Hoy escribe Gonzalo del Cerro
En un excelente artículo, publicado en el citado volumen de Bovon y otros sobre los Hechos Apócrifos de los Apóstoles, habla su autor, J.-D. Kaestli de los tres campos principales en los que se puede diversificar la investigación sobre los HchAp: “Les principales orientations de la recherche sur les Actes des apôtres”, (Bovon, 49-67)
1) El primero se refiere al descubrimiento y a la necesaria restauración de los textos originales. Fueron diversos y problemáticos los avatares que han acompañado a estos textos en su larga andadura por los caminos de la piedad, de los amanuenses y de las bibliotecas. Los textos están, en consecuencia, modificados, corregidos, manipulados, mutilados, interpolados. En ocasiones ha sido preciso recurrir a tradiciones variadas y dispersas para intentar reconstruir las líneas básicas y fundamentales de algunos de ellos. Un caso típico lo constituyen los HchAnd. La importancia de este apóstol como Protocleto o primer llamado es la causa de las múltiples leyendas en las que se ha diversificado su recuerdo.
Grandes hombres de ciencia han dedicado su tiempo a esta imprescindible tarea. Recordamos una vez más los nombres de J. A. Fabricius, C. Thilo, C. Tischendorf, Lipsius-Bonnet entre otros. Pero siempre quedan abiertas las puertas a nuevos hallazgos a los que será necesario prestar la debida atención. Es el caso del hallazgo hecho por Th. Detorakis de los códices Sinaí gr. 526, fol. 120v-132v. y de Jerusalén, San Sabas 103, fol. 155v-168v, que fue hecho público en las Actas del Segundo Congreso Internacional de los Estudios del Peloponeso con el título “El martirio inédito del apóstol Andrés”, Atenas 1981-82. Es éste un campo en el que hemos de trabajar con los datos que nos brindan los expertos en codicología. En la actualidad han sido incorporados a las ediciones de los Hechos de Andrés de J.-D. Prieur y la nuestra (de A. Piñero y mía).
2) Otro inmenso campo en la investigación sobre los HchAp es su aspecto doctrinal. Son famosas las posturas de R. A. Lipsius y de C. Schmidt. Para el primero, los HchAp son obras de origen gnóstico, como se desprende de su ideología y de las reticencias o abiertas acusaciones de los Padres. Para Schmidt no solamente los Hechos de Pedro sino todos los HchAp de los siglos II-III nacieron en el seno dela Gran Iglesia o iglesia oficial como expresión de la creencia popular. La opinión concreta de Schmidt es que los HchAp se inspiran fundamentalmente en los Hechos de los Apóstoles de Lucas. Afirma que “no solamente el título de práxeis está tomado del libro canónico, sino que también toda su composición, el pensamiento, la forma literaria y el reflejo de la literatura canónica aparecen con fuerza en sus páginas” (C. Schmidt, Die alten Petrusakten, TU 24,1, Leipzig 1903).
El tema no está zanjado ni la controversia cerrada. Por el contrario, el hallazgo de nuevo material relacionado con estos temas atiza el fuego de un debate que nunca estuvo del todo clausurado. Me refiero concretamente al rico material encontrado casualmente el año 1945 en la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi, en donde también aparecieron unos Hechos de Pedro y de los doce Apóstoles (Cf. A. Orbe, “Gli apocrifi cristiani a Nag Hammadi”, en Augustinianum XXIII (1983) 83-109). Los Hechos Apócrifos de Tomás contienen ecos del Evangelio de Tomás, que es uno de los libros gnósticos de Nag Hammadi. Por ejemplo, las ideas del logion 22 del EvTom están presentes en HchTom 47.147.
Sin embargo, no es posible deducir conclusiones apodícticas desde el momento en que los HchAp sufrieron abundantes interpolaciones y retoques de distintas manos y diferentes mentalidades. Los argumentos de Lipsius podrían apoyarse en los HchJn. Pero es fácil comprobar que las páginas heterodoxas de esos Hechos no pertenecen al material original. Además, es una realidad palpable que los HchAp tienen muchas semejanzas entre sí, pero también tienen no pocas diferencias.
Los HchAp, en razón de sus especiales características, contienen elementos de índole muy diversa. En unos mismos Hechos pueden darse orientaciones doctrinales divergentes. En muchos casos hay fragmentos que guardan una relación muy tenue con el contexto en el que aparecen. Incluso cortan el hilo del relato, como sucede con todo el fragmento de HchJn 94-102, que interrumpe un discurso de Juan, perfectamente trazado y que ocupa los HchJn 88-93 y 103-104. Bastan unas pocas palabras de carácter genérico para introducir estas piezas en el contexto de la narración: “Y el Apóstol dijo”, “y empezó a cantar y decir”.
No es, pues, extraño que esos elementos, ajenos al resto de la obra, sean portadores de ideologías diferentes. De todos modos, cuando un autor incluye un fragmento ajeno dentro de su propia obra, es porque se siente de alguna manera identificado con su ideología. Es lo que cabe pensar en el caso del himno llamado de la Danza en los HchJn y en los de los HchTom así como en sus parenesis. Tanto si son fragmentos adoptados por el autor de unos Hechos como si han sido incluidos después. Una de las dificultades con que se tropieza en el estudio de textos antiguos es la escasa o nula conciencia de propiedad intelectual que entonces se tenía.
Había también en los siglos II-III un nuevo problema en ese aspecto, como era la abundancia de fronteras sin definir. Ni se tienen ideas definitivas acerca de ciertos aspectos de la ortodoxia, ni se sabe a ciencia cierta donde termina el cristiano y empieza el hereje. Mucho menos cuando, tanto en las ideas gnósticas como en su terminología hay tantas reminiscencias de los textos del Nuevo Testamento, aceptado por gnósticos y ortodoxos como sagrado. Los autores de los HchAp pretendían edificar o entretener. Y para lograrlo, no se planteaban el problema de su ortodoxia y, mucho menos, el de su historicidad. Sin mayores escrúpulos mezclaban datos de la historia y de la tradición con los postulados de su imaginación o la moda literaria de la época. (Continuaremos).
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
En un excelente artículo, publicado en el citado volumen de Bovon y otros sobre los Hechos Apócrifos de los Apóstoles, habla su autor, J.-D. Kaestli de los tres campos principales en los que se puede diversificar la investigación sobre los HchAp: “Les principales orientations de la recherche sur les Actes des apôtres”, (Bovon, 49-67)
1) El primero se refiere al descubrimiento y a la necesaria restauración de los textos originales. Fueron diversos y problemáticos los avatares que han acompañado a estos textos en su larga andadura por los caminos de la piedad, de los amanuenses y de las bibliotecas. Los textos están, en consecuencia, modificados, corregidos, manipulados, mutilados, interpolados. En ocasiones ha sido preciso recurrir a tradiciones variadas y dispersas para intentar reconstruir las líneas básicas y fundamentales de algunos de ellos. Un caso típico lo constituyen los HchAnd. La importancia de este apóstol como Protocleto o primer llamado es la causa de las múltiples leyendas en las que se ha diversificado su recuerdo.
Grandes hombres de ciencia han dedicado su tiempo a esta imprescindible tarea. Recordamos una vez más los nombres de J. A. Fabricius, C. Thilo, C. Tischendorf, Lipsius-Bonnet entre otros. Pero siempre quedan abiertas las puertas a nuevos hallazgos a los que será necesario prestar la debida atención. Es el caso del hallazgo hecho por Th. Detorakis de los códices Sinaí gr. 526, fol. 120v-132v. y de Jerusalén, San Sabas 103, fol. 155v-168v, que fue hecho público en las Actas del Segundo Congreso Internacional de los Estudios del Peloponeso con el título “El martirio inédito del apóstol Andrés”, Atenas 1981-82. Es éste un campo en el que hemos de trabajar con los datos que nos brindan los expertos en codicología. En la actualidad han sido incorporados a las ediciones de los Hechos de Andrés de J.-D. Prieur y la nuestra (de A. Piñero y mía).
2) Otro inmenso campo en la investigación sobre los HchAp es su aspecto doctrinal. Son famosas las posturas de R. A. Lipsius y de C. Schmidt. Para el primero, los HchAp son obras de origen gnóstico, como se desprende de su ideología y de las reticencias o abiertas acusaciones de los Padres. Para Schmidt no solamente los Hechos de Pedro sino todos los HchAp de los siglos II-III nacieron en el seno dela Gran Iglesia o iglesia oficial como expresión de la creencia popular. La opinión concreta de Schmidt es que los HchAp se inspiran fundamentalmente en los Hechos de los Apóstoles de Lucas. Afirma que “no solamente el título de práxeis está tomado del libro canónico, sino que también toda su composición, el pensamiento, la forma literaria y el reflejo de la literatura canónica aparecen con fuerza en sus páginas” (C. Schmidt, Die alten Petrusakten, TU 24,1, Leipzig 1903).
El tema no está zanjado ni la controversia cerrada. Por el contrario, el hallazgo de nuevo material relacionado con estos temas atiza el fuego de un debate que nunca estuvo del todo clausurado. Me refiero concretamente al rico material encontrado casualmente el año 1945 en la biblioteca gnóstica de Nag Hammadi, en donde también aparecieron unos Hechos de Pedro y de los doce Apóstoles (Cf. A. Orbe, “Gli apocrifi cristiani a Nag Hammadi”, en Augustinianum XXIII (1983) 83-109). Los Hechos Apócrifos de Tomás contienen ecos del Evangelio de Tomás, que es uno de los libros gnósticos de Nag Hammadi. Por ejemplo, las ideas del logion 22 del EvTom están presentes en HchTom 47.147.
Sin embargo, no es posible deducir conclusiones apodícticas desde el momento en que los HchAp sufrieron abundantes interpolaciones y retoques de distintas manos y diferentes mentalidades. Los argumentos de Lipsius podrían apoyarse en los HchJn. Pero es fácil comprobar que las páginas heterodoxas de esos Hechos no pertenecen al material original. Además, es una realidad palpable que los HchAp tienen muchas semejanzas entre sí, pero también tienen no pocas diferencias.
Los HchAp, en razón de sus especiales características, contienen elementos de índole muy diversa. En unos mismos Hechos pueden darse orientaciones doctrinales divergentes. En muchos casos hay fragmentos que guardan una relación muy tenue con el contexto en el que aparecen. Incluso cortan el hilo del relato, como sucede con todo el fragmento de HchJn 94-102, que interrumpe un discurso de Juan, perfectamente trazado y que ocupa los HchJn 88-93 y 103-104. Bastan unas pocas palabras de carácter genérico para introducir estas piezas en el contexto de la narración: “Y el Apóstol dijo”, “y empezó a cantar y decir”.
No es, pues, extraño que esos elementos, ajenos al resto de la obra, sean portadores de ideologías diferentes. De todos modos, cuando un autor incluye un fragmento ajeno dentro de su propia obra, es porque se siente de alguna manera identificado con su ideología. Es lo que cabe pensar en el caso del himno llamado de la Danza en los HchJn y en los de los HchTom así como en sus parenesis. Tanto si son fragmentos adoptados por el autor de unos Hechos como si han sido incluidos después. Una de las dificultades con que se tropieza en el estudio de textos antiguos es la escasa o nula conciencia de propiedad intelectual que entonces se tenía.
Había también en los siglos II-III un nuevo problema en ese aspecto, como era la abundancia de fronteras sin definir. Ni se tienen ideas definitivas acerca de ciertos aspectos de la ortodoxia, ni se sabe a ciencia cierta donde termina el cristiano y empieza el hereje. Mucho menos cuando, tanto en las ideas gnósticas como en su terminología hay tantas reminiscencias de los textos del Nuevo Testamento, aceptado por gnósticos y ortodoxos como sagrado. Los autores de los HchAp pretendían edificar o entretener. Y para lograrlo, no se planteaban el problema de su ortodoxia y, mucho menos, el de su historicidad. Sin mayores escrúpulos mezclaban datos de la historia y de la tradición con los postulados de su imaginación o la moda literaria de la época. (Continuaremos).
Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro