Escribe Antonio Piñero
Continuando con nuestra pregunta “Qué tipo de sedicioso era Jesús”, y a tenor de lo que hemos escrito hasta el momento podemos afirmar:
· Jesús no era un sedicioso para los judíos piadosos, sino para los romanos, que defendían su Imperio (ley y orden) por la fuerza. Probablemente lo era también para la capa superior de los judíos que contemporizaban de algún modo con el régimen, o lo consideraban un mal menor aceptable y del que debían aprovecharse económicamente. El reino de Dios que predicaba Jesús era para estos judíos una revolución social, puesto que atacaba a los ricos, despreciaba las riquezas en sí y proclamaba que ellos, los primeros de la sociedad, serían los últimos en el reino de Dios; y los pobres, los últimos de la sociedad serían los primeros en el Reino. Este pensamiento se llama sencillamente subversión del orden social existente.
· A Jesús no le podía repugnar la idea de una batalla final entre el Bien (Yahvé) y el Mal (el Imperio), ya que era un pensamiento usual de los profetas. Desde Isaías y antes, los profetas se habían posicionado en pro del país propio, Israel/Judea, el cual con la ayuda de Yahvé había derrotado a todos los enemigos terrestres (incluso aniquilado con el beneplácito de Yahvé) que habían oprimido al pueblo de Dios. No podemos atribuir a ningún judío del siglo I, y consecuentemente tampoco a Jesús pensamientos humanísticos que ha desarrollado sobre todo la civilización occidental después de la Revolución Francesa. En el pensamiento del Israel de tiempos de Jesús no había piedad ninguna para quienes hollaban impunemente la viña querida de Yahvé (Is 5,1) y además se aprovechaban inicuamente de sus frutos. Si Jesús hubiese tenido otros pensamientos, y los hubiera manifestado públicamente jamás le hubiera seguido el pueblo, jamás las masas habrían ido detrás de él.
· No se puede probar estrictamente con la tradición evangélica recibida que a Jesús le hubiese parecido mall que el ser humano colaborara con Dios para lograr la restauración de Israel. Esta colaboración no estaba ajena a una cierta violencia. Pero tampoco puede negarse. Que Jesús pensar, junto a otros judíos, que había que colaborar con Dios para expulsar a los romanos de Israel (condición necesaria para el Reino) es verosímil al menos. Y más con el “ruido de sables” que ha recogido el patrón de recurrencia.
· Es más que probable (a tenor de Mc 14,25: “Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios”) que Jesús pensara que el reino de Dios se iba a instaurar pronto y desde luego en Jerusalén y que él participaría en él. Este era un pensamiento común judío. También lo era que la marcha triunfante de Yahvé, o sus legiones de ángeles hechas visibles) sobre la capital, Jerusalén, se iniciaría en el Monte de los Olivos, conforme a Zacarías 14,1-8. El texto escribe también la batalla final y el resultado feliz en el que Israel, con su capital Jerusalén dominará sobre el mundo entero:
“He aquí que viene el Día de Yahvé en que serán repartidos tus despojos en medio de ti. 2 Yo reuniré a todas las naciones en batalla contra Jerusalén. Será tomada la ciudad, las casas serán saqueadas y violadas las mujeres. La mitad de la ciudad partirá al cautiverio, pero el Resto del pueblo no será extirpado de la ciudad. 3 Saldrá entonces Yahvé y combatirá contra esas naciones como el día en que él combate, el día de la batalla. 4 Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente, y el monte de los Olivos se hendirá por el medio de oriente a occidente haciéndose un enorme valle: la mitad del monte se retirará al norte y la otra mitad al sur. 5 Y huiréis al valle de mis montes, porque el valle de los montes llegará hasta Yasol; huiréis como huisteis a causa del terremoto en los días de Ozías, rey de Judá. Y vendrá Yahvé mi Dios y todos los santos con él. 6 Aquel día no habrá ya luz, sino frío y hielo. 7 Un día único será - conocido sólo de Yahvé -: no habrá día y luego noche, sino que a la hora de la tarde habrá luz. 8 Sucederá aquel día que saldrán de Jerusalén aguas vivas, mitad hacia el mar oriental, mitad hacia el mar occidental: las habrá tanto en verano como en invierno”.
Que el pensamiento del profeta Zacarías estaba muy presente en Jesús se prueba por su uso de Zac 9,9 en la denominada entrada triunfal en Jerusalén:
“Yo acamparé junto a mi Casa como guardia contra quien va y quien viene; y no pasará más opresor sobre ellos, porque ahora miro yo con mis ojos. 9 ¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna. 10 El suprimirá los cuernos de Efraím y los caballos de Jerusalén; será suprimido el arco de combate, y él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra.
· Es también probable que Jesús limitara la parte violenta de su misión solo a esos momentos finales… que no durarían mucho, ya que la acción de Dios y la de sus ángeles se suponía totalmente efectiva. Jesús se concebía a sí mismo como el profeta de Dios de esos tiempos finales. Y si Dios actuaba violentamente contra los malvados, no e s impensable que su profeta y el proclamador del Reino pudiera tener también su parte, aunque pequeña, ya que era humano y la parte mayor correspondía a Dios en esa violencia.
· No creo implausible que Jesús tuviera aquí una mentalidad parecida a la esenia (como por ejemplo, la tenía respecto al matrimonio y el divorcio) que pensaban que el día de la instauración de reino de Dios sería un día de venganza divina contra los enemigos de Israel. El Rollo de la Guerra dibuja claramente a los esenios peleando físicamente contra los romanos al lado de las huestes angélicas. No sabemos si Jesús pensaba exactamente así. Probablemente sí. Y también al menos que tenía que existir una cierta colaboración humana con la acción divina. Esto basta para hacer más que verosímil lo que estamos defendiendo: que a los ojos de los romanos Jesús era un sedicioso peligroso que no rehuía la violencia al menos en los instantes previos al Reino, violencia humana que acompañaba la violencia divina.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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