Notas

Hechos Apócrifos de los Apóstoles

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 29 de Enero 2009 a las 06:58

Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Hechos apócrifos y cultura cristiana

Hemos demostrado en otras páginas que la literatura apócrifa ha influido en nuestra cultura y está presente en nuestras tradiciones y recuerdos. Sin los datos de las obras apócrifas quedaría manca la razón de numerosas creencias que forman parte integrante de la fe cristiana. Los Hechos apócrifos de los apóstoles surgen en una época de la historia de la Iglesia, excepcionalmente importante en la formación del pensamiento cristiano. A través de sus páginas percibimos las ilusiones, las obsesiones, las preocupaciones que se movían entre la esperanza y el temor. Se iba decantando un cristianismo de perfiles muy definidos bajo la protección de una autoridad doctrinal.

Pero la realidad era que a su lado proliferaban otros cristianismos no oficiales, que luchaban bajo sospechas de tergiversación y engaño. Según los maestros oficiales, esos cristianismos habían equivocado el camino adecuado para llegar a la verdad y la consiguiente salvación. Forman el elenco numeroso de “Cristianismos derrotados” de acuerdo con la denominación de Antonio Piñero. El optimismo de la economía cristiana chocaba con actitudes que ponían en los corazones sencillos una raíz de desconfianza. Mucho más cuando la enseñanza oficial sembraba la idea de que las otras formas de cristianismo quedaban etiquetadas bajo el epígrafe de herejías. El término griego de háiresis significaba solamente secta, grupo separado. Pero acabó por significar doctrina errónea.

Hemos visto que el calificativo de “apócrifos” fue cargándose de connotaciones negativas. Porque en las obras calificadas de apócrifas pesaban más los aspectos negativos que los positivos. “No” pertenecen a la lista de libros sagrados, “no” están inspirados por el Espíritu Santo. En consecuencia, "no" eran recomendables para el uso ordinario. En múltiples ocasiones los santos Padres y hasta concilios ecuménicos y listas oficiales los tachaban de condenables y rechazables. El concilio II de Nicea, VII de los ecuménicos, condenó los Hechos apócrifos de Juan en el contexto del debate de los iconoclastas. Todo porque en los HchJn se contaba la historia de un retrato de Juan, cuya veneración había sido censurada por el mismo Apóstol (HchJn 26-29). Los Padres conciliares interpretaron que su gesto iba contra la veneración de las imágenes en línea con los iconoclastas.

Pero el concilio citó y condenó otros fragmentos de estos Hechos (c. 94-102), añadidos por manos extrañas y claramente de mentalidad gnóstica. El carácter de apócrifos no quitaba de suyo nada a sus eventuales valores literarios, estéticos y doctrinales. Los HchAp tienen páginas realmente hermosas. Himnos, como el de la Danza en los HchJn (c. 94-95) o el de la Perla (HcchTom 108-113), considerado este último como “uno de los documentos más hermosos de la gnosis” (Bornkamm en Hennecke-Schneemelcher), son textos literariamente excelsos.

Y ya hablamos otro día del influjo real de los evangelios apócrifos en la formulación de dogmas tan importantes como los de la Asunción, la Virginidad perpetua de María y hasta de la misma divinidad de Cristo. De todas maneras los mismos herejes reconocieron en los HchAp un escaparate importante para la transmisión de sus doctrinas. Ello quiere decir que consideraban estas obras como una palanca eficaz de propaganda. Es decir, que a pesar de sus etiquetas negativas, eran obras de lectura apreciadas por el público cristiano y vehículo de tradiciones y enseñanzas. En otra ocasión hemos podido ver cómo algunos recuerdos de personajes y sucesos cristianos han quedado en la tradición oficial gracias a los libros apócrifos.

El siglo II, en el que nacen los más importantes de los HchAp primitivos, fue el siglo de oro del gnosticismo y de un cierto choque generalizado de la doctrina cristiana en período constituyente con los presupuestos paganos. Fue también el siglo de los Apologistas, de un Justino, un Atenágoras, Taciano o Teófilo, que afilaban su dialéctica para responder a las objeciones de la filosofía griega. Era también el siglo en el que se dejaba sentir con fuerza la tendencia retorizante de la Segunda Sofística.

El movimiento cristiano con todas sus variantes, el pensamiento hebreo y la cultura griega forman un conjunto, cuyas líneas son claramente perceptibles en el texto de los HchAp. Y como tendremos ocasión de comprobar, la Biblia está en ellos presente de diversas formas. Un dato que ya adelantamos es que las únicas citas textuales recogidas en los HchAp son de la Sagrada Escritura de ambos testamentos. Todo en los moldes de la versión griega de los LXX, producto de un trabajo que ha merecido los honores del mito y de la leyenda.

El cristianismo se extendió básicamente por el mundo de habla griega. Y el griego acabó siendo la lengua vehicular de su teología. En la Biblia encontraron los cristianos helenistas una nueva forma de pensar expresada en su idioma. Y como en un principio no se tenía la evidencia de que el nuevo pensamiento religioso representara una ruptura frente a la postura religiosa de los hebreos, la versión griega de los LXX, común a los judíos de la diáspora y a los nuevos cristianos, les brindaba un estilo que pronto se convirtió en sagrado. Porque los autores del Nuevo Testamento imitan las formas literarias de la versión griega, en las que también se inspiraron los predicadores de los hechos cristianos. Ellas son en definitiva los moldes que dan forma a las novedades doctrinales del nuevo Israel. De ahí que su estilo sacralizante aparezca sensiblemente en los escritos canónicos del NT y en los que, como los HchAp, se derivan de ellos.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro



Jueves, 29 de Enero 2009
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