Escribe Antonio Piñero
Foto: Osiris, dios egipcio (foto de “Historiando.org”)
El título de esta postal está tomado del título del capítulo 2 del libro de R. Carrier “Jesus from Outer Space” (“Jesús desde el espacio anterior”) aunque no sea una traducción meramente literal del título en inglés: “There is a good chance Jesus never existed”.
En este capítulo Carrier desmenuza la historia de Osiris tal como la expone Plutarco en “De Isis y de Osiris”, un tratado de sus “Moralia” (obras sobre la vida moral y ética). Primero resume Carrier el mito de Osiris, luego describe como eran –en el ámbito del Mediterráneo oriental– las nociones en torno a los cultos cuya idea central es la de un Dios que muere y resucita; enumera sus características y luego las compara con la noción central del cristianismo en torno a Jesús como hijo de Dios, que desciende del cielo, habita en la tierra, muere, resucita, asciende al cielo. Y cómo el cristiano puede obtener la salvación imitando la peripecia de este dios que muere y resucita.
No lo explica nada mal, ciertamente. En castellano tienen los lectores el capítulo del Prof. Jaime Alvar “Pablo los misterios y la salvación” en el libro comunal “Biblia y Helenismo”, del 2006, reeditado con éxito por la editorial Herder de Barcelona hace algo más de dos años, pp. 331-358.
Pero comparar la reinterpretación de la muerte y resurrección de Jesús por parte de Pablo y sus seguidores es súper conocida desde el siglo XIX gracias sobre todo desde el famoso libro de Richard August Reitzenstein Das Iranische Erlösungsmysterium: Religionsgeschichtliche Untersuchungen (“El misterio de la salvación según (la religión) irania. Investigaciones sobre la Historia de las religiones”).
Así que esto es más o menos “descubrir el Mediterráneo”.
Como conclusión de esta parte descriptiva de su capítulo 2 afirma Carrier que es posible describir el cristianismo “antes de que este existiese” combinando el sustrato judío del cristianismo con el conjunto común de concepciones de otras religiones de salvación de la época. Y eso no es pura coincidencia".
Mi respuesta es: Acabo de escribir que es cierto en gran parte. Siempre he defendido que el cristianismo como tal “nace” con la interpretación paulina de la muerte y resurrección de Jesús hecha por Pablo. Pero eso se refiere a la tal reinterpretación. Y es un error de lógica deducir de ello que –como el Jesús cristiano se parece a los dioses que mueren y resucitan– Jesús no existió nunca. Es así que los dioses paganos, Osiris por ejemplo (del que habla Carrier) no existió nunca…, hay muchas posibilidades de que Jesús no existiera nunca.
Sinceramente solo veo la lógica de la posibilidad, pero la posibilidad no es una realidad. El grupo cristiano helenístico, al designar ya como salvador a Jesús (y en esto ese grupo es un precedente de Pablo), unía en la persona de éste una de las características del Dios veterotestamentario con la designación de ciertos dioses de las religiones de misterios e incluso de los monarcas que habían recibido ese título, y honores divinos, por su función salvadora de los peligros.
Con ello pretendía proclamar ante los paganos que la verdadera salvación no habría de buscarse ya en esas divinidades mistéricas o en el amparo de señores terrenales, sino en el Hijo de Dios. La insistencia en esta titulación, fácilmente comprensible por las masas del Imperio, explica suficientemente que muy pronto casi desapareciese de la tradición el misterioso título de "Hijo del Hombre", ininteligible para los que procedían del paganismo.
No lo dudo. Pero estamos hablando de la teología cristiana evolucionada tras el pensamiento de Pablo. He escrito en la obra comunal “Orígenes del cristianismo” (también reeditado por Herder, p. 403):
La aceptación de la influencia en el cristianismo de la "religiosidad pagana contemporánea y particularmente de los cultos mistéricos, [...] de todas estas modalidades de la soteriología individualista que habían confluido en la figura-tipo del personaje divino que muere, vuelve a la vida y hace partícipes a sus devotos de su victoria sobre la muerte" (así José Montserrat) nos conduce directamente al origen histórico de una concepción nuclearmente cristiana: en último término ésta nace aplicando a Jesús concepciones que provienen no solo del mundo judío, sino de la religiosidad pagana”.
Repito que lo dicho no se refiere a Jesús de Nazaret, sino a la reinterpretación y “repensación” de si figura por parte de Pablo de Tarso en primer lugar. El Prof. Jaime Alvar citado arriba escribe en ese capítulo de “Biblia y Helenismo”:
“Resulta, en mi opinión, un error sostener que la salvación paulina y la mistérica es esencialmente distinta porque no la establecen exactamente con los mismos parámetros. Cuando se insiste en el hecho diferencial cristiano atendiendo al fenómeno de la redención, se está forzando la situación de modo innecesario para dramatizar las diferencias. No hay que olvidar que en todo este asunto lo primordial, no es la forma mediante la que se accede a ella, sino la existencia de una vida eterna garantizada individualmente. Y precisamente en esto hay coincidencia entre los misterios y el cristianismo.
Y luego sostiene:
Se puede “aceptar que Loisy (en su obra Les mystères païens et le mystère chrétien, París 1930) se excedió al considerar la salvación ultramundana en el cristianismo como préstamo mistérico. Sin embargo, es preciso reconocer que las réplicas de los autores confesionales no han sido mucho más acertadas (por ejemplo, se ha banalizado la complejidad religiosa indiscutible de los misterios paganos). La salvación personal… está confirmada en el libro XI de las Metamorfosis de Apuleyo, donde se puede constatar la esperanza en una vida ultramundana muy próxima a la que postula el cristianismo. Y que la intervención divina es imprescindible para la salvación individual no sólo se deduce del hecho de que es la divinidad la que señala quién ha de ser iniciado, sino que está explícito en el famoso texto del mitreo de Sta. Prisca en Roma, reiteradamente mencionado: «et nos servasti [eternali] sanguine fuso: “Nos salvaste derramando sangre [eterna]»”
Todo esto lo han admitido los historiadores independientes desde hace mucho tiempo. Pero no es de recibo el que a partir de las cartas auténticas de Pablo y otras del Nuevo Testamento deduzca Carrier que como no hablan del Jesús terreno, sino solo del salvador celestial, hay muchas posibilidades de que Jesús de Nazaret nunca haya existido.
Se trata solo de la reinterpretación de Jesús de Nazaret por parte de los judeocristianos helenistas con Pablo a la cabeza, pero no la idea que tenían los primeros seguidores de Jesús en el grupo primitivo de Jerusalén.
Como otras veces, Carrier –opino– va bastante más allá de lo que dicen los textos. Lo veremos el próximo día.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Foto: Osiris, dios egipcio (foto de “Historiando.org”)
El título de esta postal está tomado del título del capítulo 2 del libro de R. Carrier “Jesus from Outer Space” (“Jesús desde el espacio anterior”) aunque no sea una traducción meramente literal del título en inglés: “There is a good chance Jesus never existed”.
En este capítulo Carrier desmenuza la historia de Osiris tal como la expone Plutarco en “De Isis y de Osiris”, un tratado de sus “Moralia” (obras sobre la vida moral y ética). Primero resume Carrier el mito de Osiris, luego describe como eran –en el ámbito del Mediterráneo oriental– las nociones en torno a los cultos cuya idea central es la de un Dios que muere y resucita; enumera sus características y luego las compara con la noción central del cristianismo en torno a Jesús como hijo de Dios, que desciende del cielo, habita en la tierra, muere, resucita, asciende al cielo. Y cómo el cristiano puede obtener la salvación imitando la peripecia de este dios que muere y resucita.
No lo explica nada mal, ciertamente. En castellano tienen los lectores el capítulo del Prof. Jaime Alvar “Pablo los misterios y la salvación” en el libro comunal “Biblia y Helenismo”, del 2006, reeditado con éxito por la editorial Herder de Barcelona hace algo más de dos años, pp. 331-358.
Pero comparar la reinterpretación de la muerte y resurrección de Jesús por parte de Pablo y sus seguidores es súper conocida desde el siglo XIX gracias sobre todo desde el famoso libro de Richard August Reitzenstein Das Iranische Erlösungsmysterium: Religionsgeschichtliche Untersuchungen (“El misterio de la salvación según (la religión) irania. Investigaciones sobre la Historia de las religiones”).
Así que esto es más o menos “descubrir el Mediterráneo”.
Como conclusión de esta parte descriptiva de su capítulo 2 afirma Carrier que es posible describir el cristianismo “antes de que este existiese” combinando el sustrato judío del cristianismo con el conjunto común de concepciones de otras religiones de salvación de la época. Y eso no es pura coincidencia".
