Hoy escriben Antonio Piñero/Paolo Sacchi
Hemos dicho anteriormente que el Testamento de los XII Patriarcas -que estamos citando abundantemente- es un apócrifo del Antiguo Testamento, muy importante, pero de fecha incierta. Pero entre los estudiosos que creen que es posible eliminar las interpolaciones de los escribas cristianos y quedarse con una base que es totalmente judía, se opina que su fecha de composición oscila entre el siglo I a.C. y el siglo I después.
Pues bien, en estos "testamentos" que dan un realce cierto al complemento del mesías sacerdotal se percibe cómo el cambio de la situación que se vive en el presente, siempre mala y pecadora, se hará de ello gracias a la intervención divina por medio del mesías davídico o de Judá.
Lo vemos en el texto siguiente del Testamento de Judá:
Los reyes serán como monstruos marinos,
que engullen hombres como peces…
El Señor llevará contra ellos divisiones de unos con otros
y habrá en Israel guerras continuas.
Mi reino terminará por obra de extranjeros,
hasta que llegue la salvación de Israel,
hasta la parusía del Dios de justicia,
para que Jacob y todos los pueblos vivan en paz.
Él custodiará la fortaleza de mi reino por siempre, porque con juramento me (a Judá) ha jurado el Señor no quitar el reino a mi descendencia por siempre (Testamento de Judá 21,7 y 22,1-3).
Hacia la mitad del siglo I a.C. se escribe una obra que es un testimonio impresionante del renacimiento del mesías de la estirpe de David: los llamados Salmos de Salomón. Con este título se nos ha transmitido hasta hoy una colección de 18 (o 19) salmos compuestos al estilo de los himnos del Salterio. La atribución al hijo de David es secundaria e imposible, porque el autor, o autores, menciona o alude a hechos y circunstancias históricas de su tiempo y que reconocemos claramente: pertenecen esos hechos a lo pasaba en Israel hacia la mitad del siglo I a. C., cuando el país judío estaba dominado por el rey Hircano II (un monarca descendiente de los Macabeos) que había sido recolocado, o sostenido, en su trono por los romanos, en concreto por Pompeyo el Grande.
Como Hircano II gobernaba por medio de un valido suyo, Antípatro, que era idumeo, es decir, que no era judío de sangre pura, y además tenía que agradecer a Roma su puesto, a los ojos de los más piadosos de Israel la situación del país era lamentable: en realidad la tierra de Dios estaba gobernada por extranjeros..., impuros.
El autor de estos Salmos de Salomón –que probablemente era un fariseo- interpreta teológicamente todo lo que está pasando en Israel, sobre todo en la Jerusalén de su tiempo, desde la perspectiva de una alianza de Dios con el pueblo de Israel. Insiste en la alabanza de la divinidad, en la justicia del hombre como resultado de la observancia de la Ley, en el castigo ejemplar de los pecadores y en la esperanza de una era mejor, presidida por el rey-mesías, llena de venturas espirituales y materiales.
Ahora bien, en esta época -medidos del siglo I antes de Cristo- había una rama del fariseísmo que al parecer no propugnaba otra cosa que retirarse de la política y vivir una vida apartada cumpliendo lo mejor posible la ley de Dios. El dirigente de esta facción farisea era el famoso rabino Shemaya.
Se dice que con este rabino comienza un distanciamiento de la vida política, entendida como compromiso con el mundo y con los mismos medios de éste, que caracterizará al fariseísmo sobre todo después del desastre del 70 d.C. Entre las enseñanzas de Shemaya el tratado de la Misná llamado Pirqé Abot (“Dichos de los Padres”) transmiten lo siguiente, que a su autor debería parecerle interesante:
"Ama el trabajo manual, odia la grandeza y no te des a conocer ante la autoridad" (Pirqé Abot 1,10).
Comenta Sacchi que el problema fundamental en la interpretación de este pasaje es el valor que deberíamos dar a la expresión "odia la grandeza, y no te des a conocer ante la autoridad", interpretada como una exhortación a la humildad, a la renuncia a los honores y en definitiva al poder.
Otros indican que el sentido central del pasaje es una invitación a no descuidar el trabajo manual. En este caso el hombre debería estar lejos de los cargos públicos para tener más tiempo para dedicarse al trabajo manual. Sin embargo, debe notarse que el verbo “odiar” es muy fuerte y sobre todo la última invitación a no darse a conocer a la autoridad es sorprendente. Parece una abierta invitación a aceptar exclusiva¬mente la autoridad de la Ley y por tanto del sanedrín, y a oponerse incluso pasivamente a toda otra autoridad.
El autor de los Salmos de Salomón, por el contrario, cree en la lucha y espera la salvación sólo de la victoria. Frente a la superpotencia romana no ve otro camino de salvación que un caudillo excepcional que combata en nombre de Dios y sea enviado por Él mismo. Este caudillo deberá ser de la estirpe de David y por ello un ungido. Así se reafirma la filiación davídica del mesías al lado de la más genérica que hablaba de su descendencia de la tribu de Judá.
Seguiremos citando en concreto los textos más importantes sobre el mesías de estos Salmos de Salomón, apócrifos, pro un documento precioso para conocer parte al menos de la mentalidad judía de época muy cercana a Jesús.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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• Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema: “Redención por el sufrimiento y muerte del Salvador”.
• Información sobre la película acerca de Jesús de Nazaret, titulada “El discípulo”:
www.eldiscipulofilm.com
Saludos de nuevo.