Hoy escriben Sofya Gevorkyan & Carlos A. Segovia
Foto: Dioniso y Apolo
Obra de Olha Liubokhynets
Nota previa de Antonio Piñero:
A partir de hoy, y durante trece entregas / postales Sofya Gevorkyan & Carlos A. Segovia van a escribir sobre filosofía / religión griega en este Blog. Es una línea paralela a lo que está haciendo Eugenio Gómez Segura aquí mismo. Yo seguiré escribiendo los jueves.
Esta preciada incorporación a Blogs /Twitter / Facebook de estos autores se centra en la filosofía / religión griegas –algunos lectores se lo preguntarán– porque los cuatro estamos totalmente convencidos de que tarde o temprano el pensamiento griego acaba moldeando el cristianismo. Son tres las patas del trípode que sostienen nuestra cultura (y la filosofía y religión dentro de ella): Roma, Atenas y Jerusalén, de modo que cuanto más sepamos de ellas, mejor comprenderemos el cristianismo, que es lo que nuestros lectores tienen como fin prioritario.
Las postales de Sofía y Carlos son de tono eminentemente filosófico y tienen dos niveles. El primero es la lectura seguida, pensado para todos los lectores. El segundo son las notas con bibliografía para aquellos –que quizás seas minoritarios- que sientan la necesidad de profundizar en los temas.
Los “viejos de este lugar” recordarán las postales que hace años publicamos Carlos y yo sobre nuestras discusiones pormenorizadas acerca del pensamiento de Pablo de Tarso. Debo confesar agradecidísimo que sin aquellos diálogos por escrito con Carlos, jamás habría salido mi libro “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino” (Editorial Trotta, Madrid 2ª edición de 2018). Así que Carlos es para mí un icono.
Espero que las postales tanto de Eugenio (que ha escrito por lo menos media docena de libros, de los que jamás ha hecho mención alguna en sus postales) como las Carlos (que ha escrito otros tantos e innumerables artículos científicos) y de Sofía, su mujer, que es rusa, pero afincada en España, sean del agrado de los lectores. Naturalmente, los índices de audiencia (contadores electrónicos de lecturas o de “me gusta”) lo indicarán. Pero, además, estaremos encantados de recibir críticas y sugerencias constructivas.
Aquí, pues, la mitad de la primera entrega. Mañana, deo favente, la segunda.
I. Dioniso y Apolo
Dioniso y Apolo compartían santuario en Delfos, situado en una de las cimas del Monte Parnaso con vistas al Valle de Focis y las colinas circundantes, cerca de la ciudad de Krissa, al norte del Golfo de Corinto en la región actual de Sterea o Grecia Central. Dioniso era adorado allí en invierno, mientras que Apolo regresaba a Delfos en primavera.
Plutarco sugiere que los dos dioses son uno: un solo dios con dos nombres o —podría inferirse— con dos caras: Dioniso simboliza el devenir de la naturaleza; Apolo, el ser. Lo distintivo de la cultura griega es el afirmar ambos.
Dioniso es el dios de la continuidad de la vida. Porque en griego «vida» se dice de dos maneras diferentes y complementarias: ζωή (zoé) y en tanto que βίος (bíos).
Zωή nombra la vida anónima e impersonal que vive en cada uno de nosotros y que continuará viviendo y tomando otras muchas formas después de que todos muramos.
Bίος, en cambio, nombra esto y aquello, las formas individuales que la vida toma, tú y yo. Así pues, mientras que Dioniso simboliza ζωή, cuya unidad es profunda y silenciosa, X, Y y Z son momentos provisionales e insignificantes, su medio hermano Apolo simboliza βίος, o lo que es lo mismo, el resplandor de X, Y y Z en tanto que X, Y y Z.
Dioniso, el dios de la máscara, es un dios compasivo que revela al mortal —es decir, al hombre— la verdad liberadora que la vida le ofrece: la verdad de que la vida misma es, en última instancia, inmortal. Pero esta verdad no funciona en la antigua Grecia como un revulsivo nihilista contra la vida individualmente configurada, ya que el brillo de algo en tanto que algo (el mostrarse de X como X y de Y como Y) es para los griegos el propósito final de la vida y en ningún caso, por tanto, una ilusión engañosa.
A lo sumo, la verdad que Dioniso comunica puede servir para moderar el exceso de orgullo; de ahí los rasgos a veces burlescos del dios. Así pues, el propósito de la verdad que Dioniso transmite es consolar al hombre, en la medida de lo posible, frente a la muerte inevitable de todo lo que es mortal, incluida la muerte de aquellos a quienes uno ama.
Caer en la oscuridad y en el olvido después de haber estado en la luz durante el brevísimo lapso de tiempo en el que nuestra vida transcurre es algo terrible y para lo que no hay remedio: uno debe enfrentarlo y asumirlo en toda su crudeza, con espíritu trágico. Pero, al mismo tiempo, uno no debe olvidar que la vida continúa, que nuevas formas de vida brotarán cuando otras regresen del no ser y que la vida impersonal que llevamos en nuestras venas fluirá a través de ellas al igual que el viento sopla a través de la flauta de Dioniso y al igual también que la savia discurre por las hojas de la viña.
Saludos cordiales de Sofya Gevorkyan y Carlos A. Segovia
Foto: Dioniso y Apolo
Obra de Olha Liubokhynets
Nota previa de Antonio Piñero:
A partir de hoy, y durante trece entregas / postales Sofya Gevorkyan & Carlos A. Segovia van a escribir sobre filosofía / religión griega en este Blog. Es una línea paralela a lo que está haciendo Eugenio Gómez Segura aquí mismo. Yo seguiré escribiendo los jueves.
Esta preciada incorporación a Blogs /Twitter / Facebook de estos autores se centra en la filosofía / religión griegas –algunos lectores se lo preguntarán– porque los cuatro estamos totalmente convencidos de que tarde o temprano el pensamiento griego acaba moldeando el cristianismo. Son tres las patas del trípode que sostienen nuestra cultura (y la filosofía y religión dentro de ella): Roma, Atenas y Jerusalén, de modo que cuanto más sepamos de ellas, mejor comprenderemos el cristianismo, que es lo que nuestros lectores tienen como fin prioritario.
Las postales de Sofía y Carlos son de tono eminentemente filosófico y tienen dos niveles. El primero es la lectura seguida, pensado para todos los lectores. El segundo son las notas con bibliografía para aquellos –que quizás seas minoritarios- que sientan la necesidad de profundizar en los temas.
Los “viejos de este lugar” recordarán las postales que hace años publicamos Carlos y yo sobre nuestras discusiones pormenorizadas acerca del pensamiento de Pablo de Tarso. Debo confesar agradecidísimo que sin aquellos diálogos por escrito con Carlos, jamás habría salido mi libro “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino” (Editorial Trotta, Madrid 2ª edición de 2018). Así que Carlos es para mí un icono.
Espero que las postales tanto de Eugenio (que ha escrito por lo menos media docena de libros, de los que jamás ha hecho mención alguna en sus postales) como las Carlos (que ha escrito otros tantos e innumerables artículos científicos) y de Sofía, su mujer, que es rusa, pero afincada en España, sean del agrado de los lectores. Naturalmente, los índices de audiencia (contadores electrónicos de lecturas o de “me gusta”) lo indicarán. Pero, además, estaremos encantados de recibir críticas y sugerencias constructivas.
Aquí, pues, la mitad de la primera entrega. Mañana, deo favente, la segunda.
I. Dioniso y Apolo
Dioniso y Apolo compartían santuario en Delfos, situado en una de las cimas del Monte Parnaso con vistas al Valle de Focis y las colinas circundantes, cerca de la ciudad de Krissa, al norte del Golfo de Corinto en la región actual de Sterea o Grecia Central. Dioniso era adorado allí en invierno, mientras que Apolo regresaba a Delfos en primavera.
Plutarco sugiere que los dos dioses son uno: un solo dios con dos nombres o —podría inferirse— con dos caras: Dioniso simboliza el devenir de la naturaleza; Apolo, el ser. Lo distintivo de la cultura griega es el afirmar ambos.
Dioniso es el dios de la continuidad de la vida. Porque en griego «vida» se dice de dos maneras diferentes y complementarias: ζωή (zoé) y en tanto que βίος (bíos).
Zωή nombra la vida anónima e impersonal que vive en cada uno de nosotros y que continuará viviendo y tomando otras muchas formas después de que todos muramos.
Bίος, en cambio, nombra esto y aquello, las formas individuales que la vida toma, tú y yo. Así pues, mientras que Dioniso simboliza ζωή, cuya unidad es profunda y silenciosa, X, Y y Z son momentos provisionales e insignificantes, su medio hermano Apolo simboliza βίος, o lo que es lo mismo, el resplandor de X, Y y Z en tanto que X, Y y Z.
Dioniso, el dios de la máscara, es un dios compasivo que revela al mortal —es decir, al hombre— la verdad liberadora que la vida le ofrece: la verdad de que la vida misma es, en última instancia, inmortal. Pero esta verdad no funciona en la antigua Grecia como un revulsivo nihilista contra la vida individualmente configurada, ya que el brillo de algo en tanto que algo (el mostrarse de X como X y de Y como Y) es para los griegos el propósito final de la vida y en ningún caso, por tanto, una ilusión engañosa.
A lo sumo, la verdad que Dioniso comunica puede servir para moderar el exceso de orgullo; de ahí los rasgos a veces burlescos del dios. Así pues, el propósito de la verdad que Dioniso transmite es consolar al hombre, en la medida de lo posible, frente a la muerte inevitable de todo lo que es mortal, incluida la muerte de aquellos a quienes uno ama.
Caer en la oscuridad y en el olvido después de haber estado en la luz durante el brevísimo lapso de tiempo en el que nuestra vida transcurre es algo terrible y para lo que no hay remedio: uno debe enfrentarlo y asumirlo en toda su crudeza, con espíritu trágico. Pero, al mismo tiempo, uno no debe olvidar que la vida continúa, que nuevas formas de vida brotarán cuando otras regresen del no ser y que la vida impersonal que llevamos en nuestras venas fluirá a través de ellas al igual que el viento sopla a través de la flauta de Dioniso y al igual también que la savia discurre por las hojas de la viña.
Saludos cordiales de Sofya Gevorkyan y Carlos A. Segovia