Notas

El Dios de Jesucristo (480)

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 9 de Enero 2014 a las 07:51

Hoy escribe Antonio Piñero

No suelo comentar en este Blog libros de teología, porque al ser yo ante todo un filólogo, no me encuentro en mi campo, y no me siento competente. Pero este libro (cuyo título es el de esta postal) es distinto, pues me ha parecido muy interesante, claro a pesar de la necesaria densidad, didáctico y contundente. Muy informativo y resumida a pesar de sus más de 500 pp. Se trata del volumen IV de la obra completa del teólogo Walter Kasper, que es ya conocido en ambientes españoles por sus trabajos sobre Jesús de Nazaret y sobre Pablo, creo que ambos traducidos al castellano.

Completo su ficha: Editado por Sal Terrae, Santander, octubre de 2013, 507 pp. ISBN: 978-84-293-2114-2. La traducción (de la segunda edición alemana) es de José Manuel Lozano-Gotor Perona y, aunque no tengo el original alemán delante, puedo decir por algunas muestras que es muy buena. De las pocas que cumplen con el precepto de que el lector no sepa, en la inmensa mayoría de los casos, que se trata de una traducción. Lo felicito desde aquí.

El libro tiene un prólogo muy amplio que pone al día algunos aspectos de esta obra, cuya primera edición se publicó hace ya treinta años. Pero no ha perdido su frescura y su interés. De este prólogo me ha interesado en especial la comparación del Dios de Jesús con el Dios judío, del islam (esta comparación es notablemente rica y recomendable como buen resumen), y del budismo.

El libro está dividido en tres partes. La primera trata de “La pregunta por Dios hoy”. Aborda la cuestión de Dios como problema; la negación de Dios en el ateismo moderno; los problemas de hacer teología frente a la increencia; la experiencia de Dios y su conocimiento (argumentos cosmológico, antropológico, ontológico y de filosofía de la historia), y el “conocimiento de Dios en la fe”: revelación y ocultamiento de Dios. Todo ello tratado con sencillez y claridad, prácticamente no dando nada por supuesto, de modo que es legible por todo el mundo con un cierto nivel. Personalmente me han interesado las secciones dedicadas a Ludwig Feuerbach, Karl Marx y Friedrich Nietzsche. Recomendables.

La segunda parte, “El mensaje sobre el Dios de Jesucristo” tiene tres capítulos. El primero está dedicado a Dios Padre, y lo estudia en la historia de las religiones, en el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, en la teología y en los dogmas Trata luego la cuestión de la definición teológica de Dios en la metafísica occidental y en la filosofía moderna de la libertad. De nuevo juzgo este capítulo como denso, concreto, bien sintetizado y muy claro.

En el segundo capítulo entramos en el tema que me atrajo especialmente hacia este libro, “Jesucristo, hijo de Dios” (p. 262-316). Arranca de la pregunta por la salvación, dando por supuesto que, del credo eclesial, a la gente le interesa mucho menos el lenguaje sobre Dios en sentido general que el Dios manifestado en Jesús Mesías. Estudia el autor muy claramente “la promesa mesiánica de la salvación en el Antiguo Testamento”, en donde encontramos un resumen interesante del origen, evolución y plasmación (casi) definitiva del mesianismo con la teología cristiana. Temas interesantes aquí: Dios, el problema del mal y el ateísmo; Leibnitz o el “sadismo teológico”, ya que el filósofo había llegado a la conclusión de que Dios creó el mejor de los mundos posibles. Kasper acepta como metodología sana, a propósito de fundamentar una teología sobre Jesucristo como mediador de la salvación, el testimonio conjunto del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, cosa un tanto discutible porque son entidades muy heterogéneas, y la convergencia en el Nuevo de todas las líneas de la realeza, profetismo, sacerdocio, etc., que acaba en la concepción del mesianismo de Jesús tal como lo entendieron los primeros cristianos y sus sucesores.