Mi respuesta es: Acabo de escribir que es cierto en gran parte. Siempre he defendido que el cristianismo como tal “nace” con la interpretación paulina de la muerte y resurrección de Jesús hecha por Pablo. Pero eso se refiere a la tal reinterpretación. Y es un error de lógica deducir de ello que –como el Jesús cristiano se parece a los dioses que mueren y resucitan– Jesús no existió nunca. Es así que los dioses paganos, Osiris por ejemplo (del que habla Carrier) no existió nunca…, hay muchas posibilidades de que Jesús no existiera nunca.
Sinceramente solo veo la lógica de la posibilidad, pero la posibilidad no es una realidad. El grupo cristiano helenístico, al designar ya como salvador a Jesús (y en esto ese grupo es un precedente de Pablo), unía en la persona de éste una de las características del Dios veterotestamentario con la designación de ciertos dioses de las religiones de misterios e incluso de los monarcas que habían recibido ese título, y honores divinos, por su función salvadora de los peligros.
Con ello pretendía proclamar ante los paganos que la verdadera salvación no habría de buscarse ya en esas divinidades mistéricas o en el amparo de señores terrenales, sino en el Hijo de Dios. La insistencia en esta titulación, fácilmente comprensible por las masas del Imperio, explica suficientemente que muy pronto casi desapareciese de la tradición el misterioso título de "Hijo del Hombre", ininteligible para los que procedían del paganismo.
No lo dudo. Pero estamos hablando de la teología cristiana evolucionada tras el pensamiento de Pablo. He escrito en la obra comunal “Orígenes del cristianismo” (también reeditado por Herder, p. 403):
La aceptación de la influencia en el cristianismo de la "religiosidad pagana contemporánea y particularmente de los cultos mistéricos, [...] de todas estas modalidades de la soteriología individualista que habían confluido en la figura-tipo del personaje divino que muere, vuelve a la vida y hace partícipes a sus devotos de su victoria sobre la muerte" (así José Montserrat) nos conduce directamente al origen histórico de una concepción nuclearmente cristiana: en último término ésta nace aplicando a Jesús concepciones que provienen no solo del mundo judío, sino de la religiosidad pagana”.
Repito que lo dicho no se refiere a Jesús de Nazaret, sino a la reinterpretación y “repensación” de si figura por parte de Pablo de Tarso en primer lugar. El Prof. Jaime Alvar citado arriba escribe en ese capítulo de “Biblia y Helenismo”:
“Resulta, en mi opinión, un error sostener que la salvación paulina y la mistérica es esencialmente distinta porque no la establecen exactamente con los mismos parámetros. Cuando se insiste en el hecho diferencial cristiano atendiendo al fenómeno de la redención, se está forzando la situación de modo innecesario para dramatizar las diferencias. No hay que olvidar que en todo este asunto lo primordial, no es la forma mediante la que se accede a ella, sino la existencia de una vida eterna garantizada individualmente. Y precisamente en esto hay coincidencia entre los misterios y el cristianismo.
Y luego sostiene:
Se puede “aceptar que Loisy (en su obra Les mystères païens et le mystère chrétien, París 1930) se excedió al considerar la salvación ultramundana en el cristianismo como préstamo mistérico. Sin embargo, es preciso reconocer que las réplicas de los autores confesionales no han sido mucho más acertadas (por ejemplo, se ha banalizado la complejidad religiosa indiscutible de los misterios paganos). La salvación personal… está confirmada en el libro XI de las Metamorfosis de Apuleyo, donde se puede constatar la esperanza en una vida ultramundana muy próxima a la que postula el cristianismo. Y que la intervención divina es imprescindible para la salvación individual no sólo se deduce del hecho de que es la divinidad la que señala quién ha de ser iniciado, sino que está explícito en el famoso texto del mitreo de Sta. Prisca en Roma, reiteradamente mencionado: «et nos servasti [eternali] sanguine fuso: “Nos salvaste derramando sangre [eterna]»”
Todo esto lo han admitido los historiadores independientes desde hace mucho tiempo. Pero no es de recibo el que a partir de las cartas auténticas de Pablo y otras del Nuevo Testamento deduzca Carrier que como no hablan del Jesús terreno, sino solo del salvador celestial, hay muchas posibilidades de que Jesús de Nazaret nunca haya existido.
Se trata solo de la reinterpretación de Jesús de Nazaret por parte de los judeocristianos helenistas con Pablo a la cabeza, pero no la idea que tenían los primeros seguidores de Jesús en el grupo primitivo de Jerusalén.
Como otras veces, Carrier –opino– va bastante más allá de lo que dicen los textos. Lo veremos el próximo día.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html