Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Niveles diferentes en el uso de la Biblia
En la presentación de los distintos niveles en el uso de la Biblia, hemos tratado de introducir el material de nuestro estudio con los perfiles concretos de su empleo en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Por el momento, reducimos nuestra contemplación a los cinco Hechos primitivos, fuente y raíz de la visión de los predicadores del Evangelio. La tradición cristiana estaba convencida de que sus maestros habían sido adoctrinados por Jesús, habían compartido con él un período de preparación y habían sido luego enviados a propagar sus enseñanzas por el mundo entero (cf. Mt 10 par. y Hch 1).
Las reiteradas escenas de distribución de las zonas de evangelización, habituales en opinión de A. Lipsius en el umbral de muchos de los Hechos, son una prueba del interés que las comunidades cristianas sentían por conocer los datos de la vida ministerial de los Apóstoles. Al margen de su valor histórico concreto, los relatos apócrifos delatan unas creencias que aportan no poca luz a la investigación de los orígenes del cristianismo. Cuando E. Junod, por ejemplo, y Annick Martin reclamaban una mayor investigación de la literatura apócrifa para un conocimiento más profundo y extenso de los hechos cristianos, dejaban en abierto un principio seguido por muchos expertos para desentrañar los numerosos rincones oscuros del camino de los comienzos.
La profesora de la Universidad de Rennes no dudaba en proponer la idea de que los Apócrifos, tanto Evangelios como Hechos, tenían suficiente categoría para formar parte de la Sagrada Escritura. La falta del reconocimiento oficial de al Gran Iglesia, así como su exclusión de las listas del Canon no les privaba de una cierta autoridad, que luego quedaba sancionada en dogmas y costumbres. Por eso, la tendencia generalizada de buscar a los Hechos Apócrifos acomodo en los contextos de la novelística griega, dejaba en penumbra el dato que nosotros ahora destacamos. No negamos con ello que la literatura griega, amplia, actual y poderosa, no dejara su impronta en los autores de los HchAp.
En la intención de presentar el uso de la Biblia en la literatura apócrifa, hemos ofrecido una rápida aproximación de los distintos niveles. En consecuencia, cuando hagamos el análisis correspondiente de estos libros, sabremos a qué atenernos. Hay una cosa, evidente e incuestionable: Todos los HchAp, ya desde los cinco primitivos, están impregnados de la mentalidad, de las tendencias literarias y de la terminología misma de la Biblia. Pero al dato básico debemos añadir el modo: cómo, hasta qué punto se hace uso del material escriturístico. Y todo con el objetivo de llegar a una síntesis de los distintos elementos. De esa síntesis es posible deducir importantes conclusiones que nos servirán para un mayor conocimiento de esta literatura cristiana primitiva, hasta cierto punto marginal, y del ambiente sociológico en que apareció.
Reitero el dato, ya expuesto, de que las únicas obras citadas textualmente en estas obras son exclusivamente las bíblicas. Y ello con la evidente intención de buscar y presentar una fuente no sólo de referencia, sino de autoridad. Los apóstoles epónimos de los Hechos se presentan a sí mismos como discípulos de Jesús; repiten y explican muchos aspectos de su doctrina con las garantías de su fidelidad a las enseñanzas del Maestro. El argumento de autoridad, el famoso “Él lo ha dicho”, como decían los griegos, aflora con espontánea naturalidad en el estilo de los apócrifos. El la suprema razón que exige un asentimiento sin dudas ni titubeos.
Me creo obligado, sin embargo, a hacer la salvedad de que en muchas ocasiones, los textos podrían incluirse en varios de los aspectos reseñados. A veces, las denominaciones se corresponden con las fórmulas y expresiones, el “gesto” puede tener el mismo sentido que una expresión. En muchos casos, una situación referida es una alusión clara e intencionada. Incluso, hay alusiones que pueden considerarse como citas textuales. Ciertos apóstoles sufrían la misma pesadumbre de Jesús “que no tenía dónde reclinar su cabeza” (Mt 8,20 par.).
Procuro elegir el aspecto que más se aviene con el pasaje correspondiente. Aunque lo importante es que en todos los casos se trata de claras reminiscencias bíblicas objetivas. Lo subjetivo es la apreciación particular en cuanto al carácter concreto de la cita o referencia. Y ese detalle, además de ser menos importante, admite un grado mayor de elasticidad.
