Hoy escribe Antonio Piñero
Hemos dedicado hasta el momento una serie de notas en las que hemos discutido todos los pasajes interesantes de los tres evangelios sinópticos referidos al Dios de Jesús, examinando en todos si se podía deducir de ellos que el Nazareno tenía una conciencia e filiación divina especial. Hemos concluido que no, que –a falta de información específica- debe pensarse que su “filiación” es tan real o metafórica como la que podía sentir cualquier rabino carismático del siglo I en Israel. Ahora, como aun nos queda examinar algunos casos en este mismo sentido, pero para no cansar a los lectores, les propongo que cambiemos al segundo de nuestros temas: Pablo de Tarso y en concreto las cuestiones ligadas con el “Pablo precristiano”, es decir, el tiempo anterior a su muy mal llamada “conversión”.
Hemos sostenido en notas anteriores de este serie que Pablo tenía el griego como lengua materna y que poseía recursos suficientes como para expresarse en ella con gran soltura. A este propósito, y aparte de la escuela elemental, que pudo cursar en su ciudad natal, Tarso de Cilicia, se ha sostenido pro diversos investigadores, sobre todo por Martin Hengel, que Pablo, durante su estancia formativa en Jerusalén, pudo incluso mejorar allí su formación en lengua griega, no sólo en hebreo y en conocimientos acerca de la Biblia y las tradiciones de los antepasados sobre ella, es decir, su formación como rabino. Vamos a examinar esta posibilidad.
Para muchos judíos piadosos de la Diáspora ejercía la capital de Judea gran fuerza de atracción como objetivo de la peregrinación anual de cientos de miles de piadosos, no sólo porque fuera la “ciudad del Gran Rey” según formuló Jesús (Mt 5,35), sino porque era tradición en los tiempos de Jesús que el mesías se aparecería en ella. Escribe Pablo en Romanos 11,26:
« “Todo Israel será salvo, como dice la Escritura: Vendrá de Sión (es decir, de Jerusalén) el Libertador; alejará de Jacob las impiedades”, »
en donde cita a Isaías 59,20. También creían los judíos que en el “Valle de Josafat” (el valle de la gehenna o entrada al infierno), situado en torno a Jerusalén, tendía lugar el Juicio Final de Dios a todas las naciones y que Jerusalén sería la capital del futuro reino de Dios.
Éste puede ser el trasfondo del por qué muchos judíos deseaban vivir allí: podía estudiar mejor que en ningún otro sitio la Ley de Moisés a los pies de los mejores rabinos, y si el reino de Dios tardaba en llegar, podían ser enterrados allí, pues era también tradición que los piadosos judíos muertos en Jerusalén resucitarían los primeros para saludar la venida del mesías y participar del reino de Dios.
La inmensa mayoría de los peregrinos judíos que iba a la capital de Judea tenía como primera o segunda lengua el griego, por lo que puede decirse que “Jerusalén era también una ciudad griega”. Las inscripciones funerarias de la ciudad no fueron redactadas sólo en hebreo o arameo, sino también en griego: cerca del 33% se grababan en esta lengua y un 7% eran bilingües. Por ello se ha calculado que al menos el 15% de la población de Jerusalén en época de Jesús tenía el griego como lengua materna. Además, si nos fiamos del testimonio y ejemplo del historiador judío Flavio Josefo, muchos de los ricos y educados en Jerusalén hablaban también griego.
Todo esto explica que en la capital de Judea hubiera una serie de sinagogas en donde los sábados se leía y comentaba la ley de Moisés en griego. Conocemos por los Hechos de los apóstoles
« “Se levantaron unos de la sinagoga llamada de los Libertos, cirenenses y alejandrinos, y otros de Cilicia y Asia, y se pusieron a disputar con Esteban” (6,9) »
que había unas cuatro o cinco sinagogas para judíos “helenistas” (que hablaban preferentemente griego entre ellos), y de otras ciudades hay información en la Misná, en el Talmud y en inscripciones funerarias que existían en Jerusalén sinagogas de otras ciudades o regiones alejadas, en concreto una para los tarsiotas.
La más famosa y grande de estas sinagogas de lengua griega era la llamada de “Teódoto, hijo de Veteno”, fundada un par de generaciones antes de Pablo, que albergaba también en su seno una suerte de escuela “para leer la Ley y enseñar los preceptos”… no en hebreo, sino en griego. Se sospecha, además, que la tendencia intelectual de esta sinagoga era farisea.
Martin Hengel, cuyos estudios al respecto estamos presentando en estos momentos, sostiene (“Der vorchristliche Paulus”, pp. 260ss [“El Pablo precristiano”] que entre este panorama de cultura griega en la Jerusalén de época de Jesús es muy posible que Pablo encontrara allí todo lo que necesitaba para formarse en estudios superiores judíos sin tener que abandonar su lengua griega nativa. Y no sólo se aprendería la Ley como tal y su interpretación, sino también el modo de explicarla. Esto incluía el aprendizaje de ciertas normas de retórica y el estilo propio de una discusión civilizada y académica con los “adversarios”, es decir, el estilo de la “diatriba”.
Seguiremos explicando este tema de la “Jerusalén griega” en notas siguientes y concluiremos exponiendo las dificultades de la hipótesis de que Pablo se hubiera formado específicamente allí.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
ANUNCIO DE CONFERENCIA
(Para los que vivan en Madrid)
Dentro del ciclo que organiza el Grupo Hepta, el lunes, día 2 de febrero de 2009, el Prof. Dr. Antonio PIÑERO hablará sobre
“Judas Iscariote. ¿Un enigma resuelto?"
Lugar: Colegio Jesús y María, c/ Juan Bravo, 13, metro Velázquez, salida, Juan Bravo.
A las 19.30 horas.
Desgraciadamente no hay mecenas alguno: hay que cobrar entrada para los gastos de organización
El precio es de 9 Euros que se abonan en la entrada.