Foto: J. P. Meier
Escribe Antonio Piñero
Como prometí en mi postal anterior paso a comentar –brevemente solo porque la obra es archiconocida– el segundo libro recomendado por James D. G. Dunn para estudiantes, el de John P. Meier, “Un Jesús marginal. Nueva visión del Jesús histórico”, obra aún no concluida del todo (quizás falte la confección de un par de volúmenes). Y he hecho en este medio alguna vez más un comentario. Me reafirmaré, pues, en mi valoración.
El “libro” es imponente, pues son cuatro tomos en cinco volúmenes… (o a la inversa), y como digo todavía no está terminado. Me “quito el sombrero” ante Meier, no solo por su erudición (sus notas al final de cada capítulo son un tesoro para informarse de la bibliografía más importante hasta el momento) y por su método. Las notas no son un mero elenco bibliográfico, sino que hay una crítica razonada para cada libro o artículo que se menciona, y si en algo discrepa, ofrece Meier propuestas alternativas. Con otras palabras: no son meros resúmenes en general, o citas vacías, sino propuestas de interpretación.
Mi segundo punto de admiración es la independencia, en algunos casos relativa ciertamente, respecto a su presunta ideología. Meier es no solo un investigador confesional, sino que pertenece a una orden religiosa, los jesuitas. Según algunos, la pertenencia a una orden podría atarlo mentalmente aún más. Pero no es así, y demuestra gran libertad de criterio. Por ejemplo, cuando trata del candente tema de los hermanos de Jesús (Mc 6,3: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de él”), que –si son naturales– tal afirmación atenta contra el dogma de la virginidad perpetua de María Pero Meier no se arredra y afirma: “La opinión más probable es que los hermanos y hermanas de Jesús lo eran verdaderamente” (I 340).
Mi tercer punto de alabanza es la honestidad con la que intenta aplicar los criterios de historicidad, cuyo manejo constituye la espina dorsal de su obra. Es cierto que estos criterios han sido puestos en solfa repetidas veces en los últimos tiempos. Pero Meier sigue defendiéndolos (y yo estoy de acuerdo con ello) porque son casi indispensables. La razón: no hay otros repuestos que sean mejores que los criterios básicos de “dificultad”, “atestiguación múltiple” y “coherencia”, salvo el criterio de los “patrones de recurrencia” que –como he comentado muchas veces– es excelente sobre todo para el caso de “Jesús como sedicioso contra el Imperio Romano”. Y aquí matizo mi alabanza: hasta aquí –la muerte de Jesús como consecuencia de la sedición– no ha llegado aún la obra de Meier; pero supongo que tendrá en cuenta tal criterio del patrón de recurrencia” (unos 26 textos con “ruido de sables” en los Evangelios), aunque los indicios dados por Meier no son esperanzadores, ya que en varias partes de su obra intenta presentar a Jesús como carente de toda intención política: III 624).
Alabo además la rigidez, sin escapadas ni concesiones, con la que Meier utiliza los criterios. Es digno de encomio. Absolutamente fiel a su método y a su aplicación con rigor. El caso más duro es el último volumen sobre las parábolas (volumen V; la versión española es de Verbo Divino, de 2017), donde –para gran escándalo de algunos que, creo, no han leído bien lo que dice Meier– parece no dejar “títere con cabeza”. Según Meier, solo se puede probar que pertenezcan con toda seguridad a Jesús cuatro parábolas: 1. “El grano de mostaza (Mc 4,30-32 y paralelos); 2. Los viñadores homicidas (Mc 12,1-11 y paralelos); 3. La gran cena o banquete (Mt 22,2-14 con un solo paralelo en Lc 14,16-24); 4. Los talentos /Las minas (Mt 25,14-30 / Lc 19,11-27).
He oído a algunos decir que “Meier niega que Jesús hubiese pronunciado otras parábolas (por ejemplo, la maravillosa sobre el Hijo Pródico de Lc 15)”. Pero este juicio es injustísimo. Meier no dice eso, sino que él solo puede probar con seguridad que sean históricas cuatro parábolas, pero no niega nunca que Jesús hubiese pronunciado otras…, solo que él no tiene instrumentos para probarlo. Ni más ni menos. Es una gran valentía.
Ciertamente, después de estas alabanzas puedo poner algunos “peros” a Meier en los que creo que se le “ha ido un tanto la mano”. Así, por ejemplo, no creo que sea adecuado su tratamiento de las diferencias entre Jesús y Juan Bautista. En mi opinión exagera las diferencias, de modo que presenta Jesús como un personaje único (a pesar de que admite que Jesús fue discípulo del Bautista II/1 230; véase II/1 30). Otro caso: de ningún modo estoy de acuerdo con Meier cuando concluye su tratamiento del reino de Dios según Jesús con una afirmación de que “el reino de Dios está ya presente” (algo no solo no probado, sino muy improbable en el conjunto de la doctrina de Jesús): II/1 534ss. Otro caso en el que yo tengo la sensación de que Meier se deja llevar por el entusiasmo…, a saber, cuando habla de la singularidad de Jesús en cuestiones morales. Meier lo califica como maestro excepcional de moral en la misma página citada antes II/1 30. Ahora bien, Charles Guignebert, en su obra Jésus, de 1930, París, por ejemplo, señalaba ya que no hay ni sola idea de la moral de Jesús que no sea judía, puramente judía.