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Niveles diferentes en el uso de la Biblia
En la presentación de los distintos niveles en el uso de la Biblia, hemos tratado de introducir el material de nuestro estudio con los perfiles concretos de su empleo en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Por el momento, reducimos nuestra contemplación a los cinco Hechos primitivos, fuente y raíz de la visión de los predicadores del Evangelio. La tradición cristiana estaba convencida de que sus maestros habían sido adoctrinados por Jesús, habían compartido con él un período de preparación y habían sido luego enviados a propagar sus enseñanzas por el mundo entero (cf. Mt 10 par. y Hch 1).
Las reiteradas escenas de distribución de las zonas de evangelización, habituales en opinión de A. Lipsius en el umbral de muchos de los Hechos, son una prueba del interés que las comunidades cristianas sentían por conocer los datos de la vida ministerial de los Apóstoles. Al margen de su valor histórico concreto, los relatos apócrifos delatan unas creencias que aportan no poca luz a la investigación de los orígenes del cristianismo. Cuando E. Junod, por ejemplo, y Annick Martin reclamaban una mayor investigación de la literatura apócrifa para un conocimiento más profundo y extenso de los hechos cristianos, dejaban en abierto un principio seguido por muchos expertos para desentrañar los numerosos rincones oscuros del camino de los comienzos.
La profesora de la Universidad de Rennes no dudaba en proponer la idea de que los Apócrifos, tanto Evangelios como Hechos, tenían suficiente categoría para formar parte de la Sagrada Escritura. La falta del reconocimiento oficial de al Gran Iglesia, así como su exclusión de las listas del Canon no les privaba de una cierta autoridad, que luego quedaba sancionada en dogmas y costumbres. Por eso, la tendencia generalizada de buscar a los Hechos Apócrifos acomodo en los contextos de la novelística griega, dejaba en penumbra el dato que nosotros ahora destacamos. No negamos con ello que la literatura griega, amplia, actual y poderosa, no dejara su impronta en los autores de los HchAp.
En la intención de presentar el uso de la Biblia en la literatura apócrifa, hemos ofrecido una rápida aproximación de los distintos niveles. En consecuencia, cuando hagamos el análisis correspondiente de estos libros, sabremos a qué atenernos. Hay una cosa, evidente e incuestionable: Todos los HchAp, ya desde los cinco primitivos, están impregnados de la mentalidad, de las tendencias literarias y de la terminología misma de la Biblia. Pero al dato básico debemos añadir el modo: cómo, hasta qué punto se hace uso del material escriturístico. Y todo con el objetivo de llegar a una síntesis de los distintos elementos. De esa síntesis es posible deducir importantes conclusiones que nos servirán para un mayor conocimiento de esta literatura cristiana primitiva, hasta cierto punto marginal, y del ambiente sociológico en que apareció.
Reitero el dato, ya expuesto, de que las únicas obras citadas textualmente en estas obras son exclusivamente las bíblicas. Y ello con la evidente intención de buscar y presentar una fuente no sólo de referencia, sino de autoridad. Los apóstoles epónimos de los Hechos se presentan a sí mismos como discípulos de Jesús; repiten y explican muchos aspectos de su doctrina con las garantías de su fidelidad a las enseñanzas del Maestro. El argumento de autoridad, el famoso “Él lo ha dicho”, como decían los griegos, aflora con espontánea naturalidad en el estilo de los apócrifos. El la suprema razón que exige un asentimiento sin dudas ni titubeos.
Me creo obligado, sin embargo, a hacer la salvedad de que en muchas ocasiones, los textos podrían incluirse en varios de los aspectos reseñados. A veces, las denominaciones se corresponden con las fórmulas y expresiones, el “gesto” puede tener el mismo sentido que una expresión. En muchos casos, una situación referida es una alusión clara e intencionada. Incluso, hay alusiones que pueden considerarse como citas textuales. Ciertos apóstoles sufrían la misma pesadumbre de Jesús “que no tenía dónde reclinar su cabeza” (Mt 8,20 par.).
Procuro elegir el aspecto que más se aviene con el pasaje correspondiente. Aunque lo importante es que en todos los casos se trata de claras reminiscencias bíblicas objetivas. Lo subjetivo es la apreciación particular en cuanto al carácter concreto de la cita o referencia. Y ese detalle, además de ser menos importante, admite un grado mayor de elasticidad.
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro