El paso del nacionalismo judío al pacifismo dentro del judeocristianismo del siglo I (9-09-2021.- 1190)
Escribe Antonio Piñero
Foto: Ruinas de Pella en Jordania, tomada de “Serturista.com”
Una de las cosas que quizás pueda llamar la atención es el paso de los seguidores más directos de Jesús desde una posición nacionalista judía, reflejada en los siguientes textos que transcribiré del Evangelio de Lucas, a una posición pacifista, enemiga del nacionalismo judío extremo que condujo a la guerra contra Roma.
Los pasajes son los siguientes:
Lucas 24,19-21:
“Entonces Jesús les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados, le entregaron a condenación de muerte, y lo crucificaron. Pero nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel”. Esto supone una teología de un mesianismo victorioso de Israel frente a todos sus enemigos tal como se dice en el mismo Lc en 1,31-33 “Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por siempre; y su reino no tendrá fin”. Y Lc 1,67-73 acerca ciertamente de Juan Bautista que es el precursor de Jesús, y por tanto lo que se diga del Precursor vale igualmente para aquel a quien este precursor anuncia:
“Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: 68 Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, 69 y nos alzó cuerno de salvación en la casa de David su siervo, 70 tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio del mundo; 71 Que habríamos de ser salvos de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecen; 72 para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; 73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, 74 que nos habría de conceder, que liberados de la mano de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos, 75 en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra vida”.
Otro claro pasaje es del autor de Hechos de Apóstoles 1,6-7 (probablemente no “Lucas”, el autor del tercer evangelio, sino un discípulo suyo que escribe en continuación con su pensamiento) donde leemos:
“Entonces los que se habían reunido (con Jesús resucitado) le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y Él les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”,
pasaje donde no se niega el concepto, sino el cuándo. Ya he escrito que es muy probable que la muerte de Jesús en cruz, rodeado quizás de dos de sus partidarios, hizo de él un héroe popular en Jerusalén respetado y admirado… hasta que todo cambió.
Por otro lado, la persecución a los judeocristianos helenistas narrada en Hechos 8,1-2, donde se dice que las autoridades de Jerusalén persiguieron solo a estos y dejaron en paz a los Apóstoles (es decir, a la iglesia de Jerusalén formada por judíos practicantes a creían a Jesús era el Mesías), solo se explica porque en ese momento (muerte de Esteban) la comunidad jerosolimitana no era sospechosa de amistad alguna prorromana o algo por el estilo y tenía una teología judía acerca del mesías Jesús que era aceptable a los ojos de las autoridades.
¿Cómo es posible entonces que según la tradición misma, en el año 68, esa misma comunidad es ya enemiga de los nacionalistas que han declarado la guerra a Roma (66-70/73) y tenga que huir de Jerusalén y emigrar a la ciudad transjordana de Pella por miedo a persecución de las autoridades rebeldes?
Las dos únicas fuentes para esta huida son Eusebio de Cesarea y Epifanio de Salamina. He aquí los textos:
A. “También el pueblo de la iglesia de Jerusalén, por seguir un oráculo remitido por revelación a los notables del lugar, recibieron la orden de cambiar de ciudad antes de la guerra y habitar cierta ciudad de Perea que recibe el nombre de Pella” (Eusebio HE III 5,3)
B. “Por decisión y mandato de una ley de Adriano, se prohibió desde entonces a todo el pueblo judío poner el pie ni siquiera en la región que rodea a Jerusalén, de manera que ni de lejos pudieran contemplar el suelo patrio. Aristón de Pella es quien lo cuenta. Así es como la ciudad llegó a quedar vacía de la raza judía y fue total la ruina de sus antiguos moradores. Gentes de otra raza vinieron a habitarla y la ciudad romana constituida luego cambió su nombre y se llamó Elia, en honor del emperador Adriano. Mas también la iglesia de allí vino a estar compuesta de gentiles, y el primero a quien se encargó de su ministerio, después de los obispos que procedían de la circuncisión, fue Marcos” (Eusebio HE IV 6,3-4)
C. “Esta herejía de los nazarenos existe en Berea, en las vecindades de Celesiria y de la Decápolis, en la región de Pella y en Basanítide, en la denominada Kokabá, en hebreo Khokhabá. Allí se establecieron después del éxodo desde Jerusalén, cuando todos los discípulos se fueron a vivir a Pella, porque Cristo les había dicho que abandonaran Jerusalén y se fueran lejos de allí y evitarían un cerco. Por este aviso vivieron en Perea después de haberse movido a ese lugar que he dicho. Allí tuvo su origen la herejía de los nazarenos” (Epifanio, Panarion XXIX 7,7-8).
No discuto ahora si esta tradición es o no verdadera. De eso se puede hablar/escribir en otro momento. Lo que sí parece cierto es que la comunidad de Jerusalén había pasado de ser un grupo judío nacionalista a ser otro pacifista opuesto a la guerra contra los romanos.
Opino que la única razón plausible para ese cambio es la idea de los judeocristianos (y de los judíos en general) de que Dios interviene en la historia humana, y que con la aceptación de la muerte del mesías en la cruz, obra de romanos (con colaboración de las autoridades judías) había Él mismo indicado –insisto, con el aparente fracaso de la cruz– que la vía del nacionalismo estricto no era correcta y que había que cambiarla con un pacifismo respecto al Imperio, lo que en el fondo abría el camino también para la misión a los gentiles.
Pero si esto es así, la iglesia de Jerusalén, la comunidad primitiva de seguidores de Jesús más acorde con su pensamiento genuino, no podría estar de acuerdo, a priori y antecedentemente, con los pasajes del Evangelio de Lucas redactados después acerca de su huida, (no me meto ahora tampoco en la cuestión de quién escribió esos capítulos). Cierto es que tales textos se publicaron de hecho decenios después de la marcha a Pella de la comunidad jerosolimitana, pero pretendían reflejar la opinión del judeocristianismo de los primeros momentos cuando se aceptaba en la comunidad que tanto Juan Bautista como Jesús eran figuras totalmente judías. Ellos, los judeocristianos de Jerusalén, eran tan judíos como Juan Bautista y Jesús el Mesías.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Escribe Antonio Piñero
Foto: Ruinas de Pella en Jordania, tomada de “Serturista.com”
Una de las cosas que quizás pueda llamar la atención es el paso de los seguidores más directos de Jesús desde una posición nacionalista judía, reflejada en los siguientes textos que transcribiré del Evangelio de Lucas, a una posición pacifista, enemiga del nacionalismo judío extremo que condujo a la guerra contra Roma.
Los pasajes son los siguientes:
Lucas 24,19-21:
“Entonces Jesús les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados, le entregaron a condenación de muerte, y lo crucificaron. Pero nosotros esperábamos que Él era el que había de redimir a Israel”. Esto supone una teología de un mesianismo victorioso de Israel frente a todos sus enemigos tal como se dice en el mismo Lc en 1,31-33 “Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por siempre; y su reino no tendrá fin”. Y Lc 1,67-73 acerca ciertamente de Juan Bautista que es el precursor de Jesús, y por tanto lo que se diga del Precursor vale igualmente para aquel a quien este precursor anuncia:
“Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: 68 Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, 69 y nos alzó cuerno de salvación en la casa de David su siervo, 70 tal como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio del mundo; 71 Que habríamos de ser salvos de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecen; 72 para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto; 73 Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, 74 que nos habría de conceder, que liberados de la mano de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos, 75 en santidad y justicia delante de Él, todos los días de nuestra vida”.
Otro claro pasaje es del autor de Hechos de Apóstoles 1,6-7 (probablemente no “Lucas”, el autor del tercer evangelio, sino un discípulo suyo que escribe en continuación con su pensamiento) donde leemos:
“Entonces los que se habían reunido (con Jesús resucitado) le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y Él les dijo: No toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad”,
pasaje donde no se niega el concepto, sino el cuándo. Ya he escrito que es muy probable que la muerte de Jesús en cruz, rodeado quizás de dos de sus partidarios, hizo de él un héroe popular en Jerusalén respetado y admirado… hasta que todo cambió.
