Hoy escribe Antonio Piñero
Comentamos los textos qumránicos trascritos el día anterior. Como dije, pienso que
• Los textos de Qumrán arriba mencionados (4Q246 y 11QMelq), más
• Los que hablan de Henoc trasladado al cielo como profeta (1 Henoc), o de
• Henoc también como humano pero transformado en una entidad humana/angélica que se denomina “Metatrón” (3 Henoc), situado junto a Dios, así como de
• La enigmática figura angélica de la ora judía tardía denominada Plegaria de José que se encarna en Jacob,
pueden suponer un paso adelante en nuestra comprensión de las creencias religiosas mesiánicas o semimesiánicas de ciertos círculos piadosos judíos del siglo I de nuestra era, y la mentalidad de los judeocristianos respecto a Jesús que está emparentada con tales creencias, o que derivan de ellas.
Tales pasajes, aunque escasos y aislados en Qumrán y en el resto de la literatura anterior o simultánea al nacimiento del cristianismo, nos indican ya cómo la concepción de un libertador escatológico, una suerte de supermesías (o coadyuvante de él) celestial podría no ser totalmente ajena y extraña al judaísmo de la época cristiana.
En los dos textos mencionados (4Q246 y 11QMelq) hemos afirmado ya que se trata quizá de la figura de un libertador escatológico, de naturaleza celeste, semejante al como un “hijo de hombre” de Daniel 7.
En otro fragmento importante de Qumrán se nos habla de un mesías sacerdotal, aunque no se lo designe expresamente como tal (4Q540), muy relacionado con lo celestial. Las palabras clave de este fragmento son:
“Y expiará por todos los hijos de su generación, y será enviado a todos los hijos de su pueblo. Su palabra es como la palabra de los cielos, y su enseñanza según la voluntad de Dios” (Véase A. Piñero, “Los manuscritos del mar Muerto y el Nuevo Testamento”, en J. Trebolle (ed.), Paganos, judíos y cristianos, Trotta, 166s.)
Hay que insistir machaconamente en que estos tres pasajes pueden suponer en el judaísmo piadoso, apocalíptico y sectario del entorno cronológico del nacimiento del cristianismo un cierto ambiente favorable a la ampliación del concepto “mesías” desde lo terreno hacia lo divino, como dijimos.
Con otras palabras: también para ciertos círculos judíos el mesías deja de ser meramente humano; está de algún modo relacionado con lo divino. Hay un cierto proceso, analógico a lo que se dará después en el cristianismo, de divinización de un ser humano. Se establece la idea de que en cielo puede haber no un sólo Poder, sino de algún modo "Dos Poderes". Esto ayuda a que se pueda dar en el cristianismo, sin trauma psicológico notable, el salto teológico de repensar a Jesús como mesías “sobrehumano”, una vez que quedó establecido que -al menos al final de su vida- se declaró mesías de Israel (implicado en la “entrada triunfal” y “purificación del Templo” = Mc 11).
El cristianismo, emparentado con estos círculos, seguirá esta vía incipiente de los judíos piadosos, que piensan que la divinidad se expande hacia afuera, hacia la humanidad, adoptando como "ayudante" a un ser humano elegido, el cual resulta de algún modo divinizado (el cómo no se suele explicar, porque se supone, o no se sabe bien como explicarlo)..
Deseo insistir expresamente en la idea siguiente: la cristología del Nuevo Testamento no se inventa a partir de la nada, sino siempre con una base, a saber: apoyándose en dichos o hechos del Jesús histórico que se reinterpretan, tras su muere, con otra luz, a partir de la firme creencia en la resurrección y en que con ese evento Dios ha constituido a Jesús “Señor” y “Mesías”.
A partir de ahí, es sencillo imaginar que a títulos como “Hijo de Dios” se le otorgue dentro del cristianimsmo un sentido más profundo, distinto en suma al que tenía en el Antiguo Testamento.
“Señor”, por ejemplo, entendido primero como una manera de dirigirse respetuosamente a un hombre situado en una categoría superior, pasa luego, utilizándolo en sentido absoluto = "Señor" a secas,, a tener connotaciones divinas: se equipara a Jesús con la divinidad gracias a la creación simultánea de la teología de la preexistencia. Pero siempre debe quedar claro que estos títulos reinterpretados así por los cristianos suponen un salto teológico, es decir el paso de la figura de un Jesús mero ser humano, un “hijo de hombre” a un personaje divino, “El Hijo del Hombre” (cuando se emplea como título cristológico). Hay, pues, un proceso de divinización dentro ya del cristianismo, pero que tiene ciertos antecedentes en el mundo judío.
En este mundo la divinización del er, o de los seres humanos, escogidos por la divinidad para proyectarse hacia fuera se cosifican = los números o sefirot de la Cábala. La personificación se detiene para defender el monoteísmo.
