Notas

Iniciación a Pablo. Un libro de de Senén Vidal (y II) (124-02)

Redactado por Antonio Piñero el Miércoles, 6 de Enero 2010 a las 06:48


Hoy escribe Antonio Piñero


Como prometimos en la nota del día anterior, queremos hoy plantear alguna dificultad a la interpretación general de Pablo ofrecida por este libro breve, pero básico y fundamental (contiene en síntesis las ideas que se desarrollan en otros) que es la “Iniciación a Pablo” de Senén Vidal.


I. La primera reflexión crítica es conocida ya por nuestros lectores: el motivo de la persecución de Pablo al primer “cristianismo” de la comunidad judeocristiana de Damasco y el contenido ideológico de éste, al que puede añadirse –en lo teológico- el judeocristianismo de Antioquía no es en absoluto claro.

Según Senén, este tipo de cristianismo, tan diverso del de la comunidad madre de Jerusalén, generado sólo dos años después de la muerte de Jesús, contenía ya todos los elementos sustanciales que caracterizarán al evangelio paulino posterior. A saber,

• La muerte de Jesús fue conscientemente aceptada por él; fue un sacrificio vicario por toda la humanidad y consiguió la redención de los pecados de toda la humanidad;

• Los judeocristianos de Damasco ya proclamaban que en el momento final, mesiánico, que estaban viviendo, todos los gentiles son llamados por Dios para formar parte del Israel mesiánico = la teología judeocristiana de Damasco es “universalista”.

• Por tanto, para ellos la ley de Moisés, la circuncisión en concreto no tiene ninguna validez salvadora. “La normativa sagrada que regula toda la vida judía había quedado superada” (p. 49). La teología judeocristiana de Damasco tiene ya ese “espíritu de libertad”.


Pablo lo único que hace es “especificar” y concretar este panorama teológico ya bastante completo(pp. 119-120). Así pues, la misión de Pablo es simplemente heredera, no innovadora, del “espíritu de libertad (frente a la Ley) y de universalidad del cristianismo helenista de los primeros tiempos” (p. 73).

Mis dificultades al respecto son en el supuesto de que, a modo de procedimiento, admitimos esta hipótesis.

En este caso el “inventor” de la teología específicamente cristiana no fue Pablo sino la comunidad de Damasco, al alimón con la de Antioquía. Pero ello supone simplemente adelantar la cuestión del “salto teológico”, que a mí me parece evidente, de la insalvable diferencia entre la teología de Jesús y la de sus seguidores judíos de la Diáspora.

S. Vidal no plantea este problema, ni lo resuelve más que con el voluntarismo de suponer, como veremos, que esta teología que rompe cualquier marco teológico judío, procede en el fondo del mismo Jesús. Sin embargo, esta propuesta me parece insostenible, como veremos.

¿Cómo se sustenta todo este entramado con la afirmación paulina, de que su evangelio no procede de “carne y sangre”, no es humano, no procede de tradición, sino de una revelación directa a él, del Padre que le revela cómo hay que entender lo que paso con el Hijo (Gálatas 1). Estas palabras indican novedad.

¿Procede en verdad de Jesús el núcleo del "Evanglio" paulino? Así lo afirma Vidal:


"El origen del evangelio del cristianismo primitivo (que coincide con el pensamiento de Pablo) “hay que remontarlo a la misión misma de Jesús. Concretamente se debe fijar en el último proyecto de Jesús de implantar el reino mesiánico y el consiguiente reinado de Dios, es decir la época añorada de la salvación, cuando ya contaba con su cercana muerte violenta, y así tuvo que introducirla en su proyecto. El testimonio fundamental sobre este proyecto lo tenemos en la tradición evangélica sobre la Última Cena que Jesús celebró con l os suyos en la víspera de su ejecución en la cruz (Mc 14,22-25)” (pp. 112-113, + p. 123).


Las dificultades que veo al respecto son:

- La inmensa mayoría de los estudiosos de Jesús no admite que éste hubiera aceptado plenamente que había “subido” a Jerusalén para morir, y menos aún se admite que Jesús hubiera integrado esta muerte en un “tercer proyecto” vital, naturalmente de designio divino, con plena conciencia previa de su trascendencia salvadora en cuanto sacrifico vicario por la humanidad.

- Jesús no supo explicar este “tercer proyecto” suyo a sus discípulos. ¿Cómo pudo provocar su muerte la desbandada de los discípulos más la seria crisis que produjo en ellos? Según los evangelios, se resistían a creer en la resurrección del Maestro… ¿No estaba integrada ésta en el “tercer proyecto”? ¿Cómo seguían creyendo en la liberación nacional de Israel? Es decir, en un mesianismo de Jesús plenamente tradicional y político (Lucas 24,21: “Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.” y Hch 1,6: “Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»”)?, si es que Jesús les había explicado su "tercer proyecto"...

- Hay una seria discusión sobre que el relato de la Última Cena, con la interpretación de ésta como institución eucarística sea tradicional. Es ésta la opinión común de la Iglesia cristiana, pero tiene serísimas dificultades. Más bien parece que no. Pablo es el primero que transmite esta “tradición” en 1 Corintios 11, 23-26. Pero tal “presunta tradición" no puede probarse por el lenguaje empleado por Pablo en esa carta ni por el resto de la literatura cristiana.

El análisis del lenguaje de Pablo-y luego de la terminología empleada por los evangelistas (lo hemos hecho muy detenidamente en este blog de “Cristianismo e historia”)- apunta más bien a una interpretación de le Cena como sacrificio que instaura una nueva alianza y como institución de la Eucaristía es una revelación de Dios a Pablo, como el resto de su Evangelio. El iniciador de esa presunta “tradición” es Pablo. Tal tradición no la conoce la comunidad de Jerusalén tal como la pintan los Hechos, ni la primera gran descripción de la Eucaristía en la Didaché o “Doctrina de los Doce apóstoles” (del 110 d.C.) ni el Evangelio de Juan.

Por tanto, el principal apoyo de la tesis de Vidal no es seguro, ni mucho menos.

- La continua afirmación de Vidal de que el Evangelio de Pablo recoge “elementos tradicionales anteriores” no es sustentada por pasaje alguno de prueba por parte de Vidal. “Tradicional y anterior” son en muchos casos simples afirmaciones en el libro que comentamos.

Los textos que nos ha legado el judeocristianismo se reducen a los fragmentos de los evangelios apócrifos judeocristianos (Evangelios de los ebionitas, nazarenos, de los hebreos, de los egipcios; la Doctrina de Elcasai; hechos apócrifos como las Pseudoclementinas y algún resto papiráceo más) y a los capítulos sobre la teología de los “helenistas” en los Hechos, caps. 6,7 y 8. Y éste el argumento principal: resulta que todos los textos de esa presunta antigua tradición proceden de las Epístolas genuinas de Pablo. Hay, pues un raciocinio en círculo: son elementos “tradicionales”, más antiguos, pero la base textual se halla sólo y únicamente en las cartas de Pablo.

No deseo alargarme. Pongo un par de ejemplos:

• ¿Con qué fundamento textual sostiene Vidal que “el origen del contraste paulino entre Adán y el mesías esté en la tradición sobre el mesías resucitado como ‘primicia’ de la nueva humanidad mesiánica”? (p. 133).

• ¿Cómo prueba Vidal con textos no paulinos que la teología de la “restauración de Israel”, en la que se enmarca el pensamiento del Jesús del último proyecto y el de Pablo incluía la apertura a todos los gentiles, el universalismo absoluto, del que según el mismo Vidal hace gala ya la comunidad de Damasco y que significa empalmar con el pensamiento “tradicional” de que todos los gentiles están llamados a participar de la “época mesiánica”?

Después de estudiar a fondo los dos capítulos de Ed. Sanders, en Jesús y el judaísmo, Trotta, Madrid, 2004 (caps. 2-3) con análisis de todos los textos básicos de los profetas del exilio y posteriores que apuntalan esta teología de la restauración de Israel (Is 49,5ss; 56,1-8; 60,10-14; 60, 18-24; Miqueas 4; Bar 4-5; Eclo 36 y 48; 2 Mac 1,27s; 2 Mac 2,18; Salmos de Salomón 11 y 17; Testamento de Moisés 10,17…; Testamento XII Patriarcas apunta al universalismo, pero se discute qué es judío y qué cristiano; más la literatura de Qumrán con innúmeros textos…; por ejemplo y en especial 1QM o “Regla de la guerra de los últimos días”)… no se ve el “universalismo tradicional” de la época mesiánica por ninguna parte.

En mi opinión lo que subyace a la argumentación de Vidal es el siguiente esquema mental interpretativo:

Pablo encuentra las ideas básicas de su evangelio ya en las comunidades de Damasco y Antioquía. No inventa teológicamente nada, sino que “especifica” lo que recibe por tradición. Estas comunidades se desgajan en tiempos muy tempranos de la comunidad madre de Jerusalén por diferencias interpretativas, pero han nacido de su seno al fin y al cabo; esta comunidad de Jerusalén empalma con la tradición directa de Jesús, luego por esta cadena de contacto directo o indirecto con Jesús, los “avances teológicos” (universalismo y negación del valor de la Ley; hay una nueva alianza) tanto de Damasco/Antioquía más las “especificaciones” de Pablo empalman directa o indirectamente con la vida de Jesús, en concreto con el “tercer proyecto” de éste que incluye la aceptación plena de su muerte con significado salvífico. Conclusión: no hay salto teológico verdadero entre Jesús y la teología paulina. Todo se basa en una “cristología implícita”, que ya profesó de modo más o menos velado y obscuro Jesús de Nazaret durante su vida, en concreto en su última fase. Se insiste: no hay tal salto teológico entre Jesús y Pablo.

Sinceramente, este planteamiento no me convence en absoluto y no lo considero ni probado ni probable. El análisis objetivo de los textos legados por el primer cristianismo, así como la imagen del Jesús de la historia tantas veces explicada apuntan en otra dirección.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

En el otro blog, de la revista electrónica “Tendencias21”, el tema de días anteriores es:

“”.

Saludos de nuevo.
Miércoles, 6 de Enero 2010
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