Escribe Antonio Piñero
Me aparto de nuevo del estricto mundo del siglo I en el que suelo moverme para hacer una breve reseña, o mejor, breve y simple noticia, de un libro que, confieso impunemente, me ha encantado: una palabra por título, “Herejes” y 140 páginas, tan solo, de deliciosa lectura. Empecé y no paré hasta el final. La editorial es Trotta, para mí muy admirada y a la que debo mucho, Madrid, 2020. ISBN 978-84-9879-972-9.
El autor ha escogido la vida de 22 herejes –hay muchísimos y la elección sería siempre entre un material inagotable– porque la vida de tales personajes le parece fascinante al autor y porque sus ideas, no siempre a la moda de hoy, son igualmente interesantes. Dice el Antonio Pau en su prólogo que “los herejes, los disidentes del pensamiento común, obligan a poner en duda las ideas generalmente admitidas, que sobreviven en muchos caso por inercia” (p. 11). Así es, cuando se instala la inercia, no hay más que repetición mera, y la humanidad no avanza un paso en su enriquecimiento intelectual, o artístico, o científico, etc. ¡Cuán diferente es esta perspectiva de la expresada por el pensamiento teológico medieval! Escribió Tomás de Aquino: “Los herejes son malhechores: La Iglesia puede entregarlos justamente a los príncipes seglares para su ejecución” (“Suma Teológica”, Secunda Secundae, cuestión 11, a. 3).
El autor cita (sin precisar de dónde) una frase de Pablo, “Conviene que haya herejes”, refiriéndose más que probablemente a 1 Corintios 11,19: “Es preciso que hay entre vosotros disensiones para que los probados (es decir, los de probada virtud) queden de manifiesto entre vosotros”. Ciertamente Pablo cree que los herejes impulsan la rectitud en el proceder de la comunidad. Para el autor del libro que comento el sentido es un poco diferente, pero también interesante: “Es bueno que haya rebeldes, que hay contradictores, que haya disconformes, que hay discrepantes, porque hacen mejores a la sociedad entera”.
Me resulta difícil elegir entre los personajes reseñados, pero creo que me quedaría probablemente con Pelagio, del que escribí también en “Cristianismos derrotados”. No era un teólogo profesional ni un clérigo, sino un laico muy bien formado en teología, derecho e historia de la Iglesia. A Pelagio no le gustaban, o mejor, le parecían sin fundamento algunas de las ideas usuales. Una de las pasiones favoritas del luego declarado hereje era discutir sobre tales ideas, cosa que hacía muy bien, con lo que conseguía el respeto de sus adversarios, ya que sus maneras y porte eran muy educados y siempre polemizaba con gran consideración por el adversario.
Comenta Pau que –entre otras ideas– Pelagio, “alegre y vitalista no podía concebir que el ser humano naciera lastrado con la limitación del pecado original. No. El pecado original lo cometió Adán y ya recibió su castigo. Con el abrazo amoroso de la procreación cada pareja no puede transmitir pecado alguno. ¿Cómo puede un niño que viene al mundo hoy tener a los ojos del Todopoderoso la carga de una falta que no ha cometido?” (p. 34). O bien ¿cómo un niño no bautizado va a ir al infierno por siempre jamás? Pelagio responde que cada infante nace libre y será solo responsable de su propia conducta. Dios le concedió el libre albedrío, y puede vivir sin pecado alguno, si se lo propone con fuerte voluntad y decisión.
Consecuentemente, el bautismo vale para perdonar los pecados individuales cometidos con voluntad consciente, no para borrar una pretendida culpa congénita. En los niños, la práctica del bautismo puede ser encomiable, pero no porque borre el pecado heredado de Adán, sino porque le hace miembro de la Iglesia y le otorga –con las aguas del sacramento– una mayor potencialidad para vivir una vida en santidad y perfección.
Creo que todo hombre razonable subscribiría hoy lo que Pau escribe que sostenía Pelagio. Este creía en el ser humano y en la fuerza de su voluntad: “El hombre es siempre capaz de pecar o no pecar, por lo que creemos firmemente en el libre albedrío. Este consiste en la posibilidad de cometer pecado o de abstenerse de él”.
Pelagio ponía ante la vista de los teólogos la contradicción en la que incurrían al defender que solo la gracia divina permite hacer buenas obras. ¿Qué le queda entonces al hombre por hacer por sí mismo, por sus propios méritos? El hombre no tendría libertad para hacer el bien o el mal; solo podría hacer el bien, si recibe el impulso exterior de a gracia. La respuesta de los teólogos era sutil: Por sí solo el hombre no puede más que evitar el mal; con la ayuda de la gracia puede hacer el bien” (pp. 34-35).