Donde, como filólogo he tenido mis dificultades –no en la comprensión del texto, desde luego, ya que es igualmente claro-- ha sido en la postura teológica de Kasper acerca de la conducta y la predicación de Jesús de Nazaret. El autor acepta como históricos conceptos o interpretaciones de Jesús que para mí no lo son. Por ejemplo, que el reino de Dios tiende universalísticamente a la realización de una humanidad nueva --como vieron muy bien Pablo y los evangelistas según argumenta Kasper--, aunque reconozca que el Jesús histórico sólo se sintió llamado a dirigirse a las ovejas de Israel (p. 277). O que el Mesías era totalmente contrario a la violencia (donde el autor hace hincapié en el profeta Zacarías 9,9 y el cumplimiento de esta profecía en la entrada de Jesús Mesías en Jerusalén a lomos de un pollino, lo que indica su pacifismo), omitiendo en la discusión teológica el enorme material evangélico disperso que apunta hacia lo contrario: un mesías político y que no le hacía ascos a la violencia como ya he argumentado otras veces. O bien en su aceptación de la contraposición absoluta de Juan Bautista y de Jesús: el primero como predicador del juicio, y el segundo como proclamador de la gracia y del perdón…, lo cual es un cliché que debe matizarse y mucho.

Para mí es muy discutible también toda la cuestión de la cristología indirecta o “implícita”, deducible a) de la predicación de Jesús; b) de su actividad y conducta; c) de su llamada exigentísima al seguimiento y d) en la forma como se dirige a Dios proclamando su especialísima filiación. Todos estos caminos tienden en la teología a formar un puente que salve la distancia, para mí infranqueable, entre el Jesús histórico y Cristo celestial, propiciado por Pablo y sus discípulos intelectuales, los evangelistas. Opino que es un tema formalmente apologético, no histórico.

También me parece aquí discutible la cristología del Logos, sobre todo el análisis del Prólogo del IV Evangelio como si éste contuviera unos avances ideológicos que no pueden explicarse por el Antiguo Testamento, ni por la apocalíptica judía ni por Filón de Alejandría, sino como un hito que –aunque tenga precedentes-- es profundamente original. Yo creo –aunque esto no lo podía conocer W. Kasper ya que la tesis al completo ha sido desarrollada por D. Boyarin— que el Prólogo del Evangelio de Juan es un midrás sobre la Sabiduría divina, a partir de Gn 1 y de Proverbios 8 y Eclo 24 y que tiene sus precedentes. Igualmente es súper discutible hoy día que Pablo defendiera a ultranza la preexistencia del Mesías. Kasper se apoya sobre todo en el himno de Flp 2,6ss, pero obvia que hay otros textos de Pablo muy claros que no lo permiten. Además, la interpretación de ese himno no es necesaria y exclusivamente preexistencialista, pues cada vez se impone más su intelección en torno a la contraposición Adán-Mesías, ambos como seres humanos puramente. Al principio de toparme con esta interpretación me convencía poco, pero que ahora la veo más clara. Si es así, por tanto, toda la teología de la kénosis (griego anonadamiento) = teología del abajamiento del Mesías divino que deja de lado la “forma” divina y adopta la “forma” humana) se queda sin su base principal y hay que repensarla.

La tercera parte, “El misterio trinitario de Dios”, fundamentación y desarrollo de la teología trinitaria, es igualmente claro y nítido. Aquí, al tratarse de teología y no de historia, encuentro menos dificultades en la aceptación del razonamiento del autor, una vez que se aceptan sus bases ,que son una cuestión de fe.

En síntesis: el libro de W. Kasper me ha gustado mucho y creo que es un manual muy interesante, denso y luminoso a la vez. Muy recomendable. Y, para los escépticos como yo, es un libro muy válido para enterarse con amenidad y utilidad de ámbitos teológicos por los que no suelo moverme.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Jueves, 9 de Enero 2014