Por otro lado, la persecución a los judeocristianos helenistas narrada en Hechos 8,1-2, donde se dice que las autoridades de Jerusalén persiguieron solo a estos y dejaron en paz a los Apóstoles (es decir, a la iglesia de Jerusalén formada por judíos practicantes a creían a Jesús era el Mesías), solo se explica porque en ese momento (muerte de Esteban) la comunidad jerosolimitana no era sospechosa de amistad alguna prorromana o algo por el estilo y tenía una teología judía acerca del mesías Jesús que era aceptable a los ojos de las autoridades.
¿Cómo es posible entonces que según la tradición misma, en el año 68, esa misma comunidad es ya enemiga de los nacionalistas que han declarado la guerra a Roma (66-70/73) y tenga que huir de Jerusalén y emigrar a la ciudad transjordana de Pella por miedo a persecución de las autoridades rebeldes?
Las dos únicas fuentes para esta huida son Eusebio de Cesarea y Epifanio de Salamina. He aquí los textos:
A. “También el pueblo de la iglesia de Jerusalén, por seguir un oráculo remitido por revelación a los notables del lugar, recibieron la orden de cambiar de ciudad antes de la guerra y habitar cierta ciudad de Perea que recibe el nombre de Pella” (Eusebio HE III 5,3)
B. “Por decisión y mandato de una ley de Adriano, se prohibió desde entonces a todo el pueblo judío poner el pie ni siquiera en la región que rodea a Jerusalén, de manera que ni de lejos pudieran contemplar el suelo patrio. Aristón de Pella es quien lo cuenta. Así es como la ciudad llegó a quedar vacía de la raza judía y fue total la ruina de sus antiguos moradores. Gentes de otra raza vinieron a habitarla y la ciudad romana constituida luego cambió su nombre y se llamó Elia, en honor del emperador Adriano. Mas también la iglesia de allí vino a estar compuesta de gentiles, y el primero a quien se encargó de su ministerio, después de los obispos que procedían de la circuncisión, fue Marcos” (Eusebio HE IV 6,3-4)
C. “Esta herejía de los nazarenos existe en Berea, en las vecindades de Celesiria y de la Decápolis, en la región de Pella y en Basanítide, en la denominada Kokabá, en hebreo Khokhabá. Allí se establecieron después del éxodo desde Jerusalén, cuando todos los discípulos se fueron a vivir a Pella, porque Cristo les había dicho que abandonaran Jerusalén y se fueran lejos de allí y evitarían un cerco. Por este aviso vivieron en Perea después de haberse movido a ese lugar que he dicho. Allí tuvo su origen la herejía de los nazarenos” (Epifanio, Panarion XXIX 7,7-8).
No discuto ahora si esta tradición es o no verdadera. De eso se puede hablar/escribir en otro momento. Lo que sí parece cierto es que la comunidad de Jerusalén había pasado de ser un grupo judío nacionalista a ser otro pacifista opuesto a la guerra contra los romanos.
Opino que la única razón plausible para ese cambio es la idea de los judeocristianos (y de los judíos en general) de que Dios interviene en la historia humana, y que con la aceptación de la muerte del mesías en la cruz, obra de romanos (con colaboración de las autoridades judías) había Él mismo indicado –insisto, con el aparente fracaso de la cruz– que la vía del nacionalismo estricto no era correcta y que había que cambiarla con un pacifismo respecto al Imperio, lo que en el fondo abría el camino también para la misión a los gentiles.
Pero si esto es así, la iglesia de Jerusalén, la comunidad primitiva de seguidores de Jesús más acorde con su pensamiento genuino, no podría estar de acuerdo, a priori y antecedentemente, con los pasajes del Evangelio de Lucas redactados después acerca de su huida, (no me meto ahora tampoco en la cuestión de quién escribió esos capítulos). Cierto es que tales textos se publicaron de hecho decenios después de la marcha a Pella de la comunidad jerosolimitana, pero pretendían reflejar la opinión del judeocristianismo de los primeros momentos cuando se aceptaba en la comunidad que tanto Juan Bautista como Jesús eran figuras totalmente judías. Ellos, los judeocristianos de Jerusalén, eran tan judíos como Juan Bautista y Jesús el Mesías.
Saludos cordiales de Antonio Piñero