Hoy escribe Antonio Piñero
La versión regular y normal, que hemos descrito hasta aquí, de la interpretación egipcia del dogma de la realeza / divinidad faraónica, sufrió varias crisis de reinterpretación y de nueva reflexión por parte de la teología egipcia. Éstas son en líneas generales:
1) La retórica de la motivación, desarrollada al principio del 2º milenio a.C., a partir de la necesidad sentida de fundamentar y legitimar de nuevo la monarquía a partir del colapso – derrumbamiento del Reino Antiguo; y
2) La imagen de la historia de la época ramsídica (Ramsés II hacia el 1200 a.C., que formula un nuevo sentido del acontecer histórico y que influye poderosamente en cómo se concibe la divinidad del faraón
Para comprender estas “crisis de reinterpretación” de esa divinidad hay que tener presente que la egiptología divide la época del faraonato egipcio en tres tiempos:
• El Reino Antiguo = 3º milenio a.C.;
• Reino Medio en la 1ª mitad del 2º milenio (1999-1500);
• Reino Nuevo (1500-1000) = Edad del Bronce antiguo, medio y tardío, que descansa en la tradición histórica egipcia.
Estos tres bloques son momentos históricos de unidad de los dos reinos, Norte y Sur, divididos por otros momentos de crisis (= desunión = caos), seguidos a su vez por la restauración de la unidad, un deseo que nunca se abandona a lo largo de milenios en toda la monarquía egipcia.
1. Para el Reino Antiguo vale todo lo que hemos dicho hasta aquí respecto a la concepción de la monarquía divina: absoluta y comparada, o mejor igual a la del Sol.
2. Reino Medio: retórica de la motivación. Con ello se alude en la egiptología al intento de la 12ª dinastía de restaurar la monarquía con plenitud de poderes en una esfera de acción religiosa y política completa, hasta el momento todavía no realizada, y ofrecerle una legitimidad necesaria.
Tratamos hoy de estos siglos del Reino Medio y del cambio del absolutismo a la necesidad de un consenso humano con el faraón:
Se observa que la acción real necesita del consenso. El rey tiene que convencer a sus súbditos de la necesidad de su acción básica que es construir (recordemos el faraón constructor refleja su divinidad en los edificios que levanta) y de la guerra (recordemos: la pugna contra el enemigo exterior es la lucha contra el caos = Horus sigue venciendo a Set cuando se presenta la ocasión.
Ejemplo: Manuscrito de piel de Berlín nº 3.029, referido a Sesostris I
En él se cuenta como el faraón reúne a sus dignatarios, su Consejo, y los convence de la necesidad divina de su acción. El rey actúa así en su función de sabio divino por la defiende la necesidad de construir un templo al Sol en la ciudad de Heliópolis. Y los convence porque es su misión, y porque es la voluntad de los dioses que le han dado el poder absoluto para querer (= voluntad omnímoda) y ejecutar (= acción omnímoda). El rey es el que representa la voluntad de la divinidad que, a la vez es la voluntad de todo el pueblo (éste no puede tener otra) para hacer lo que es conveniente. Los súbditos tienen que estar convencidos de que es así. La misión del faraón no es sólo ya ordenar, sino ordenar y convencer.
Otro ejemplo: Estela de Sesostris III, de Semnah
Esta faraón había expandido el poder de Egipto en el desierto, en la tierra del Sur había extendido sus dominios. Esto significaba que había sacado del caos a los nubios (los enemigos) y los había incorporado al único mundo posible: el de los egipcios. El faraón había restaurado el orden. Sesostris , en esta estela, da sus razones y convence a sus súbditos de la necesidad de esta acción.
Pero con ello se rompe en parte el papel de la conformidad de la función del rey a su destino (que, recordemos, privaba al faraón de toda libertad). El rey aparece ahora a los ojos de los súbditos como si fuera libre y como si tuviera que dar razón de sus acciones. Antes, en la historia pasada, no era preciso, porque sólo actuaba conforme a la necesidad ritual de su función divina. Aquí se observa cómo la divinidad de la realeza se hace más humana.
