho brevemente: según sea nuestra idea del universo, así será nuestra concepción de Dios.
Yo hice el intento de describir el mundo según Jesús y Pablo de Tarso al principio de mi monografía sobre este personaje (“Guía para entender a Pablo; de Trotta, 2ª edic de 2018 o 2019) porque estoy convencido de dicho hace un momento: la concepción de Dios que tenían Jesús de Nazaret y Pablo dependía de lo que pensaban cómo era la tierra y el cielo y el espacio que había entre ellos. Y con la idea sobre Dios… viene la representación de lo que es la salvación, tanto en Jesús como en Pablo.
Según RC, (añado por mi parte leves apostillas entre paréntesis), la descripción de cómo se entendía la conformación y constitución de la tierra / cielo era como sigue:
La tierra es esférica (más bien creo que pensaban que era plana, pero que esa planicie podía ser redonda o cuadrada= “los cuatro confines del mundo”). Sobre la tierra hay múltiples esferas de cielo (más que esferas son como medias esferas, como la mitad de una gran naranja) que rodea la tierra. Esas medias “esferas” van disminuyendo de tamaño hasta la última, como si cada naranja fuera más pequeña (hasta llegar a la séptima, el séptimo cielo, sede de Dios; los hebreos recibieron de los acadios y babilonios la creencia de que las semiesferas eran tres; los hebreos las ampliaron hasta siete, que es el número de la perfección y la compleción).
Los babilonios pensaban que había como dos enormes montañas o pilares que sostenían el “cielo” y sus semiesferas, pero RC argumenta que los judíos de tiempos de Jesús no creían ya en esos pilares y los habían sustituido por un espacio lleno de éter. (Nuchos de los judíos anteriores sí: véase por ejemplo, el Libro I de Henoc, primer viaje, 17,1-2, en donde se describe cómo los ángeles lo conducen a un lugar “lleno de tormentas, a un monte, cuya cima llega hasta el cielo”).
Consecuentemente RC sostiene que la mejor interpretación de la palabra “cielo” que usamos hoy es simplemente “espacio exterior”. Aparte del éter algunos judíos podían pensar que en ese espacio que va desde la tierra hasta el final del cielo estaba lleno de fuego, u otro elemento.
Añade RC que los judíos pensaban también que en ese espacio libre vivían seres diferentes (ángeles y demonios, o espíritus etc.) y sostiene con razón que la moderna idea de un espacio que está en “otra dimensión” es más propio del siglo XXI (ciertamente ese espacio exterior es algo inmensísimo, casi impensable puesto que es casi inimaginable por lo inabarcable que es: si alguien se imagina que ahí hay un Dios casi necesariamente lo pensará como algo distinto del Yahvé de la Biblia hebrea, que era el Dios de Jesús y de Pablo).
Tiene también razón RC cuando afirma que palabras importantes con las que hoy día traducimos las concepciones de los antiguos judíos y cristianos estaban “rellenas” de un contenido mental que es distinto al de hoy día. Eso nos lleva a argumentar –y estoy totalmente de acuerdo con RC– que a veces creemos entender perfectamente textos antiguos…; pero que en realidad no es así, porque el significado atribuido a las palabras por nosotros usadas no coincide con la mentalidad de los antiguos… cuando empleaban el “mismo” vocablo. Pero se lo aplicamos y nos equivocamos.
Y una consecuencia obtenida por RC es interesante, pero creo que debe puntualizarse en algo también. Cito: “La descripción más precisa y exacta del pensamiento de los cristianos primitivos era que Jesús era una entidad angélica extraterrestre”.
Esta afirmación es exacta, pero que exige comentario., por ejemplo: no podemos escribir “el pensamiento de los cristianos primitivos” (es una generalización), sino el de “algunos de los cristianos primitivos”, ya que tal idea ha dejado escasas huellas.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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