Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Vuelo y caída de Simón Mago
El debate llegaba a su clímax en presencia del emperador Nerón. Simón prometió que al día siguiente subiría al cielo para hacer felices a los que creían en él y descargar su ira sobre Pedro y Pablo. Los dos apóstoles replicaron a una voz que ellos iban camino de su gloria, llamados por el Señor, mientras que Simón iba a toda prisa hacia su castigo, llamado por el diablo (c 70). Simón pidió al emperador que hiciera construir una torre alta sobre vigas fuertes para que cuando subiera a ella lo recogieran sus ángeles para transportarlo al cielo. Pedro y Pablo trazaron su estrategia. Pablo se puso en oración; Pedro retó a Simón a dar fin a su intento, porque ya estaba viendo a Cristo que llamaba a los suyos a la gloria (c. 73). Nerón no sabía a quién creer, porque los dos apóstoles de Jesús también hablaban de subir al cielo. Simón le prometió que cuando él subiera, haría subir también al cielo al mismo emperador. "Pues hazlo enseguida", fue la reacción de Nerón, que quería ver si el Mago cumplía su palabra.
Simón, coronado de laurel, subió a la torre y comenzó a volar. Nerón interpeló a Pedro y a Pablo haciéndoles ver que ellos eran unos mentirosos, mientras que Simón decía la verdad. Pedro insistió en que todavía no había terminado el lance. Pablo, por su parte, urgió a Pedro diciendo: "Haz ya lo que vas a hacer". Y en efecto, lo hizo. Conjuró a los ángeles de Satanás, que transportaban a Simón para que desistieran en su empeño y lo soltaran (c. 77). Así lo hicieron, soltaron a Simón que vino a caer sobre la Vía Sacra y se partió en cuatro trozos. Ése fue el final del enemigo de Pedro y de la iglesia naciente según el texto de este apócrifo. Los detalles fundamentales son comunes a otros documentos, como los primitivos Hechos Apócrifos de Pedro.
Martirio de los apóstoles Pedro y Pablo
Según el desarrollo del debate a lo largo del apócrifo, la muerte de Simón Mago había representado no sólo su derrota dialéctica, sino la de Nerón. El emperador, que había llegado a creer en la divinidad del Mago, mandó custodiar el cuerpo del caído durante tres días, pues estaba convencido de que resucitaría. Al ver que no se cumplían las promesas de Simón, ordenó encarcelar a los dos apóstoles a los que consideraba responsables de “un hecho tan terrible” (c. 78,1). Trató con el prefecto Agripa el tema del castigo que merecían. Agripa estimaba que Pablo era inocente y sin religión, por lo que debía morir decapitado. Pedro, como reo de homicidio, tenía que ser crucificado. Nerón consideró acertado el criterio de su prefecto.
Se llevaron a los condenados de la presencia de Nerón. A Pablo lo condujeron encadenado para decapitarlo a tres millas de distancia. El dato concreto coincide con el lugar de las Tres Fuentes, señalado por la tradición como lugar del martirio del Apóstol de las Gentes. Durante el camino, sucedió el encuentro de la comitiva del condenado con una mujer piadosa, de nombre Perpetua, que era tuerta. Al ver a Pablo, se compadeció de él y se puso a llorar a gritos. Pablo le pidió el pañuelo que llevaba a la cabeza con el propósito de devolvérselo. Los soldados tomaron a risa el gesto, pero la mujer les rogó que le ataran con el pañuelo la cabeza cuando lo decapitaran. El apócrifo refiere que así lo hicieron en el lugar denominado “Aguas Salvias”. El pañuelo, que tenía algunas gotas de sangre, llegó a las manos de la mujer, y en cuanto se lo puso sobre la cabeza, recuperó el ojo que tenía perdido (c. 80,3).
Después del relato de la muerte y sepultura de Pedro, refiere el apócrifo el encuentro de los soldados que habían decapitado a Pablo con Perpetua. Le comentaron que por un exceso de confianza había perdido su pañuelo. Pero ella les contó lo sucedido y cómo había recuperado el ojo, por lo que se había convertido en la esclava del Señor Dios de Pablo. Los soldados quedaron estupefactos con el milagro y gritaron a una: “Nosotros también somos siervos del dueño de Pablo" (c. 84,2). Decían incluso: "Hemos creído en el Cristo que Pablo predicó, y ahora somos cristianos" (c. 84,3). Nerón ordenó que Perpetua fuera encarcelada y finalmente arrojada por un precipicio. Una amiga suya, de nombre Potenciana, hermana de la mujer de Nerón, fue catequizada por Perpetua y se convirtió a la fe de Pablo. Después de padecer variados tormentos, fue condenada a la hoguera.
El apócrifo termina refiriendo el castigo de Nerón, que cayó en desgracia de su ejército y del pueblo romano. Abandonado de todos, anduvo errante por selvas y bosques, muerto de hambre y de frío. Cuentan algunos que fue devorado por los lobos. Como sucede en otros Hechos Apócrifos, se cuenta de la sepultura de los apóstoles protagonistas y de las fechas de sus fiestas. Del sepulcro de Pablo, se cuenta que se encontraba en la Vía Ostiense, a dos millas de las puertas de la ciudad de Roma.
Presunta tumba del emperador Nerón
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Vuelo y caída de Simón Mago
El debate llegaba a su clímax en presencia del emperador Nerón. Simón prometió que al día siguiente subiría al cielo para hacer felices a los que creían en él y descargar su ira sobre Pedro y Pablo. Los dos apóstoles replicaron a una voz que ellos iban camino de su gloria, llamados por el Señor, mientras que Simón iba a toda prisa hacia su castigo, llamado por el diablo (c 70). Simón pidió al emperador que hiciera construir una torre alta sobre vigas fuertes para que cuando subiera a ella lo recogieran sus ángeles para transportarlo al cielo. Pedro y Pablo trazaron su estrategia. Pablo se puso en oración; Pedro retó a Simón a dar fin a su intento, porque ya estaba viendo a Cristo que llamaba a los suyos a la gloria (c. 73). Nerón no sabía a quién creer, porque los dos apóstoles de Jesús también hablaban de subir al cielo. Simón le prometió que cuando él subiera, haría subir también al cielo al mismo emperador. "Pues hazlo enseguida", fue la reacción de Nerón, que quería ver si el Mago cumplía su palabra.
Simón, coronado de laurel, subió a la torre y comenzó a volar. Nerón interpeló a Pedro y a Pablo haciéndoles ver que ellos eran unos mentirosos, mientras que Simón decía la verdad. Pedro insistió en que todavía no había terminado el lance. Pablo, por su parte, urgió a Pedro diciendo: "Haz ya lo que vas a hacer". Y en efecto, lo hizo. Conjuró a los ángeles de Satanás, que transportaban a Simón para que desistieran en su empeño y lo soltaran (c. 77). Así lo hicieron, soltaron a Simón que vino a caer sobre la Vía Sacra y se partió en cuatro trozos. Ése fue el final del enemigo de Pedro y de la iglesia naciente según el texto de este apócrifo. Los detalles fundamentales son comunes a otros documentos, como los primitivos Hechos Apócrifos de Pedro.
Martirio de los apóstoles Pedro y Pablo
Según el desarrollo del debate a lo largo del apócrifo, la muerte de Simón Mago había representado no sólo su derrota dialéctica, sino la de Nerón. El emperador, que había llegado a creer en la divinidad del Mago, mandó custodiar el cuerpo del caído durante tres días, pues estaba convencido de que resucitaría. Al ver que no se cumplían las promesas de Simón, ordenó encarcelar a los dos apóstoles a los que consideraba responsables de “un hecho tan terrible” (c. 78,1). Trató con el prefecto Agripa el tema del castigo que merecían. Agripa estimaba que Pablo era inocente y sin religión, por lo que debía morir decapitado. Pedro, como reo de homicidio, tenía que ser crucificado. Nerón consideró acertado el criterio de su prefecto.
Se llevaron a los condenados de la presencia de Nerón. A Pablo lo condujeron encadenado para decapitarlo a tres millas de distancia. El dato concreto coincide con el lugar de las Tres Fuentes, señalado por la tradición como lugar del martirio del Apóstol de las Gentes. Durante el camino, sucedió el encuentro de la comitiva del condenado con una mujer piadosa, de nombre Perpetua, que era tuerta. Al ver a Pablo, se compadeció de él y se puso a llorar a gritos. Pablo le pidió el pañuelo que llevaba a la cabeza con el propósito de devolvérselo. Los soldados tomaron a risa el gesto, pero la mujer les rogó que le ataran con el pañuelo la cabeza cuando lo decapitaran. El apócrifo refiere que así lo hicieron en el lugar denominado “Aguas Salvias”. El pañuelo, que tenía algunas gotas de sangre, llegó a las manos de la mujer, y en cuanto se lo puso sobre la cabeza, recuperó el ojo que tenía perdido (c. 80,3).
Después del relato de la muerte y sepultura de Pedro, refiere el apócrifo el encuentro de los soldados que habían decapitado a Pablo con Perpetua. Le comentaron que por un exceso de confianza había perdido su pañuelo. Pero ella les contó lo sucedido y cómo había recuperado el ojo, por lo que se había convertido en la esclava del Señor Dios de Pablo. Los soldados quedaron estupefactos con el milagro y gritaron a una: “Nosotros también somos siervos del dueño de Pablo" (c. 84,2). Decían incluso: "Hemos creído en el Cristo que Pablo predicó, y ahora somos cristianos" (c. 84,3). Nerón ordenó que Perpetua fuera encarcelada y finalmente arrojada por un precipicio. Una amiga suya, de nombre Potenciana, hermana de la mujer de Nerón, fue catequizada por Perpetua y se convirtió a la fe de Pablo. Después de padecer variados tormentos, fue condenada a la hoguera.
El apócrifo termina refiriendo el castigo de Nerón, que cayó en desgracia de su ejército y del pueblo romano. Abandonado de todos, anduvo errante por selvas y bosques, muerto de hambre y de frío. Cuentan algunos que fue devorado por los lobos. Como sucede en otros Hechos Apócrifos, se cuenta de la sepultura de los apóstoles protagonistas y de las fechas de sus fiestas. Del sepulcro de Pablo, se cuenta que se encontraba en la Vía Ostiense, a dos millas de las puertas de la ciudad de Roma.
Presunta tumba del emperador Nerón
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro