Notas

El Libro de Daniel la figura del “Hijo del Hombre” (2-27-20)

Redactado por Antonio Piñero el Lunes, 6 de Julio 2009 a las 06:10


Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con las "figuras (mesiánicas) a medias entre el cielo y la tierra" que se van formando en el judaísmo a lo largo del siglo II a.C.(V).

Otra de estos tipos mesiánicos del imaginario judío es el “Hijo del Hombre”. El pasaje básico que sirve de transfondo para esta figura es el Libro de Daniel, capítulo 7. El contexto es una visión de este profeta/apocalíptico que describe los momentos finales del mundo presente y la irrupción en la tierra de Israel del mundo futuro, es decir, del reino de Dios.

El vidente -que aunque se denomine a sí mismo Daniel, vive después del levantamiento macabeo contra los reyes griegos seléucidas, es decir después del 167 a.C.- ve en sueños cómo Dios le revela que antes de que ocurra el final del mundo presente se sucederán cuatro reinos o imperio terrenos, absolutamente injustos simbolizados por cuatro bestias terribles (capítulo 7,2-8). Éstas son descritas del modo siguiente: la primera era como un león; la segunda como un oso; la tercera como un leopardo. La cuarta era diferente, de forma casi inimaginable, terrible y feroz, con diez cuernos, más uno pequeño; tenía ojos de hombre y una “boca que hablaba con gran arrogancia” (7,8).

Por el contexto del Libro los comentaristas están de acuerdo en que estas bestias se corresponden con las cuatro partes de una gran estatua que –también en sueños- había visto el rey Nabucodonosor en 2,32-35. La cabeza era de oro; su pecho y brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; y sus pies, parte de hierro y parte de barro. Entonces y de pronto:

« Una piedra se desprendió (de un monte cercano); sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra (Dn 2,34-35) »

Los comentaristas están todos de acuerdo también en interpretar los cuatro reinos y las cuatro partes de la estatua como los Imperios babilónico; el persa; el de Alejandro Magno y el de los Seléucidas, los sucesores de Alejandro en la zona de Siria y tierras más al este, quienes desde el 200 se habían apoderado de Israel.

El cuerno pequeño de la visión de la cuarta bestia (Dn 7,8) es el rey Antíoco IV Epífanes, el que con sus exigencias al pueblo judío para que renunciara a sus costumbres patrias –la Ley, la circuncisión, etc.- y adoptara la cultura helénica, provocó el levantamiento de los Macabeos, es decir, una reacción absolutamente en contra de todo lo griego.

La piedra que golpea la estatua, que se desprende de un monte sin intervención de mano humana, que machaca la estatua y que “llena toda la tierra” es el “mesías”, el agente divino que lucha contra esos reinos malvados y los vence..., sea como fuere cómo se entienda su figura. Su misión, pues, es acabar con los malvados reinos humanos, opuestos a los planes de Dios sobre su pueblo elegido.

El vidente Daniel, inmediatamente después de insinuada esta idea, dibuja la escena de una suerte de Juicio final antes de la implantación del Reino del Altísimo, acá en la tierra. El pasaje es impresionante:

« Mientras yo contemplaba: Se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura, blanca como la nieve; los cabellos de su cabeza, puros como la lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego corría y manaba delante de él. Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie delante de él. El tribunal se sentó, y se abrieron los libros (Dn 7,9-10) ».

Y luego aparece la figura que nos interesa, un “como hijo de hombre”:

« Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás(Dn 7,13-14). »

El vidente no especifica cómo es esta figura, que actúa como mano derecha del Altísimo. De acuerdo con el pensamiento del Tercer Isaías, al final, en la época mesiánica, habría de reinar Israel sobre todas las naciones con la inmensa ayuda de Dios. Algunos gentiles se convertirán, y el resto mirarán con estupor el poderío de Israel, lo respetarán, llevarán dones al templo del Altísimo… y en resumidas cuentas comenzará la época de gloria mesiánica para Israel en esta tierra..., cuya duración no se sabe.

Opinan por lo general los estudiosos que esta figura de “hijo de hombre” (sin artículo ninguno, = un ser humano) es la representación del pueblo elegido. Por tanto no es una figura individual, sino colectiva. Así parece indicarlo con claridad el siguiente pasaje del mismo capítulo:

« Pero el tribunal se sentará, y el dominio le será quitado, para ser destruido y aniquilado definitivamente. Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán (Dn 7,26-27). »

Esto parece cierto, pero también lo es que los intérpretes antiguos debieron de olvidarse de esta interpretación evidente –ofrecida por el autor mismo del Libro de Daniel- y pensaron que ese personaje no era el pueblo elegido sino algo más concreto, individual y real: un ser humano de carne y hueso dispuesto por Dios misteriosamente para no tener la necesidad de intervenir Él directamente en la tierra (peligra su trascendencia), sino por medio de este agente.

Y lo cierto es que una figura puramente simbólica en el Libro de Daniel adquierió con el paso del tiempo consistencia entre los piadosos del pueblo judío y se convirtió en su imaginario en un individuo especial, que está al lado de Dios, que tiene amplios poderes de actuación, y que bajará a la tierra a establecer finalmente el reino divino.

No sabemos exactamente los pasos o los modos cómo ocurrió este cambio, pero lo cierto es que cuando los Evangelios Sinópticos hablan -para los tiempos de Jesús- del "Hijo del hombre" no necesitan explicar su figura, ni describirla. Presuponen que todo el mundo entiende.

Veremos algunos otros textos judíos que dan cuerpo a la, en su momento, noción sólo simbólica.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Análisis breve del texto de Gálatas 2,1-10”

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Saludos de nuevo.
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Magíster de "Ciencias de las Religiones"

Universidad PABLO DE OLAVIDE , Sevilla

Véase postal de 26-06-2009

Enlace de Internet para obtener más información:

http://www.upo.es/historia_antigua/master_religiones/index.jsp

Saludos de nuevo.


Lunes, 6 de Julio 2009
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