Notas

El Evangelio de Pedro, contrastado en el de Lucas. Crítica de fuentes aplicada al Evangelio de Lucas en el pasaje 23,26-43 (V) (200-26)

Redactado por Antonio Piñero el Domingo, 13 de Junio 2010 a las 06:58



Hoy escribe Antonio Piñero



VI Comparación Lc 23,26-43 / Evangelio de Pedro 10-20

He aquí mi breve introducción a este escrito en Todos los Evangelios (Edaf, Madrid 2009), en pp. 320-321:


El Evangelio de Pedro fue descubierto el año 1887 en la tumba de un monje egipcio de la antigua Panópolis (hoy Akhmîm, Alto Egipto). Formaba parte de un conjunto de escritos que contenían restos del Apocalip¬sis de Pedro y del Libro 1º de Henoc. Anteriormente sabíamos de la existencia de este evangelio por un par de textos de Orígenes (Algunos, partiendo de la tradición recogida en el evangelio denominado Evangelio según Pedro o libro de Santiago, afirman que los hermanos de Jesús son hijos de José, habidos de una primera mujer, que convivió con él antes que María (Orígenes, Comentario al evangelio de Mateo, 10, 17; PG 13, 876C-877A) y de Eusebio de Cesarea:


“Por cierto, los denominados Hechos suyos (de Pedro) y el evangelio que lleva su nombre, el llamado su Kerigma y el denominado su Apocalipsis, sabemos que no han sido transmitidos de ningún modo entre los católicos. Porque ningún escritor eclesiástico, ni de los antiguos ni de los de nuestros días, se ha servido de sus testimonios (Eusebio, HE III 3, 2; PG 20, 217).

“La forma de expresión (del Evangelio de Pedro) discrepa de la simplicidad evangélica. Y también la doctrina misma y el contenido que se transmite se apartan totalmente de la ortodoxia verdadera. Porque está claro que se trata de invenciones de hombres herejes. Por consiguiente, estos libros no deben catalogarse entre los espurios, sino que como absurdos e impíos deben ser rechazados (Eusebio de Cesarea, HE III 25, 6-7; PG 20, 269B-271A),


y una noticia del obispo Serapión de Antioquía:


“Nosotros, hermanos, aceptamos a Pedro y a los demás apóstoles como a Cristo. Pero rechazamos por experiencia las obras escritas falsamente bajo su nombre, pues sabemos que no hemos recibido tales obras por la tradición. Cuando yo me encontraba entre vosotros, suponía que todos erais fieles a la fe verdadera. Y al no revisar el evangelio que lleva el nombre de Pedro y que ellos manejaban, dije que si aquello era lo único que parecía provocarles congoja, que lo leyeran. Pero ahora, después de saber que su pensamiento andaba enredado en cierta herejía, según los informes que me han llegado, me esforzaré por presentarme otra vez ante vosotros. En consecuencia, hermanos, esperadme que llegaré pronto. Pues nosotros, hermanos, comprendemos cuál es la herejía de Marciano, quien se contradecía incluso a sí mismo, porque no entendía lo que hablaba. Vosotros podéis conjeturarlo por lo que os he escrito. Esto pudimos comprobarlo por parte de otros que utilizan ese mismo evangelio, es decir, por los sucesores de los que iniciaron el movimiento, a los que llamamos docetas, ya que la mayor parte de sus doctrinas provienen de su enseñanza. Pero por ellos pudimos revisar el libro y descubrir que la mayoría de sus ideas está de acuerdo con la palabra correcta del Salvador, pero que algunas cosas son discordantes, y las sometemos a vuestra consideración. Hasta aquí, lo dicho por Serapión” (Eusebio de Cesarea, HE VI 12, 2-6; PG 20, 545A-B).


El Evangelio de Pedo es conocido también como Fragmento de Akhmîn por el lugar concreto en el que fue hallado. El fragmento que ofrecemos forma parte con seguridad del antiguo Evangelio de Pedro, descrito por Serapión (190-211) cuyos datos coinciden exactamente con el texto del fragmento que traducimos.

A pesar de lo que se ha mantenido en tiempos recientes, sobre todo por miembros del denominado “Jesus Seminar”, parece bastante clara la dependencia del Evangelio de Pedro de los evangelios canónicos, tanto en la forma como en el contenido, al menos en la forma que ha sido descubierto en Akhmîm. La reconstrucción de un núcleo anterior a este fragmento parece muy hipotética.

El autor se permite un uso un tanto arbitrario de sus fuentes. A pesar de todo, el Evangelio de Pedro parece una obra ortodoxa, escrita en Siria, aunque en lengua griega. Su contenido doctrinal y las referencias a autores antiguos señalan el siglo II como su época más probable de composición. El texto delata una admiración sin límites por la personalidad de Pedro, que se presenta a sí mismo en el capítulo final de la obra: “Yo, Simón Pedro y mi hermano Andrés”, pero que ya había sido mencionado en el capítulo 26 en compañía de otros compañeros.

El número dado a los versículos es meramente convencional, pues la obra está truncada al principio y al final.

TEXTO:

«  10 Llevaron a dos malhechores y crucificaron al Señor en medio de ellos. Pero él callaba como si no sintiera dolor.
11 Cuando enderezaron la cruz, escribieron sobre ella: “Éste es el rey de Israel”.
12 Colocando sus vestiduras delante de él, las dividieron en lotes y las echaron a suerte entre ellos.
13 Uno de aquellos malhechores les increpó diciendo: “Nosotros padecemos esto por las maldades que hemos hecho; pero éste, que es el Salvador de los hombres, ¿qué mal os ha hecho?
14 Indignados contra él, mandaron que no se le quebraran las piernas para que muriera entre tormentos.
15 Era mediodía cuando la oscuridad se extendió por toda Judea. Se alborotaron llenos de angustia temiendo que el sol se pusiera, pues todavía vivía. Porque les está prescrito: “Que no se ponga el sol sobre un ajusticiado”.
16 Uno de ellos dijo: “Dadle a beber hiel con vinagre”. Y hecha la mezcla, se la dieron a beber.
17 Cumplieron todas las cosas y dieron fin a las maldades que pendían sobre sus cabezas.
18 Muchos daban vueltas por allí con antorchas creyendo que era de noche, y cayeron en tierra.
19 El Señor levantó la voz diciendo: “Fuerza mía, fuerza mía, me has abandonado”. Dicho esto, fue llevado a lo alto.
20 En aquel momento se rasgó en dos el velo del templo de Jerusalén (Traducción de Gonzalo del Cerro, Todos los evangelios, pp. 322-323). »


Comentario de François Bovon:


“El Evangelio de Pedro 10-20 contiene la secuencia siguiente: a) dos bandidos son crucificados al lado de Jesús; b) se señala el titulus, que lleva la inscripción “Éste es el rey de Israel”; c) hay un reparto de los vestiduras; d) el buen ladrón habla; e) se inflige un castigo suplementario al buen ladrón o a Jesús; f) la oscuridad se extiende sobre Judea; le sigue un miedo colectivo y una prueba de las Escrituras; g) se ofrece vinagre a Jesús; h) el narrador señala que los adversarios llevan sus pecados hasta el límite; i) se encienden lámparas; j) Jesús pronuncia una última palabra: “Fuerza mía, oh fuerza, me has abandonado”; k) Jesús es elevado; l) se desgarra el velo del Templo.


“Como prueba este resumen, este documento contiene algunos elementos exclusivamente suyos: en a) el silencio de Jesús y su aparente ausencia de sufrimiento; e) respecto al buen ladrón, los verdugos añaden un castigo, no le quiebran las piernas para prolongar su agonía); h) la insistencia en la culpabilidad de los adversarios de Jesús; i) el episodio de las lámparas encendidas; j) la forma participial de la última palabra de Jesús; k) la partida de Jesús en forma de rapto o elevación.


“El Evangelio de Pedro comparte otros elementos con los evangelios canónicos. Está cerca de Lucas, y sólo de éste, en un punto particular: la frase de uno de los dos bandidos, “Nosotros padecemos esto por las maldades que hemos hecho; pero éste, que es el salvador de los hombres, ¿qué mal os ha hecho?” (13) se parece mucho a Lc 23, 40b-41. Ciertamente no es idéntica, está dirigida a los verdugos y no al mal ladrón; es verdad que el bueno no intercambia palabra alguna con Jesús; sin embargo, la proximidad es notable, como lo había sido la connivencia entre Pilato y Herodes al principio del capítulo 23 de Lucas. Sin que haya dependencia literaria de un evangelio al otro, se da la utilización por una y otra parte de elementos tradicionales que debían de circular entre las comunidades. Así ocurrió, como hemos visto ya, con la bienaventuranza de Jesús sobre las mujeres estériles (v. 29), que se encuentra también en el Evangelio de Tomás 79.


“Otro elemento tradicional que debía de estar en circulación era el arrepentimiento de numerosos testigos judíos de la crucifixión: Lucas hace posiblemente una alusión a ello (en los vv. 27-28 y 48), y hay un escrito judeocristiano, el Evangelio de los Hebreos, según palabras de san Jerónimo confirmadas por una historia medieval de la Pasión, que insiste en este fruto de la oración de Jesús: muchos judíos se arrepintieron entonces y se convirtieron. El texto añade que Dios concedió un plazo de cuarenta años al pueblo de Israel (entre la muerte de Jesús y la caída de Jerusalén, como puede comprenderse)”.


Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Domingo, 13 de Junio 2010
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