Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy con nuestra presentación y comentario de "Jesús. Historia de un viviente".
Afirma Schillebeeckx, demasiado tajantemente, que lo que se traduce como “reino de Dios” comúnmente (griego basileia theou theou) significa los siguiente:
“Soberanía de Dios, reinado de Dios, reino de Dios. Con ello no se indica un territorio por encima o fuera de este mundo donde Dios moraría o reinaría. Jesús indica un acontecimiento por el que Dios rey y señor, comienza reinar y a actuar, una acción por la Dios manifiesta su divinidad en el mundo. La soberanía de Dios es, pues, el propio poder divino actuando salvíficamente en nuestra historia, pero simultáneamente es el estado escatológico que pone fin al mundo malo, dominado por las fuerzas de la desdicha, e inicia el mundo nuevo en el que Dios ‘impone’ plenamente sus ‘derechos’… La soberanía de Dios y el reino de Dios son, por consiguiente, dos aspectos de una sola realidad. Aquella indica el carácter dinámico, presente, del dominio de Dios; el reino de Dios indica más bien el estadio definitivo al que apunta la acción salvífica de Dios” (pp. 128-129).
Pienso que si el Jesús histórico que yo defiendo levantara la cabeza no negaría esta definición, pero probablemente no la subscribiría convencido del todo porque no pone de relieve:
a)el carácter territorial de su concepción del reino de Dios;
b) su carácter eminentemente terreno y con rasgos tantos de bienandanza material como espiritual, como ayer sostuvimos;
c) sus implicaciones “políticas” al menos indirectas, que se deducen de las acciones mesiánicas de Jesús en su entrada a Jerusalén y en su “purificación del Templo”.
Opino también que como Jesús no definió nunca lo que era el reino de Dios debía de tener una concepción de él sensiblemente igual a la de sus oyentes. Y ésta es más o menos lo que significaba la salvación total y escatológica de Israel en los Profetas. Y creo que en los Profetas no se habla nunca (salvo cuando se trata de afirmaciones generalistas, sobre el universo, la creación, no referido al reino de Dios) respecto al Israel concreto omitiendo lo del territorio. Siempre se alude al triunfo terreno de Israel sobre las naciones, a su bienandanza en términos de bienestar material y a la exclusión de los extranjeros hostiles, que no permiten que una parte importante del reino/reinado de Dios se pueda cumplir perfectamente, a saber la observancia de la Ley con todas sus consecuencias.
Afirma Schillebeeckx:
“Carece de importancia la cuestión de si la predicación de Jesús sobre la soberanía de Dios fue intencionadamente antizelota y antiapocalíptica. Del Nuevo Testamento se desprende que la praxis y la actividad de Jesús nunca tuvieron un carácter ‘anti’, sino ‘pro’; debido a una experiencia personal… el mensaje de Jesús tiene una orientación positiva hacia el amor salvífico universal de Dios” (p. 131) “La auténtica soberanía de Dios (predicada por Jesús) no forma grupos de “escogidos” (p. 132).
Ciertamente Schillebeeckx se refiere con estas frases a fariseos y esenios (aunque generaliza haciendo al lector entender como sectarios a todos los “piadosos” de Israel en la época de Jesús). Ahora bien, no sé cómo se concilia esta idea de un Dios universalista, de verdad, no "de boquilla" con la común conciencia del pueblo judío de la época de Jesús --al que éste se siente llamado a predicar en exclusiva-- como “pueblo elegido” por antonomasia. Quizás sólo en época helenística temprana –es decir, unos doscientos años o más antes de Jesús- los judíos pensaron que el concepto de “pueblo elegido” y una divinidad universalista, un Dios padre de todos los humanos por igual, eran inconciliables. Luego lo olvidaron con la crisis de los Macabeos.. Ciertamente, en tiempos de Jesús se había olvidado.
Sin embargo, me resulta sugerente la idea de Schillebeeckx de que Jesús estuvo siempre ‘pro’ y nunca ‘anti’. Pero no sé cómo se concilia esta idea, de nuevo, con el “nacionalismo” de un Jesús que se siente enviado “sólo a las ovejas de Israel” y con la prédica, también fuerte y bastante continua, por parte de Jesús del juicio divino contra los que no escuchen su mensaje del Reino. Hay ciertamente un rasgo del carácter de Jesús duro y ‘anti’.
