Hoy escribe Fernando Bermejo
El pasado otoño participé en la segunda convocatoria del Annual Meeting on Christian Origins (I-II Centuries) organizado por Mauro Pesce y celebrado en un encantador pueblecito italiano de nombre Bertinoro, entre Cesena y Forlì, que por cierto tiene entre sus títulos de gloria el de ser citado por Dante en el canto XIV del Purgatorio:
“O Bretinoro, ché non fuggi via,
poi che gita se n’è la tua famiglia
e molta gente per non esser ria?”
En el encuentro, al que asistieron entre otros John Kloppenborg y Markus Vinzent, presenté un par de ponencias, una de ellas en el seminario sobre historiografía coordinado por Pesce (tras las críticas devastadoras con las que hace algunos años Stanley Porter, Dale Allison y un servidor demostramos que lo de las “tres búsquedas” no es más que una tontería monumental, hace falta entender la historia de la investigación sobre Jesús de otra manera).
Una de las asistentes al seminario historiográfico, Anna Lisa Schino, profesora de historia de las ideas en la edad moderna en La Sapienza, había publicado el año anterior una monografía sobre la vida y las obras de Gabriel Naudé, un erudito del XVII (Battaglie libertine, Le Lettere, Firenze, 2014), y tuvo la gentileza de regalarme un ejemplar antes de comenzar la sesión.
Como había leído ya un artículo de la misma autora titulado “Il Cristo dei libertini: Gesù mago e legislatore nelle pagine di Gabriel Naudé”, eché un vistazo al índice onomástico del libro con el objeto de rastrear las páginas en las que se hablaba de Jesús.
Sin embargo, resulta que el nombre de Jesús no figuraba en el índice, donde debería haber estado entre “Gesner” y “Giamblico”. Un poco sorprendido al no encontrarlo, busqué, ya resignado, el término “Cristo”, pero tampoco se encontraba estaba entre “Cristina regina di Svezia” y “Croce, Benedetto”.
Así pues, al terminar la sesión fui a hablar con Anna Lisa Schino y le pregunté que por qué no aparecía el nombre de Jesús en el índice onomástico de su libro sobre Naudé. La respuesta, palabra más palabra menos, fue esta:
“Ah, Fernando, sabes… yo he colaborado durante varias décadas en diversas enciclopedias y obras colectivas en Italia, entre ellas la Enciclopedia Italiana, y el nombre de Jesús nunca constaba en los índices…”
(y ante mi cara de "¿qué me estás diciendo, Anna Lisa?", prosiguió):
“Claro, nunca constaba porque como no se considera una figura histórica… y por la misma inercia de tantas décadas de omisión tampoco lo hice constar en el índice”.
Recuerdo que no contesté nada, aunque ya no sé si por la absoluta perplejidad que me embargó, por cansancio tras cuatro días de congreso o porque debía apresurarme para coger el tren hacia Bologna.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
El pasado otoño participé en la segunda convocatoria del Annual Meeting on Christian Origins (I-II Centuries) organizado por Mauro Pesce y celebrado en un encantador pueblecito italiano de nombre Bertinoro, entre Cesena y Forlì, que por cierto tiene entre sus títulos de gloria el de ser citado por Dante en el canto XIV del Purgatorio:
“O Bretinoro, ché non fuggi via,
poi che gita se n’è la tua famiglia
e molta gente per non esser ria?”
En el encuentro, al que asistieron entre otros John Kloppenborg y Markus Vinzent, presenté un par de ponencias, una de ellas en el seminario sobre historiografía coordinado por Pesce (tras las críticas devastadoras con las que hace algunos años Stanley Porter, Dale Allison y un servidor demostramos que lo de las “tres búsquedas” no es más que una tontería monumental, hace falta entender la historia de la investigación sobre Jesús de otra manera).
Una de las asistentes al seminario historiográfico, Anna Lisa Schino, profesora de historia de las ideas en la edad moderna en La Sapienza, había publicado el año anterior una monografía sobre la vida y las obras de Gabriel Naudé, un erudito del XVII (Battaglie libertine, Le Lettere, Firenze, 2014), y tuvo la gentileza de regalarme un ejemplar antes de comenzar la sesión.
Como había leído ya un artículo de la misma autora titulado “Il Cristo dei libertini: Gesù mago e legislatore nelle pagine di Gabriel Naudé”, eché un vistazo al índice onomástico del libro con el objeto de rastrear las páginas en las que se hablaba de Jesús.
Sin embargo, resulta que el nombre de Jesús no figuraba en el índice, donde debería haber estado entre “Gesner” y “Giamblico”. Un poco sorprendido al no encontrarlo, busqué, ya resignado, el término “Cristo”, pero tampoco se encontraba estaba entre “Cristina regina di Svezia” y “Croce, Benedetto”.
Así pues, al terminar la sesión fui a hablar con Anna Lisa Schino y le pregunté que por qué no aparecía el nombre de Jesús en el índice onomástico de su libro sobre Naudé. La respuesta, palabra más palabra menos, fue esta:
“Ah, Fernando, sabes… yo he colaborado durante varias décadas en diversas enciclopedias y obras colectivas en Italia, entre ellas la Enciclopedia Italiana, y el nombre de Jesús nunca constaba en los índices…”
(y ante mi cara de "¿qué me estás diciendo, Anna Lisa?", prosiguió):
“Claro, nunca constaba porque como no se considera una figura histórica… y por la misma inercia de tantas décadas de omisión tampoco lo hice constar en el índice”.
Recuerdo que no contesté nada, aunque ya no sé si por la absoluta perplejidad que me embargó, por cansancio tras cuatro días de congreso o porque debía apresurarme para coger el tren hacia Bologna.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo