Hoy escribe Fernando Bermejo
Si se escribiera una historia del cristianismo a partir de los accidentes geográficos, el río Orontes desempeñaría en ella un papel destacado. El Orontes, o Nahr al-Assi, con una extensión de algo más de 500 kilómetros, atraviesa las tierras del antiguo Canaán y desemboca en Antioquía, llamada por ello “Antioquía-sobre-el-Orontes”. Es en esta ciudad donde parece haberse empezado a llamar “cristianos” a los nazarenos, y es en las cartas de Ignacio, obispo de Antioquía, donde aparece por vez primera el substantivo “Khristianismós”.
Pero Antioquía no es la única ciudad bañada por las aguas del Orontes que ha sido relevante para la historia del cristianismo. Otra es Emesa, situada a unos 140 kms al norte de Damasco, a más de 100 al oeste de Palmira y a menos de 100 al sudeste de Apamea, la patria del filósofo platónico Numenio.
No sabemos cuándo llegó el cristianismo a Emesa, bastión de cultos paganos como los del dios-sol sirio Baal (Heliogábalo, sumo sacerdote de este, fue proclamado emperador romano en esta ciudad por las tropas sirias). El primer obispo conocido de Emesa fue Silvano, que sufrió martirio bajo Diocleciano (según el testimonio de Eusebio en su Historia eclesiástica). Uno de sus sucesores, Anatolio, asistiría al primer concilio ecuménico, el de Nicea en 325.
Un escritor cristiano relevante relacionado con la ciudad fue Eusebio de Emesa (ca. 300-359), arriano moderado, discípulo de Eusebio de Cesarea. Había nacido en Edesa pero fue elegido (de ahí el nombre con el que se le conoce) obispo de Emesa, no sin dificultades y sinsabores.
Una noticia sobre el desarrollo del cristianismo en la ciudad nos es proporcionada por el denominado Chronicon Pascale, que asegura que la gran iglesia que había en la ciudad fue profanada en tiempos del emperador Juliano mediante la erección de una estatua de Dioniso.
En época bizantina, Emesa, el hogar del célebre himnógrafo Romanus Melodus (que murió a mediados del s. VI), se hizo famosa por su pretensión de albergar la cabeza de Juan el Bautista, convenientemente cristianizado como santo.
Emesa ha sido centro administrativo para los patriarcados de las Iglesias jacobita y melquita, y a causa de su emplazamiento geográfico en la ruta que lleva hacia el norte desde Egipto, Palestina y Damasco experimentó las vicisitudes de la guerra por parte de los ejércitos de árabes, mongoles, turcos y cruzados.
Esta Emesa no es otra que la actual Homs en Siria, cuyos habitantes son víctimas desde hace ya muchos meses de las masacres perpetradas por las tropas de Bashar el-Assad, ante la mirada poco menos que impertérrita de los europeos amantes de la libertad, la paz, la democracia y la justicia.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Si se escribiera una historia del cristianismo a partir de los accidentes geográficos, el río Orontes desempeñaría en ella un papel destacado. El Orontes, o Nahr al-Assi, con una extensión de algo más de 500 kilómetros, atraviesa las tierras del antiguo Canaán y desemboca en Antioquía, llamada por ello “Antioquía-sobre-el-Orontes”. Es en esta ciudad donde parece haberse empezado a llamar “cristianos” a los nazarenos, y es en las cartas de Ignacio, obispo de Antioquía, donde aparece por vez primera el substantivo “Khristianismós”.
Pero Antioquía no es la única ciudad bañada por las aguas del Orontes que ha sido relevante para la historia del cristianismo. Otra es Emesa, situada a unos 140 kms al norte de Damasco, a más de 100 al oeste de Palmira y a menos de 100 al sudeste de Apamea, la patria del filósofo platónico Numenio.
No sabemos cuándo llegó el cristianismo a Emesa, bastión de cultos paganos como los del dios-sol sirio Baal (Heliogábalo, sumo sacerdote de este, fue proclamado emperador romano en esta ciudad por las tropas sirias). El primer obispo conocido de Emesa fue Silvano, que sufrió martirio bajo Diocleciano (según el testimonio de Eusebio en su Historia eclesiástica). Uno de sus sucesores, Anatolio, asistiría al primer concilio ecuménico, el de Nicea en 325.
Un escritor cristiano relevante relacionado con la ciudad fue Eusebio de Emesa (ca. 300-359), arriano moderado, discípulo de Eusebio de Cesarea. Había nacido en Edesa pero fue elegido (de ahí el nombre con el que se le conoce) obispo de Emesa, no sin dificultades y sinsabores.
Una noticia sobre el desarrollo del cristianismo en la ciudad nos es proporcionada por el denominado Chronicon Pascale, que asegura que la gran iglesia que había en la ciudad fue profanada en tiempos del emperador Juliano mediante la erección de una estatua de Dioniso.
En época bizantina, Emesa, el hogar del célebre himnógrafo Romanus Melodus (que murió a mediados del s. VI), se hizo famosa por su pretensión de albergar la cabeza de Juan el Bautista, convenientemente cristianizado como santo.
Emesa ha sido centro administrativo para los patriarcados de las Iglesias jacobita y melquita, y a causa de su emplazamiento geográfico en la ruta que lleva hacia el norte desde Egipto, Palestina y Damasco experimentó las vicisitudes de la guerra por parte de los ejércitos de árabes, mongoles, turcos y cruzados.
Esta Emesa no es otra que la actual Homs en Siria, cuyos habitantes son víctimas desde hace ya muchos meses de las masacres perpetradas por las tropas de Bashar el-Assad, ante la mirada poco menos que impertérrita de los europeos amantes de la libertad, la paz, la democracia y la justicia.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo