Escribe Antonio Piñero
Concluyo hoy la breve reseña del importante libro de Javier Ruiz de la Presa.
Pasado el tema de Pablo como una suerte de vendaval, el libro retorna a Jesús de Nazaret: los milagros de Jesús, donde –entre otras cuestiones– se aborda la pregunta básica de “si se necesitan milagros para acreditar la figura de Jesús”; luego el espinoso tema (para una mentalidad moderna) de “el Diablo y Jesús”, qué significa en realidad “La Última Cena”, la imposibilidad de la fundación de la Iglesia por parte de Jesús, pero a la vez cómo Jesús funda necesariamente un grupo que derivará en esa institución, y “Jesús y la ley de Moisés”.
Y con eso se acerca el libro a su final donde se plantea lo que en verdad iba buscando la presente colección de ensayos, y hacia dónde, de una u otra manera, apuntaba todo: es la clave de bóveda del libro: “En busca de Jesús” (donde se vuelve a tocar el tema de la revelación y su posibilidad). Aquí, en la síntesis final, tengo algunas dificultades con las propuestas del libro a modo de proposiciones en torno a Jesús. Los puntos que creo que deben debatirse más a fondo son las siguientes: ¿Cuánto duró en realidad la vida pública de Jesús? ¿ Fue Jesús a Jerusalén con la clara consciencia de que conocía el designio divino que ordena su muerte? O, con otras palabras, ¿aceptaba Jesús su muerte con el preconocimiento por su parte de un plan divino acerca de su necesidad ineludible? O más bien, ¿fue a Jerusalén a tener un éxito total de su empresa? ¿Abolió Jesús los ritos judíos? ¿No entendían los discípulos a Jesús de modo que no sabían cómo considerarlo realmente, profeta, simple maestro, mesías? ¿Qué se esconde detrás del "Mas yo os digo" de las antítesis del Sermón de la Montaña? ¿Estaba Jesús vinculado a alguna ideología de grupo, por ejemplo, al fariseísmo o era un rabino que “iba absolutamente por libre”? ¿Cómo se entiende su enorme parentesco espiritual con fariseos y que estos intenten salvarle la vida? ¿Desafía Jesús continuamente las normas de conducta y las presiones sociales que marginaban a la mujer? ¿Sigue Jesús caminos inéditos en la interpretación de la Ley?
No es posible, ni muchísimo menos abordar, en este breve ensayo de presentación (que no puede ser crítica, porque el libro trata mil temas y habría que escribir otro volumen para comentarlo en serio) el inmenso conjunto de tantas y tantas reflexiones con las que el lector se encuentra lo largo de este libro. Sí me detendré un poco más en la gran coda final “¿Tiene sentido creer?” ¿”Que significa realmente creer?”.
La respuesta del autor es clara: no se trata de dar el asentimiento a un paquete de dogmas, claramente dudosos, sino que debe responderse dando pleno sentido a lo que significa la “fe” en lengua griega, la del Nuevo Testamento, “tener confianza en algo”. En concreto, y en el ámbito de los que son cristianos por nacimiento, hay que buscar algo intermedio entre el escepticismo total (por ejemplo, respecto al valor histórico de los Evangelios) y la postura “conciliatoria y extremadamente literal (crédula en la literalidad de los Evangelios) de la tradición católica.
Ruiz de la Presa llega a la conclusión de que hay algo en el Nuevo Testamento que genera esa confianza: la creencia en la resurrección de Jesús. Advierte que la resurrección puede ser histórica o no…, pero que lo verdaderamente impresionante es cómo –a pesar de tantas circunstancias adversas, entre otras el fracaso de Jesús o la no creencia general en una resurrección de un ser humano particular– todos los seguidores de Jesús creen firmemente en esa resurrección y están dispuestos a dar su vida por defender la verdad de su creencia. Eso lleva a pensar que detrás se encuentra una tradición que ha de ser verdadera… al menos en el sentido de Heidegger, el cual –aun siendo totalmente agnóstica– creía en la experiencia profunda del ser.
Por tanto, aquello en lo que se puede creer, a propósito del cristianismo y su antecedente básico, Jesús de Nazaret, no es la “verdad fáctica” (el hecho o los hechos), son la “verdad expresiva”: interesa más (y por lo tanto se puede creer/confiar en ello) no tanto la fisionomía del discurso de Jesús, sino los hechos en sí que revelan una verdad acerca del hombre y su relación con la Alteridad, el Otro.
Al final de su libro, y de una manera sorprendentemente pragmática, el autor hace una larga tabla que contiene “todos los pros y los contras” de la fe. Y..¿ qué queda entonces…? Ruiz de la Presa, al modo de Platón (quien cuando no podía expresar de la manera como deseaba una profunda verdad filosófica recurría al mito), se refugia en una expresión poética: “Nada de lo que vale la pena probar puede ser probado ni tampoco refutado; por lo tanto, sé sabio: aférrate a la faceta más optimista de la Duda” (Lord Tennyson, citado al principio y al final del presente libro). Y aterrizando en la práctica: “Lo simple y contundente es la fe apostólica generalizada en la resurrección de Jesús. Es este un nudo dato histórico. Y sobre él se puede construir todo el edificio de la entrega personal, de la fe” (. P. 663). Este hecho es “entrañable”. Y, sostiene Ruiz de la Presa, “deberíamos por razones de peso considerar lo entrañable como una categoría filosófica. Si, una categoría y no simplemente una cualidad”.
Al final, nuestro autor adopta una postura que recuerda, en España, a la proclamada por Javier Gomá, en su libro “Necesario, pero imposible O ¿Qué podemos esperar?, Taurus, Madrid” (véanse las reseñas en el Blog, publicadas por mí y por F. Bermejo (20-4-2013 y 17-6 al 15-7 del 2015): es suficiente la fe universal en la resurrección de Jesús por parte de la Iglesia primitiva para fundamentar la fe “cristiana” (pero que yo diría una fe exclusivamente personal, intransmitible, un tanto nebulosa). Para reforzar esta conclusión Ruiz de la Presa toma prestadas de Empédocles las palabras de unos versos casi perdidos, pero recogidos en los fragmentos de los filósofos presocráticos de Juan David García Bacca:
“Mas a los perversos tienta
Sobremanera desconfiar de razones poderosas;
Tú, por el contrario, reconócelas como fieles razones que la Musa manda
Dividiendo bien el Logos, distribuyéndolo por tus entrañas”…
Esas razones poderosas son conceptos e “ideas de gran densidad existencial”, que en verdad es una sabiduría milenaria que está lo mismo en los Evangelios como en Empédocles, Lao Tsé, Heráclito, Pitágoras y Buda” (p. 666).
Como puede observar el lector, estamos ante un libro que plantea problemas fundamentales y que intenta resolverlos por medio de una crítica y análisis de los textos, sobre todo del Antiguo y del Nuevo Testamento. Considera que hay diversas lecturas de esos textos, peo que en conjunto llevan a un puerto esperanzador, puesto que hubo experiencias reales que inspiraron “el conjunto”. Y eso es lo que importa. A mí, ese libro me ha hecho pensar mucho y he pasado buenos ratos con él.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com