El el mundo cristiano, la personificación no se detiene: Jesús será considerado plenamente divino en un corto espacio de tiempo, aunque se tardenn siglos en precisar exactamente cuál es su naturaleza.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Comentamos los textos qumránicos trascritos el día anterior. Como dije, pienso que
• Los textos de Qumrán arriba mencionados (4Q246 y 11QMelq), más
• Los que hablan de Henoc trasladado al cielo como profeta (1 Henoc), o de
• Henoc también como humano pero transformado en una entidad humana/angélica que se denomina “Metatrón” (3 Henoc), situado junto a Dios, así como de
• La enigmática figura angélica de la ora judía tardía denominada Plegaria de José que se encarna en Jacob,
pueden suponer un paso adelante en nuestra comprensión de las creencias religiosas mesiánicas o semimesiánicas de ciertos círculos piadosos judíos del siglo I de nuestra era, y la mentalidad de los judeocristianos respecto a Jesús que está emparentada con tales creencias, o que derivan de ellas.
Tales pasajes, aunque escasos y aislados en Qumrán y en el resto de la literatura anterior o simultánea al nacimiento del cristianismo, nos indican ya cómo la concepción de un libertador escatológico, una suerte de supermesías (o coadyuvante de él) celestial podría no ser totalmente ajena y extraña al judaísmo de la época cristiana.
En los dos textos mencionados (4Q246 y 11QMelq) hemos afirmado ya que se trata quizá de la figura de un libertador escatológico, de naturaleza celeste, semejante al como un “hijo de hombre” de Daniel 7.
En otro fragmento importante de Qumrán se nos habla de un mesías sacerdotal, aunque no se lo designe expresamente como tal (4Q540), muy relacionado con lo celestial. Las palabras clave de este fragmento son:
“Y expiará por todos los hijos de su generación, y será enviado a todos los hijos de su pueblo. Su palabra es como la palabra de los cielos, y su enseñanza según la voluntad de Dios” (Véase A. Piñero, “Los manuscritos del mar Muerto y el Nuevo Testamento”, en J. Trebolle (ed.), Paganos, judíos y cristianos, Trotta, 166s.)
Hay que insistir machaconamente en que estos tres pasajes pueden suponer en el judaísmo piadoso, apocalíptico y sectario del entorno cronológico del nacimiento del cristianismo un cierto ambiente favorable a la ampliación del concepto “mesías” desde lo terreno hacia lo divino, como dijimos.
Con otras palabras: también para ciertos círculos judíos el mesías deja de ser meramente humano; está de algún modo relacionado con lo divino. Hay un cierto proceso, analógico a lo que se dará después en el cristianismo, de divinización de un ser humano. Se establece la idea de que en cielo puede haber no un sólo Poder, sino de algún modo "Dos Poderes". Esto ayuda a que se pueda dar en el cristianismo, sin trauma psicológico notable, el salto teológico de repensar a Jesús como mesías “sobrehumano”, una vez que quedó establecido que -al menos al final de su vida- se declaró mesías de Israel (implicado en la “entrada triunfal” y “purificación del Templo” = Mc 11).
El cristianismo, emparentado con estos círculos, seguirá esta vía incipiente de los judíos piadosos, que piensan que la divinidad se expande hacia afuera, hacia la humanidad, adoptando como "ayudante" a un ser humano elegido, el cual resulta de algún modo divinizado (el cómo no se suele explicar, porque se supone, o no se sabe bien como explicarlo)..
Deseo insistir expresamente en la idea siguiente: la cristología del Nuevo Testamento no se inventa a partir de la nada, sino siempre con una base, a saber: apoyándose en dichos o hechos del Jesús histórico que se reinterpretan, tras su muere, con otra luz, a partir de la firme creencia en la resurrección y en que con ese evento Dios ha constituido a Jesús “Señor” y “Mesías”.
A partir de ahí, es sencillo imaginar que a títulos como “Hijo de Dios” se le otorgue dentro del cristianimsmo un sentido más profundo, distinto en suma al que tenía en el Antiguo Testamento.
“Señor”, por ejemplo, entendido primero como una manera de dirigirse respetuosamente a un hombre situado en una categoría superior, pasa luego, utilizándolo en sentido absoluto = "Señor" a secas,, a tener connotaciones divinas: se equipara a Jesús con la divinidad gracias a la creación simultánea de la teología de la preexistencia. Pero siempre debe quedar claro que estos títulos reinterpretados así por los cristianos suponen un salto teológico, es decir el paso de la figura de un Jesús mero ser humano, un “hijo de hombre” a un personaje divino, “El Hijo del Hombre” (cuando se emplea como título cristológico). Hay, pues, un proceso de divinización dentro ya del cristianismo, pero que tiene ciertos antecedentes en el mundo judío.
En este mundo la divinización del er, o de los seres humanos, escogidos por la divinidad para proyectarse hacia fuera se cosifican = los números o sefirot de la Cábala. La personificación se detiene para defender el monoteísmo.
El el mundo cristiano, la personificación no se detiene: Jesús será considerado plenamente divino en un corto espacio de tiempo, aunque se tardenn siglos en precisar exactamente cuál es su naturaleza.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com