Hoy escribe Antonio Piñero
Hace más de siete años que una alumna mía en la Universidad Complutense de Madrid, Paloma Ortiz García, me hizo un préstamo a fondo perdido (nunca volvió para recogerlo) de un libro ya famoso, el de Marvin Harris, Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura (edición inglesa de 1974; versión española de 1982, con trece reimpresiones en 1992 –la edición que tengo todavía--, obra de Alianza Editorial (El libro de bolsillo), Madrid. ISBN: 84-206-1755-5 (ignoro si aún puede adquirirse).
Vi el libro por encima y no caí en la cuenta de los dos capítulos dedicados al mesianismo judío --como base del cristianismo-- y a Jesús de Nazaret junto con el movimiento suscitado después de su muerte: primero el judeocristianismo y luego el cristianismo gentil de componente esencialmente paulino. Mi alumna me dijo que lo leyese y le diera una opinión. No lo hice al momento; ella no volvió… y ¡hasta hoy!
La curisosidad por este libro se suscitó de nuevo cuando me hicieron casi cien preguntas sobre Jesús y el cristianismo primitivo en una encuesta de un grupo en Internet amante de resolver los misterios históricos. Una de las preguntas fue de nuevo la misma que la de Paloma: “Dígame por favor qué opina del Jesús de Marvin Harris”. Como no lo había leído aún no puede responder a la cuestión. Así que pasado, como digo, unos siete u ocho años en total, respondo ahora a las dos preguntas porque, por fin, por distintos avatares me decidí a leerlo. Debo confesar –y quizás sea una pena-- que desde hace muchísimos años apenas leo otra cosa que no sea literatura científica… y opinaba que la obra de Marvin Harris no lo era.
Ya la he leído: es posible que no sea literatura puramente científica; pero lo que opina sobre el mesianismo, Jesús, Pablo y los inicios del cristianismo (en dos capítulos: “mesías”, pp. 139-157: “El secreto del príncipe de la paz”, pp. 158-180) merecen una consideración en este Blog. Y entre otras razones porque, sin duda, M. Harris recoge parte de la interpretación de Brandon, hoy voluntariamente casi olvidada.
No sé para cuántas postales dará el comentario: lo haré mientras me parezca que puede interesarles el contenido.
Lo primero digno de notar es la observación inicial sobre la opinión común: “A Jesús de Nazaret no le interesó derrocar un sistema político específico; estaba por encima de la política; su reino no era de este mundo”. Y o que sigue: “Cuando los primeros cristianos hablaban de ‘batallas’ contra los impíos, sus ‘espadas’, ‘fuegos’, ‘victorias’ eran meras metáforas de acontecimientos espirituales”.
Todo esto, opina Harris, es lo que cree la gente que fue el mensaje de Jesús. Pero probablemente no lo fue. Además, aunque parezca imposible a primera vista que un sistema de pensamiento religioso, “tan ajeno por su intención a este mundo, tan entregado a la paz, al amor y al desinterés”, pudiera haber sido un producto de las circunstancias sociales, políticas y económicas, un producto de la historia meramente humana, sí parece que fue de este modo. Aunque se presente como un enigma el que se haya formado sobre Jesús una opinión errónea durante siglos y siglos, tiene su solución en el hecho de que tal posible error interpretativo es un producto “de los asuntos prácticos de los pueblos y de las naciones”, es decir de la infraestructura material, del mundo en el que se vive.
Es ésta una afirmación hoy normal, pero que nació en la historiografia inspirada en le metodología marxista. Ésta afirma, como es sabido, que la superestructura ideológica (aquí religiosa) es un mero producto de la infraestructura material. Pues bien, creo que Marvin Harris (y en parte Brandon) tiene razón: la historia fue cambiada gracioas a las circunstancias especiales dentro del Imperio romano en las que nació el cristianismo. Y en concreto los primeros escritos evangélicos que transmiten una imagen idealizada de Jesús, son producto de una circunstancia histórica que propició el cambio desde la realidad a lo imaginativo - teológico.
A. El movimiento cristiano depende para su nacimiento de que hubiera surgido previamente en el seno del judaísmo precristiano --por las circunstancias históricas-- un cierto concepto de mesías. Se concibió desde siempre que el mesías --se llamara o no así-- era un hombre, sí, pero con características divinas; un personaje que habría de conducir a Israel a la victoria militar, apoyado por el brazo de Yahvé, sobre las naciones y a implantar sobre la tierra un reino distinto, el “reino de Dios”, en el que Israel sería el jefe de todos los pueblos, naciones y estados.
B. El movimiento cristiano que presenta a un Jesús –como hemos indicado— totalmente pacífico, y ajeno a la política de su tiempo, es el producto de
1) la mente de un judío cosmopolita, no palestino, de Tarso, ciudad profundamente imbuída de la cultura y el universalismo griegos, y
2) de la derrota de los judíos en la guerra antirromana del 66-70 (más el episodio de Masada que duró hasta el 73) que crearon en el Mediterráneo oriental unas circunstancias espirituales-psicológicas muy determinadas
Como digo, esto es lo que sostiene Marvin Harris. Y es preciso considerar sus argumentos; no conviene rechazarlo en bloque sin más como tesis exagerada o simplista, o porque parte de sus argumentos hayan resultado un tanto desfasados con el paso de los días.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Hace más de siete años que una alumna mía en la Universidad Complutense de Madrid, Paloma Ortiz García, me hizo un préstamo a fondo perdido (nunca volvió para recogerlo) de un libro ya famoso, el de Marvin Harris, Vacas, cerdos, guerras y brujas. Los enigmas de la cultura (edición inglesa de 1974; versión española de 1982, con trece reimpresiones en 1992 –la edición que tengo todavía--, obra de Alianza Editorial (El libro de bolsillo), Madrid. ISBN: 84-206-1755-5 (ignoro si aún puede adquirirse).
Vi el libro por encima y no caí en la cuenta de los dos capítulos dedicados al mesianismo judío --como base del cristianismo-- y a Jesús de Nazaret junto con el movimiento suscitado después de su muerte: primero el judeocristianismo y luego el cristianismo gentil de componente esencialmente paulino. Mi alumna me dijo que lo leyese y le diera una opinión. No lo hice al momento; ella no volvió… y ¡hasta hoy!
La curisosidad por este libro se suscitó de nuevo cuando me hicieron casi cien preguntas sobre Jesús y el cristianismo primitivo en una encuesta de un grupo en Internet amante de resolver los misterios históricos. Una de las preguntas fue de nuevo la misma que la de Paloma: “Dígame por favor qué opina del Jesús de Marvin Harris”. Como no lo había leído aún no puede responder a la cuestión. Así que pasado, como digo, unos siete u ocho años en total, respondo ahora a las dos preguntas porque, por fin, por distintos avatares me decidí a leerlo. Debo confesar –y quizás sea una pena-- que desde hace muchísimos años apenas leo otra cosa que no sea literatura científica… y opinaba que la obra de Marvin Harris no lo era.
Ya la he leído: es posible que no sea literatura puramente científica; pero lo que opina sobre el mesianismo, Jesús, Pablo y los inicios del cristianismo (en dos capítulos: “mesías”, pp. 139-157: “El secreto del príncipe de la paz”, pp. 158-180) merecen una consideración en este Blog. Y entre otras razones porque, sin duda, M. Harris recoge parte de la interpretación de Brandon, hoy voluntariamente casi olvidada.
No sé para cuántas postales dará el comentario: lo haré mientras me parezca que puede interesarles el contenido.
Lo primero digno de notar es la observación inicial sobre la opinión común: “A Jesús de Nazaret no le interesó derrocar un sistema político específico; estaba por encima de la política; su reino no era de este mundo”. Y o que sigue: “Cuando los primeros cristianos hablaban de ‘batallas’ contra los impíos, sus ‘espadas’, ‘fuegos’, ‘victorias’ eran meras metáforas de acontecimientos espirituales”.
Todo esto, opina Harris, es lo que cree la gente que fue el mensaje de Jesús. Pero probablemente no lo fue. Además, aunque parezca imposible a primera vista que un sistema de pensamiento religioso, “tan ajeno por su intención a este mundo, tan entregado a la paz, al amor y al desinterés”, pudiera haber sido un producto de las circunstancias sociales, políticas y económicas, un producto de la historia meramente humana, sí parece que fue de este modo. Aunque se presente como un enigma el que se haya formado sobre Jesús una opinión errónea durante siglos y siglos, tiene su solución en el hecho de que tal posible error interpretativo es un producto “de los asuntos prácticos de los pueblos y de las naciones”, es decir de la infraestructura material, del mundo en el que se vive.
Es ésta una afirmación hoy normal, pero que nació en la historiografia inspirada en le metodología marxista. Ésta afirma, como es sabido, que la superestructura ideológica (aquí religiosa) es un mero producto de la infraestructura material. Pues bien, creo que Marvin Harris (y en parte Brandon) tiene razón: la historia fue cambiada gracioas a las circunstancias especiales dentro del Imperio romano en las que nació el cristianismo. Y en concreto los primeros escritos evangélicos que transmiten una imagen idealizada de Jesús, son producto de una circunstancia histórica que propició el cambio desde la realidad a lo imaginativo - teológico.
A. El movimiento cristiano depende para su nacimiento de que hubiera surgido previamente en el seno del judaísmo precristiano --por las circunstancias históricas-- un cierto concepto de mesías. Se concibió desde siempre que el mesías --se llamara o no así-- era un hombre, sí, pero con características divinas; un personaje que habría de conducir a Israel a la victoria militar, apoyado por el brazo de Yahvé, sobre las naciones y a implantar sobre la tierra un reino distinto, el “reino de Dios”, en el que Israel sería el jefe de todos los pueblos, naciones y estados.
B. El movimiento cristiano que presenta a un Jesús –como hemos indicado— totalmente pacífico, y ajeno a la política de su tiempo, es el producto de
1) la mente de un judío cosmopolita, no palestino, de Tarso, ciudad profundamente imbuída de la cultura y el universalismo griegos, y
2) de la derrota de los judíos en la guerra antirromana del 66-70 (más el episodio de Masada que duró hasta el 73) que crearon en el Mediterráneo oriental unas circunstancias espirituales-psicológicas muy determinadas
Como digo, esto es lo que sostiene Marvin Harris. Y es preciso considerar sus argumentos; no conviene rechazarlo en bloque sin más como tesis exagerada o simplista, o porque parte de sus argumentos hayan resultado un tanto desfasados con el paso de los días.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com