La cercanía del reino de Dios es un concepto complejo en Jesús . Afirma Schillebeeckx :
"En cualquier caso es algo muy distinto de la expectación sólo próxima de Juan Bautista o del énfasis en la dimensión temporal del juicio de Dios. Aquí aparece la radical diferencia entre Jesús y Juan. Fiel al mensaje de Juan sobre el juicio, Jesús, gracias a su mensaje central sobre el reino de Dios, quitó al mensaje de Juan todos los rasgos apocalípticos, típicos de una escatología inminente. En este contexto las palabras auténticas de Jesús sobre la proximidad del Reino no sólo significan una sustitución del concepto de ‘juicio’ por el de ‘reino de Dios’ (además no existe tal sustitución: también Jesús anunció el juicio), sino un mensaje totalmente nuevo, un euanggelion, término ajeno a Juan” (p. 135).
Aparte de que parece un tanto raro -en primer lugar- el que se afirme que haya una sustitución, y a renglón seguido se afirme entre paréntesis que no hay propiamente. tal sustitución, opino --en segundo lugar-- que: no acabo de percibir la “radical diferencia” entre Juan y Jesús, pues no consigo entender cómo es posible la conciliación entre un Jesús que proclama el apocalipsis de Marcos 13, en el que la apocalíptica y la escatología inminente son evidentes y absolutas, a menos que echemos por tierra la pretensión de que ese capítulo marcano viene del Jesús histórico (cf. la parábola de la higuera / inminencia del fin: 13, 28-32) y un Jesús de que cambia de tal modo el mensaje del juicio (que tampoco lo cambia) sustituyéndolo por la buena noticia del Reino. Y no lo entiendo porque el Jesús de Mateo en el capítulo 25 hace preceder la venida del Reino por el juicio universal. Y el mensaje del juicio universal es también escatológico, apocalíptico y parte del euaggelion. Así que repito: no entiendo lo de la “diferencia radical” entre Juan Bautista y Jesús.
Podríamos seguir, pero basta lo dicho como muestra.de mi idea de afirmaciones tajantes y generalizantes.
Pero, y deseo subrayarlo de nuevo, con ello tampoco quiero contradecirme cuando afirmo que “merece y mucho la pena leer a Schillebeeckx. Sí lo merece, porque cuando el autor no cae en la apologética tiene perspectivas excelentes y su lectura es muy enriquecedora. Pero, ha pasado ya mucho tiempo desde que se escribió el original, y ciertas perspectivas han cambiado. Teniéndolo en cuenta, el resto es más que interesante.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Concluimos hoy con nuestra presentación y comentario de "Jesús. Historia de un viviente".
Afirma Schillebeeckx, demasiado tajantemente, que lo que se traduce como “reino de Dios” comúnmente (griego basileia theou theou) significa los siguiente:
“Soberanía de Dios, reinado de Dios, reino de Dios. Con ello no se indica un territorio por encima o fuera de este mundo donde Dios moraría o reinaría. Jesús indica un acontecimiento por el que Dios rey y señor, comienza reinar y a actuar, una acción por la Dios manifiesta su divinidad en el mundo. La soberanía de Dios es, pues, el propio poder divino actuando salvíficamente en nuestra historia, pero simultáneamente es el estado escatológico que pone fin al mundo malo, dominado por las fuerzas de la desdicha, e inicia el mundo nuevo en el que Dios ‘impone’ plenamente sus ‘derechos’… La soberanía de Dios y el reino de Dios son, por consiguiente, dos aspectos de una sola realidad. Aquella indica el carácter dinámico, presente, del dominio de Dios; el reino de Dios indica más bien el estadio definitivo al que apunta la acción salvífica de Dios” (pp. 128-129).
Pienso que si el Jesús histórico que yo defiendo levantara la cabeza no negaría esta definición, pero probablemente no la subscribiría convencido del todo porque no pone de relieve:
a)el carácter territorial de su concepción del reino de Dios;
b) su carácter eminentemente terreno y con rasgos tantos de bienandanza material como espiritual, como ayer sostuvimos;
c) sus implicaciones “políticas” al menos indirectas, que se deducen de las acciones mesiánicas de Jesús en su entrada a Jerusalén y en su “purificación del Templo”.
Opino también que como Jesús no definió nunca lo que era el reino de Dios debía de tener una concepción de él sensiblemente igual a la de sus oyentes. Y ésta es más o menos lo que significaba la salvación total y escatológica de Israel en los Profetas. Y creo que en los Profetas no se habla nunca (salvo cuando se trata de afirmaciones generalistas, sobre el universo, la creación, no referido al reino de Dios) respecto al Israel concreto omitiendo lo del territorio. Siempre se alude al triunfo terreno de Israel sobre las naciones, a su bienandanza en términos de bienestar material y a la exclusión de los extranjeros hostiles, que no permiten que una parte importante del reino/reinado de Dios se pueda cumplir perfectamente, a saber la observancia de la Ley con todas sus consecuencias.