Para muestra basta un botón. Lo que hemos transcrito del capítulo de “Herejes” sobre Pelagio sirve para darnos una muy buena idea de los puntos interesantes que sobre otros “disidentes y disconformes” sobre los que escribe nuestro autor. Sería injusto si destaco en demasía unos capítulos sobre otros; todos son interesantes y jugosos. Pero es lógico que cada lector termine el libro con sus preferencias. Para mí los capítulos sobre el Maestro Eckart, inspirador de Reiner Maria Rilke, Jacob Böhme, Pedro Valdo o María Jesús de Ágreda me han agradado especialmente.
Otra cosa que deseo señalar: el libro “Herejes” tiene notables citas de poesía alemana (por ejemplo, de Eckart); las traducciones de Antonio Pau me han parecido exactas y precisas, admirables…, y puedo juzgar porque creo que conozco bien, al menos, la teoría de la traducción; no me extraña que la Academia de Ciencias de Gotinga le diera una medalla por sus estudios y traducciones de literatura alemana.
Algo que no sabía del autor es la cantidad de libros publicados a lo largo de su vida, más de cincuenta, sobre todo biografías de escritores como el mencionado Rilke, Novalis y Hölderlin. También es interesante, creo, que su obra “Manual de Escapología. Teoría y práctica de la huida del mundo” vaya ya por la tercera edición en la misma editorial.
En síntesis: he pasado un buen rato, ameno, apacible y de disfrute leyendo “Herejes”. Es posible que el tono elegido para contar estas breves biografías, poco académico, poco doctoral, más liso y sencillo, perfectamente entendible, sea el estilo que puede triunfar hoy día. Hay muchos que desean saber, pero sin emplear demasiado tiempo y esfuerzo en abstrusas lecturas.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Copio aquí varios enlaces a entrevistas que me han hecho publicadas en You Tube /FBook o por radio
1. https://www.facebook.com/100004098498864/videos/2214994005313861/ , con Miguel Delgado de Costa Rica
2. https://www.youtube.com/watch?v=xARGVm6nrOk
Con Gabriel Erdmann de Buenos Aires
Me aparto de nuevo del estricto mundo del siglo I en el que suelo moverme para hacer una breve reseña, o mejor, breve y simple noticia, de un libro que, confieso impunemente, me ha encantado: una palabra por título, “Herejes” y 140 páginas, tan solo, de deliciosa lectura. Empecé y no paré hasta el final. La editorial es Trotta, para mí muy admirada y a la que debo mucho, Madrid, 2020. ISBN 978-84-9879-972-9.
El autor ha escogido la vida de 22 herejes –hay muchísimos y la elección sería siempre entre un material inagotable– porque la vida de tales personajes le parece fascinante al autor y porque sus ideas, no siempre a la moda de hoy, son igualmente interesantes. Dice el Antonio Pau en su prólogo que “los herejes, los disidentes del pensamiento común, obligan a poner en duda las ideas generalmente admitidas, que sobreviven en muchos caso por inercia” (p. 11). Así es, cuando se instala la inercia, no hay más que repetición mera, y la humanidad no avanza un paso en su enriquecimiento intelectual, o artístico, o científico, etc. ¡Cuán diferente es esta perspectiva de la expresada por el pensamiento teológico medieval! Escribió Tomás de Aquino: “Los herejes son malhechores: La Iglesia puede entregarlos justamente a los príncipes seglares para su ejecución” (“Suma Teológica”, Secunda Secundae, cuestión 11, a. 3).
El autor cita (sin precisar de dónde) una frase de Pablo, “Conviene que haya herejes”, refiriéndose más que probablemente a 1 Corintios 11,19: “Es preciso que hay entre vosotros disensiones para que los probados (es decir, los de probada virtud) queden de manifiesto entre vosotros”. Ciertamente Pablo cree que los herejes impulsan la rectitud en el proceder de la comunidad. Para el autor del libro que comento el sentido es un poco diferente, pero también interesante: “Es bueno que haya rebeldes, que hay contradictores, que haya disconformes, que hay discrepantes, porque hacen mejores a la sociedad entera”.
