Hoy escribe Antonio Piñero
Tal como prometíamos en la nota anterior vamos a tomar un artículo del Diccionario que comentamos como base para que los lectores del Blog puedan calibrar bien lo que les ofrece el Diccionario de exégesis y teología bíblica de la Editorial Herder (2011) que estamos presentando.
Y como el lema que subyace a toda una etapa de nuestro Blog es la divinización o semi divinización de Jesús por parte ya de sus primerísimos seguidores (judeocristianos “hebraizantes” o judíos plenamente helenizados) voy a presentar sintéticamente, con algún comentario intercalado qué sostiene este Diccionario en el artículo “mesías” (columnas 1057-1066). Añado aclaraciones por mi parte para facilitar la lectura.
A. “El término ‘mesías’ es la forma helenizada de un vocablo arameo (Jn 1,45; 4,25) que se remonta a un original hebreo anterior, masiah, que significa ‘ungido’. Los Setenta (LXX) lo vierten como christós, adjetivo del verbo chrío, que significa igualmente ‘ungir’. En la versión neotestamentario se mantiene como nombre propio, Cristo.
La denominación ‘el ungido’ aparece en el Antiguo Testamento, casi sin excepciones, en conexión sintáctica con Yahvé (‘ungido de Yahvé’; ‘mi/tu/su ungido’, con lo que se expresa el singular estatus de la persona consagrada, protegida y autorizada por la unción de Dios.
El título se aplica fundamentalmente a los monarcas israelitas, y subraya la función destacada de la unción en el rito de la coronación/entronización del rey desde tiempos antiguos (por ejemplo, Jueces 9,8; 2 Samuel 2,4; 1 Reyes 1,34.39).
La expresión el ‘ungido de Yahvé’ aparece básicamente en 1 y 2 Samuel y en los Salmos. La literatura profética evita esta designación y sólo el Deuteroisaías en época del exilio esta denominación al rey persa Ciro el Grande Isaías 45,1). Tras la desaparición de la monarquía en Israel (después de la época y muerte misteriosa de Zorobabel: ¿hacia el 515/510 a.C.?) hereda el título el sumo sacerdote en la literatura sacerdotal (Levítico 4: texto anterior, pero redactado y editado finalmente en esta época). De manera singular aparece en Salmo 105,15 y 1 Crónicas 16,22, donde se menciona a los patriarcas como ‘ungidos de Yahvé’.
B. Cuando se acomete el estudio de las expectativas mesiánicas en el Antiguo Testamento, deben tenerse en cuenta las siguientes peculiaridades:
a) El concepto ‘mesías’ tal como lo entendemos hoy no parece en los textos básicos del Antiguo Testamento que suelen aducirse como prueba del mesianismo; de hecho el vocablo no se convierte en un ‘término técnico’ hasta la época del judaísmo temprano (es decir, después del exilio, bien inmediatamente antes de la aparición en la historia de Alejandro Magno, que muere en el 323 a.C., bien después hasta la destrucción del templo de Jerusalén en el 70 d.C.).
Además, como término técnico sólo aparece en pasajes de libros que no forman parte del canon del Antiguo Testamento. De ello se deriva una inseguridad cuando se habla de las concepción es veterotestamentarias del ‘mesías’ (¡Ojo!: no siempre con mayúscula como se suele escribir. Se escribe con minúscula cuando se trata de un adjetivo que expresa una función; con mayúscula, cuando sustituye a un nombre propio como Cristo como mesías, sin más referidos a Jesús) tal como se refleja en pasajes que hablan del contenido en sí de expectativas que llamaríamos mesiánicas. Tampoco aparece claramente en el Antiguo Testamento una secuencia cronológica del concepto ni tampoco las interconexiones entre los textos que hablan del mesías, sin mencionarlo, o de las esperanzas mesiánicas, sin llamaras así.
b) Los pasajes citados como testimonio o prueba teológica en los tratados modernos de teología, de los conceptos mesiánicos en el Antiguo Testamento, son interpretados hoy por nuestra mentalidad histórico-crítica de un modo muy diferente a como los interpretó el judaísmo o el cristianismo primitivo. Puede decirse que el Antiguo Testamento sólo proporciona los impulsos para un mesianismo múltiple y en proceso de realización en el futuro.
c) Textos "mesiánicos" más importantes del Antiguo Testamento
En el Pentateuco (5 primeros libros de la Biblia) figuran varios pasajes que, aunque no son mesiánicos en un sentido histórico-crítico, fueron interpretados como tales:
1. Génesis 3,14:
“Y el Señor Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás más que todas las bestias y que todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida; y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la suya; ella te herirá la cabeza, y tú le herirás el calcañar”
Este pasaje maldice a la serpiente y anuncia una hostilidad permanente entre ella, entendida como símbolo del mal, y el género humano. Desde Ireneo de Lión la tradición cristiana ha interpretado estos versículos como un protoevangelio, como un vaticinio de la victoria de Jesús sobre Satanás y su poder.
