Hoy escribe Antonio Piñero
La unidad del libro que presentamos ayer no viene por la unicidad del tema, como claramente se ve por el contenido, que reprodujimos, sino por la contribución desde ángulos muy distintos a la problemática del “Más Allá” en el cristianismo antiguo. El tema en sí llevó a conflictos ideológicos (e incluso políticos) entre cristianos y paganos. Estoy de acuerdo con el Prof. Sáenz Badillos, el prologuista, en que las cuestiones tratadas en este libro inciden en problemas actuales que se presentan al cristianismo, y también en que quienes las abordan son investigadores de solvencia y categoría contrastada (aquí debo hacer una abstención de mente y no incluirme entre ellos, aunque estoy en la lista; otros opinarán).
Por mi parte opino que la seriedad con la están abordados todos los trabajos, sin excepción, se ha reflejado en este libro en una muy buena calidad de conjunto. A la verdad es que aparte de su tesón y perspicacia, los investigadores invitados al Colegio Complutense de Harvard han trabajado en la que se puede considerar una de las mejores bibliotecas universitarias del mundo... y eso ayuda mucho.
En general debo destacar personalmente que me habría gustado que el tratamiento del tema hubiera empezado cronológicamente antes, en los mismos inicios del cristianismo, y no cuando esta nueva religión está ya relativamente bien asentada en el Imperio. Es mi tesis, bien conocida, de que el cristianismo –esencialmente paulino- nace ya profusamente helenizado; de que la teología cristiana es muy “helénica” (más que el judaísmo de su tiempo) y que esas marcas de nacimiento sirven precisamente para explicar el porqué de algunos choques frontales y a la vez de una cierta plataforma para el diálogo entre el cristianismo y el Imperio.
Por ejemplo: el judaísmo de Alejandría en el siglo I llegó a enfrentamientos frontales contra el Imperio (están reflejados en la Legación a Gayo de Filón y sobre todo en la Gran Revuelta Judía del 66-70). Pero el cristianismo no chocó con el Imperio más que privadamente: no tenía inconveniente en “pasar” del Estado (salvo el judeocristianismo, muy judío, del Apocalipsis), considerarlo secundario y concentrarse en su “más allá” ofreciendo a la vez una imagen de buenos ciudadanos para no ser molestados en lo que importaba: dedicarse a la salvación personal (Rom 13).,,
A muchos lectores hoy podrá interesar el largo artículo de Fernández Ubiña sobre el papel de los obispos en las resolución de conflictos que pone de relieve el cambio del cristianismo entre el final del siglo II y mediados del siglo III, cuando al Iglesia afianza su presencia pública en el Imperio. Es interesante comparar su papel con el de la Conferencia Episcopal de hoy día.
Personalmente me ha interesado mucho el artículo de la editora literaria de este volumen (M. López Salvá) sobre la deificación del cristiano después de su muerte. Es extraordinario ver cómo los cristianos se apoyan en ideas que toman del ámbito de la “mística” griega anterior a veces en siglos y la acomodan al sistema mental cristiano formando una teología propia de la asimilación con Dios tras el fallecimiento, asimilación que conduce no solo a la inmortalidad, sino también a una verdadera deificación en donde lo humano pierde sus característica y recibe otras, divinas, en principio incompatibles. Se ve bien claro- o por lo menos yo lo veo así indirectamente- cómo el ambiente estaba perfectamente preparado para que se diera el paso de divinizar a Jesús después de su muerte, y esto no sólo entre los paganocristianos, sino incluso entre los judíos muy helenizados convertidos a la fe en Jesús.
La Prof. Mar Marcos pone de relieve cuán nítidamente, asentada ya la Iglesia en el mundo, y a partir de la posesión absoluta de la verdad, como se creía, practicó una política de coacción religiosa contra los paganos, que en mi opinión hace volver al cristianismo hacia sus raíces más judías (¡para participar en el reino de Dios era preciso hacerse judío!) abandonando la tolerancia propia del politeísmo. Cambió el panorama intelectual, q se mudo de la tolerancia a la intransigencia.
Miguel Herrero de Jáuregui demuestra en su breve y enjundioso artículo cómo los cristianos, sobre todo a partir de los años 300 en adelante, combinan libremente los valores morales presentados por la poesía épica (¡tan pagana; piénsese en la Ilíada y la Odisea!) con los valores cristianos. Con ello se demuestra que “la poesía hexamétrica era ya parte de la herencia cultural que compartía todo el mundo helenizado, de cualquier religión, incluidas la judía y la cristiana. Atenas y Jerusalén estaban ya en un mismo mundo en el que era imposible separar una raíz de otra”. Apologistas de uno y otro lado intentaron utilizar este material común para defender su propia religión. Es extraordinario ver cómo la paideia griega continuó su andadura en la paideia grecocristiana".
Y, por último, para no cansar más al lector señalaré el interés especial que en mí han provocado otros dos artículos del libro que comento. Uno, el J. M. Nieto Ibáñez, que compara sabrosamente los oráculos paganos y las profecías cristianas (comentaré más ampliamente su libro sobre Cristianismo y profecías de Apolo. Los oráculos paganos en la patrística griega (siglos II-V. Editorial Trotta 2010).
Otro, el de Ch. M. Stang que expone cómo ya en el siglo VI el autor que se esconde detrás del pseudónimo Dionisio el Aeropagita hereda la tradición de la teúrgia (del griego theourgía, “obra de Dios”´= "ciencia" sobre cómo sacar provecho de la energía divina que hay en el ser humano y en el cosmos para ejercer la adivinación, por ejemplo, cuyo exponente es Jámblico) y cómo la aplica a la liturgia cristiana en su obra sobre la Jerarquía eclesial. Dioniso está totalmente convencido de que el cristiano sólo se deificará si acepta íntimamente canalizar la energía divina, por lo que detalla los contextos en los que el fiel tiene acceso a esa energía. Además sólo se puede participar de ella -afirma "Dionisio"- convirtiéndose en un miembro de la jerarquía eclesiástica, es decir, a través de las sagradas órdenes… ¡En esto me parece que el panorama de hoy día ha cambiado un poco…!
En fin, que hay un buen montón de cosas interesantes sobre temas en torno al Más Allá en este libro compuesto con rigor y sabiduría.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
------------------
Magister de Religiones de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Información por medio de PDF:
http://www.upo.es/postgrado/adjuntos_cursos/RELIGIONES 2011.pdf
Saludos de nuevo
La unidad del libro que presentamos ayer no viene por la unicidad del tema, como claramente se ve por el contenido, que reprodujimos, sino por la contribución desde ángulos muy distintos a la problemática del “Más Allá” en el cristianismo antiguo. El tema en sí llevó a conflictos ideológicos (e incluso políticos) entre cristianos y paganos. Estoy de acuerdo con el Prof. Sáenz Badillos, el prologuista, en que las cuestiones tratadas en este libro inciden en problemas actuales que se presentan al cristianismo, y también en que quienes las abordan son investigadores de solvencia y categoría contrastada (aquí debo hacer una abstención de mente y no incluirme entre ellos, aunque estoy en la lista; otros opinarán).
Por mi parte opino que la seriedad con la están abordados todos los trabajos, sin excepción, se ha reflejado en este libro en una muy buena calidad de conjunto. A la verdad es que aparte de su tesón y perspicacia, los investigadores invitados al Colegio Complutense de Harvard han trabajado en la que se puede considerar una de las mejores bibliotecas universitarias del mundo... y eso ayuda mucho.
En general debo destacar personalmente que me habría gustado que el tratamiento del tema hubiera empezado cronológicamente antes, en los mismos inicios del cristianismo, y no cuando esta nueva religión está ya relativamente bien asentada en el Imperio. Es mi tesis, bien conocida, de que el cristianismo –esencialmente paulino- nace ya profusamente helenizado; de que la teología cristiana es muy “helénica” (más que el judaísmo de su tiempo) y que esas marcas de nacimiento sirven precisamente para explicar el porqué de algunos choques frontales y a la vez de una cierta plataforma para el diálogo entre el cristianismo y el Imperio.
Por ejemplo: el judaísmo de Alejandría en el siglo I llegó a enfrentamientos frontales contra el Imperio (están reflejados en la Legación a Gayo de Filón y sobre todo en la Gran Revuelta Judía del 66-70). Pero el cristianismo no chocó con el Imperio más que privadamente: no tenía inconveniente en “pasar” del Estado (salvo el judeocristianismo, muy judío, del Apocalipsis), considerarlo secundario y concentrarse en su “más allá” ofreciendo a la vez una imagen de buenos ciudadanos para no ser molestados en lo que importaba: dedicarse a la salvación personal (Rom 13).,,
A muchos lectores hoy podrá interesar el largo artículo de Fernández Ubiña sobre el papel de los obispos en las resolución de conflictos que pone de relieve el cambio del cristianismo entre el final del siglo II y mediados del siglo III, cuando al Iglesia afianza su presencia pública en el Imperio. Es interesante comparar su papel con el de la Conferencia Episcopal de hoy día.
Personalmente me ha interesado mucho el artículo de la editora literaria de este volumen (M. López Salvá) sobre la deificación del cristiano después de su muerte. Es extraordinario ver cómo los cristianos se apoyan en ideas que toman del ámbito de la “mística” griega anterior a veces en siglos y la acomodan al sistema mental cristiano formando una teología propia de la asimilación con Dios tras el fallecimiento, asimilación que conduce no solo a la inmortalidad, sino también a una verdadera deificación en donde lo humano pierde sus característica y recibe otras, divinas, en principio incompatibles. Se ve bien claro- o por lo menos yo lo veo así indirectamente- cómo el ambiente estaba perfectamente preparado para que se diera el paso de divinizar a Jesús después de su muerte, y esto no sólo entre los paganocristianos, sino incluso entre los judíos muy helenizados convertidos a la fe en Jesús.
La Prof. Mar Marcos pone de relieve cuán nítidamente, asentada ya la Iglesia en el mundo, y a partir de la posesión absoluta de la verdad, como se creía, practicó una política de coacción religiosa contra los paganos, que en mi opinión hace volver al cristianismo hacia sus raíces más judías (¡para participar en el reino de Dios era preciso hacerse judío!) abandonando la tolerancia propia del politeísmo. Cambió el panorama intelectual, q se mudo de la tolerancia a la intransigencia.
Miguel Herrero de Jáuregui demuestra en su breve y enjundioso artículo cómo los cristianos, sobre todo a partir de los años 300 en adelante, combinan libremente los valores morales presentados por la poesía épica (¡tan pagana; piénsese en la Ilíada y la Odisea!) con los valores cristianos. Con ello se demuestra que “la poesía hexamétrica era ya parte de la herencia cultural que compartía todo el mundo helenizado, de cualquier religión, incluidas la judía y la cristiana. Atenas y Jerusalén estaban ya en un mismo mundo en el que era imposible separar una raíz de otra”. Apologistas de uno y otro lado intentaron utilizar este material común para defender su propia religión. Es extraordinario ver cómo la paideia griega continuó su andadura en la paideia grecocristiana".
Y, por último, para no cansar más al lector señalaré el interés especial que en mí han provocado otros dos artículos del libro que comento. Uno, el J. M. Nieto Ibáñez, que compara sabrosamente los oráculos paganos y las profecías cristianas (comentaré más ampliamente su libro sobre Cristianismo y profecías de Apolo. Los oráculos paganos en la patrística griega (siglos II-V. Editorial Trotta 2010).
Otro, el de Ch. M. Stang que expone cómo ya en el siglo VI el autor que se esconde detrás del pseudónimo Dionisio el Aeropagita hereda la tradición de la teúrgia (del griego theourgía, “obra de Dios”´= "ciencia" sobre cómo sacar provecho de la energía divina que hay en el ser humano y en el cosmos para ejercer la adivinación, por ejemplo, cuyo exponente es Jámblico) y cómo la aplica a la liturgia cristiana en su obra sobre la Jerarquía eclesial. Dioniso está totalmente convencido de que el cristiano sólo se deificará si acepta íntimamente canalizar la energía divina, por lo que detalla los contextos en los que el fiel tiene acceso a esa energía. Además sólo se puede participar de ella -afirma "Dionisio"- convirtiéndose en un miembro de la jerarquía eclesiástica, es decir, a través de las sagradas órdenes… ¡En esto me parece que el panorama de hoy día ha cambiado un poco…!
En fin, que hay un buen montón de cosas interesantes sobre temas en torno al Más Allá en este libro compuesto con rigor y sabiduría.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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Magister de Religiones de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
Información por medio de PDF:
http://www.upo.es/postgrado/adjuntos_cursos/RELIGIONES 2011.pdf
Saludos de nuevo