Escribe Antonio Piñero
Foto: Juan evangelista. El Greco.
Sigo con mi comentario al Prólogo de X. Pikaza al libro de É. Trocmé, “La infancia del cristianismo”. Señala Pikaza con razón que estos años fueron fructíferos, entre otras cosas por la fijación de las “biografías mesiánicas” de Jesús, los evangelios sinópticos. Y añade nuestro comentarista que antes no había sido posible escribir tales “biografías” (entre comillas puesto que son biografías helenísticas, muy distintas en sus intereses a las actuales) ya que bastaba a los fieles “el kerigma (“proclamación”) básica sobre Jesús que aparece en los escritos mismos de Pablo.
Por ejemplo, en el texto comentado de Romanos 1,3-4 y en e1 de 1 Cor 15,3-5: “Os he entregado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que fue visto por Cefas, y después por los Doce”: existencia del mesías que es Jesús; muerte sacrificial por los pecados (de toda la humanidad); sepultura (no indica dónde ni cómo; había diversas opiniones) resurrección y apariciones.
La intensa espera apocalíptica dentro de un marco tan rico en teología como era el judaísmo mesiánico-apocalíptico, a la espera de un fin del mundo inmediato y una vida renacida en el reino de Dios anunciado y esperado, proporcionaba a los judeocristianos mesianistas todo lo que se necesitaba para vivir piadosamente. Y además, sobre todo la comunidad jerusalemita tenía los rezos y oficios diarios del Templo. Nada sabemos cómo vivía la comunidad naciente en Galilea, y quizás algún grupo en Samaria. Pero se supone que más o menos lo mismo, sin el Templo, a lo que estaban acostumbrados, y lo suplían con la asistencia a la sinagoga.
Añade Pikaza que la reinterpretación mesiánica de la Ley, iniciada por Jesús a la espera de la venida del reino de Dios, fue continuada por algunas secciones del Evangelio de Mateo. Se supone que se refiere al núcleo delos cinco grupos de “sermones” o dichos de Jesús de ese evangelio, especialmente las “antítesis del Sermón de la Montaña: “Oísteis que se dijo… pero yo os digo” = El Mesías tenía el derecho de precisar, comentar, ajustar la Ley y, aparentemente al menos, incluso cambiarla, por ejemplo, estrechando el margen del divorcio. Esto es doctrina judía.
Muy ajustada es también la observación de Pikaza de “que solo en estos años, la muerte de los dirigentes (Pedro, Pablo, Santiago, hermano del señor; antes habían desaparecido Santiago Zebedeo y quizás su hermano Juan) y el distanciamiento respecto al tiempo de Jesús, al final de la segunda generación cristiana se fijaron los evangelios”. Es cierto.
Añadiría que el retraso de la parusía o segunda venida de Jesús hizo necesario recoger las palabras y dichos de Jesús porque se percibía que había que corregir un tanto la estrecha concepción de Pablo, quien se fijaba obsesiva y casi únicamente en la muerte y resurrección de mesías, más sus consecuencias. Esto era poco, dado que la parusía se retrasaba. Los evangelistas hacen volver la mente a los cristianos hacia la idea de que también la vida y ejemplos de Jesús eran salvíficos y dignos de imitación. Los evangelios acentúan este aspecto, aunque siga primando el hincapié paulino. No en vano se ha definido el primer intento de estas biografías sinópticas, la de Marcos, como “Un relato de la pasión de Jesús con una larga introducción”. Un intento…, sí. Pero ya con ello se complementaba, y corregía, la estrecha visión paulina: se daban ejemplos a seguir para una iglesia en el mundo que debía esperar pacientemente la venida definitiva de Jesús a la tierra.
Señala Pikaza que los evangelios son “formas distintas, pero convergentes, de fijar la memoria de Jesús”. Creo que es relativamente certera la expresión. Pero añadiría algún matiz: los evangelios de Mateo y Lucas son un complemento y corrección del de Marcos. Cada uno de esos dos evangelios es una edición corregida y aumentada del primer evangelio. Insisto en que los cambios de Mateo y de Lucas sobre Marcos implican, pues, no solo una convergencia, sino también una corrección de la perspectiva marcana.
Y el Evangelio de Juan… lo designaría como una “corrección a la totalidad”, puesto que sus autores opinaban que los evangelistas anteriores habían dicho la verdad sobre Jesús, cierto, pero una verdad superficial. Se habían quedado como en la corteza de la vida de Jesús, sin profundizar en el verdadero significado de la figura y misión del Mesías. Esos autores, o el grupo que está detrás de ellos, compuesto de maestros y profetas, exponen –con las “nuevas” palabras y acciones de Jesús, por ejemplo, la escenas de Nicodemo, la samaritana, y la aparición a María Magdalena (capítulos 3,4 y 20)–, o describen cuál era la verdadera personalidad de Jesús: un mesías sí, pero divino totalmente. Primera noticia en el cristianismo de la “encarnación”. Antes de Juan, opino, el mesías es divino por adopción, incluido Pablo.
Pero los autores del IV Evangelio defienden, o exponen que Jesús era ante todo el revelador celestial y el que en el fondo comunicaba una sola idea (su revelación constaba solo de una idea básica): él y el Padre son uno y los discípulos, si se hacen uno con Jesús, participan de la naturaleza divina del Padre. Esta perspectiva no está en los Sinópticos. ¿Se puede llamar “convergente” como hace Pikaza? Quizás sea posible, pero yo tengo mis dudas.
Seguiremos. Espero terminar pronto mi comentario a este denso prólogo al libro de Trocmé.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Foto: Juan evangelista. El Greco.
