Sigo con el tema que publiqué ayer, y mañana terminaré, según espero
Los recién llegados a Galacia afirmaban en consecuencia que no había “justificación”, es decir, “absolución del pecador” completa ante el tribunal de Dios si no se sumaba al bautismo cristiano el cumplimiento de la ley de Moisés completa. Eran esos predicadores consecuentes con la sentencia de Jesús de Mt 5,17: “No penséis que he venido a abolir la ley y los Profetas. No he venido a abolirlos, sino a darles su cumplimiento. Os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes de que una i o un ápice de la Ley haya dejado de cumplirse”
También estaban de acuerdo esos predicadores con la idea, correcta a mi parecer, de que Jesús no había roto con la ley de Moisés, o se había salido del marco de lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento / Biblia hebrea.
El apóstol Pablo contraataca y sostiene dos cosas:
1. Él ha sido “llamado” por 'el Señor' para la misión especial de predicar la fe en Jesús (= la salvación ante el hecho del pronto final del mundo). Esa llamada lo constituye en verdadero “apóstol”. Aunque pudo haber conocido a Jesús “según la carne” (2 Cor 5,16), ello tiene una importancia secundaria frente a la “llamada” directa de Dios (y de Jesús). Lo explico: El inicio de Gálatas, de 1 Corintos y de Romanos –y de las otras cartas –véanse, por favor– es revelador. Son así: “Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos” / “Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano” / “Pablo, apóstol por vocación, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos”
2. La “llamada” (= “vocación”: latín vocatio, sustantivo del verbo vocare, “llamar”) tenía, además, como contenido una revelación: “Revelar en mí a su Hijo” (Gálatas 1,16). ¿Qué era eso exactamente? Por el conjunto de la Epístola a los Gálatas, sobre todo este mismo capítulo 1, se trata sin duda de cómo hay que entender correctamente la figura y la misión de Jesús mesías.
Esta revelación divina se le hizo a él directamente: Gálatas 1,11-12: “Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”. Y tal revelación constituye el contenido del “evangelio” que él predica, a saber, que la muerte y resurrección de Jesús mesías, entendidos como sacrificio vicario y asumidos por la fe, constituyen la salvación.
Como consecuencia directa, probablemente, de otra o de la misma revelación, Pablo recibe de Dios que la ley de Moisés ha cumplido su misión. Era el “pedagogo hacia Cristo”; ahora que Jesús-Cristo ha venido al mundo, esta Ley queda sustituida por la “ley del amor” que trae el mesías.
Así pues, me parece bastante claro que Pablo preferiría que en vez de “conversión” se denominara “vocación” o llamada” de Dios a aquel evento que lo hizo cambiar –parcialmente- de mentalidad, adoptando las ideas que acabo de exponer sintéticamente.
¡No hubo caída del caballo!
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Los recién llegados a Galacia afirmaban en consecuencia que no había “justificación”, es decir, “absolución del pecador” completa ante el tribunal de Dios si no se sumaba al bautismo cristiano el cumplimiento de la ley de Moisés completa. Eran esos predicadores consecuentes con la sentencia de Jesús de Mt 5,17: “No penséis que he venido a abolir la ley y los Profetas. No he venido a abolirlos, sino a darles su cumplimiento. Os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes de que una i o un ápice de la Ley haya dejado de cumplirse”
También estaban de acuerdo esos predicadores con la idea, correcta a mi parecer, de que Jesús no había roto con la ley de Moisés, o se había salido del marco de lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento / Biblia hebrea.
El apóstol Pablo contraataca y sostiene dos cosas:
1. Él ha sido “llamado” por 'el Señor' para la misión especial de predicar la fe en Jesús (= la salvación ante el hecho del pronto final del mundo). Esa llamada lo constituye en verdadero “apóstol”. Aunque pudo haber conocido a Jesús “según la carne” (2 Cor 5,16), ello tiene una importancia secundaria frente a la “llamada” directa de Dios (y de Jesús). Lo explico: El inicio de Gálatas, de 1 Corintos y de Romanos –y de las otras cartas –véanse, por favor– es revelador. Son así: “Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos” / “Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano” / “Pablo, apóstol por vocación, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos”
2. La “llamada” (= “vocación”: latín vocatio, sustantivo del verbo vocare, “llamar”) tenía, además, como contenido una revelación: “Revelar en mí a su Hijo” (Gálatas 1,16). ¿Qué era eso exactamente? Por el conjunto de la Epístola a los Gálatas, sobre todo este mismo capítulo 1, se trata sin duda de cómo hay que entender correctamente la figura y la misión de Jesús mesías.
Esta revelación divina se le hizo a él directamente: Gálatas 1,11-12: “Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”. Y tal revelación constituye el contenido del “evangelio” que él predica, a saber, que la muerte y resurrección de Jesús mesías, entendidos como sacrificio vicario y asumidos por la fe, constituyen la salvación.
Como consecuencia directa, probablemente, de otra o de la misma revelación, Pablo recibe de Dios que la ley de Moisés ha cumplido su misión. Era el “pedagogo hacia Cristo”; ahora que Jesús-Cristo ha venido al mundo, esta Ley queda sustituida por la “ley del amor” que trae el mesías.
Así pues, me parece bastante claro que Pablo preferiría que en vez de “conversión” se denominara “vocación” o llamada” de Dios a aquel evento que lo hizo cambiar –parcialmente- de mentalidad, adoptando las ideas que acabo de exponer sintéticamente.
¡No hubo caída del caballo!
Saludos cordiales de Antonio Piñero