Foto: Mosaico romano a muestra un esclavo aguador
Hoy escribe Antonio Piñero
Sigo extractando textos, con breve comentario, del último capítulo del libro de Roger Armengol, “La moral, el mal y la conciencia. El poder de las ideologías en la formación de la conciencia moral” sobre los fragmentos de la ética de Jesús y de Sócrates.
Hasta ahora, y en síntesis, ha argumentado nuestro autor que
«Una de las enseñanzas substanciales de Jesús y que quizá Sócrates hubiera aceptado se refiere a la crítica del poder, mejor dicho, al abuso del poder que comporta dolor y daño a los semejantes. Entendido de esta forma Jesús siempre se opuso al poder del dinero, al poder político, al poder sacerdotal y al eclesial del Templo de Jerusalén, al poder judicial, al de Roma, al poder de las costumbres y tradiciones que no eran siempre benefactoras –el trabajo en los días festivos cuando era conveniente, como escribe el evangelista Marcos: «el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado» [2, 27]–. Esta oposición de Jesús a lo establecido que no siempre era justo y benéfico le costó la vida… En efecto, Jesús fue ejecutado por Roma porque su predicación incluía una fuerte desobediencia a lo establecido. Al anunciar la venida del Reino de Dios estaba proponiendo que este reino supondría el hundimiento para siempre del Imperio».
Señalé que esta última proposición es básica para entender a Jesús y su moral. Llegados aquí nuestro autor deduce una consecuencia importante respecto al discípulo/seguidor de Jesús más importante y de mayor impacto hasta hoy: Pablo de Tarso. Escribe:
«En relación al poder y a la crítica de su abuso el apóstol Pablo no pudo seguir los principios jesuánicos. En una de sus epístolas no le exige a Filemón que libere a su esclavo Onésimo, lo que le pide es que lo trate como a un hermano, en esta ocasión un hermano convertido a la fe de Pablo. No me imagino a Jesús tolerando que algún discípulo o amigo tuviera esclavos. Pablo en Romanos escribió muy convencido «que todos se sometan a las autoridades establecidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se resiste al orden divino, y los que se resisten se están buscando ellos el castigo» [13, 1-2]. No me imagino a Jesús inclinándose ante las autoridades establecidas. Más bien tengo la impresión de que si Jesús se hubiera comportado como recomienda San Pablo no hubiera sido ejecutado por el poder de Roma. Es o era muy peligroso enfrentarse al poder porque la autoridad como dice Pablo castiga a quien se resiste».
Mi breve comentario es: acepto la primera y última parte de este aserto. Pero no parece fundada la afirmación de que «No me imagino a Jesús tolerando que algún discípulo o amigo tuviera esclavos». Ciertamente, y ya es un dato, que al igual que Jesús se pronunció de una manera clara y contundente sobre el reino de Dios, sobre el primer mandamiento, en concreto sobre el amor a los enemigos (como hemos señalado en postales anteriores), si Jesús se hubiera opuesto estrictamente a la esclavitud, como manera clara de hacer daño a un ser humano (privarle de la libertad es uno de los daños más crueles), esperaríamos de él un pronunciamiento claro a este respecto. Y no lo hizo. Del mismo modo que jamás tuvo un pronunciamiento claro sobre la posición social, muy desafortunada, de la mujer en el judaísmo de su tiempo. Y parto del supuesto, admitido por todos los estudiosos, de que en el Israel del siglo I, había esclavos y no solo extranjeros, sino también judíos. Solo que –al parecer– el trato a los esclavos era más afable que en el resto del Imperio romano.
La esclavitud no está ausente en el mundo que describe y asume Jesús. En los evangelios la palabra esclavo / siervo de la gleba o casi esclavo (griego doûlos) aparece 120/130 veces en los evangelios. La designación de siervo (griego hyperétes) solo sale 17 veces. Especialmente reveladoras son las parábolas, que en opinión de los intérpretes incluidos los católicos (véas, por ejemplo, W. Kasper (editor), Diccionario enciclopédico de exégesis y teología bíblica en dos volúmenes, versión española de Marciano Villanueva, Herder, Barcelona 2011, voz “Esclavitud, esclavo”, I 554-555: “También en el Nuevo Testamento se refleja la esclavitud de aquella época”… “No se hace desaparecer la esclavitud, pro se la humaniza desde la óptica del amor de tipo patriarcal” (p. 555).
Y para que no pueda acusárseme de parcialidad, recojo los pocos textos (hay muchísimos más) de las parábolas donde se aprecia que Jesús describe, y acepta al menos implícitamente el estatus de la esclavitud como algo obvio, que ni se discute) que presenta este diccionario:
Indico solo los comienzos de los textos:
Mt 18,23-35: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase…»
Mt 25,14-30: el juicio final será como ocurre en el caso del hombre que se ausenta y entrega parte de sus bienes a sus esclavos: «Es como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco….».
Lc 12,35-48: «Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los esclavos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Fuera de las parábolas hay exhortaciones que tienen presente comportamientos de la esclavitud. Así, por ejemplo, Lc 17,7-10:
«¿Quién de vosotros tiene un esclavo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: “Pasa al momento y ponte a la mesa?” ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?”. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».
