Escribe Antonio Piñero
En líneas generales opina la mayoría de los investigadores que el pensamiento global judío de Jesús –si es que le puede incardinar con total seguridad dentro de las denominadas “sectas judías” por Flavio Josefo, saduceos, fariseos, esenios y celotas– se parece bastante al sistema fariseo.
Y aquí, en cuanto a la formación de Jesús, surge la pregunta: ¿cómo es posible que Jesús adquiriera –de cualquier forma– una formación farisea? Por lo que sabemos, apenas había fariseos en Galilea (según los evangelios algunos fariseos subían desde Jerusalén para discutir con Jesús), ya que sus ideario de llevar a la vida ordinaria el sistema de pureza sacerdotal era
a) muy difícil en un entorno lleno de paganos (recordemos que los fariseos no eran escribas profesionales, por tanto vivían de su trabajo; he repetido varias veces que Hillel era zapatero y en Galilea no era nada fácil no tener contactos con clientes)
b) tenía poco sentido procurar un estado tal de pureza si el Templo estaba tan alejado
Por otro lado, lo que sabemos de la piedad galilea en general tampoco favorecía precisamente el fariseísmo. Aunque cumplidores de lo más importante de la ley de Moisés, los galileos tenían fama de un tanto “laxos” o relajados en sus interpretaciones de la Ley entre los fariseos, cuyas opiniones al respecto son recogidas por la Misná. Según este corpus, ensamblado a finales del siglo II o comienzos del III d.C., los fariseos acusaban a los galileos de ignorantes en materias legales-religiosas.
Esta opinión antigalilea, recogida en tiempos posteriores a la época de Jesús, quería probablemente indicar en Jerusalén que los galileos no daban tanta importancia al espíritu puntilloso y minimalista en la observancia de la ley de Moisés que imperaba en círculos capitalinos. Los galileos rodeados de gentiles tenían que concentrarse en lo más esencial de la religión judía -la circuncisión, la observancia del sábado, el respeto general por la Ley y la Alianza, el sustento económico del Templo y las peregrinaciones anuales a él- y quizá no hicieran tanto caso a cuestiones exteriores del ámbito de la pureza ritual que se podían observar mejor en un ambiente donde no había tantos gentiles.
Galilea tenía respecto a Jerusalén sus peculiaridades –fomentadas por la distancia geográfica- que forjaron ciertos detalles de la personalidad de sus gentes que explican algunos de los rasgos del Jesús histórico y de sus seguidores. Así, el carácter marcadamente rural, campesino, del ministerio y predicación de Jesús visible en sus parábolas, llenas de comparaciones de la agricultura y, segundo, el vivo sentido de que su misión estaba orientada preferentemente a los israelitas y no a los paganos (Mt 10,6 y 15,24). Jesús realizó sus viajes de predicación sólo por las aldeas de Galilea y no por las ciudades importantes de la región, como Séforis y Tiberíades, plenas de gentiles y a las que nunca rindió visita.
Respecto al fenómeno de la oposición antiextranjera, y antirromana en particular en Galilea, puede hacerse una observación. A) Por un lado, es cierto que el levantamiento más importante de los años de la infancia de Jesús –exactamente en el año 6 d.C.– fue el de Judas de Gamala, por tanto un “revolucionario” que no había surgido precisamente en el corazón de Judea. Es claro que en la región galilea había suelo y base para un sentimiento antirromano.
Pero, por otro lado, B) es cierto también que en la patria de Jesús, en el momento en el que Jesús se lanza a predicar el reino de Dios, el ambiente no era tan revolucionario y antirromano como el de Judas. Salvo la revuelta de este, no hubo otras de importancia hasta pasados más de sesenta años en el siglo I.
Por consiguiente, al estar los galileos físicamente alejados del Templo, era lógico que su espiritualidad estuviera más centrada en la sinagoga –que significaba ante todo la lectura y el estudio de la Ley y la oración en común– que en los sacrificios. Aunque hay sobradas muestras en los evangelios de la lealtad de Jesús al santuario central de Jerusalén (sobre todo el Evangelio de Juan presenta a Jesús asistiendo con asiduidad a las festividades del Templo) la lejanía de este hubo de generar una piedad más interiorizada que compensaba la imposibilidad de asistir con asiduidad a los oficios del santuario de Jerusalén.
Quedaría, por tanto, la conclusión hipotética de que el tono y sentido francamente fariseo de la teología de Jesús hubo de generarse en el contacto con la sinagoga: lo que allí se leía y explicaba en torno a las Escrituras era de tonalidad farisea, pues no en vano sostenía Flavio Josefo que los fariseos habían influido con sus doctrinas (en tiempos de Jesús es probable que la secta tuviera unos 170 o 180 años: de Antígono de Soco, fariseo de esa época, se recoge un sentencia en la Misná, cuya síntesis es nada merecemos si cumplimos la Ley; siervos inútiles somos y no hacemos más que cumplir con nuestro deber) en la población de todo Israel y no solo en Judea. Y como Nazaret era tan minúsculo, no sería extraño que Jesús frecuentara algunas otras sinagogas más importantes: Séforis que estaba al lado y la de Cafarnaún, donde más tarde implantaría su residencia (Mc 2,1).
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
En líneas generales opina la mayoría de los investigadores que el pensamiento global judío de Jesús –si es que le puede incardinar con total seguridad dentro de las denominadas “sectas judías” por Flavio Josefo, saduceos, fariseos, esenios y celotas– se parece bastante al sistema fariseo.
Y aquí, en cuanto a la formación de Jesús, surge la pregunta: ¿cómo es posible que Jesús adquiriera –de cualquier forma– una formación farisea? Por lo que sabemos, apenas había fariseos en Galilea (según los evangelios algunos fariseos subían desde Jerusalén para discutir con Jesús), ya que sus ideario de llevar a la vida ordinaria el sistema de pureza sacerdotal era
a) muy difícil en un entorno lleno de paganos (recordemos que los fariseos no eran escribas profesionales, por tanto vivían de su trabajo; he repetido varias veces que Hillel era zapatero y en Galilea no era nada fácil no tener contactos con clientes)
b) tenía poco sentido procurar un estado tal de pureza si el Templo estaba tan alejado
Por otro lado, lo que sabemos de la piedad galilea en general tampoco favorecía precisamente el fariseísmo. Aunque cumplidores de lo más importante de la ley de Moisés, los galileos tenían fama de un tanto “laxos” o relajados en sus interpretaciones de la Ley entre los fariseos, cuyas opiniones al respecto son recogidas por la Misná. Según este corpus, ensamblado a finales del siglo II o comienzos del III d.C., los fariseos acusaban a los galileos de ignorantes en materias legales-religiosas.
Esta opinión antigalilea, recogida en tiempos posteriores a la época de Jesús, quería probablemente indicar en Jerusalén que los galileos no daban tanta importancia al espíritu puntilloso y minimalista en la observancia de la ley de Moisés que imperaba en círculos capitalinos. Los galileos rodeados de gentiles tenían que concentrarse en lo más esencial de la religión judía -la circuncisión, la observancia del sábado, el respeto general por la Ley y la Alianza, el sustento económico del Templo y las peregrinaciones anuales a él- y quizá no hicieran tanto caso a cuestiones exteriores del ámbito de la pureza ritual que se podían observar mejor en un ambiente donde no había tantos gentiles.
Galilea tenía respecto a Jerusalén sus peculiaridades –fomentadas por la distancia geográfica- que forjaron ciertos detalles de la personalidad de sus gentes que explican algunos de los rasgos del Jesús histórico y de sus seguidores. Así, el carácter marcadamente rural, campesino, del ministerio y predicación de Jesús visible en sus parábolas, llenas de comparaciones de la agricultura y, segundo, el vivo sentido de que su misión estaba orientada preferentemente a los israelitas y no a los paganos (Mt 10,6 y 15,24). Jesús realizó sus viajes de predicación sólo por las aldeas de Galilea y no por las ciudades importantes de la región, como Séforis y Tiberíades, plenas de gentiles y a las que nunca rindió visita.
Respecto al fenómeno de la oposición antiextranjera, y antirromana en particular en Galilea, puede hacerse una observación. A) Por un lado, es cierto que el levantamiento más importante de los años de la infancia de Jesús –exactamente en el año 6 d.C.– fue el de Judas de Gamala, por tanto un “revolucionario” que no había surgido precisamente en el corazón de Judea. Es claro que en la región galilea había suelo y base para un sentimiento antirromano.
Pero, por otro lado, B) es cierto también que en la patria de Jesús, en el momento en el que Jesús se lanza a predicar el reino de Dios, el ambiente no era tan revolucionario y antirromano como el de Judas. Salvo la revuelta de este, no hubo otras de importancia hasta pasados más de sesenta años en el siglo I.
Por consiguiente, al estar los galileos físicamente alejados del Templo, era lógico que su espiritualidad estuviera más centrada en la sinagoga –que significaba ante todo la lectura y el estudio de la Ley y la oración en común– que en los sacrificios. Aunque hay sobradas muestras en los evangelios de la lealtad de Jesús al santuario central de Jerusalén (sobre todo el Evangelio de Juan presenta a Jesús asistiendo con asiduidad a las festividades del Templo) la lejanía de este hubo de generar una piedad más interiorizada que compensaba la imposibilidad de asistir con asiduidad a los oficios del santuario de Jerusalén.
Quedaría, por tanto, la conclusión hipotética de que el tono y sentido francamente fariseo de la teología de Jesús hubo de generarse en el contacto con la sinagoga: lo que allí se leía y explicaba en torno a las Escrituras era de tonalidad farisea, pues no en vano sostenía Flavio Josefo que los fariseos habían influido con sus doctrinas (en tiempos de Jesús es probable que la secta tuviera unos 170 o 180 años: de Antígono de Soco, fariseo de esa época, se recoge un sentencia en la Misná, cuya síntesis es nada merecemos si cumplimos la Ley; siervos inútiles somos y no hacemos más que cumplir con nuestro deber) en la población de todo Israel y no solo en Judea. Y como Nazaret era tan minúsculo, no sería extraño que Jesús frecuentara algunas otras sinagogas más importantes: Séforis que estaba al lado y la de Cafarnaún, donde más tarde implantaría su residencia (Mc 2,1).
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com