El “resto bueno” es un concepto muy presente en las predicaciones de Jesús y Pablo tal como las reconstruye la crítica independiente. Veámoslo aplicado al primero y a su maestro, el Bautista.
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.
Imagen: Jesús proclamando las bienaventuranzas.
https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcS-yhStLtwBQH5bQavHJ0AaCIiwHE_223DdTA&usqp=CAU
La situación religiosa de los creyentes hebreos en el Mediterráneo del s. I de nuestra era resultaba compleja. Las distintas corrientes pensaban poseer en exclusiva la verdad y continuamente disputaban para hacerlo ver a sus contrarios. La idea que basaba estas disputas era la de que sólo algunos (precisamente los integrantes de cada grupo) tenían razón. Esto significaba que quienes aceptaran los planteamientos ofrecidos por cada una de las ramas judías, en términos suyos “volver a los caminos de la Justicia (de Yahvé)”, acabaría por contarse en las filas del verdadero Israel (verus Israel). Esta idea permite entender algunas alusiones a la estirpe de Abraham que podemos leer en las fuentes neotestamentarias. De Juan el Bautista se nos incluye el siguiente anuncio:
Así pues, decía a las multitudes que salían a bautizarse por él: "Crías de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Dad en consecuencia frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir entre vosotros: “tenemos como padre a Abraham”. Pues os digo que Dios es capaz de hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham. Y el hacha ya se encuentra junto a la raíz del árbol; es más, todo árbol que no da fruto bueno es talado y arrojado al fuego” (Lc 3, 7-11).
El aviso es contundente: quienes huyeran del arrepentimiento se enfrentarían a la cercanía del final en las peores condiciones, pues ya estaría todo preparado: el árbol que no dé fruto bueno (el judío que no cumpla la Ley) no será absuelto el día del juicio aunque sea judío. Habría, por tanto, un resto de judíos buenos. Dicho en términos coloquiales, el Bautista avisó: no iba a valer “genio y figura hasta la sepultura”. El discurso aparece, también en boca del Bautista, en Mt 3, 9-10 con palabras muy parecidas.
Este “ser hijo de Abraham no basta” se explica muy bien atendiendo al “resto bueno”: hay un resto bueno que merecerá la absolución el día del juicio final. El resto bueno será el verdadero hijo de Abraham, el verdadero hijo de Yahvé. Este resto (lemma en griego) aparece con frecuencia en los manuscritos de Qumrán y la literatura de la época de Jesús. En algunos casos se asocia a la pureza exigida por el ritual (1QSa 2.3-10 y 1QM 7.5); en otros es la idea de justicia mosaica en general lo que predomina a la hora de seleccionar ese resto bueno (Salmos de Salomón. 17, 26). La idea es antigua, como demuestra Miqueas 4, 6-7: “Aquel día –oráculo de Yahvé– yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado. De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahvé sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre”.
Casa con esta idea el ejemplo de Mt 22, 1-14, el gran banquete de bodas al que muchos no quisieron asistir y que termina con la frase “pues muchos son los llamados pero pocos los elegidos”, ejemplo para el que parece preferible un escenario puramente judío más que universal.
A esto hay que añadir que el fragmento de Miqueas alude a la reinstauración del reino de Yahvé, es decir, otra idea plenamente judía. Si atendemos a los hechos que acompañarían esa reinstauración del reino de Yahvé, hay que mencionar que los hijos auténticos de Israel verían desfilar a las naciones ante Jerusalén, tal como anuncia, entre otros, Isaías:
“Caminarán las naciones a tu luz… Acudirán a ti encorvados los hijos de quienes te humillaban… Mamarás la leche de las naciones, mamarás la riqueza de los reyes… Llamarás a tus murallas Victoria y a tus puertas Alabanza” (Is 60, 3-18).
Y parece coincidir con el tema del poder de Israel, el resto bueno y la llegada de gentiles, este pasaje de Mateo, respuesta de Jesús a la petición de un centurión en favor de un criado:
Al oírle, Jesús se admiró y dijo a quienes le seguían: “Con seguridad os digo, de nadie encontré semejante confianza en Israel. Y os digo que muchos procedentes de oriente y occidente llegarán y serán sentados a la mesa junto a Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos del reino serán arrojados a la tiniebla exterior; allí estará el llanto y el rechinar de dientes” (Mt 8, 10-12).
Esta exclusión de los israelitas parece un motivo de los seguidores paganos de Pablo o de la comunidad judía que está detrás del texto conocido como Mateo, es decir, unos judíos creyentes en Jesús como mesías opinarían que sólo ellos eran el resto bueno.
Si aplicamos a Jesús lo visto hasta ahora parece que éste fue de la opinión de que el reino de Dios era cosa de judíos, de que algún pagano, como mucho, demostraría el poder de Yahvé entrando a formar parte del Reino.
En efecto, una lectura somera de las Bienaventuranzas las refiere a los pobres, los que sufren y los hambrientos, los temas básicos del Padre Nuestro, que son, además, la predicación básica sobre el reino de Yahvé por instaurar sobre la Tierra. En efecto, la pobreza aparece mencionada en el tema de las deudas; el hambre, en la referencia al pan necesario; el sufrimiento es una suerte de conjunto entre estos dos temas y el general de quiénes son el resto bueno que sufre a manos de los impíos, tema muy querido, por ejemplo, para Isaías, entre otros profetas. Jesús el Galileo parece haber sido un judío más que pensó el futuro de su pueblo en términos correspondientes a la idea del “resto bueno”.
