Ayer prometí comentar brevemente el v. 66 del capítulo 27 del evangelio de Mateo que lo vuelvo a transcribir ahora: “Ellos fueron al sepulcro (griego táphos), lo aseguraron sellando la piedra, y pusieron guardia” e insistí que se leyera a la luz de la diferente tradición de Hechos de Apóstoles 13,26-29, que transcribí ayer en este lugar.
El famoso “códice Beza” del Nuevo Testamento lee el final del versículo 28 y el 29 del capítulo 13 de Hechos de apóstoles (donde aparece un vocablo, mnemeíon, “sepultura honorífica”, diferente al empleado por el evangelista Mateo) que conduce a ver lo de la tumba única y honorífica de Jesús de una manera bastante diferente. Dice este famoso códice:
«Lo (a Jesús) entregaron a Pilato para su eliminación. 29 Y como modo de cumplir todo lo que estaba escrito sobre él, pedían a Pilato que crucificara a este (y no a Barrabás). Después de haber logrado de nuevo (su deseo), lo bajaron del madero y (lo) pusieron en un sepulcro… » = también emplea “mnemeíon”
Señalo que la exégesis confesional no suele comentar demasiado (a veces incluso los pasa por alto estos versículos), aunque son una variante importantísima de la tradición sobre el descendimiento de Jesús: no fue José de Arimatea (y menos Nicodemo: Evangelio Juan 19,39), sino los jefes de los judíos por medio de sus servidores, quienes descendieron a Jesús (y a los otros dos crucificados con él).
Consecuentemente –como tales jefes eran enemigos acérrimos de Jesús y habían causado su crucifixión, según la tradición evangélica unánime– no le pudieron dar a Jesús una sepultura honorífica (enterramiento de lujo, con grandes cantidades de perfumes y ungüentos; sepultura donde nunca antes había sido sepultado otro), sino que muy probablemente enterraron a los tres en una fosa común, cavada en un terreno para inhumar malhechores, que existía en los alrededores de Jerusalén.
Por tanto, vuelvo a insistir en que el vocablo honorífico para tumba, sin más, utilizado por Hechos de Apóstoles, es claramente apologético, por tanto sujeto a duda, introducido dentro en una tradición poco favorable a Jesús.
Hay otros investigadores (como Javier López) que sostienen que el Gran Sanedrín de Jerusalén tenía unos funcionarios (que formaban un pequeño grupo, o “sanedrín”) encargados de enterrar a los malhechores que morían en Jerusalén, y que José de Arimatea pudo ser el jefe de esos servidores.
Opino que no se pueden conciliar la tradición de Mateo sobre el descendimiento y sepultura de Jesús con el texto de Hechos e Apóstoles 13. Y que de cualquier modo, fueron los judíos quienes enterraron a Jesús, por lo que no pudieron darle en manera alguna una sepultura honorífica, sino común y propia de malhechores o sediciosos contra el Imperio, como lo eran los dos crucificados con Jesús, a derecha e izquierda.
Así pues, mi conclusión (discutida por muchos) es que la historia de la tumba individual vacía no es auténtica y que no vale para probar la resurrección de Jesús.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
El famoso “códice Beza” del Nuevo Testamento lee el final del versículo 28 y el 29 del capítulo 13 de Hechos de apóstoles (donde aparece un vocablo, mnemeíon, “sepultura honorífica”, diferente al empleado por el evangelista Mateo) que conduce a ver lo de la tumba única y honorífica de Jesús de una manera bastante diferente. Dice este famoso códice:
«Lo (a Jesús) entregaron a Pilato para su eliminación. 29 Y como modo de cumplir todo lo que estaba escrito sobre él, pedían a Pilato que crucificara a este (y no a Barrabás). Después de haber logrado de nuevo (su deseo), lo bajaron del madero y (lo) pusieron en un sepulcro… » = también emplea “mnemeíon”
Señalo que la exégesis confesional no suele comentar demasiado (a veces incluso los pasa por alto estos versículos), aunque son una variante importantísima de la tradición sobre el descendimiento de Jesús: no fue José de Arimatea (y menos Nicodemo: Evangelio Juan 19,39), sino los jefes de los judíos por medio de sus servidores, quienes descendieron a Jesús (y a los otros dos crucificados con él).
Consecuentemente –como tales jefes eran enemigos acérrimos de Jesús y habían causado su crucifixión, según la tradición evangélica unánime– no le pudieron dar a Jesús una sepultura honorífica (enterramiento de lujo, con grandes cantidades de perfumes y ungüentos; sepultura donde nunca antes había sido sepultado otro), sino que muy probablemente enterraron a los tres en una fosa común, cavada en un terreno para inhumar malhechores, que existía en los alrededores de Jerusalén.
Por tanto, vuelvo a insistir en que el vocablo honorífico para tumba, sin más, utilizado por Hechos de Apóstoles, es claramente apologético, por tanto sujeto a duda, introducido dentro en una tradición poco favorable a Jesús.
Hay otros investigadores (como Javier López) que sostienen que el Gran Sanedrín de Jerusalén tenía unos funcionarios (que formaban un pequeño grupo, o “sanedrín”) encargados de enterrar a los malhechores que morían en Jerusalén, y que José de Arimatea pudo ser el jefe de esos servidores.
Opino que no se pueden conciliar la tradición de Mateo sobre el descendimiento y sepultura de Jesús con el texto de Hechos e Apóstoles 13. Y que de cualquier modo, fueron los judíos quienes enterraron a Jesús, por lo que no pudieron darle en manera alguna una sepultura honorífica, sino común y propia de malhechores o sediciosos contra el Imperio, como lo eran los dos crucificados con Jesús, a derecha e izquierda.
Así pues, mi conclusión (discutida por muchos) es que la historia de la tumba individual vacía no es auténtica y que no vale para probar la resurrección de Jesús.
Saludos cordiales de Antonio Piñero