Notas

El compromiso silenciado de G. Puente Ojea (y III) (959)

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 18 de Enero 2018 a las 08:02

Escribe Antonio Piñero
 
Finalizo hoy la exposición de los motivos de por qué es importante la obra de Gonzalo puent Ojea sobre el origen de la creencia en el alma y la religión.
 
La crítica al fenómeno religioso por parte de Puente Ojea en su obra La religión ¡vaya timo! vuelve a defender con gran energía la hipótesis animista de Tylor, montada sólidamente sobre el materialismo y el evolucionismo que he mencionado en postales anteriores, asumidos en conjunto desde la convicción firme y justificada de que el origen de la religiosidad se halla en el cerebro humano y no en la extasiada contemplación del firmamento y de las fuerzas que lo habitan. Esta última idea era y sigue siendo, según calificación de Gonzalo, pura ciencia-ficción religiosa al servicio de los dioses y luego monoteísmos en vigor. La premisa de la que partía Tylor era certera, según Puente: en el hombre todo es materia, incluida la mente y su estructura neurológica; y esa materia es energía física en movimiento. Este planteamiento mentalista/materialista queda protegido de cualquier deriva idealista a largo plazo porque es el único que hunde sus raíces en un sistema nervioso producto de la transformación de la energía y la evolución de la materia viva en el curso de milenios, en los que el ser humano se ha adaptado al medio logrando la supervivencia colectiva.
 
 
Según Puente Ojea, el descubrimiento tyloriano de los mecanismos materiales de la invención animista por el Homo sapiens sapiens tiene un gran rigor lógico, propio de un gran hombre de ciencia como era Tylor, aunque este no contara entonces con los instrumentos y materiales de prueba de los que hoy disponemos. La creencia en almas y espíritus, producto de la mente humana (como ya vio Jenófanes de Colofón en el siglo VI a. C.) fue una paradójica racionalidad –aunque fallida a nuestros ojos de hoy– que otorgó a los seres humanos la pseudo solución del problema principal y prioritario: vencer a la muerte con la esperanza de una nueva vida en el más allá. Pero este error de considerar una realidad lo que era un mero producto de la mente fue dramático y generó consecuencias más gravosas que las que evitó… es decir, sumió al hombre en una tiranía creada por él mismo. Sin embargo, constituyó el hecho más determinante y revolucionario de la historia humana, porque la mayor parte de los seres humanos siguen siendo, todavía hoy, víctimas de esta falsa “solución” a las cuestiones de la existencia, y al deseo de inmortalidad, soluciones que la religión aporta. Estas soluciones hacen dormitar a la conciencia y la sumen una falsa tranquilidad
 
 
El rechazo por parte de Puente Ojea de la creencia en el alma inmaterial/espiritual e inmortal llevó consigo la afirmación de que, una vez que queda probada su inexistencia, se hace imposible la religiosidad y la religión. Naturalmente, esta idea levanta ampollas en muchos lectores. Y es claro que en la obra de Puente Ojea, el alma y sus funciones son sustituidas por el cerebro humano y el conjunto de sus funciones, tema al que dedica muchas páginas. En ellas examina nuestro autor prácticamente el pensamiento de todos los autores relevantes tanto de la psicología racional como de la neurofisiología, de la teoría del conocimiento y otros campos análogos. El lector de hoy día, que no tiene claros los conceptos en torno al yo y al cerebro/mente que sustituyen al concepto del alma, mítico del todo según Gonzalo, encuentra un punto de partida sobre las teorías actuales –que le serán muy útiles para la propia reflexión– en otro libro: Vivir la realidad. Sobre mitos, dogmas e ideología. Aquí vuelve a defender Puente Ojea– el alma debe interpretarse como la mente humana que ocupa todos los pliegues del cerebro; es esa mente la que genera el “yo” por obra de la memoria del pasado y del presente junto con los deseos imaginarios del futuro. Por consiguiente, el yo, según Gonzalo, no es más que un estado funcional del cerebro. De ahí se deduce que el mencionado estudio del funcionamiento de este órgano es la única vía para comprender los fenómenos en torno al yo y sus concomitantes, como son los estados llamados espirituales, o producidos por el alma y el espíritu, según la mayoría.
 
 
Si el ámbito estrechamente relacionado con la hipótesis de la existencia o no del alma es el estudio detenido del cerebro y la reflexión filosófica en torno a sus funciones, ello llevó a Puente Ojea a crítica de libros que informan de los adelantos de la neurociencia hasta nuestros días. El resultado de este estudio conduce a otro campo emparentado, la crítica a la opinión común sobre la constitución del universo. Sus estudios más recientes llevaron a Gonzalo a fortalecer la conclusión (ya expresada claramente en Ideología e Historia en los años 70 del siglo pasado) ya obtenida: no existe un dualismo esencial en el universo –materia y espíritu– sino un monismo: todo es material; todo es reducible a procesos materiales, físico-químicos o electro-magnéticos.
 
Es fácil comprender que esta idea es notablemente escandalosa para muchos. Sin arredrarse, Puente Ojea sostuvo –y provocó la discusión a este respecto– que la cuestión del fenómeno religioso no se dilucida en torno al tema de si existen o no dioses (discusión vana,  si previamente ha quedado establecido que los dioses no son más que referentes imaginarios de una mente dominada por el animismo), sino en si existe o no lo sobrenatural. Y es claro que si no hay alma, no hay sobrenatural.
 
