Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Identidad del protagonista
Los apóstoles de Jesús han pasado a la historia del cristianismo como testigos de su doctrina. Por eso llama la atención la escasez de datos acerca de su vida. Numerosos escritos, calificados de apócrifos, suplen con sus leyendas y tradiciones los largos silencios y las insistentes omisiones. La piedad cristiana deseaba conocer a los personajes que estaban en los orígenes históricos de su fe. Unos personajes etiquetados como “fundamento” sobre el que descansa la edificación de la Iglesia (Ef 2,20s).
A falta de datos históricamente comprobados, la literatura apócrifa inventa, crea relatos y discursos a partir de lo que debía ser la existencia de los enviados por su Maestro (Mt 10,1). La promesa postrera de Jesús era la mejor garantía de una eficacia sin límites: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo” (Mt 27,20).
El caso del apóstol Mateo no iba a ser una excepción. En Mateo se cumplen los detalles que comentamos: el silencio de los textos bíblicos y las tradiciones surgidas a la sombra de unos supuestos recuerdos. Como ocurre con otros apóstoles, los evangelios cuentan su vocación con cierto detalle. “Pasando Jesús de allí vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en la oficina de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y le siguió” (Mt 9,9 par.). La escena está narrada también por Marcos y por Lucas. Pero los textos de Marcos y Lucas hablan de Leví (Mc 2,14; Lc 5,27.29). Lucas lo identifica incluso como publicano (telōnēs). Los tres sinópticos narran luego la invitación que Mateo ofreció a Jesús en su casa y a la que acudieron muchos “publicanos y pecadores”. Aquella invitación festiva, calificada por Lucas de “gran banquete”, fue motivo de escándalo para los escribas y fariseos.
Después de la escena de la vocación, no se hace otra mención de Mateo sino en las listas de los apóstoles. En la del evangelio de Mt 10,3 aparece en el puesto octavo formando bina con Tomás y calificado de “publicano”. En Mc 3,18 y Lc 6,15 va en séptimo lugar emparejado con Bartolomé (Mc) o con Tomás (Lc). En la lista de Hch 1,13 ocupa el lugar octavo y forma pareja con Bartolomé. En ninguno de los pasajes se recoge una sola palabra atribuida al apóstol Mateo.
Sin embargo, la tradición recoge diversos testimonios que hablan de su actividad literaria. Ireneo de Lión sabía que Mateo había escrito en hebreo el evangelio que predicaba. Eusebio de Cesarea recoge en su Historia Eclesiástica este testimonio de Ireneo en el sentido de que “Mateo escribió para los hebreos un evangelio en su lengua materna mientras Pedro y Pablo predicaban en Roma y fundaban la iglesia”. (Eusebio de Cesarea, H. E., V 8, 2-3; Ireneo, Aduersus haereses, III 1,1). Eusebio recoge también el testimonio de Papías de Hierápolis, que afirmaba: “Mateo compuso en hebreo los discursos (lógia), que cada cual interpretó como pudo” (Eusebio, Ibid., III 39,16). Eusebio refiere igualmente que Panteno de Alejandría, converso de la filosofía estoica, viajó hasta la India, donde encontró a cristianos que usaban el evangelio de Mateo. El apóstol Bartolomé lo había predicado allí y se lo había legado a los fieles de la India (Id., Ibid., V 10,3).
A Mateo se atribuye igualmente uno de los más importantes evangelios apócrifos de la Infancia, el que lleva como subtítulo la siguiente inscripción: “Empieza el libro sobre el nacimiento de la bienaventurada María y la infancia del Salvador, escrito en hebreo por el bienaventurado evangelista Mateo y traducido al latín por el bienaventurado presbítero Jerónimo” (A. Piñero (ed.), Todos los evangelios, Madrid, 2009, 214-237).
Mateo era, pues, considerado en la tradición como uno de los autores principales en la transmisión de la doctrina cristiana. Es la razón lógica para que la atención se haya fijado en su persona y en su actividad literaria. De Mateo recuerda la piedad cristiana su profesión de publicano; sabe también de la prontitud con que escuchó la llamada de Jesús. De los tres sinópticos es el que más referencias aporta en la historia de la teología. No obstante, hemos de reconocer con la crítica más actual que el apóstol Mateo, también llamado Leví, no pudo ser el autor del evangelio transmitido bajo su nombre. La afirmación insistente de que escribió su obra en la lengua materna de los hebreos tampoco encaja con las características literarias del primero de los evangelios sinópticos. El evangelio de Mateo es una obra compuesta en griego y basada en tradiciones anteriores, tales como el evangelio de Marcos y la fuente Q (A. Piñero, Guía para conocer el Nuevo Testamento, Madrid, 2008, 352).