Sigo con mi comentario al Prólogo de X. Pikaza al libro de É. Trocmé, “La infancia del cristianismo”. Señala Pikaza con razón que estos años fueron fructíferos, entre otras cosas por la fijación de las “biografías mesiánicas” de Jesús, los evangelios sinópticos. Y añade nuestro comentarista que antes no había sido posible escribir tales “biografías” (entre comillas puesto que son biografías helenísticas, muy distintas en sus intereses a las actuales) ya que bastaba a los fieles “el kerigma (“proclamación”) básica sobre Jesús que aparece en los escritos mismos de Pablo.
Por ejemplo, en el texto comentado de Romanos 1,3-4 y en e1 de 1 Cor 15,3-5: “Os he entregado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que fue visto por Cefas, y después por los Doce”: existencia del mesías que es Jesús; muerte sacrificial por los pecados (de toda la humanidad); sepultura (no indica dónde ni cómo; había diversas opiniones) resurrección y apariciones.
La intensa espera apocalíptica dentro de un marco tan rico en teología como era el judaísmo mesiánico-apocalíptico, a la espera de un fin del mundo inmediato y una vida renacida en el reino de Dios anunciado y esperado, proporcionaba a los judeocristianos mesianistas todo lo que se necesitaba para vivir piadosamente. Y además, sobre todo la comunidad jerusalemita tenía los rezos y oficios diarios del Templo. Nada sabemos cómo vivía la comunidad naciente en Galilea, y quizás algún grupo en Samaria. Pero se supone que más o menos lo mismo, sin el Templo, a lo que estaban acostumbrados, y lo suplían con la asistencia a la sinagoga.
Añade Pikaza que la reinterpretación mesiánica de la Ley, iniciada por Jesús a la espera de la venida del reino de Dios, fue continuada por algunas secciones del Evangelio de Mateo. Se supone que se refiere al núcleo delos cinco grupos de “sermones” o dichos de Jesús de ese evangelio, especialmente las “antítesis del Sermón de la Montaña: “Oísteis que se dijo… pero yo os digo” = El Mesías tenía el derecho de precisar, comentar, ajustar la Ley y, aparentemente al menos, incluso cambiarla, por ejemplo, estrechando el margen del divorcio. Esto es doctrina judía.
Muy ajustada es también la observación de Pikaza de “que solo en estos años, la muerte de los dirigentes (Pedro, Pablo, Santiago, hermano del señor; antes habían desaparecido Santiago Zebedeo y quizás su hermano Juan) y el distanciamiento respecto al tiempo de Jesús, al final de la segunda generación cristiana se fijaron los evangelios”. Es cierto.
Añadiría que el retraso de la parusía o segunda venida de Jesús hizo necesario recoger las palabras y dichos de Jesús porque se percibía que había que corregir un tanto la estrecha concepción de Pablo, quien se fijaba obsesiva y casi únicamente en la muerte y resurrección de mesías, más sus consecuencias. Esto era poco, dado que la parusía se retrasaba. Los evangelistas hacen volver la mente a los cristianos hacia la idea de que también la vida y ejemplos de Jesús eran salvíficos y dignos de imitación. Los evangelios acentúan este aspecto, aunque siga primando el hincapié paulino. No en vano se ha definido el primer intento de estas biografías sinópticas, la de Marcos, como “Un relato de la pasión de Jesús con una larga introducción”. Un intento…, sí. Pero ya con ello se complementaba, y corregía, la estrecha visión paulina: se daban ejemplos a seguir para una iglesia en el mundo que debía esperar pacientemente la venida definitiva de Jesús a la tierra.
Señala Pikaza que los evangelios son “formas distintas, pero convergentes, de fijar la memoria de Jesús”. Creo que es relativamente certera la expresión. Pero añadiría algún matiz: los evangelios de Mateo y Lucas son un complemento y corrección del de Marcos. Cada uno de esos dos evangelios es una edición corregida y aumentada del primer evangelio. Insisto en que los cambios de Mateo y de Lucas sobre Marcos implican, pues, no solo una convergencia, sino también una corrección de la perspectiva marcana.
Y el Evangelio de Juan… lo designaría como una “corrección a la totalidad”, puesto que sus autores opinaban que los evangelistas anteriores habían dicho la verdad sobre Jesús, cierto, pero una verdad superficial. Se habían quedado como en la corteza de la vida de Jesús, sin profundizar en el verdadero significado de la figura y misión del Mesías. Esos autores, o el grupo que está detrás de ellos, compuesto de maestros y profetas, exponen –con las “nuevas” palabras y acciones de Jesús, por ejemplo, la escenas de Nicodemo, la samaritana, y la aparición a María Magdalena (capítulos 3,4 y 20)–, o describen cuál era la verdadera personalidad de Jesús: un mesías sí, pero divino totalmente. Primera noticia en el cristianismo de la “encarnación”. Antes de Juan, opino, el mesías es divino por adopción, incluido Pablo.
Pero los autores del IV Evangelio defienden, o exponen que Jesús era ante todo el revelador celestial y el que en el fondo comunicaba una sola idea (su revelación constaba solo de una idea básica): él y el Padre son uno y los discípulos, si se hacen uno con Jesús, participan de la naturaleza divina del Padre. Esta perspectiva no está en los Sinópticos. ¿Se puede llamar “convergente” como hace Pikaza? Quizás sea posible, pero yo tengo mis dudas.
Seguiremos. Espero terminar pronto mi comentario a este denso prólogo al libro de Trocmé.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com