Mañana concluiremos esta serie, a la que añadiremos una precisión/confirmación de Josep Cervelló, en carta dirigida a mí.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
La versión regular y normal, que hemos descrito hasta aquí, de la interpretación egipcia del dogma de la realeza / divinidad faraónica, sufrió varias crisis de reinterpretación y de nueva reflexión por parte de la teología egipcia. Éstas son en líneas generales:
1) La retórica de la motivación, desarrollada al principio del 2º milenio a.C., a partir de la necesidad sentida de fundamentar y legitimar de nuevo la monarquía a partir del colapso – derrumbamiento del Reino Antiguo; y
2) La imagen de la historia de la época ramsídica (Ramsés II hacia el 1200 a.C., que formula un nuevo sentido del acontecer histórico y que influye poderosamente en cómo se concibe la divinidad del faraón
Para comprender estas “crisis de reinterpretación” de esa divinidad hay que tener presente que la egiptología divide la época del faraonato egipcio en tres tiempos:
• El Reino Antiguo = 3º milenio a.C.;
• Reino Medio en la 1ª mitad del 2º milenio (1999-1500);
• Reino Nuevo (1500-1000) = Edad del Bronce antiguo, medio y tardío, que descansa en la tradición histórica egipcia.
Estos tres bloques son momentos históricos de unidad de los dos reinos, Norte y Sur, divididos por otros momentos de crisis (= desunión = caos), seguidos a su vez por la restauración de la unidad, un deseo que nunca se abandona a lo largo de milenios en toda la monarquía egipcia.
1. Para el Reino Antiguo vale todo lo que hemos dicho hasta aquí respecto a la concepción de la monarquía divina: absoluta y comparada, o mejor igual a la del Sol.
2. Reino Medio: retórica de la motivación. Con ello se alude en la egiptología al intento de la 12ª dinastía de restaurar la monarquía con plenitud de poderes en una esfera de acción religiosa y política completa, hasta el momento todavía no realizada, y ofrecerle una legitimidad necesaria.
Tratamos hoy de estos siglos del Reino Medio y del cambio del absolutismo a la necesidad de un consenso humano con el faraón:
Se observa que la acción real necesita del consenso. El rey tiene que convencer a sus súbditos de la necesidad de su acción básica que es construir (recordemos el faraón constructor refleja su divinidad en los edificios que levanta) y de la guerra (recordemos: la pugna contra el enemigo exterior es la lucha contra el caos = Horus sigue venciendo a Set cuando se presenta la ocasión.
Ejemplo: Manuscrito de piel de Berlín nº 3.029, referido a Sesostris I
En él se cuenta como el faraón reúne a sus dignatarios, su Consejo, y los convence de la necesidad divina de su acción. El rey actúa así en su función de sabio divino por la defiende la necesidad de construir un templo al Sol en la ciudad de Heliópolis. Y los convence porque es su misión, y porque es la voluntad de los dioses que le han dado el poder absoluto para querer (= voluntad omnímoda) y ejecutar (= acción omnímoda). El rey es el que representa la voluntad de la divinidad que, a la vez es la voluntad de todo el pueblo (éste no puede tener otra) para hacer lo que es conveniente. Los súbditos tienen que estar convencidos de que es así. La misión del faraón no es sólo ya ordenar, sino ordenar y convencer.
Otro ejemplo: Estela de Sesostris III, de Semnah
Esta faraón había expandido el poder de Egipto en el desierto, en la tierra del Sur había extendido sus dominios. Esto significaba que había sacado del caos a los nubios (los enemigos) y los había incorporado al único mundo posible: el de los egipcios. El faraón había restaurado el orden. Sesostris , en esta estela, da sus razones y convence a sus súbditos de la necesidad de esta acción.
Pero con ello se rompe en parte el papel de la conformidad de la función del rey a su destino (que, recordemos, privaba al faraón de toda libertad). El rey aparece ahora a los ojos de los súbditos como si fuera libre y como si tuviera que dar razón de sus acciones. Antes, en la historia pasada, no era preciso, porque sólo actuaba conforme a la necesidad ritual de su función divina. Aquí se observa cómo la divinidad de la realeza se hace más humana.
Mañana concluiremos esta serie, a la que añadiremos una precisión/confirmación de Josep Cervelló, en carta dirigida a mí.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com