Notas

Jesús y Pablo a la luz del pensamiento apocalíptico (520)

Redactado por Antonio Piñero el Viernes, 18 de Julio 2014 a las 09:12




Hoy escribe Antonio Piñero


Decíamos al final de la postal de la semana pasada que una lectura del libro de las Parábolas de Henoc puede ayudarnos a entender pasajes de los Evangelios y de Pablo. En el trabajo mencionado al inicio de esta serie, Boccaccini apunta a otros pasajes neotestamentarios:

• La parábola de la oveja perdida (Mt 18,12-14 / Lc 15,4-7 es un ejemplo de cómo se definen las relaciones entre Dios y “los otros”, pecadores, desde el punto de vista de un Jesús apocalíptico.

• La parábola del hijo pródigo abunda en el tema, pero además añade otro: las relaciones entre los justos y “los otros”, es decir, los que “tienen honor” y se salvarán porque nunca han abandonado la casa del Padre y los que “no tienen honor” pero se salvarán porque han abandonado “las obras de sus manos”.

• La parábola de los obreros de la viña (Mt 20,1-16: “El Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña...”. El propietario había contratado a sus obreros por un denario al día, pero al final da el mismo salario (la salvación completa e igual) a los que han trabajado todo el día = los justos y a los que han trabajado sólo al final = “los otros”. Es lo mismo que dice el Libro de las Parábolas de Henoc, en su cap. 50 (citado en la postal anterior) que hará Dios en el Juicio Final:

“Ellos también cobraron un denario cada uno. 11 Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, 12 diciendo: “Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor.” 13 Pero él contestó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? 14 Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. 15 ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”.”


Boccaccini aporta ejemplos que sirven de contraste entre los rabinos posteriores, que no son ya apocalípticos, y Jesús junto con los henóquicos. Los rabinos tienen un concepto diferente como se deduce de algunas discusiones rabínicas posteriores. En ellas se los ve insistiendo en que la Justicia y la Misericordia divina en el Juicio final tienen que estar equilibradas. Así en el tratado Sotah 1,7-9 se defiende que “Con la medida con la que midas se te medirá” (en el Juicio final “se te medirá” es lo que se denomina “pasivo divino” = una expresión sintáctica para evitar nombrar el sujeto de la frase, es decir, Dios). Y luego repite “con la misma medida se te medirá”. Aquí se insiste en que Dios castiga las malas acciones con la misma medida de su Justicia con la que su Misericordia / Gracia premia las buenas acciones.

Un inciso importante: según los rabinos y dada la mala inclinación del hombre siempre propenso al pecado, ya que su corazón es maligno heredado de Adán, Dios no está nunca obligado a premiar las buenas acciones, sino que siempre actúa por gracia. Con otras palabras no hay una especie de automatismo “buenas acciones” / obligación de Dios de premiarlas, puesto que el hombre hace simplemente lo que debe hacer sino que siempre es por gracia. El “rabino” Antígono de Soco, del +- 170 antes de Cristo fue el inventor de la famosa frase: “Siervos inútiles somos. No merecemos recompensa alguna. Hicimos solo lo que teníamos que hacer”, idea que retoma también Jesús. Y cuando éste afirma “Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá”, se está refiriendo primariamente al perdón de las ofensas del prójimo como hace Dios, y solo en segundo plano al Juicio Final.

En la Tosefta (textos rabínicos dignos de consideración pero que no entraron en la Misná por diversos motivos) Sotah (3,1ss) se afirma que la “medida de la misericordia divina es quinientas veces más grande que la de la Justicia… Pero no llegan a oponerse las dos cualidades divinas como en la parábola de los viñadores, de tal modo que el dueño de la viña causa la ira de los justos que han trabajado todo el día cuando premia a todos por igual. El pensamiento rabínico, aun recalcando la Misericordia, de algún modo hace hincapié en la Justicia haciendo decir a Dios al final de una parábola relativamente semejante que “Este hizo en dos horas lo que tú en todo el día” (Talmud de Jerusalén, tratado Berakhot 2,8).

Conclusión: aquí Jesús se halla mucho más cerca del pensamiento henóquico de la Gracia respeto a los “otros” que el pensamiento rabínico posterior.

Pablo como pensador apocalíptico. La importancia del mal y del pecado

En su trabajo Boccaccini sigue aplicando una estructura mental tomada del libro de los Parábolas de Henoc para comprender mejor el, a veces complicado, pensamiento de Pablo de Tarso.

Ciertamente es oportuna esta aplicación, puesto que el mal / pecado, la libertad, y el perdón de los pecados ocupa un puesto relevante en el pensamiento paulino. En efecto, en Romanos (una carta escrita a unos lectores gentiles de modo directo, como lo dice en la carta repetidas veces, pero a la vez con un ojo puesto en los judeocristianos que van a leer también la carta) sostiene Pablo que Dios ha perdonado los pecados a través de la muerte de Jesús por pura misericordia y gracia (aunque habla de justicia, es decir de fidelidad divina al Pacto con Abrahán (que, según Pablo vale tanto para judíos como para gentiles si creen en Jesús como mesías):

Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, 22 justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen -- pues no hay diferencia alguna; 23 todos pecaron y están privados de la gloria de Dios -- 24 y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, 25 a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, 26 en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser él justo y justificador del que cree en Jesús (Rom 3,21-26).