 
La crítica de Gonzalo Puente Ojea a la religión en general, privada ya de su base al negarse la existencia del alma, giró en torno a la defensa de la idea de que la religión es una pura fantasía de la mente alienada. La alienación mental intenta garantizar la creencia en una vida que perdura por siempre, con la consiguiente supresión definitiva de la muerte. Pero frente a esta superstición, que Gonzalo creía esquizoide, volvía a defender que la ciencia prueba que no existe más que la materia. Entonces, ¿qué es el espíritu? No es otra cosa –afirma– que la manifestación más sutil de la materia, como en realidad pensó ya casi toda la filosofía griega. En los libros mencionados, Puente Ojea mostró, por medio de todo tipo de argumentos, históricos, filosóficos y científicos, que el monismo materialista es absolutamente inatacable, intachable desde el punto de vista científico. Y era radical al respecto, de modo que –para él– ni siquiera era defendible como posición atenuada del ateísmo, el lema spinoziano Deus, sive natura.
 
 
El penúltimo libro de Puente Ojea, La religión ¡vaya timo!, de 2009, vuelve a sostener, ampliando la argumentación, que como principio ontológico básico solamente existen estados y procesos de la energía física, diversificables por sus condensaciones y sus niveles de complejidad. Tales procesos generan en el sujeto humano cognoscente estados mentales, sensaciones, percepciones y representaciones de referentes verdaderos externos, naturalmente materiales. Estos referentes son el universo o naturaleza, que es todo lo que existe y nada más que lo que existe. De ahí se deriva un principio epistemológico: todo lo que puede conocerse y explicarse tiene que explicarse por referencia a lo que hay en el universo. Naturalmente este principio afecta a la idea de Dios y a la religación del ser humano con él. Una revelación que trascienda al universo natural no es posible. En consecuencia también, la idea de un Dios inmaterial queda descartada.
 
 
La teología en sí fue otro de los objetivos de la severa crítica de Puente Ojea. Para él es evidente que lexemas o enunciados de orden "sobrenatural" como espíritus, ángeles, encarnación del Hijo de Dios inmaterial y espiritual, concepción virginal de Jesús por la acción del Espíritu Santo, la Trinidad como tres Personas divinas en un sólo Dios verdadero, la transubstanciación de las especies eucarísticas en cuerpo y sangre de Cristo, etc., son productos todos ellos teológicos. Para Puente Ojea solo son falsos enunciados de forma lingüística o gramatical vacía, absolutamente infalsables, inidentificables y sin significado representable, ni material ni mentalmente. Es decir, según Puente, ni existen ni son nada. Sostiene también que ninguna revelación mística nos ha dicho jamás algo sobre el universo que no pudiera haber estado antes dentro de la cabeza de un místico.
 
 
Según Puente, el monoteísmo judeocristiano se basa en la historia sagrada de la Biblia, que es un mito puro. En este ámbito, la crítica de nuestro autor consiste básicamente en endorsar las certezas que la moderna arqueología ha puesto a disposición de todos: las historias bíblicas de la creación y del origen del pueblo de la revelación, Israel, son mitos construidos a partir de la reelaboración de ciertos vagos recuerdos de la inmigración de gente cananea a Egipto y su expulsión del delta en el segundo milenio a. C. Y nada más, porque el relato del libro del Éxodo no es otra cosa que una mera ampliación elaborada a partir de un exaltado sentimiento nacionalista/religioso de esos vagos recuerdos reelaborados básicamente con elementos que proceden del siglo VII a. C., en concreto del reinado del rey Josías. Aquí se une Puente de modo evidente a la crítica arqueológica de la Biblia de Finkelstein y Silberman en La Biblia desenterrada.
 
 
Finalmente otra parte de su dura crítica al fenómeno religioso recae en lo que estima una tergiversación de Pablo sobre lo ocurrido con Jesús de Nazaret. Pablo construye una teología sobre Jesús que no tiene el menor apoyo histórico en una figuración históricamente plausible del Nazareno. Y, a su vez, los sucesores del Tarsiota, comenzando por el evangelista Marcos, no hicieron más que reelaborar la historia real de un pobre artesano judío, procedente de un oscuro poblacho de Galilea, convirtiéndolo en el Cristo celestial. Esta tergiversación ha sido, según él el gran timo eclesiástico que dura hasta el día de hoy y que gobierna el sentimiento religioso de centenares y centenares de miles de humanos.
 
 
En conclusión: se puede estar o no de acuerdo con las bases sociológico-históricas del animismo tyloriano, con la aseveración de que el monismo materialista es la única explicación del universo, que no existe el alama, sino solo las funciones cerebrales…, y con  crítica final de Puente Ojea al fenómeno religioso en general, a su negación de la existencia del alma y de Dios, en concreto del monoteísmo judeocristiano que implica la divinización a ultranza de Jesús de Nazaret y que da origen al cristianismo de nuestros días. Pero sí es absolutamente cierto que en su obra hay una abundantísima materia de reflexión, que ilumina los orígenes de la religión y en concreto de la cristiana y que pone a la luz sus posibles contradicciones y problemas. No es posible pasar por alto esta crítica como si no se hubiese publicado.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
 http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html 
Jueves, 18 de Enero 2018
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