Hoy escribe Antonio Piñero
En realidad, si se lee detenidamente el libro de Flew que comentamos los argumentos a favor del ateísmo se resumen en variaciones de los dos principales que ya hemos expuesto:
a) La existencia del mal
b) La imposibilidad de deducir necesariamente por la razón la existencia de un Ser Superior por cualquier tipo de pruebas filosóficas que impliquen la aceptación objetiva de la relación causa-efecto.
Es preciso insistir aquí en la importancia del último aserto y cómo si éste se tambalea, cambia la posición de Flew. Nuestro autor era discípulo ferviente de David Hume, quien negaba la validez del argumento cosmológico (hay orden en el mundo, luego existe un Ordenador divino) porque los conceptos de “causa-efecto” son un mero producto de nuestra mente. Por tanto no podemos establecer una relación objetiva entre el orden y el Ordenador.
Lo único que puede deducir la mente al contemplar el universo son conjunciones constantes; es decir, acontecimientos de tal tipo son seguidos regularmente por acontecimientos de este otro tipo. Ejemplo: vemos que el agua hierve cuando es calentada, y asociamos ambas cosas. Pero cuando postulamos una conexión real en el mundo exterior (en este caso entre el calor y el agua hirviendo), estamos proyectando nuestras propias asociaciones psicológicas internas (pp. 68-69). En realidad lo que ocurre en la naturaleza es un determinismo feroz: todo sucede en el universo como una sucesión de conjunciones absolutas que no pueden evitarse. Este razonamiento lleva a una conclusión desoladora en el ámbito del individuo: el ser humano no es libre.
Sin entrar en demasiadas honduras filosóficas, Flew comienza por criticar a Hume al exponer que éste se equivocaba totalmente al sostener que no podemos tener nociones verdaderas de “causa / efecto”: sí podemos hacer que ocurran cosas y podemos evitar que ocurran cosas: por tanto, a la percepción causa-efecto corresponde una realidad objetiva.
Y cae en la cuenta de que el mismo Hume es inconsecuente, pues en cuanto abandona el estudio de las causas, en obras de otro estilo por ejemplo su Historia de Inglaterra, no tiene la menor duda de que el ser humano puede establecer una sucesión de causa-efecto y pensar que a esa noción corresponde una realidad objetiva.
Siguiendo por este camino, Flew llegó a pensar que el argumento cosmológico sobre la existencia de Dios podía tener fuerza filosófica probativa: detrás del orden universal tenia que haber Algo que lo hubiera causado o al menos que lo estuviera manteniendo.
Unido a este cambio en la admisión de la “causa-efecto”, Flew abandona el determinismo y admite (con un razonamiento filosófico que no podemos exponer aquí para no transformar este Blog en una clase de filosofía), la libre voluntad y la elección como facultades en el ser humano.
Es realmente interesante en el libro que reseñamos esta etapa intermedia del autor, cuyo título, acertado, es “el ateísmo detenidamente considerado”. En ella Flew debate con sus adversarios oralmente y por escrito, y revisa detenidamente sus argumentos. El resultado fue que el contraste con sus adversarios, al imponerse el deber de un diálogo continuo, le llevó, durante un tiempo, a fundamentar continuamente sus posiciones.
La costumbre de debates públicos entre estudiosos es una costumbre admirable de Inglaterra ayuda a este proceso. Dicho sea entre paréntesis, es increíble para nuestra cómoda postura mediterránea, el amor –y éxito— que tienen tales debates entre los anglosajones. ES digno de verse cómo se discuten todas las razones, argumentos y contrargumentos, cómo participa el público y cómo se expanden y aclaran las ideas sobre temas vitales: religiosos, políticos históricos-sociales, etc.
En medio de tales debates Flew se atrincheró en sus posiciones. Lo expresa del modo siguiente:
a) Dios no existe porque un sistema de creencias sobre Dios contiene e mismo tipo de contradicción que postular un “marido soltero” o un “cuadrado redondo”.
b) El universo no tuvo comienzo y no tendrá final. No existe ninguna buena razón para oponerse a esta hipótesis.
c) Los seres vivos evolucionan a partir de la materia inorgánica a lo largo de un período de tiempo inmensamente largo y conicionado por el azar.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
En realidad, si se lee detenidamente el libro de Flew que comentamos los argumentos a favor del ateísmo se resumen en variaciones de los dos principales que ya hemos expuesto:
a) La existencia del mal
b) La imposibilidad de deducir necesariamente por la razón la existencia de un Ser Superior por cualquier tipo de pruebas filosóficas que impliquen la aceptación objetiva de la relación causa-efecto.