(Estatua del apóstol san Mateo en la catedral de Lima)
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Identidad del protagonista
Los apóstoles de Jesús han pasado a la historia del cristianismo como testigos de su doctrina. Por eso llama la atención la escasez de datos acerca de su vida. Numerosos escritos, calificados de apócrifos, suplen con sus leyendas y tradiciones los largos silencios y las insistentes omisiones. La piedad cristiana deseaba conocer a los personajes que estaban en los orígenes históricos de su fe. Unos personajes etiquetados como “fundamento” sobre el que descansa la edificación de la Iglesia (Ef 2,20s).
A falta de datos históricamente comprobados, la literatura apócrifa inventa, crea relatos y discursos a partir de lo que debía ser la existencia de los enviados por su Maestro (Mt 10,1). La promesa postrera de Jesús era la mejor garantía de una eficacia sin límites: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo” (Mt 27,20).
El caso del apóstol Mateo no iba a ser una excepción. En Mateo se cumplen los detalles que comentamos: el silencio de los textos bíblicos y las tradiciones surgidas a la sombra de unos supuestos recuerdos. Como ocurre con otros apóstoles, los evangelios cuentan su vocación con cierto detalle. “Pasando Jesús de allí vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado en la oficina de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y le siguió” (Mt 9,9 par.). La escena está narrada también por Marcos y por Lucas. Pero los textos de Marcos y Lucas hablan de Leví (Mc 2,14; Lc 5,27.29). Lucas lo identifica incluso como publicano (telōnēs). Los tres sinópticos narran luego la invitación que Mateo ofreció a Jesús en su casa y a la que acudieron muchos “publicanos y pecadores”. Aquella invitación festiva, calificada por Lucas de “gran banquete”, fue motivo de escándalo para los escribas y fariseos.
Después de la escena de la vocación, no se hace otra mención de Mateo sino en las listas de los apóstoles. En la del evangelio de Mt 10,3 aparece en el puesto octavo formando bina con Tomás y calificado de “publicano”. En Mc 3,18 y Lc 6,15 va en séptimo lugar emparejado con Bartolomé (Mc) o con Tomás (Lc). En la lista de Hch 1,13 ocupa el lugar octavo y forma pareja con Bartolomé. En ninguno de los pasajes se recoge una sola palabra atribuida al apóstol Mateo.
Sin embargo, la tradición recoge diversos testimonios que hablan de su actividad literaria. Ireneo de Lión sabía que Mateo había escrito en hebreo el evangelio que predicaba. Eusebio de Cesarea recoge en su Historia Eclesiástica este testimonio de Ireneo en el sentido de que “Mateo escribió para los hebreos un evangelio en su lengua materna mientras Pedro y Pablo predicaban en Roma y fundaban la iglesia”. (Eusebio de Cesarea, H. E., V 8, 2-3; Ireneo, Aduersus haereses, III 1,1). Eusebio recoge también el testimonio de Papías de Hierápolis, que afirmaba: “Mateo compuso en hebreo los discursos (lógia), que cada cual interpretó como pudo” (Eusebio, Ibid., III 39,16). Eusebio refiere igualmente que Panteno de Alejandría, converso de la filosofía estoica, viajó hasta la India, donde encontró a cristianos que usaban el evangelio de Mateo. El apóstol Bartolomé lo había predicado allí y se lo había legado a los fieles de la India (Id., Ibid., V 10,3).
A Mateo se atribuye igualmente uno de los más importantes evangelios apócrifos de la Infancia, el que lleva como subtítulo la siguiente inscripción: “Empieza el libro sobre el nacimiento de la bienaventurada María y la infancia del Salvador, escrito en hebreo por el bienaventurado evangelista Mateo y traducido al latín por el bienaventurado presbítero Jerónimo” (A. Piñero (ed.), Todos los evangelios, Madrid, 2009, 214-237).
Mateo era, pues, considerado en la tradición como uno de los autores principales en la transmisión de la doctrina cristiana. Es la razón lógica para que la atención se haya fijado en su persona y en su actividad literaria. De Mateo recuerda la piedad cristiana su profesión de publicano; sabe también de la prontitud con que escuchó la llamada de Jesús. De los tres sinópticos es el que más referencias aporta en la historia de la teología. No obstante, hemos de reconocer con la crítica más actual que el apóstol Mateo, también llamado Leví, no pudo ser el autor del evangelio transmitido bajo su nombre. La afirmación insistente de que escribió su obra en la lengua materna de los hebreos tampoco encaja con las características literarias del primero de los evangelios sinópticos. El evangelio de Mateo es una obra compuesta en griego y basada en tradiciones anteriores, tales como el evangelio de Marcos y la fuente Q (A. Piñero, Guía para conocer el Nuevo Testamento, Madrid, 2008, 352).
(Estatua del apóstol san Mateo en la catedral de Lima)
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro