Hoy escribe Fernando Bermejo
De entrada, hay que decir que el presupuesto del que partieron los primeros editores del Evangelio de Judas para postular que este escrito podría constituir un antídoto para el bimilenario antijudaísmo cristiano es, si no falso, al menos muy dudoso. Tras cinco años de debates, no hay acuerdo definitivo entre los especialistas respecto a la naturaleza y función de Judas en el nuevo apócrifo, ni sobre el destino que le aguarda al Iscariote. Aunque muchos autores se han decantado por la imagen de –simplificando– un Judas negativo, algunos consideran todavía que el texto contiene una historia de desarrollo en la que Judas podría acabar obteniendo algún tipo de redención.
En realidad, se tiende hoy a hacer hincapié en la ambigüedad de la presentación del discípulo. Un artículo que publiqué en la revista Estudios Bíblicos en 2009 parte de esta ambigüedad –a mi juicio, un rasgo probablemente pretendido por el autor– para proponer que el texto puede ser leído como una reducción al absurdo de la soteriología sacrificial del cristianismo proto-ortodoxo: el autor habría utilizado la ambigüedad constitutiva de la figura de Judas en el Evangelio de Mateo (Judas, al fin y al cabo, es presentado como arrepentido y contrito, y muriendo de remordimiento) y en la corriente cristiana mayoritaria (el traidor es al mismo tiempo instrumento y condición sine qua non de la salvación) para mostrar la inconsistencia de la soteriología de los adversarios.
Los editores, además, no parecen haber tenido muy en cuenta: a) que la visión del dios judío en el EvJud es francamente sombría; b) que Jesús aparece, en la práctica, virtualmente desjudaizado; c) que los Doce discípulos son pintados en términos muy negativos, precisamente en continuidad con la praxis sacrificial judía (abordaré estos aspectos en próximos posts).
Sin embargo, hay otros aspectos que revelan posibilidades distintas. El antijudaísmo de las corrientes cristianas triunfantes surge del retrato sistemático (aunque no del todo consistente) de las autoridades judías como un colectivo malévolo que quiere, desde muy pronto, matar a Jesús (por odio, envidia…). Esta imagen es creada por los Evangelios canónicos (históricamente implausible) y por Hechos (omito aquí el disputado pasaje de 1 Tes 2, 14-16). Lejos de todo ello, en el EvJud Jesús no discute nunca con los otros líderes religiosos judíos. Solo al final se menciona a los sacerdotes murmurando y a los escribas vigilando para arrestar a Jesús. Nada se dice, sin embargo, de presuntas intenciones homicidas, y nada se dice tampoco de la muerte de Jesús en los términos patéticos y victimistas a los que estamos acostumbrados. El EvJud contiene una versión truncada de los hechos, pero gracias precisamente a este truncamiento evita la clase de detalles escabrosos (y a menudo increíbles) que en los relatos de la Pasión sirven para exculpar a los Romanos y vilificar a los judíos (con “perlas” tales como Mc 15, 6-15; Mt 27, 25; Lc 23, 1-2 o Jn 19, 12-18).
Además, a diferencia de lo que pasa en los Evangelios canónicos, Hechos, el Evangelio de Pedro o incluso el Evangelio de Tomás, no hallamos en GosJud referencias genéricas a “los judíos”. Esto contrasta con el relato tradicional cristiano, en el que no un individuo o una facción, sino “los judíos” en general acaban siendo los responsables de la muerte de Jesús. El discurso del deicidio, latente en las Escrituras fundacionales cristianas y emergente en la homilía Sobre la Pascua, de Melitón de Sardes, carece al menos aquí de base.
La razón de todo esto no radica en una supuesta rehabilitación de Judas (o de los judíos) operada por el nuevo apócrifo, sino más bien en una visión diferente de la pasión y muerte de Jesús que es asumida implícitamente por el autor del Evangelio. Dado que ni las acciones de Judas ni las de las autoridades judías que aparecen en filigrana al final del texto pueden tener un efecto real sobre el verdadero Jesús –el cual, a lo largo de la "historia" narrada, sube a voluntad a la “generación santa” más allá del mundo–, no parece haber base para denigrar a los judíos del modo en que es usual entre los proto-ortodoxos.
Quizás, después de todo, aunque dibujando a un Jesús des-judaizado y rechazando la religiosidad judía, el EvJudas no comparta los rasgos más ominosos del agresivo antijudaísmo de las corrientes históricas triunfantes, responsables de tal cantidad de odio, violencia y crímenes de sangre a lo largo de los siglos. Quién sabe si la visión de los gnósticos que crearon el EvJudas no habría sido, históricamente, un mal menor.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo
De entrada, hay que decir que el presupuesto del que partieron los primeros editores del Evangelio de Judas para postular que este escrito podría constituir un antídoto para el bimilenario antijudaísmo cristiano es, si no falso, al menos muy dudoso. Tras cinco años de debates, no hay acuerdo definitivo entre los especialistas respecto a la naturaleza y función de Judas en el nuevo apócrifo, ni sobre el destino que le aguarda al Iscariote. Aunque muchos autores se han decantado por la imagen de –simplificando– un Judas negativo, algunos consideran todavía que el texto contiene una historia de desarrollo en la que Judas podría acabar obteniendo algún tipo de redención.
En realidad, se tiende hoy a hacer hincapié en la ambigüedad de la presentación del discípulo. Un artículo que publiqué en la revista Estudios Bíblicos en 2009 parte de esta ambigüedad –a mi juicio, un rasgo probablemente pretendido por el autor– para proponer que el texto puede ser leído como una reducción al absurdo de la soteriología sacrificial del cristianismo proto-ortodoxo: el autor habría utilizado la ambigüedad constitutiva de la figura de Judas en el Evangelio de Mateo (Judas, al fin y al cabo, es presentado como arrepentido y contrito, y muriendo de remordimiento) y en la corriente cristiana mayoritaria (el traidor es al mismo tiempo instrumento y condición sine qua non de la salvación) para mostrar la inconsistencia de la soteriología de los adversarios.
Los editores, además, no parecen haber tenido muy en cuenta: a) que la visión del dios judío en el EvJud es francamente sombría; b) que Jesús aparece, en la práctica, virtualmente desjudaizado; c) que los Doce discípulos son pintados en términos muy negativos, precisamente en continuidad con la praxis sacrificial judía (abordaré estos aspectos en próximos posts).
Sin embargo, hay otros aspectos que revelan posibilidades distintas. El antijudaísmo de las corrientes cristianas triunfantes surge del retrato sistemático (aunque no del todo consistente) de las autoridades judías como un colectivo malévolo que quiere, desde muy pronto, matar a Jesús (por odio, envidia…). Esta imagen es creada por los Evangelios canónicos (históricamente implausible) y por Hechos (omito aquí el disputado pasaje de 1 Tes 2, 14-16). Lejos de todo ello, en el EvJud Jesús no discute nunca con los otros líderes religiosos judíos. Solo al final se menciona a los sacerdotes murmurando y a los escribas vigilando para arrestar a Jesús. Nada se dice, sin embargo, de presuntas intenciones homicidas, y nada se dice tampoco de la muerte de Jesús en los términos patéticos y victimistas a los que estamos acostumbrados. El EvJud contiene una versión truncada de los hechos, pero gracias precisamente a este truncamiento evita la clase de detalles escabrosos (y a menudo increíbles) que en los relatos de la Pasión sirven para exculpar a los Romanos y vilificar a los judíos (con “perlas” tales como Mc 15, 6-15; Mt 27, 25; Lc 23, 1-2 o Jn 19, 12-18).
Además, a diferencia de lo que pasa en los Evangelios canónicos, Hechos, el Evangelio de Pedro o incluso el Evangelio de Tomás, no hallamos en GosJud referencias genéricas a “los judíos”. Esto contrasta con el relato tradicional cristiano, en el que no un individuo o una facción, sino “los judíos” en general acaban siendo los responsables de la muerte de Jesús. El discurso del deicidio, latente en las Escrituras fundacionales cristianas y emergente en la homilía Sobre la Pascua, de Melitón de Sardes, carece al menos aquí de base.
La razón de todo esto no radica en una supuesta rehabilitación de Judas (o de los judíos) operada por el nuevo apócrifo, sino más bien en una visión diferente de la pasión y muerte de Jesús que es asumida implícitamente por el autor del Evangelio. Dado que ni las acciones de Judas ni las de las autoridades judías que aparecen en filigrana al final del texto pueden tener un efecto real sobre el verdadero Jesús –el cual, a lo largo de la "historia" narrada, sube a voluntad a la “generación santa” más allá del mundo–, no parece haber base para denigrar a los judíos del modo en que es usual entre los proto-ortodoxos.
Quizás, después de todo, aunque dibujando a un Jesús des-judaizado y rechazando la religiosidad judía, el EvJudas no comparta los rasgos más ominosos del agresivo antijudaísmo de las corrientes históricas triunfantes, responsables de tal cantidad de odio, violencia y crímenes de sangre a lo largo de los siglos. Quién sabe si la visión de los gnósticos que crearon el EvJudas no habría sido, históricamente, un mal menor.
Saludos cordiales de Fernando Bermejo