2. El oráculo sobre Judá de Génesis 49,10 (“No será quitado el cetro de Judá, y el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos”) y el de Balaán en Números 24,17 (“Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá una estrella de Jacob, y se levantará un cetro de Israel, y herirá los cantones de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set”) son originariamente vaticina ex eventu, es decir textos que lanzan una mirada retrospectiva desde el presente del dominio político de David hacia el pasado
3. En los libros históricos se ha considerado como mesiánica la profecía de Natán de 2 Samuel 7,12-16
“Y cuando tus días fueren cumplidos, y durmieres con tus padres, yo afirmaré tu simiente después de ti, la cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. 13 El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. 14 Yo le seré a el padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; 15 pero mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. :16 Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro; y tu trono será firme eternalmente”
como el texto básico de las esperanzas acerca del mesías. Pero los escritores de la historia deuteronomista entendieron que la promesa originaria de una permanencia duradera de una dinastía y reinado davídicos sobre Israel había quedado obsoleta a causa de los pecados de Salomón y de la subsiguiente división del Reino y la reinterpretaron en la forma de una promesa de una “'lámpara' para David en Jerusalén” (es decir, la salvación de Dios vendrá desde Jerusalén donde reside su Gloria = 1 Reyes 11,36; 15,4 y 2 Reyes 8,19). "Lámpara en el judaísmo de la época era tanto la Ley como la "salvación".
En la época postexílica se recurrió a la posibilidad encerrada en estos textos de un nuevo comienzo mediante la intervención de Yahvé y se la transformó en la esperanza de que Dios restauraría la monarquía davídica. Así lo indica el Salmo 89,20-46 y todo el Salmo 132.
Por este camino de la reinterpretación de textos antiguos en épocas posteriores la denominación “ungido de Yahvé” se convertiría en título del esperado portador humano de esa salvación.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Tal como prometíamos en la nota anterior vamos a tomar un artículo del Diccionario que comentamos como base para que los lectores del Blog puedan calibrar bien lo que les ofrece el Diccionario de exégesis y teología bíblica de la Editorial Herder (2011) que estamos presentando.
Y como el lema que subyace a toda una etapa de nuestro Blog es la divinización o semi divinización de Jesús por parte ya de sus primerísimos seguidores (judeocristianos “hebraizantes” o judíos plenamente helenizados) voy a presentar sintéticamente, con algún comentario intercalado qué sostiene este Diccionario en el artículo “mesías” (columnas 1057-1066). Añado aclaraciones por mi parte para facilitar la lectura.
A. “El término ‘mesías’ es la forma helenizada de un vocablo arameo (Jn 1,45; 4,25) que se remonta a un original hebreo anterior, masiah, que significa ‘ungido’. Los Setenta (LXX) lo vierten como christós, adjetivo del verbo chrío, que significa igualmente ‘ungir’. En la versión neotestamentario se mantiene como nombre propio, Cristo.
La denominación ‘el ungido’ aparece en el Antiguo Testamento, casi sin excepciones, en conexión sintáctica con Yahvé (‘ungido de Yahvé’; ‘mi/tu/su ungido’, con lo que se expresa el singular estatus de la persona consagrada, protegida y autorizada por la unción de Dios.
El título se aplica fundamentalmente a los monarcas israelitas, y subraya la función destacada de la unción en el rito de la coronación/entronización del rey desde tiempos antiguos (por ejemplo, Jueces 9,8; 2 Samuel 2,4; 1 Reyes 1,34.39).
La expresión el ‘ungido de Yahvé’ aparece básicamente en 1 y 2 Samuel y en los Salmos. La literatura profética evita esta designación y sólo el Deuteroisaías en época del exilio esta denominación al rey persa Ciro el Grande Isaías 45,1). Tras la desaparición de la monarquía en Israel (después de la época y muerte misteriosa de Zorobabel: ¿hacia el 515/510 a.C.?) hereda el título el sumo sacerdote en la literatura sacerdotal (Levítico 4: texto anterior, pero redactado y editado finalmente en esta época). De manera singular aparece en Salmo 105,15 y 1 Crónicas 16,22, donde se menciona a los patriarcas como ‘ungidos de Yahvé’.
B. Cuando se acomete el estudio de las expectativas mesiánicas en el Antiguo Testamento, deben tenerse en cuenta las siguientes peculiaridades:
a) El concepto ‘mesías’ tal como lo entendemos hoy no parece en los textos básicos del Antiguo Testamento que suelen aducirse como prueba del mesianismo; de hecho el vocablo no se convierte en un ‘término técnico’ hasta la época del judaísmo temprano (es decir, después del exilio, bien inmediatamente antes de la aparición en la historia de Alejandro Magno, que muere en el 323 a.C., bien después hasta la destrucción del templo de Jerusalén en el 70 d.C.).
Además, como término técnico sólo aparece en pasajes de libros que no forman parte del canon del Antiguo Testamento. De ello se deriva una inseguridad cuando se habla de las concepción es veterotestamentarias del ‘mesías’ (¡Ojo!: no siempre con mayúscula como se suele escribir. Se escribe con minúscula cuando se trata de un adjetivo que expresa una función; con mayúscula, cuando sustituye a un nombre propio como Cristo como mesías, sin más referidos a Jesús) tal como se refleja en pasajes que hablan del contenido en sí de expectativas que llamaríamos mesiánicas. Tampoco aparece claramente en el Antiguo Testamento una secuencia cronológica del concepto ni tampoco las interconexiones entre los textos que hablan del mesías, sin mencionarlo, o de las esperanzas mesiánicas, sin llamaras así.
b) Los pasajes citados como testimonio o prueba teológica en los tratados modernos de teología, de los conceptos mesiánicos en el Antiguo Testamento, son interpretados hoy por nuestra mentalidad histórico-crítica de un modo muy diferente a como los interpretó el judaísmo o el cristianismo primitivo. Puede decirse que el Antiguo Testamento sólo proporciona los impulsos para un mesianismo múltiple y en proceso de realización en el futuro.
c) Textos "mesiánicos" más importantes del Antiguo Testamento
En el Pentateuco (5 primeros libros de la Biblia) figuran varios pasajes que, aunque no son mesiánicos en un sentido histórico-crítico, fueron interpretados como tales:
1. Génesis 3,14:
“Y el Señor Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás más que todas las bestias y que todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida; y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la suya; ella te herirá la cabeza, y tú le herirás el calcañar”
Este pasaje maldice a la serpiente y anuncia una hostilidad permanente entre ella, entendida como símbolo del mal, y el género humano. Desde Ireneo de Lión la tradición cristiana ha interpretado estos versículos como un protoevangelio, como un vaticinio de la victoria de Jesús sobre Satanás y su poder.
2. El oráculo sobre Judá de Génesis 49,10 (“No será quitado el cetro de Judá, y el legislador de entre sus pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos”) y el de Balaán en Números 24,17 (“Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá una estrella de Jacob, y se levantará un cetro de Israel, y herirá los cantones de Moab, y destruirá a todos los hijos de Set”) son originariamente vaticina ex eventu, es decir textos que lanzan una mirada retrospectiva desde el presente del dominio político de David hacia el pasado
3. En los libros históricos se ha considerado como mesiánica la profecía de Natán de 2 Samuel 7,12-16
“Y cuando tus días fueren cumplidos, y durmieres con tus padres, yo afirmaré tu simiente después de ti, la cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. 13 El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. 14 Yo le seré a el padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; 15 pero mi misericordia no se apartará de él, como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. :16 Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro; y tu trono será firme eternalmente”
como el texto básico de las esperanzas acerca del mesías. Pero los escritores de la historia deuteronomista entendieron que la promesa originaria de una permanencia duradera de una dinastía y reinado davídicos sobre Israel había quedado obsoleta a causa de los pecados de Salomón y de la subsiguiente división del Reino y la reinterpretaron en la forma de una promesa de una “'lámpara' para David en Jerusalén” (es decir, la salvación de Dios vendrá desde Jerusalén donde reside su Gloria = 1 Reyes 11,36; 15,4 y 2 Reyes 8,19). "Lámpara en el judaísmo de la época era tanto la Ley como la "salvación".
En la época postexílica se recurrió a la posibilidad encerrada en estos textos de un nuevo comienzo mediante la intervención de Yahvé y se la transformó en la esperanza de que Dios restauraría la monarquía davídica. Así lo indica el Salmo 89,20-46 y todo el Salmo 132.
Por este camino de la reinterpretación de textos antiguos en épocas posteriores la denominación “ungido de Yahvé” se convertiría en título del esperado portador humano de esa salvación.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com