Me resulta difícil elegir entre los personajes reseñados, pero creo que me quedaría probablemente con Pelagio, del que escribí también en “Cristianismos derrotados”. No era un teólogo profesional ni un clérigo, sino un laico muy bien formado en teología, derecho e historia de la Iglesia. A Pelagio no le gustaban, o mejor, le parecían sin fundamento algunas de las ideas usuales. Una de las pasiones favoritas del luego declarado hereje era discutir sobre tales ideas, cosa que hacía muy bien, con lo que conseguía el respeto de sus adversarios, ya que sus maneras y porte eran muy educados y siempre polemizaba con gran consideración por el adversario.
Comenta Pau que –entre otras ideas– Pelagio, “alegre y vitalista no podía concebir que el ser humano naciera lastrado con la limitación del pecado original. No. El pecado original lo cometió Adán y ya recibió su castigo. Con el abrazo amoroso de la procreación cada pareja no puede transmitir pecado alguno. ¿Cómo puede un niño que viene al mundo hoy tener a los ojos del Todopoderoso la carga de una falta que no ha cometido?” (p. 34). O bien ¿cómo un niño no bautizado va a ir al infierno por siempre jamás? Pelagio responde que cada infante nace libre y será solo responsable de su propia conducta. Dios le concedió el libre albedrío, y puede vivir sin pecado alguno, si se lo propone con fuerte voluntad y decisión.
Consecuentemente, el bautismo vale para perdonar los pecados individuales cometidos con voluntad consciente, no para borrar una pretendida culpa congénita. En los niños, la práctica del bautismo puede ser encomiable, pero no porque borre el pecado heredado de Adán, sino porque le hace miembro de la Iglesia y le otorga –con las aguas del sacramento– una mayor potencialidad para vivir una vida en santidad y perfección.
Creo que todo hombre razonable subscribiría hoy lo que Pau escribe que sostenía Pelagio. Este creía en el ser humano y en la fuerza de su voluntad: “El hombre es siempre capaz de pecar o no pecar, por lo que creemos firmemente en el libre albedrío. Este consiste en la posibilidad de cometer pecado o de abstenerse de él”.
Pelagio ponía ante la vista de los teólogos la contradicción en la que incurrían al defender que solo la gracia divina permite hacer buenas obras. ¿Qué le queda entonces al hombre por hacer por sí mismo, por sus propios méritos? El hombre no tendría libertad para hacer el bien o el mal; solo podría hacer el bien, si recibe el impulso exterior de a gracia. La respuesta de los teólogos era sutil: Por sí solo el hombre no puede más que evitar el mal; con la ayuda de la gracia puede hacer el bien” (pp. 34-35).
Para muestra basta un botón. Lo que hemos transcrito del capítulo de “Herejes” sobre Pelagio sirve para darnos una muy buena idea de los puntos interesantes que sobre otros “disidentes y disconformes” sobre los que escribe nuestro autor. Sería injusto si destaco en demasía unos capítulos sobre otros; todos son interesantes y jugosos. Pero es lógico que cada lector termine el libro con sus preferencias. Para mí los capítulos sobre el Maestro Eckart, inspirador de Reiner Maria Rilke, Jacob Böhme, Pedro Valdo o María Jesús de Ágreda me han agradado especialmente.
Otra cosa que deseo señalar: el libro “Herejes” tiene notables citas de poesía alemana (por ejemplo, de Eckart); las traducciones de Antonio Pau me han parecido exactas y precisas, admirables…, y puedo juzgar porque creo que conozco bien, al menos, la teoría de la traducción; no me extraña que la Academia de Ciencias de Gotinga le diera una medalla por sus estudios y traducciones de literatura alemana.
Algo que no sabía del autor es la cantidad de libros publicados a lo largo de su vida, más de cincuenta, sobre todo biografías de escritores como el mencionado Rilke, Novalis y Hölderlin. También es interesante, creo, que su obra “Manual de Escapología. Teoría y práctica de la huida del mundo” vaya ya por la tercera edición en la misma editorial.
En síntesis: he pasado un buen rato, ameno, apacible y de disfrute leyendo “Herejes”. Es posible que el tono elegido para contar estas breves biografías, poco académico, poco doctoral, más liso y sencillo, perfectamente entendible, sea el estilo que puede triunfar hoy día. Hay muchos que desean saber, pero sin emplear demasiado tiempo y esfuerzo en abstrusas lecturas.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Copio aquí varios enlaces a entrevistas que me han hecho publicadas en You Tube /FBook o por radio
1. https://www.facebook.com/100004098498864/videos/2214994005313861/ , con Miguel Delgado de Costa Rica
2. https://www.youtube.com/watch?v=xARGVm6nrOk
Con Gabriel Erdmann de Buenos Aires