Es preciso insistir aquí en la importancia del último aserto y cómo si éste se tambalea, cambia la posición de Flew. Nuestro autor era discípulo ferviente de David Hume, quien negaba la validez del argumento cosmológico (hay orden en el mundo, luego existe un Ordenador divino) porque los conceptos de “causa-efecto” son un mero producto de nuestra mente. Por tanto no podemos establecer una relación objetiva entre el orden y el Ordenador.
Lo único que puede deducir la mente al contemplar el universo son conjunciones constantes; es decir, acontecimientos de tal tipo son seguidos regularmente por acontecimientos de este otro tipo. Ejemplo: vemos que el agua hierve cuando es calentada, y asociamos ambas cosas. Pero cuando postulamos una conexión real en el mundo exterior (en este caso entre el calor y el agua hirviendo), estamos proyectando nuestras propias asociaciones psicológicas internas (pp. 68-69). En realidad lo que ocurre en la naturaleza es un determinismo feroz: todo sucede en el universo como una sucesión de conjunciones absolutas que no pueden evitarse. Este razonamiento lleva a una conclusión desoladora en el ámbito del individuo: el ser humano no es libre.
Sin entrar en demasiadas honduras filosóficas, Flew comienza por criticar a Hume al exponer que éste se equivocaba totalmente al sostener que no podemos tener nociones verdaderas de “causa / efecto”: sí podemos hacer que ocurran cosas y podemos evitar que ocurran cosas: por tanto, a la percepción causa-efecto corresponde una realidad objetiva.
Y cae en la cuenta de que el mismo Hume es inconsecuente, pues en cuanto abandona el estudio de las causas, en obras de otro estilo por ejemplo su Historia de Inglaterra, no tiene la menor duda de que el ser humano puede establecer una sucesión de causa-efecto y pensar que a esa noción corresponde una realidad objetiva.
Siguiendo por este camino, Flew llegó a pensar que el argumento cosmológico sobre la existencia de Dios podía tener fuerza filosófica probativa: detrás del orden universal tenia que haber Algo que lo hubiera causado o al menos que lo estuviera manteniendo.
Unido a este cambio en la admisión de la “causa-efecto”, Flew abandona el determinismo y admite (con un razonamiento filosófico que no podemos exponer aquí para no transformar este Blog en una clase de filosofía), la libre voluntad y la elección como facultades en el ser humano.
Es realmente interesante en el libro que reseñamos esta etapa intermedia del autor, cuyo título, acertado, es “el ateísmo detenidamente considerado”. En ella Flew debate con sus adversarios oralmente y por escrito, y revisa detenidamente sus argumentos. El resultado fue que el contraste con sus adversarios, al imponerse el deber de un diálogo continuo, le llevó, durante un tiempo, a fundamentar continuamente sus posiciones.
La costumbre de debates públicos entre estudiosos es una costumbre admirable de Inglaterra ayuda a este proceso. Dicho sea entre paréntesis, es increíble para nuestra cómoda postura mediterránea, el amor –y éxito— que tienen tales debates entre los anglosajones. ES digno de verse cómo se discuten todas las razones, argumentos y contrargumentos, cómo participa el público y cómo se expanden y aclaran las ideas sobre temas vitales: religiosos, políticos históricos-sociales, etc.
En medio de tales debates Flew se atrincheró en sus posiciones. Lo expresa del modo siguiente:
a) Dios no existe porque un sistema de creencias sobre Dios contiene e mismo tipo de contradicción que postular un “marido soltero” o un “cuadrado redondo”.
b) El universo no tuvo comienzo y no tendrá final. No existe ninguna buena razón para oponerse a esta hipótesis.
c) Los seres vivos evolucionan a partir de la materia inorgánica a lo largo de un período de tiempo inmensamente largo y conicionado por el azar.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com