Pero, a la vez, Pablo insiste que los preceptos divinos deben cumplirse siempre, de lo contrario Dios actuará con ira en el Juicio. En efecto, anteriormente había recordado a sus lectores que la vida de los judíos está regulada por la Torá, y que la de los gentiles está igualmente regulada por la Torá, pero naturalmente sólo en aquellas partes que son eternas y de validez universal, que Dios tuvo cuidado de imprimir en el corazón de todo mortal:

12 Pues cuantos sin ley pecaron, sin ley también perecerán; y cuantos pecaron bajo la ley, por la ley serán juzgados; 13 que no son justos delante de Dios los que oyen la ley, sino los que la cumplen: ésos serán justificados. 14 En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; 15 como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza...16 en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi evangelio (= mi predicación), por Cristo Jesús (Rom 2,12-16).

Esta idea de la ley natural es propia del mundo de la filosofía griega, pero había sido asimilada por el pensamiento más o menos culto del judaísmo helenístico, al que pertenece Pablo. En el día del Juicio Dios retribuirá a cada uno según sus obras:

7 a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; 8 mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación. 9 Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obre el mal: del judío primeramente y también del griego; 10 en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre el bien; al judío primeramente y también al griego (Rom 2, 7-10).

Por tanto, como puede verse, y a pesar de apelar a la misericordia, Pablo de ningún modo elimina la validez de la ley de Moisés, que es la que Dios expresión a Decálogo, para la salvación en general (como sostienen tanto la teología católica como la protestante en general en especial la luterana sin hacer las convenientes distinciones) y sostiene que quien la cumpla, obtendrá de Dios la salvación.

A este propósito obsérvese que –como buen judío helenístico-- en el fondo está diciendo Pablo, con otros autores judíos anteriores sobre todo de Alejandría, que el concepto de ley natural fue copiado por la filosofía griega de Moisés…, solo que mantenían en secreto sus lecturas, y que esta ley de Moisés, en su aspecto de ley natural y universal es la vara del juicio divino, según su predicación pública de los efectos en la vida del creyente de la vida y muerte del Mesías. El problema, para Pablo, no es la Ley en sí, sino el Pecado (con mayúscula, como personificado). La presencia del Pecado en el mundo es un problema general y cita para probarlo diversos pasajes de la Escritura en Rom 3,10-18.

Pablo, al igual que los henóquicos, defiende que el origen del mal/pecado en el mundo es sobrehumano: procede del pecado de los ángeles rebeldes, que ya hemos comentado. Y como consecuencia, Satanás y sus huestes son los que controlan este mundo inferior (al celestial) por medio del dominio general del pecado. Satanás es el gran arconte (= jefe) de este universo (2 Cor 4,4, entre muchos textos paulinos que hablan de Satanás como el que manda en este universo sublunar). Por ello, el Mesías está empeñado en una batalla cósmica contra Satanás y sus satélites que no concluirá sino con el reino del Mesías, cuando este, ya resucitado, y con la ayuda de Dios padre venza a todos los enemigos y los ponga bajo sus pies y los de sus fieles (Rom 16,20: “Y el Dios de la paz aplastará bien pronto a Satanás bajo vuestros pies”). En 2 Cor 6,15, “¿Qué armonía hay entre Cristo y Beliar?”, un discípulo de Pablo, que parece esenio, o henóquico, introduce esta idea en pasaje que considero una glosa (2 Cor 6,14-7,1).

Pero, además de esta idea general, que es henóquica y también de otros judíos de la época del Segundo Templo (hasta el 70 d.C.), está complementada en Pablo por otra idea --también judía pero a la que otros compatriotas otorgan solo una importancia relativa, sin llegar nunca a la idea de un “pecado original”, casi expresada por el Apóstol y formulada con precisión por san Agustín--, a saber la enorme importancia del pecado humano de Adán.

En contra de Bocaccini (quien por una parte afirma que en Pablo el origen del mal es suprahumano; y, por otra, sostiene que el pecado de Adán ocupa en el Apóstol el lugar del pecado de los ángeles rebeldes = sentencias que en sí contradictorias), pienso que el pecado de Adán es complementario al de los ángeles y que Pablo insiste mucho en él por un doble motivo:

a) para explicar por qué los seres humanos –todos, absolutamente todos, descendientes de Adán-- han heredado una inclinación hacia el mal (rabinos) / un corazón maligno (IV Esdras), y

b) para destacar la participación del mesías, Jesús, como humano obediente en extremo al plan divino que contrarresta con máxima efectividad el pecado adámico.

El pecado de Adán se contrarresta por la obediencia del segundo, nuevo o último Adán = el Mesías. Según Pablo el “sacrificio” (el Apóstol nunca lo dice directamente, pero sí indirectamente con muchas metáforas sacrificiales) del Mesías fue necesario porque el domino del Mal / Satanás / Pecado era cósmico. Pablo está de acuerdo con los henóquicos en radicalizar el poder del mal: “Tanto judíos como griegos, = todos, están bajo el pecado, como dice la Escritura: No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo” (Rom 3,9). Al perder Adán y Eva la batalla contra Satanás (interpretación de la época de Gn 3), todos los seres humanos quedan bajo el poder del pecado.

Pero, a pesar de todo, en Pablo dominará también la idea de la gracia divina respeto al pecador y afirmará que el ser humano, cuando era aún pecador, fue objeto de esta misericordia /gracia divina, al enviar a su hijo y hacer que muriera por los pecadores… Insisto, cuando aún lo eran y, por tanto, enemigos suyos.


Seguiremos con esta idea y veremos que para Pablo tanto los judíos como los gentiles, esclavizados, ganarán gracias al Mesías la batalla final contra el pecado apoyados en la gracia y la misericordia


Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Viernes, 18 de Julio 2014
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