Saludos cordiales
Eugenio Gómez Segura
Hoy escribe Eugenio Gómez Segura.
Imagen: Jesús proclamando las bienaventuranzas.
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La situación religiosa de los creyentes hebreos en el Mediterráneo del s. I de nuestra era resultaba compleja. Las distintas corrientes pensaban poseer en exclusiva la verdad y continuamente disputaban para hacerlo ver a sus contrarios. La idea que basaba estas disputas era la de que sólo algunos (precisamente los integrantes de cada grupo) tenían razón. Esto significaba que quienes aceptaran los planteamientos ofrecidos por cada una de las ramas judías, en términos suyos “volver a los caminos de la Justicia (de Yahvé)”, acabaría por contarse en las filas del verdadero Israel (verus Israel). Esta idea permite entender algunas alusiones a la estirpe de Abraham que podemos leer en las fuentes neotestamentarias. De Juan el Bautista se nos incluye el siguiente anuncio:
Así pues, decía a las multitudes que salían a bautizarse por él: "Crías de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Dad en consecuencia frutos dignos de arrepentimiento y no comencéis a decir entre vosotros: “tenemos como padre a Abraham”. Pues os digo que Dios es capaz de hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham. Y el hacha ya se encuentra junto a la raíz del árbol; es más, todo árbol que no da fruto bueno es talado y arrojado al fuego” (Lc 3, 7-11).
El aviso es contundente: quienes huyeran del arrepentimiento se enfrentarían a la cercanía del final en las peores condiciones, pues ya estaría todo preparado: el árbol que no dé fruto bueno (el judío que no cumpla la Ley) no será absuelto el día del juicio aunque sea judío. Habría, por tanto, un resto de judíos buenos. Dicho en términos coloquiales, el Bautista avisó: no iba a valer “genio y figura hasta la sepultura”. El discurso aparece, también en boca del Bautista, en Mt 3, 9-10 con palabras muy parecidas.
Este “ser hijo de Abraham no basta” se explica muy bien atendiendo al “resto bueno”: hay un resto bueno que merecerá la absolución el día del juicio final. El resto bueno será el verdadero hijo de Abraham, el verdadero hijo de Yahvé. Este resto (lemma en griego) aparece con frecuencia en los manuscritos de Qumrán y la literatura de la época de Jesús. En algunos casos se asocia a la pureza exigida por el ritual (1QSa 2.3-10 y 1QM 7.5); en otros es la idea de justicia mosaica en general lo que predomina a la hora de seleccionar ese resto bueno (Salmos de Salomón. 17, 26). La idea es antigua, como demuestra Miqueas 4, 6-7: “Aquel día –oráculo de Yahvé– yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado. De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahvé sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre”.
Casa con esta idea el ejemplo de Mt 22, 1-14, el gran banquete de bodas al que muchos no quisieron asistir y que termina con la frase “pues muchos son los llamados pero pocos los elegidos”, ejemplo para el que parece preferible un escenario puramente judío más que universal.
A esto hay que añadir que el fragmento de Miqueas alude a la reinstauración del reino de Yahvé, es decir, otra idea plenamente judía. Si atendemos a los hechos que acompañarían esa reinstauración del reino de Yahvé, hay que mencionar que los hijos auténticos de Israel verían desfilar a las naciones ante Jerusalén, tal como anuncia, entre otros, Isaías:
“Caminarán las naciones a tu luz… Acudirán a ti encorvados los hijos de quienes te humillaban… Mamarás la leche de las naciones, mamarás la riqueza de los reyes… Llamarás a tus murallas Victoria y a tus puertas Alabanza” (Is 60, 3-18).
Y parece coincidir con el tema del poder de Israel, el resto bueno y la llegada de gentiles, este pasaje de Mateo, respuesta de Jesús a la petición de un centurión en favor de un criado:
Al oírle, Jesús se admiró y dijo a quienes le seguían: “Con seguridad os digo, de nadie encontré semejante confianza en Israel. Y os digo que muchos procedentes de oriente y occidente llegarán y serán sentados a la mesa junto a Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, pero los hijos del reino serán arrojados a la tiniebla exterior; allí estará el llanto y el rechinar de dientes” (Mt 8, 10-12).
Esta exclusión de los israelitas parece un motivo de los seguidores paganos de Pablo o de la comunidad judía que está detrás del texto conocido como Mateo, es decir, unos judíos creyentes en Jesús como mesías opinarían que sólo ellos eran el resto bueno.
Si aplicamos a Jesús lo visto hasta ahora parece que éste fue de la opinión de que el reino de Dios era cosa de judíos, de que algún pagano, como mucho, demostraría el poder de Yahvé entrando a formar parte del Reino.
En efecto, una lectura somera de las Bienaventuranzas las refiere a los pobres, los que sufren y los hambrientos, los temas básicos del Padre Nuestro, que son, además, la predicación básica sobre el reino de Yahvé por instaurar sobre la Tierra. En efecto, la pobreza aparece mencionada en el tema de las deudas; el hambre, en la referencia al pan necesario; el sufrimiento es una suerte de conjunto entre estos dos temas y el general de quiénes son el resto bueno que sufre a manos de los impíos, tema muy querido, por ejemplo, para Isaías, entre otros profetas. Jesús el Galileo parece haber sido un judío más que pensó el futuro de su pueblo en términos correspondientes a la idea del “resto bueno”.
Saludos cordiales
Eugenio Gómez Segura