Notas

El martirio de san Bartolomé en los Hechos de Felipe

Redactado por Antonio Piñero el Lunes, 14 de Enero 2013 a las 00:19

Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Martirio de Felipe y Bartolomé

El procónsul, no contento con castigar a su propia mujer, envió a unos funcionarios para que arrestaran a Felipe, Bartolomé y Mariamne y los golpearan con correas de cuero. Después de azotarlos, ordenó que les ataran los pies y los arrastraran por las calles de la ciudad hasta el templo de la Víbora (c. 121,2). Allí los dejó encerrados y encadenados junto a los sacerdotes de los ídolos.

Se congregaron en el templo los sacerdotes de la Víbora y unos siete mil devotos, que pidieron a gritos al procónsul que los vengara por los daños que les habían infligido aquellos extranjeros. Pues, en efecto, habían matado a las serpientes y habían dejado desiertos sus altares. Se habían quedado sin dioses que los protegieran y los vengaran.

Indignado el procónsul con los sucesos y con la conducta de su esposa, dio órdenes para que sacaran del templo a los apóstoles y los llevaran a su tribunal. Hizo que desnudaran sus funcionarios a Felipe y a Bartolomé en busca de sus ocultos poderes mágicos (c. 125,1). Cuando trataron de desnudar a Mariamne, su cuerpo se transformó en una nube de fuego, que impidió que los presentes pudieran ver su desnudez. El procónsul hizo que perforaran a Felipe los tobillos y lo colgaran cabeza abajo. “A Bartolomé, lo colocaron delante de Felipe y le clavaron las manos en el muro de la entrada del templo” (c. 125,3).

El texto del relato comenta que Felipe y Bartolomé se miraban mutuamente sonrientes. Hablaban entre sí en lengua hebrea. El recurso a la lengua de sus antepasados era corriente en los momentos finales de la vida de los apóstoles. Felipe preguntó a Bartolomé por Juan que iba a llegar enseguida para rezar por ellos. Y consciente de que los vecinos intentaban quemar la casa del piadoso Estaquis, propuso a Bartolomé que hicieran bajar fuego del cielo para consumir a los malvados. Llegó entonces Juan y preguntó quiénes eran aquellos hombres y por qué eran castigados. Los ciudadanos del lugar conocieron enseguida que no era de los suyos, pero le dijeron que los colgados estaban pensando hacer bajar fuego del cielo para destruirlos.

Felipe fue el que comunicó en hebreo a Bartolomé que había llegado Juan. Cuando vio Juan a los dos compañeros colgados de mala manera, les dijo: “Que el misterio del que fue colgado entre el cielo y la tierra se cumpla con vosotros” (c. 129,2). Los ciudadanos comprendieron que Juan era cómplice de Felipe y Bartolomé, por lo que pretendieron arrestarlo, pero se les paralizaron las manos. Fue entonces cuando Felipe tuvo uno de sus accesos de intemperancia y quiso tomarse venganza de sus verdugos. Era el recuerdo y la recomendación de no devolver mal por mal. Juan, Bartolomé y Mariamne trataron de impedírselo recordando cómo su Maestro había soportado todas las pesadumbres de su pasión y muerte.

No convencieron a Felipe, que pronunció una maldición y consiguió que se abriera el abismo y tragara el lugar donde estaba el procónsul, el templo, la Víbora y sus devotos hasta unos siete mil hombres. La reacción de Felipe mereció una seria reprimenda de parte del Salvador por haber desoído su recomendación. La consecuencia sería que Felipe tendría que esperar cuarenta días de demora antes de entrar en la gloria para recibir la corona por su ministerio y su martirio. El Salvador liberó a los que habían sido absorbidos por el abismo, exceptuados el procónsul y la Víbora. Anunció que Bartolomé tendría que ir a Licaonia donde padecería el martirio por crucifixión. Los liberados y los fieles bajaron del patíbulo a Felipe, quien a su vez ordenó que desclavaran a Bartolomé.

Felipe mantuvo una larga conversación con Bartolomé, en la que le anunció su destino y su final en Licaonia. Le recordó que antes de partir tenía que construir una iglesia, que tuviera una pared en medio. La pared divisoria tenía la finalidad de que la vista de las vírgenes no turbara la pureza de las plegarias de los recién bautizados. Así se lo explicaba Felipe a Bartolomé, que se sorprendió de que en el tiempo de la convivencia con Jesús, nunca separó el Maestro a las vírgenes de los apóstoles. Felipe respondió a Bartolomé que la presencia del Salvador lo llenaba todo de forma que neutralizaba cualquier sombra de tinieblas. Todos estaban llenos de su luz, su gracia y su gloria.

Consciente el apóstol Felipe de que se acercaba su hora, recomendó a Bartolomé que consagrara obispo al piadoso Estaquis, el que fuera curado de su ceguera y le entregara las normas para dirigir una comunidad cristiana. Dio luego los detalles de su propia sepultura a Bartolomé que los cumplió puntualmente en compañía de Mariamne tan pronto como Felipe entregó su espíritu al Señor. En cuanto sepultaron el cuerpo de Felipe, se oyó una voz del cielo que decía: “El apóstol Felipe ha sido coronado con la corona de la inmortalidad por el árbitro de la lucha, Jesucristo” (c. 146,1). Bartolomé encomendó al obispo Estaquis que bautizara a todos los que creían en la Trinidad.

A los cuarenta días tras de la muerte de Felipe, cumplida la penitencia que le fue impuesta por su acceso de intemperancia, se apareció el Salvador en la figura de Felipe para anunciar a Bartolomé y a Mariamne que ya se había abierto para él el paraíso y que había entrado en la gloria de Jesús. Ambos se despidieron de los hermanos, oraron por cada uno de ellos y abandonaron la ciudad de Ofiorima, que es la Hierápolis de Asia. Bartolomé se dirigió a Licaonia, mientras Mariamne se fue al río Jordán. Ambos eran los lugares que Felipe glorificado les había recomendado en nombre del Señor.

(Martirio de san Bartolomé).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 14 de Enero 2013
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