Hoy escribe Antonio Piñero
Ofrecemos hoy otro eslabón de la serie “El Nuevo Testamento visto por un filólogo”
En principio este hecho de transmitir ideas religiosas a base de mitos, que me parece bastante evidente aunque muchos creyentes no lo admitan, no es criticable, pues la mayor parte del ámbito sobrenatural sobrenaturales es sólo expresable por medio de afirmaciones míticas. Esta tesis se defiende dentro del cristianismo desde la publicación de la famosa Vida de Jesús críticamente elaborada (Das Leben Jesu kritisch bearbeitet; que yo sepa no hay versión castellana) de David Friedrich Strauss, ya en 1835.
Afirma Roger Haight, en su obra Jesús, símbolo de Dios, Edit. Trotta, Madrid, 2008:
“El movimiento de todo pensamiento teológico desde abajo hacia Dios procede sobre la base de la experiencia religiosa y del lenguaje simbólico. El carácter simbólico de todas las imágenes, conceptos y manifestaciones religiosas sobre Dios tiene una inmensa importancia… que queda realzada en el grado en el que se la ignora… Se podría decir que el lenguaje religioso es simbólico, metafórico, analógico y basado en modelos; cada uno de estos marcos de referencia permite reconocer que el objeto del lenguaje religioso es trascendente y no está disponible de modo inmediato. Tal lenguaje, por tanto, no es el trasunto de una representación objetiva, no es referencial de modo inmediato, o lógicamente descriptivo o demostrativo en su referencia.
“El lenguaje religioso tiene siempre una estructura metafórica, porque su referente, Dios, se concibe siempre implícitamente ‘como’, como algo vehiculado por el lenguaje ordinario sobre objetos intramundanos. Este lenguaje es simbólico y análogo porque su objeto trascendente es similar y diferente al mismo tiempo a su análogo finito y simbólico. Tal símbolo, por tanto, apunta hacia lo trascendente, que está fuera de sí, y lo hace presente para que el ser humano pueda encontrarse con él” (Jesús, símbolo de Dios, cap. 16, “La Trinidad”, pp. 495-6).
Para los creyentes de otras religiones, como p. ej., el judaísmo y el islam (para nombrar sólo a aquellas que en todo o en parte se basan en el Antiguo Testamento) los mitos que contiene el Nuevo Testamento son entre otros:
• El pecado original, cuya semilla se halla en Gn 3, pero que el judaísmo no desarrolló, sino sólo Pablo.
• La encarnación de un mesías divino y la virginidad de María.
• La concepción de un redentor que desciende desde la esfera celestial, ejecuta el acto de la redención en la tierra y asciende de nuevo a la esfera celeste.
• La idea de que este redentor sea hijo de Dios en un sentido real, ontológico, no figurado.
• La muerte y resurrección del Redentor ; su ascensión a los cielos.
Como se ve, prácticamente todo el núcleo esencial de lo nuevo que aporta el cristianismo sobre el judaísmo y que constituye el meollo del mensaje del Nuevo Testamento es considerado mítico por los creyentes de esas dos religiones importantes.
Naturalmente, para los creyentes cristianos estos eventos denominados mitos por los de fuera b[son realidades históricas, aunque conocidas en profundidad sólo por la revelación] y la fe consecuenteb. Pero también los de dentro, los cristianos de confesiones no católicas, emplean el vocablo “mito” para referirse a esos hechos que los libros del Nuevo Testamento presentan como realidades indiscutibles. La cuestión no es sencilla: hay un intenso debate desde el siglo XIX dentro del cristianismo mismo en qué sentido ha de entenderse la existencia de mitos en el Nuevo Testamento.
Es éste un tema que merece tratarse con más detenimiento.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com