Hoy escriben Florentino García Martínez y Antonio Piñero
Esta entrega de hoy es al penúltima de las 19 postales que dedicaremos a comentar el tomo VI, “Apocalíptica” de la colección Apócrifos del Antiguo Testamento, de Editorial Cristiandad, Madrid 2009, publicación que reúne un monto notable de textos judíos, los más importantes de la rama apocalíptica, cuya mentalidad me parece importantísima para encuadrar y comprender el pensamiento de Jesús y del cristianismo primitivo.
El último tema de la parte final de este comentario amplio, para el que hemos aprovechado un trabajo de Florentino García Martínez editado por mí en el libro colectivo “Orígenes del cristianismo”, El Almendro, Córdoba, 2ª es decir, 1995, con múltiples reimpresiones, se titula el “presente como el final de los tiempos”
En la predicación de Jesús, como en la tradición apocalíptica, el presente es visto como “el final de los tiempos”, como el comienzo del cumplimiento de todas las promesas, como los preludios al inicio del tiempo mesiánico, que es el definitivo. El tema es de sobra conocido como para necesitar insistir en él, y una buen parte de los textos que Käsemann cita en los dos artículos que hemos resumido y criticado a lo largo de esta serie pueden ser empleados para probarlo.
De todos modos repasemos lo esencial:
· El “Reino de Dios”; las nociones en torno al “Hijo del Hombre”;
· El “Día del juicio”; la lucha definitiva contra el poder de Satanás que comienza con la proclamación definitiva y última –por Jesús- del reino de Dios;
· Los discursos escatológicos de Jesús (núcleo en Mc 13) insisten en que el juicio de Dios e inicio del Reino es inmediato. En la persona de Jesús se cumplen los signos premonitorios de este fin.
· La comunidad de seguidores de Jesús está seguro de ello cuando recoge la tradición de que Jesús es como un Jonás actualizado y superior (Mt 12,25) y un Elías redivivo (Mc 9,11). El signo del fin próximo es la derrota ya comenzada de Satán que cae como un rayo en rápida y final derrota (Lc 10,17)… “Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír [el anuncio del inicio del reino mesiánico por Isaías 61,1ss], se ha cumplido hoy….”. No es necesario insistir más.
La idea fundamental al respecto que queremos recalcar especialmente hoy es que esta convicción de Jesús no es simplemente una convicción postpascual, un “invento” o un resultado de la experiencia de la resurrección de Jesús como primicia de la resurrección de los justos (1 Corintios 15), o de la recepción del Espíritu como introducción de los tiempos mesiá¬nicos (Hechos de los apóstoles 2, discurso de Pedro), sino que esta visión del presente como el lugar en el que la batalla final contra las fuerzas del mal ya ha comenzado, del presente como el lugar en el que se cumplen las promesas de los profetas, del presente como el comienzo del “reino de Dios”, etc., es uno de los elementos característicos de la predicación de Jesús, y que esta concepción proviene de la tradición apocalíptica judía y de la visión de la historia que ella introdujo dentro del judaísmo.
Queremos decir con esto que esta noción capital es uno de los elementos que contribuye entre otros a la pintura de un Jesús de Nazaret cuyas coordinadas vitales absolutas son el judaísmo piadoso del siglo I… y no otras, como diremos a continuación.
Por tanto, nos parece que queda claro por todo lo dicho en esta serie que la afirmación de que el influjo de la tradición apocalíptica judía es uno de los elementos constitutivos de la predicación de Jesús de Nazaret está suficientemente probada.
Y si esta tradición apocalíptica judía ha influido profundamente en la formación y en la formulación de este mensaje (en la postal del próximo domingo, que espero sea la final rechazaremos una objeción global –“enmienda a la totalidad”- a la tesis que estamos ahora concluyendo) puede con razón considerársela como la matriz de la teología cristiana, en un sentido distinto al que Ernst Käsemann daba a su tesis, pero no por eso menos real.
De lo dicho hasta aquí en las postales anteriores creemos que se desprende claramente que la figura de Jesús se halla anclada, y bien anclada, en el humus fecundo del judaísmo de su tiempo y que su mensaje recoge e incorpora un buen número de elementos de la tradición apocalíptica. Nuestra presentación de los orígenes del cristianismo naciente como los de una secta apocalíptica judía entre los otros varios grupos que conocemos de la misma época nos parece históricamente correcta.
Pero esto no quiere decir -¡atención!- que estemos defendiendo que el cristianismo, a pesar de esta continuidad histórica con la tradición apocalíptica, se reduzca como fenómeno histórico a la apocalíptica, ni que la teología cristiana sea idéntica a la teología de la apocalíptica. Ni mucho menos. La divinización de Jesús es un fenómeno tan impensable dentro de la tradición apocalíptica como dentro del resto del judaísmo y nos muestra claramente la existencia de un ruptura profunda entre la teología cristiana y las teologías judías.
La insistencia de Ernst Käsemann sobre las diferencias entre la predicación de Jesús y la teología del cristianismo postpascual y la centralidad de la experiencia pascual es una de las maneras posibles de localizar el momento de esa ruptura entre el judaísmo y el cristianismo como nueva religión. Por tanto,
• Ese momento podría estar ya, implícitamente al menos y de una manera no aún actualizada, en el inicio de la teología sobre Jesús del judeocristianismo mismo de la iglesia madre de Jerusalén
• Muchos han situado esa ruptura en el punto que separa la enseñanza de Jesús de la teología de Pablo.
• Otros, en fin, la ruptura se habría realizado ya a nivel de la autocomprensión del Jesús histórico.
El problema históricamente fascinante y teológicamente fundamental de localizar ese punto de ruptura, a partir del cual el cristianismo se autocomprende como una nueva religión, está ligado sin duda a la divinización de Jesús, tema que queda evidentemente fuera de la perspectiva de esta serie…, pero que estamos tratando a largo plazo en uno de los temas del otro blog, “Cristianismo e historia”. Es éste un asunto de amplia reflexión.
Espero que en la próxima entrega podamos concluir con la breve consideración de la “enmienda a la totalidad” a la tesis central expuesta en esta serie.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com