Escribe Carmen Padilla
Inicio este apartado sobre el Jesús histórico transcribiendo unas líneas de A. Piñero a propósito de su libro Jesús y las mujeres, ed. Trotta, Madrid 2014 (reedición), que pueden servir de marco para todos los demás:
“Mi libro no es divulgativo, sino científico y de análisis personal. Pero a la vez está escrito con palabras claras, con frases y párrafos cortos, y aporta la traducción al castellano de todos los textos, lo cual es una ventaja para el lector, puesto que cómodamente puede hacer una interpretación personal. Siento que la gente confunde la claridad con lo divulgativo (que, incluso muchísimas veces es de alta calidad científica). No quiero escribir para que no me entienda la gente, aunque el tema sea complicado. Tampoco soy dogmático y procuro presentar siempre las conclusiones como lo más probable. Luego que cada uno opine como quiera… Mi deseo es esclarecer…”
Esta declaración de intenciones está presente en toda la obra, como dijimos al principio. Analizamos ahora los libros que se refieren más directamente a la figura del Jesús histórico, aunque, de forma más o menos explícita, Jesús siempre esté presente en todos.
El referido libro Jesús y las mujeres se publicó por primera vez en la editorial Aguilar, Madrid 2008. Su reedición en la ed. Trotta, Madrid 2014, supuso una revisión de la primera, y en ella se han añadido algunos complementos, como los tres índices de autores de pasajes citados del Antiguo y del Nuevo Testamento. Asimismo se ha cambiado el orden de determinados capítulos. Se trata, en resumen, de un análisis pretendidamente aséptico de todos los textos de la literatura evangélica de los tres primeros siglos –tanto la canónica como la apócrifa– sobre la relación de Jesús con las mujeres, incluyendo en el corpus el papiro copto del evangelio de María, recientemente descubierto y del que se ha ocupado Karen L. King, del que nuestro autor mismo ha manifestado que cree ser un falso.
En cada texto citado se ofrece un comentario que intenta contextualizarlo, es decir, responder a la pregunta sobre qué entendería un lector de su época correspondiente, a fin de poner en valor su historicidad. En cuanto al análisis de los textos, propone el autor cuatro niveles o estratos, desde el punto de vista de su cercanía a Jesús a saber:
A) el más cercano a la vida de Jesús, es decir, el nivel del Jesús de la historia;
B) el de la comunidad de los seguidores más inmediatos de Jesús;
C) otro más alejado cronológicamente de Jesús, de segunda o incluso de tercera generación, que representa el punto de vista de los evangelistas o de la comunidad en que vivían;
D) el de los evangelios apócrifos, muy posterior a la vida de Jesús, a veces siglos, con narraciones a todas luces legendarias.
Teniendo en cuenta estos diferentes estratos se obtienen conclusiones sobre el Jesús de la historia, si bien dichas conclusiones han encontrado en algunos sectores cierta oposición, porque, según Piñero, “no se quiere aceptar otra imagen que la que uno tiene ya previamente en su cabeza”. La pregunta latente en todo el libro –que se contesta en las conclusiones finales– es la siguiente: ¿Supuso la actitud de Jesús un auténtico movimiento revolucionario que postuló en la teoría y en la práctica un cambio teórico y práctico en la consideración de la mujer, y en sus funciones como mujer respecto al varón en la sociedad de su época? O, dicho de otro modo, ¿propuso en verdad Jesús un nuevo modelo ideológico respecto a la función y al papel de las mujeres en la sociedad de su tiempo, que fuera realmente un cambio profundo, una revolución de los valores sociales vigentes?
El autor justifica su respuesta al final con un desglose de razones derivadas del estudio previo de los textos: no es posible sostener que Jesús fuera el primer feminista dela historia. No hay ningún texto que lo justifique. El que Jesús piense que las mujeres están teológicamente, a nivel dela salvación, o “ante Dios” en un nivel igual a los varones era algo absolutamente obvio entre los maestros fariseos de la época de Jesús…, pero esto no supone que sociológicamente se considere a las mujeres en pie de igualdad con los varones, es decir, con los mismos derechos y deberes. Jesús no se salió, pues, del marco “machista” general de su época tanto en Israel como en el mundo grecorromano o egipcio. No hay el menor indicio ni la menor proclama feminista en boca de Jesús, ni el menor cambio de consideración socio-política de las féminas…salvo que las tratara generalmente bien, cosa que igualmente era común entre los rabinos de la época.
Saludos cordiales de Carmen Padilla