Escribe Antonio Piñero
Sostiene Fernando Bermejo, cuyo largo artículo en inglés estamos extractando, comentando y haciendo accesible a los lectores que se defiendan mal en esta lengua (Jesús y la resistencia antirromana Una reevaluación de los argumentos, publicado en la revista “Journal for the Study of the Historical Jesus” 12 (2014) 1-105, que hay ciertos indicios de que el material sobre un Jesús muy antirromano en la práctica, y por tanto sedicioso desde el punto de vista del Imperio era un tanto perturbador
Los primeros cristianos, al menos para los que escribieron los Evangelios que transmitían una tradición subyacente inevitable, veían que existían algunas partes de ese material que era potencialmente desconcertante. Pero, según Bermejo, este material fue a menudo “manipulado en el proceso de edición” por parte de los escritores evangélicos. “Este proceso implicó no sólo eliminación de material relevante, sino también su reinterpretación a través de su reformulación y / o de su (re)ubicación en un contexto narrativo diferente”.
“Así un cierto número de pasajes que hacen alusión a una relación entre Jesús y la violencia o la sedición, se han convertido, en la tradición existente de los Evangelios, en algo bastante abstruso, como si el temor de que se suscitase una clara conciencia de la conexión de Jesús con la violencia hubiera sido contrarrestada o impedida por la tradición o por los evangelistas mismos. En otras palabras, estos pasajes no tienen sentido real en el modo en el que están ahora”.
Con otras palabras: en algunos casos como hemos visto, los evangelistas no han suprimido la tradición engorrosa, sino que han procurado que esta haya quedado encubierta. Y para ello emplearon diversos sistemas:
1. Supresión de datos que son importantes para comprender bien dichos o acciones de Jesús.
Por ejemplo, la denominada “purificación” del Templo de Mc 11,15-17 y paralelos, en especial, según me parece personalmente, el relato de Mateo 2,12-17, que expande a Marcos:
“Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas. 13 Y les dijo: «Está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración. ¡Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de bandidos!». 14 También en el Templo se acercaron a él algunos ciegos y cojos, y los curó. 15 Mas los sumos sacerdotes y los escribas, al ver los milagros que había hecho y a los niños que gritaban en el Templo: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron 16 y le dijeron: «¿Oyes lo que dicen éstos?» «Sí –les dice Jesús–. ¿No habéis leído nunca que De la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza?» 17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, donde pasó la noche”.
Como se observará, no se hace mención alguna, como sí ocurre continuamente en el resto del evangelio, que Jesús va con sus discípulos, sino que actúa solo. No cuenta el evangelista la reacción violenta, segura por lo demás, de los que se veían despojados de sus mercancías, y sobre todo de los cambistas, que veían como sus monedas se esparcían por el suelo y la gente las cogía –podemos suponer– con pocas probabilidades para sus dueños de recuperarlas. Pero no se narra reacción alguna de ellos. Tampoco hay alusión a la policía del Templo, ni acción alguna por parte de los romanos que estaban vigilantes, y que todo lo veían desde la Torre Antonia. No se ve tampoco cómo le da tiempo a Jesús a recitar pasajes de la Escritura (Is 56,7 y Jr 7,11) y que todos le oigan en medio de la tremenda algarabía.
A mí siempre me ha parecido inverosímil que hubiera la calma propicia para que algunos ciegos se acercaran a él, lo mismo que otros, cojos, y los curara. Es inefable que los niños reunidos en el Templo cantaran a coro y proclamaran que Jesús era el rey mesiánico: «¡Hosanna al hijo de David!», lo que era una afrenta para los romanos. La narración de Mateo da a entender que los jefes de los sacerdotes y los escribas sí caían en la cuenta de la tremenda importancia de lo que allí ocurría e impedían esos gritos, tan peligrosos si llegaban a oídos de los romanos. Pero Jesús tiene tiempo para responderles: “¿No habéis leído nunca que De la boca de los niños y de los que aún maman te preparaste alabanza?”. Y de nuevo: qué hacían en el entretanto los mercaderes y los cambistas que habían visto que sus monedas rodaban por los suelos? Y el punto final: con toda calma y solemnidad, Jesús los deja y se retira impávido a Betania, donde pasa la noche.
Los comentaristas están casi todos de acuerdo en que este hecho tiene una base histórica segura. Tanto que para E. P. Sanders, este es el hecho/acción más fiable históricamente de todas cuantas se narran en los Evangelio sobre Jesús, de modo que a partir de ahí se pueden aceptar como verosímiles –por el criterio de coherencia– otros comportamientos de Jesús.
A mí me parece casi evidente que –para ser creíble– la actuación de Jesús, de un clarísimo tinte mesiánico-regio como indica Mateo, hubo de ser rapidísima, tanto que no diera tiempo a la policía a actuar. Además, Jesús hubo de ser defendido por sus discípulos con palos o armas ligeras o pesadas, pues si no lo hubieran hecho, los damnificados hubiesen molido a palos y golpes a su Maestro hasta matarlo. Y finalmente que la retirada a Betania de un Jesús impávido hubo de ser también rápida, apresurada, a modo de una clara huida.
Por tanto, puede concluirse que tal como está presentado por los evangelistas Marcos y Mateo (y no hablo de la contradicción de la fecha del suceso: según Mateo el mismo día de la entrada triunfal a Jerusalén; según Marcos, al día siguiente) el suceso es inconexo e inverosímil. No dudo ni un instante de las posibles intenciones de Jesús al realizar esta purificación: en los momentos finales, mesiánicos –según la creencia judía común–, antes o a la vez de la instauración del reino de Dios, el Templo había de ser purificado de sus malas prácticas. Incluso algunos judíos cronológicamente anteriores a Jesús, o inmediatamente posteriores, defendieron que el Templo habría de ser destruido (no estaba solo en esta idea Jesús) y que Dios mismo, sin manos humanas, habrá de construir otro totalmente puro.
Y, por último es evidente que un Jesús que purifica el Templo de esta manera es un judío mesiánico cabal, totalmente convencido de la validez del culto en el Templo y de su religión judía. ¿Cómo puede decirse que Jesús superó el judaísmo, rompió con el judaísmo… y que además, tres días después iba a fundar un culto nuevo, la eucaristía tal como la entiende Pablo de Tarso y la tradición posterior, que dejaba obsoleto y aniquilado el culto en el Templo? En verdad este hecho de la purificación del Santuario tiene poco sentido tal como está. La trascendencia político-social de este hecho queda totalmente oscurecida tal como la cuentan los evangelistas.
Seguiremos con algún que otro caso, o ejemplo, más.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com