De cualquier modo, alabo a Meier y su esfuerzo. Su obra es imponente y merece el mayor de los respetos y su lectura atenta.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Añado un enlace a una conferencia mía que pronuncié en el Museo Etnográfico de Zamora, por invitación de la Concejal de Cultura, Mª Eugenia Cabezas y que se ha subido a Internet:
https://www.youtube.com/watch?v=oNgmdC5uacA
Escribe Antonio Piñero
Como prometí en mi postal anterior paso a comentar –brevemente solo porque la obra es archiconocida– el segundo libro recomendado por James D. G. Dunn para estudiantes, el de John P. Meier, “Un Jesús marginal. Nueva visión del Jesús histórico”, obra aún no concluida del todo (quizás falte la confección de un par de volúmenes). Y he hecho en este medio alguna vez más un comentario. Me reafirmaré, pues, en mi valoración.
El “libro” es imponente, pues son cuatro tomos en cinco volúmenes… (o a la inversa), y como digo todavía no está terminado. Me “quito el sombrero” ante Meier, no solo por su erudición (sus notas al final de cada capítulo son un tesoro para informarse de la bibliografía más importante hasta el momento) y por su método. Las notas no son un mero elenco bibliográfico, sino que hay una crítica razonada para cada libro o artículo que se menciona, y si en algo discrepa, ofrece Meier propuestas alternativas. Con otras palabras: no son meros resúmenes en general, o citas vacías, sino propuestas de interpretación.
Mi segundo punto de admiración es la independencia, en algunos casos relativa ciertamente, respecto a su presunta ideología. Meier es no solo un investigador confesional, sino que pertenece a una orden religiosa, los jesuitas. Según algunos, la pertenencia a una orden podría atarlo mentalmente aún más. Pero no es así, y demuestra gran libertad de criterio. Por ejemplo, cuando trata del candente tema de los hermanos de Jesús (Mc 6,3: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban a causa de él”), que –si son naturales– tal afirmación atenta contra el dogma de la virginidad perpetua de María Pero Meier no se arredra y afirma: “La opinión más probable es que los hermanos y hermanas de Jesús lo eran verdaderamente” (I 340).
Mi tercer punto de alabanza es la honestidad con la que intenta aplicar los criterios de historicidad, cuyo manejo constituye la espina dorsal de su obra. Es cierto que estos criterios han sido puestos en solfa repetidas veces en los últimos tiempos. Pero Meier sigue defendiéndolos (y yo estoy de acuerdo con ello) porque son casi indispensables. La razón: no hay otros repuestos que sean mejores que los criterios básicos de “dificultad”, “atestiguación múltiple” y “coherencia”, salvo el criterio de los “patrones de recurrencia” que –como he comentado muchas veces– es excelente sobre todo para el caso de “Jesús como sedicioso contra el Imperio Romano”. Y aquí matizo mi alabanza: hasta aquí –la muerte de Jesús como consecuencia de la sedición– no ha llegado aún la obra de Meier; pero supongo que tendrá en cuenta tal criterio del patrón de recurrencia” (unos 26 textos con “ruido de sables” en los Evangelios), aunque los indicios dados por Meier no son esperanzadores, ya que en varias partes de su obra intenta presentar a Jesús como carente de toda intención política: III 624).
Alabo además la rigidez, sin escapadas ni concesiones, con la que Meier utiliza los criterios. Es digno de encomio. Absolutamente fiel a su método y a su aplicación con rigor. El caso más duro es el último volumen sobre las parábolas (volumen V; la versión española es de Verbo Divino, de 2017), donde –para gran escándalo de algunos que, creo, no han leído bien lo que dice Meier– parece no dejar “títere con cabeza”. Según Meier, solo se puede probar que pertenezcan con toda seguridad a Jesús cuatro parábolas: 1. “El grano de mostaza (Mc 4,30-32 y paralelos); 2. Los viñadores homicidas (Mc 12,1-11 y paralelos); 3. La gran cena o banquete (Mt 22,2-14 con un solo paralelo en Lc 14,16-24); 4. Los talentos /Las minas (Mt 25,14-30 / Lc 19,11-27).
He oído a algunos decir que “Meier niega que Jesús hubiese pronunciado otras parábolas (por ejemplo, la maravillosa sobre el Hijo Pródico de Lc 15)”. Pero este juicio es injustísimo. Meier no dice eso, sino que él solo puede probar con seguridad que sean históricas cuatro parábolas, pero no niega nunca que Jesús hubiese pronunciado otras…, solo que él no tiene instrumentos para probarlo. Ni más ni menos. Es una gran valentía.
Ciertamente, después de estas alabanzas puedo poner algunos “peros” a Meier en los que creo que se le “ha ido un tanto la mano”. Así, por ejemplo, no creo que sea adecuado su tratamiento de las diferencias entre Jesús y Juan Bautista. En mi opinión exagera las diferencias, de modo que presenta Jesús como un personaje único (a pesar de que admite que Jesús fue discípulo del Bautista II/1 230; véase II/1 30). Otro caso: de ningún modo estoy de acuerdo con Meier cuando concluye su tratamiento del reino de Dios según Jesús con una afirmación de que “el reino de Dios está ya presente” (algo no solo no probado, sino muy improbable en el conjunto de la doctrina de Jesús): II/1 534ss. Otro caso en el que yo tengo la sensación de que Meier se deja llevar por el entusiasmo…, a saber, cuando habla de la singularidad de Jesús en cuestiones morales. Meier lo califica como maestro excepcional de moral en la misma página citada antes II/1 30. Ahora bien, Charles Guignebert, en su obra Jésus, de 1930, París, por ejemplo, señalaba ya que no hay ni sola idea de la moral de Jesús que no sea judía, puramente judía.
De cualquier modo, alabo a Meier y su esfuerzo. Su obra es imponente y merece el mayor de los respetos y su lectura atenta.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Añado un enlace a una conferencia mía que pronuncié en el Museo Etnográfico de Zamora, por invitación de la Concejal de Cultura, Mª Eugenia Cabezas y que se ha subido a Internet:
https://www.youtube.com/watch?v=oNgmdC5uacA