Afirma Schillebeeckx:
“Carece de importancia la cuestión de si la predicación de Jesús sobre la soberanía de Dios fue intencionadamente antizelota y antiapocalíptica. Del Nuevo Testamento se desprende que la praxis y la actividad de Jesús nunca tuvieron un carácter ‘anti’, sino ‘pro’; debido a una experiencia personal… el mensaje de Jesús tiene una orientación positiva hacia el amor salvífico universal de Dios” (p. 131) “La auténtica soberanía de Dios (predicada por Jesús) no forma grupos de “escogidos” (p. 132).
Ciertamente Schillebeeckx se refiere con estas frases a fariseos y esenios (aunque generaliza haciendo al lector entender como sectarios a todos los “piadosos” de Israel en la época de Jesús). Ahora bien, no sé cómo se concilia esta idea de un Dios universalista, de verdad, no "de boquilla" con la común conciencia del pueblo judío de la época de Jesús --al que éste se siente llamado a predicar en exclusiva-- como “pueblo elegido” por antonomasia. Quizás sólo en época helenística temprana –es decir, unos doscientos años o más antes de Jesús- los judíos pensaron que el concepto de “pueblo elegido” y una divinidad universalista, un Dios padre de todos los humanos por igual, eran inconciliables. Luego lo olvidaron con la crisis de los Macabeos.. Ciertamente, en tiempos de Jesús se había olvidado.
Sin embargo, me resulta sugerente la idea de Schillebeeckx de que Jesús estuvo siempre ‘pro’ y nunca ‘anti’. Pero no sé cómo se concilia esta idea, de nuevo, con el “nacionalismo” de un Jesús que se siente enviado “sólo a las ovejas de Israel” y con la prédica, también fuerte y bastante continua, por parte de Jesús del juicio divino contra los que no escuchen su mensaje del Reino. Hay ciertamente un rasgo del carácter de Jesús duro y ‘anti’.
La cercanía del reino de Dios es un concepto complejo en Jesús . Afirma Schillebeeckx :
"En cualquier caso es algo muy distinto de la expectación sólo próxima de Juan Bautista o del énfasis en la dimensión temporal del juicio de Dios. Aquí aparece la radical diferencia entre Jesús y Juan. Fiel al mensaje de Juan sobre el juicio, Jesús, gracias a su mensaje central sobre el reino de Dios, quitó al mensaje de Juan todos los rasgos apocalípticos, típicos de una escatología inminente. En este contexto las palabras auténticas de Jesús sobre la proximidad del Reino no sólo significan una sustitución del concepto de ‘juicio’ por el de ‘reino de Dios’ (además no existe tal sustitución: también Jesús anunció el juicio), sino un mensaje totalmente nuevo, un euanggelion, término ajeno a Juan” (p. 135).
Aparte de que parece un tanto raro -en primer lugar- el que se afirme que haya una sustitución, y a renglón seguido se afirme entre paréntesis que no hay propiamente. tal sustitución, opino --en segundo lugar-- que: no acabo de percibir la “radical diferencia” entre Juan y Jesús, pues no consigo entender cómo es posible la conciliación entre un Jesús que proclama el apocalipsis de Marcos 13, en el que la apocalíptica y la escatología inminente son evidentes y absolutas, a menos que echemos por tierra la pretensión de que ese capítulo marcano viene del Jesús histórico (cf. la parábola de la higuera / inminencia del fin: 13, 28-32) y un Jesús de que cambia de tal modo el mensaje del juicio (que tampoco lo cambia) sustituyéndolo por la buena noticia del Reino. Y no lo entiendo porque el Jesús de Mateo en el capítulo 25 hace preceder la venida del Reino por el juicio universal. Y el mensaje del juicio universal es también escatológico, apocalíptico y parte del euaggelion. Así que repito: no entiendo lo de la “diferencia radical” entre Juan Bautista y Jesús.
Podríamos seguir, pero basta lo dicho como muestra.de mi idea de afirmaciones tajantes y generalizantes.
Pero, y deseo subrayarlo de nuevo, con ello tampoco quiero contradecirme cuando afirmo que “merece y mucho la pena leer a Schillebeeckx. Sí lo merece, porque cuando el autor no cae en la apologética tiene perspectivas excelentes y su lectura es muy enriquecedora. Pero, ha pasado ya mucho tiempo desde que se escribió el original, y ciertas perspectivas han cambiado. Teniéndolo en cuenta, el resto es más que interesante.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com