En síntesis: Jesús aceptó como algo obvio la esclavitud… y se ve por Las parábolas que se refiere a conciudadanos judíos. Jesús no hizo pronunciamiento alguno contra la esclavitud, pero sí lo hizo en otros casos claves, como el divorcio, la Ley, el Reino, etc.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Hoy escribe Antonio Piñero
Sigo extractando textos, con breve comentario, del último capítulo del libro de Roger Armengol, “La moral, el mal y la conciencia. El poder de las ideologías en la formación de la conciencia moral” sobre los fragmentos de la ética de Jesús y de Sócrates.
Hasta ahora, y en síntesis, ha argumentado nuestro autor que
«Una de las enseñanzas substanciales de Jesús y que quizá Sócrates hubiera aceptado se refiere a la crítica del poder, mejor dicho, al abuso del poder que comporta dolor y daño a los semejantes. Entendido de esta forma Jesús siempre se opuso al poder del dinero, al poder político, al poder sacerdotal y al eclesial del Templo de Jerusalén, al poder judicial, al de Roma, al poder de las costumbres y tradiciones que no eran siempre benefactoras –el trabajo en los días festivos cuando era conveniente, como escribe el evangelista Marcos: «el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado» [2, 27]–. Esta oposición de Jesús a lo establecido que no siempre era justo y benéfico le costó la vida… En efecto, Jesús fue ejecutado por Roma porque su predicación incluía una fuerte desobediencia a lo establecido. Al anunciar la venida del Reino de Dios estaba proponiendo que este reino supondría el hundimiento para siempre del Imperio».
Señalé que esta última proposición es básica para entender a Jesús y su moral. Llegados aquí nuestro autor deduce una consecuencia importante respecto al discípulo/seguidor de Jesús más importante y de mayor impacto hasta hoy: Pablo de Tarso. Escribe:
«En relación al poder y a la crítica de su abuso el apóstol Pablo no pudo seguir los principios jesuánicos. En una de sus epístolas no le exige a Filemón que libere a su esclavo Onésimo, lo que le pide es que lo trate como a un hermano, en esta ocasión un hermano convertido a la fe de Pablo. No me imagino a Jesús tolerando que algún discípulo o amigo tuviera esclavos. Pablo en Romanos escribió muy convencido «que todos se sometan a las autoridades establecidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se resiste al orden divino, y los que se resisten se están buscando ellos el castigo» [13, 1-2]. No me imagino a Jesús inclinándose ante las autoridades establecidas. Más bien tengo la impresión de que si Jesús se hubiera comportado como recomienda San Pablo no hubiera sido ejecutado por el poder de Roma. Es o era muy peligroso enfrentarse al poder porque la autoridad como dice Pablo castiga a quien se resiste».
Mi breve comentario es: acepto la primera y última parte de este aserto. Pero no parece fundada la afirmación de que «No me imagino a Jesús tolerando que algún discípulo o amigo tuviera esclavos». Ciertamente, y ya es un dato, que al igual que Jesús se pronunció de una manera clara y contundente sobre el reino de Dios, sobre el primer mandamiento, en concreto sobre el amor a los enemigos (como hemos señalado en postales anteriores), si Jesús se hubiera opuesto estrictamente a la esclavitud, como manera clara de hacer daño a un ser humano (privarle de la libertad es uno de los daños más crueles), esperaríamos de él un pronunciamiento claro a este respecto. Y no lo hizo. Del mismo modo que jamás tuvo un pronunciamiento claro sobre la posición social, muy desafortunada, de la mujer en el judaísmo de su tiempo. Y parto del supuesto, admitido por todos los estudiosos, de que en el Israel del siglo I, había esclavos y no solo extranjeros, sino también judíos. Solo que –al parecer– el trato a los esclavos era más afable que en el resto del Imperio romano.
La esclavitud no está ausente en el mundo que describe y asume Jesús. En los evangelios la palabra esclavo / siervo de la gleba o casi esclavo (griego doûlos) aparece 120/130 veces en los evangelios. La designación de siervo (griego hyperétes) solo sale 17 veces. Especialmente reveladoras son las parábolas, que en opinión de los intérpretes incluidos los católicos (véas, por ejemplo, W. Kasper (editor), Diccionario enciclopédico de exégesis y teología bíblica en dos volúmenes, versión española de Marciano Villanueva, Herder, Barcelona 2011, voz “Esclavitud, esclavo”, I 554-555: “También en el Nuevo Testamento se refleja la esclavitud de aquella época”… “No se hace desaparecer la esclavitud, pro se la humaniza desde la óptica del amor de tipo patriarcal” (p. 555).
Y para que no pueda acusárseme de parcialidad, recojo los pocos textos (hay muchísimos más) de las parábolas donde se aprecia que Jesús describe, y acepta al menos implícitamente el estatus de la esclavitud como algo obvio, que ni se discute) que presenta este diccionario:
Indico solo los comienzos de los textos:
Mt 18,23-35: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía 10.000 talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase…»
Mt 25,14-30: el juicio final será como ocurre en el caso del hombre que se ausenta y entrega parte de sus bienes a sus esclavos: «Es como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco….».
Lc 12,35-48: «Sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los esclavos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».
Fuera de las parábolas hay exhortaciones que tienen presente comportamientos de la esclavitud. Así, por ejemplo, Lc 17,7-10:
«¿Quién de vosotros tiene un esclavo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: “Pasa al momento y ponte a la mesa?” ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?”. ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».
En síntesis: Jesús aceptó como algo obvio la esclavitud… y se ve por Las parábolas que se refiere a conciudadanos judíos. Jesús no hizo pronunciamiento alguno contra la esclavitud, pero sí lo hizo en otros casos claves, como el divorcio, la Ley, el Reino, etc.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html